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  • El real acto de humildad de Jesús

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  • El real acto de humildad de Jesús
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
w77 1/3 págs. 137-138

El real acto de humildad de Jesús

UNA de las cualidades sobresalientes de Jesucristo es su humildad. Él cedió su encumbrada posición en los cielos para llegar a ser un hombre “un poco inferior a los ángeles.” (Heb. 2:7; Fili. 2:5-7) Entonces, mientras estuvo en la Tierra, no buscó que lo sirvieran, sino que humildemente sirvió a otros. (Mat. 20:28) Pero todavía es futuro su excelente real acto de humildad como “Rey de reyes y Señor de señores.” (Rev. 19:16) A esto se hace referencia en 1 Corintios 15:24, donde leemos: “En seguida, el fin, cuando entrega el reino a su Dios y Padre.” Para entender lo que esto implica, tenemos que considerar por qué Jehová se propuso que su Hijo gobernara como Rey.

Cuando Jehová Dios creó a las primeras criaturas humanas, Adán y Eva, quería que ellas permanecieran en su amor y en unidad perfecta con él. Él las había creado de tal manera que la vida eterna solo les sería posible si mantenían una buena relación con él por medio de obediencia perfecta. Al transgredir la ley de Dios, Adán y Eva se apartaron de su Hacedor y perdieron la conexión espiritual que necesitaban para continuar viviendo. Adán, habiendo arruinado su perfección, perdió también la capacidad de engendrar prole perfecta. “Por eso,” dice la Biblia, “así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.” (Rom. 5:12) Puesto que pecar significa errar el blanco de la obediencia perfecta a Dios, toda la raza humana llegó a estar así en estado de desunión con su Creador.

Sin embargo, no era la voluntad de Dios que esta situación continuara. Esto se desprende claramente de lo que el apóstol Pablo escribió acerca de la gobernación de Cristo, en 1 Corintios 15:25, 26: “Él tiene que gobernar como rey hasta que Dios haya puesto a todos los enemigos debajo de sus pies. Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a la nada.” El hacer que la muerte quede en nada exige la remoción de todas las debilidades e imperfecciones humanas. Esto se debe a que, como declara la Biblia, “el aguijón que produce muerte es el pecado.” (1 Cor. 15:56) Según Revelación 20:4, “mil años” han sido apartados para que Cristo, junto con un cuerpo de gobernantes asociados que han sido comprados de entre la humanidad, reduzca la muerte a la nada al restaurar a la perfección a la humanidad.

En Revelación 22:1, 2 se pinta simbólicamente el arreglo que hay para librar a la humanidad de la esclavitud al pecado y la muerte. El apóstol Juan describe allí lo que un ángel le reveló en visión: “Me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que fluía desde el trono de Dios y del Cordero. . . . Y de este lado del río y de aquel lado había árboles de vida que producen doce cosechas de fruto, dando sus frutos cada mes. Y las hojas de los árboles eran para la curación de las naciones.”

La Biblia muestra claramente que la mancha del pecado solo puede ser removida con el sacrificio de Jesús como base. El apóstol Juan escribió bajo inspiración: “La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1 Juan 1:7) Por eso el “río de agua de vida,” con árboles en sus orillas, representa la provisión de Dios para vida, incluso los beneficios de expiación de pecados que tiene el sacrificio de su Hijo. Puesto que el “agua de vida” y los árboles representan simbólicamente la provisión de Dios para vida, el participar de esa provisión definitivamente envuelve ejercer fe en los beneficios expiatorios de la sangre de Jesús.—Rev. 22:17.

Esa fe tiene que expresarse en acción, porque, como señala la Biblia: “La fe sin obras está muerta.” (Sant. 2:26) ¿Qué acción se requiere? Respuesta obediente a la dirección del reino de Dios en manos de Cristo y sus asociados en el gobierno. A medida que los individuos se sometan lealmente a la gobernación del Reino durante el reinado de mil años de Cristo y se les apliquen los beneficios expiatorios de Su sacrificio, estarán creciendo hacia la perfección.

El hecho de que el elevar a la humanidad a la perfección será un proceso gradual se da a entender en la descripción simbólica de la provisión de Dios para la vida. Los árboles a los lados del “río de agua de vida” dan sus frutos cada mes. Si fuera asunto de participar de la provisión de Dios para la vida una sola vez, está claro que no habría necesidad de tal suministro regular y constante de frutos sostenedores de la vida.

Además, para ayudar a la humanidad, Jesucristo y los que con él gobiernan estarán usando representantes terrestres. Estos serán hombres de devoción sobresaliente a lo que es recto y que tendrán amor genuino a otros. Entre ellos estarán hombres fieles que estuvieron en la línea genealógica terrestre de Jesús. Porque Jesucristo los levanta a la vida, llegan a ser sus hijos.—Sal. 45:16.

Está claro, pues, que el reino mesiánico se hizo necesario en el propósito de Dios sólo debido a que la raza humana había sido hundida en el pecado y la muerte. Con la remoción de todo rastro del pecado, no habrá más necesidad de que el reino mesiánico gobierne a este respecto. Sin embargo, no tendrá un fin violento; ese reino no será reducido a “ruinas,” porque el fruto de sus excelentes obras permanecerá para siempre. (Dan. 7:14) Parece que es en este sentido que las Escrituras dicen que la gobernación de Cristo ‘no tendrá fin.’—Isa. 9:7; Luc. 1:33; Rev. 11:15.

Al concluir su reinado de mil años, Jesucristo habrá logrado su tarea asignada de llevar a la humanidad a la perfección. Con verdadera humildad él entonces entregará a su Padre la autoridad que habrá ejercido para con la humanidad en la capacidad de “Rey de reyes y Señor de señores.” Así se cumplirán las palabras de 1 Corintios 15:28: “Cuando todas las cosas hayan sido sujetadas a él [el Hijo], entonces el Hijo mismo también se sujetará a Aquel que le sujetó todas las cosas a él, para que Dios sea todas las cosas para con todos.” Siguiendo el ejemplo de él, anuente y humildemente los que están asociados con él en la gobernación y los representantes terrestres del Reino dejarán de ejercer sus puestos. En aquel tiempo todas las criaturas humanas estarán en igualdad delante de Dios, libres de debilidades e imperfecciones.

¿Cómo debería afectarnos este conocimiento aun ahora? Debería grabar en nosotros el hecho de que en la congregación cristiana los puestos no son lo que cuenta como de toda importancia. Las cosas verdaderamente importantes no son la responsabilidad o autoridad que se le confíe al individuo, sino lo que él sea como persona y su relación aprobada con Dios. En la congregación cristiana no hay “hombres grandes”; hasta los ancianos o superintendentes son solo siervos o esclavos de sus hermanos. (Mat. 20:25-27) Además, parece que el arreglo de ancianos o superintendentes de hoy y durante el reinado de mil años de Cristo quizás sea solo temporario, y que quizás continúe solo hasta el tiempo en que la humanidad alcance la perfección ante Jehová Dios. Ciertamente este entendimiento de los asuntos pone el énfasis donde debe estar... en el Soberano Supremo, Jehová Dios.

Por lo tanto, imitemos a Jesucristo en mantener nuestra humildad ante nuestro Hacedor, teniendo presente en primer lugar que una relación aprobada con él es una posesión duradera. (Pro. 22:4) Si hacemos esto, posiblemente sea nuestro privilegio estar entre los que serán testigos del real acto de humildad de Jesús... su entrega del reino a su Dios y Padre.

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