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  • Los cristianos verdaderos no pueden ser cobardes

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  • Los cristianos verdaderos no pueden ser cobardes
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
w75 15/1 págs. 42-43

Los cristianos verdaderos no pueden ser cobardes

SE REQUIERE valor para ser cristiano verdadero, ya que uno tiene que estar dispuesto a enfrentarse con peligros, dificultad, oposición y, sí, aun la muerte misma. Los discípulos genuinos de Jesucristo no pueden esperar recibir mejor trato que el que recibió su Señor. Como Jesús mismo dijo: “El esclavo no es mayor que su amo. Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán.”—Juan 15:20.

Aunque Jesús fue perseguido, no había causa justa para ello. Mostró un interés activo en el bienestar de otros. Fue compasivo, bondadoso y amoroso. (Mat. 8:2, 3; 11:28-30; Mar. 8:2) Laboró incansablemente, a menudo privándose de alimento y descanso necesario, para aliviar a los humanos imperfectos de sus dolencias y para darles consuelo y estímulo espirituales. (Mat. 14:13, 14; Mar. 6:31-34) Aunque fue injuriado, nunca vilipendió a nadie. El registro de su vida fue sin tacha, libre de pecado.—1 Ped. 2:22, 23.

No obstante Jesucristo vino a ser objeto de intensa hostilidad. Fue acusado maliciosamente de ser borracho y glotón, violador de la ley de Dios y hasta poseído de demonios. (Luc. 7:34; Juan 5:18; 8:48) Sufrió grandes indignidades: le escupieron, lo abofetearon, lo golpearon con los puños, lo azotaron y finalmente lo clavaron a un madero para morir en deshonra pública como si fuese blasfemador contra Dios.—Mat. 26:65-67; Juan 18:22; 19:1, 17, 18.

Requirió tremendo valor de parte de Jesús aguantar todo esto. Pudo haber evitado el hacerse objeto de hostilidad si simplemente hubiese llevado una vida buena como carpintero en Nazaret. Pero valerosamente declaró la verdad, poniendo de manifiesto las falsedades religiosas y lo incorrecto de una vida que se llevaba únicamente para autointerés. Eso le acarreó el odio del mundo, pues los que preferían llevar una vida contraria a la voluntad de Dios no querían ser denunciados como inicuos. Les dolía que los desenmascararan poniendo de manifiesto que no eran las personas “justas” que muchos de ellos alegaban ser.—Juan 3:19, 20.

A los discípulos de Jesucristo se les insta a hacer lo que él hizo. No solo tienen que llevar una vida que concuerda con la voluntad de Dios, sino que tienen que estar activamente ocupados en ayudar a otros a hacer lo mismo. (Mat. 28:19, 20) Esta actividad, especialmente, los pone en conflicto directo con los que prefieren sus propios caminos inicuos. Estos reaccionan violentamente, queriendo que esta obra se detenga. Encarados a oposición violenta, los cobardes se detendrían, pero los cristianos verdaderos no.

El espíritu o actitud dominante de los cristianos verdaderos no es uno de cobardía. Es posible que sean tímidos, que tengan temor de que se les cause daño o hasta que necesiten estímulo para reflejar mayor denuedo. Pero no permiten que ningún temor o timidez les haga cesar de hacer la voluntad de Dios, como lo harían los cobardes. El apóstol cristiano Pablo le recordó esto a su fiel colaborador Timoteo, diciendo: “Dios no nos dio espíritu de cobardía, sino de poder y de amor y de buen juicio.”—2 Tim. 1:7.

Pablo apreció muchísimo el hecho de que Dios le hubiera dado espíritu de poder. En su carta a los cristianos en Filipos, declaró: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder.” (Fili. 4:13) Pablo había recibido poder para hacer frente a enemigos y peligros de toda clase de modo que no se retraía temerosamente. Se le dio poder para aguantar severas pruebas y persecuciones.—2 Cor. 11:23-27; 12:9, 10.

Además de un ‘espíritu de poder’ dado por Dios, un ‘espíritu de amor’ impelió a Pablo a continuar en el servicio fiel. Tenía profundo amor a Jehová Dios y al Señor Jesucristo. Lleno de aprecio por lo que ellos habían hecho a favor de él, escribió: “Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la congregación de Dios. Mas por la bondad inmerecida de Dios soy lo que soy. Y su bondad inmerecida que fue para conmigo no resultó ser en vano, sino que trabajé laboriosamente mucho más que todos ellos, empero no yo, sino la bondad inmerecida de Dios que está conmigo.” (1 Cor. 15:9, 10) Por otra parte, también, Pablo tenía intenso amor a sus semejantes, incluso sus conciudadanos que a menudo eran responsables de las persecuciones que le sobrevinieron. Con una conciencia pura pudo decir: “Tengo gran desconsuelo e incesante dolor en mi corazón. Porque podría desear que yo mismo fuese separado del Cristo como el maldito a favor de mis hermanos, mis parientes según la carne.”—Rom. 9:2, 3.

Además, un espíritu de juicio sano le ayudó a Pablo a mantener fidelidad. Mantuvo un punto de vista equilibrado, apreciando que la cosa verdaderamente importante era su relación con Jehová Dios como discípulo devoto de Jesucristo. (Fili. 3:8-11) Esto le impidió ceder a la presión para hacer que las cosas le fuesen más fáciles por medio de transigir.

Fue debido a que Pablo mantuvo el espíritu dado por Dios “de poder y de amor y de buen juicio” que continuó siendo discípulo aprobado de Jesucristo. Estaba seguro de su galardón y, por eso, cuando estaba al punto de enfrentarse con la muerte, escribió a Timoteo: “He peleado la excelente pelea, he corrido la carrera hasta terminarla, he observado la fe. De este tiempo en adelante me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, el justo juez, me dará como galardón en aquel día, sin embargo no solo a mí, sino también a todos los que han amado su manifestación.”—2 Tim. 4:7, 8.

Sin embargo, los cobardes no tienen base para tal confianza. De hecho, la Palabra de Dios muestra claramente que no tienen galardón. Están entre los que experimentan la “muerte segunda,” una muerte de la cual no hay resurrección.—Rev. 21:8.

Y es correcto que sea así, porque el cobarde es desleal a Dios. Cuando ve que otros sufren por causa de la justicia, se atemoriza y cesa de servir a Dios a fin de evitar el daño que posiblemente sufra a manos de los hombres. Encarado a una prueba de integridad, se coloca de parte de Satanás el Diablo al mostrar que en su caso es cierta la alegación del adversario: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma.”—Job 2:4.

El cobarde revela completa falta de fe en el hecho de que Dios puede neutralizar todo el daño que Satanás y sus agentes pudieran causar. Si cede ante la amenaza de muerte, manifiesta falta de fe en la promesa de Dios de la resurrección. (Mat. 10:28; Heb. 11:35) Si la presión económica lo hace desobedecer la ley divina, revela que no tiene fe en la declaración segura de Dios de proveer para sus siervos en conjunto.—Heb. 13:5, 6.

Si usted desea ser uno de estos que no ceden ante tal temor cobarde bajo presión, dé pasos para fortalecer su fe. Estudie la Palabra de Dios, pídale en oración Su dirección y guía, asóciese con cristianos valerosos y ayude activamente a otros a llegar a ser discípulos de Jesús. Entonces, como Pablo, usted puede estar a la expectativa del galardón de la vida que ha de ser otorgado, no a los cobardes, sino a los cristianos valerosos.

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