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  • ¿Por qué deben creer?
  • ¡Despertad! 1980
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¡Despertad! 1980
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¿Por qué deben creer?

¿POR qué clase de razonamiento se nos induce a creer en la existencia de Dios? La Biblia nos da una guía. Acerca de Dios, dice: “Sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas.”—Rom. 1:20.

El considerar las “cosas hechas” —la creación misma— ha inducido a muchos a comprender que tiene que haber algo o alguien responsable de la creación. Einstein, cuyas teorías han ejercido tan grande influencia en el pensamiento científico moderno, dijo: “Todo el que se enfrasca seriamente en una carrera científica se convence de que en las leyes del Universo se manifiesta un espíritu... un espíritu vastamente superior al del hombre, y uno ante el cual nosotros, con nuestros modestos poderes, debemos sentirnos humildes.”

Mírese a sí mismo

La Biblia dice: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.” (Sal. 19:1) ¡Y con cuánta elocuencia lo hacen!

Sin embargo, no es preciso contemplar los vastos cielos estrellados para ver demostracioncs del poder y las cualidades de Dios. Basta con examinarse uno mismo.

Mírese las manos. ¿Están sosteniendo la revista que usted está leyendo? Si así es, sin duda usted tiene el brazo doblado a fin de mantener la revista a la distancia correcta de sus ojos. Cada dedo está ejerciendo exactamente suficiente presión como para evitar que la revista se caiga, pero no tanta que rasgue el papel. ¿Estuvo usted pensando en todo esto antes de comenzar a leer? Por supuesto que no. Su cuerpo organizó todo el asunto; se requirió solo un mínimo de decisiones de parte suya.

Aunque su cuerpo está en posición de descanso, relativamente, ¿qué están haciendo sus ojos? Están enfocando automáticamente en palabras o grupos de palabras en sucesión. En la parte posterior de sus ojos las impresiones visuales se transforman en impulsos eléctricos. Estos son transmitidos al cerebro. Si usted se está concentrando, el cerebro está almacenando la información para usarla en el futuro, y está comparando el material nuevo con lo que ha recibido anteriormente.

Mientras tanto, sin que usted esté pensando en ello, su corazón esta bombeando diligentemente, enviando la sangre en su complicado viaje a través del cuerpo. Esa sangre transporta las sustancias esenciales a los lugares en que éstas se necesitan, y entonces se lleva los desperdicios a los sitios desde los cuales éstos pueden ser expulsados del cuerpo.

Además, el diafragma, por medio de su movimiento, le llena los pulmones de oxígeno, y entonces los comprime para librárselos del anhídrido carbónico.

Si sucede que hace poco usted estuvo comiendo, su alimento está pasando por el proceso de la digestión, sin que usted esté dirigiendo ese proceso conscientemente. El alimento se está mezclando con los ácidos de su estómago, que desempeñan la función de descomponerlo en sus componentes básicos, o, mientras pasa por los intestinos, está siendo comprimido por medio de una complicada acción muscular conocida como “peristalsis,” lo cual permite que las sustancias nutritivas sean absorbidas en el torrente sanguíneo.

Pero también se está efectuando mucha más actividad. La médula o tuétano de sus huesos está haciendo células sanguíneas de reemplazo. Su piel está fabricando nuevas partes para reemplazar las células gastadas de la superficie. Le está creciendo el pelo, y también le crecen las uñas de los pies y de las manos. Las glándulas están fabricando complicadas sustancias con el fin de mantener en equilibrio los procesos químicos de su cuerpo. ¡Todo eso está sucediendo en este mismo instante aun cuando su cuerpo está en aparente descanso!

La tecnología de los mecanismos de nuestro cuerpo es increíblemente más adelantada que todo cuanto el hombre ha podido lograr en esta era espacial. ¿Es lógico pensar que una obra maestra de esta índole sea el producto de simple casualidad?

La teoría de la evolución dice que la humanidad es el producto del funcionamiento de las leyes naturales, pero no explica quién es el “legislador.” En realidad dice que nos hicimos a nosotros mismos. Pero, ¿no es más lógico —más en armonía con la manera en que sabemos que las cosas realmente suceden— seguir el razonamiento del escritor bíblico que proclamó: “De manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente”? ¿Y: “Sepan que Jehová es Dios. Es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos”?—Sal. 139:14; 100:3.

Efrentémonos a la realidad

Debido al modo de pensar materialista de Occidente, a muchas personas les incomoda admitir que hay un Dios y reconocer que hay una respuesta espiritual a la pregunta: “¿De dónde hemos venido?” Un librepensador declaró lo siguiente: “Podemos ser sensatos y razonables solo cuando nos expresamos en términos de la esfera del conocimiento actual y nos mantenemos dentro de ella.” ¿Pero es eso cierto?

Hay muchas cosas que los científicos saben que existen, pero que no pueden explicar. Cosas como la mente humana, nuestra conciencia, el instinto que nos impele a adorar... ciertamente existen. Pero la ciencia no las puede explicar en términos del “conocimiento actual.” ¿Qué hay de la vida misma? ¿Qué es esta poderosa “energía de vida” que hace que las cosas vivas difieran de las inanimadas? Los científicos no pueden decir. Sin embargo es parte de nuestra experiencia cotidiana. De hecho, es tan común que propendemos a olvidarnos de cuán verdaderamente milagrosa la vida misma es en realidad.

La familiar ley de causa y efecto declara que para cada efecto debe haber una causa. Es preciso que haya habido una “causa” para esa maquinaria maravillosamente delicada que constituye el cuerpo humano. Hoy día estamos en mejor posición que ninguna generación anterior para ver lo sabia que tiene que haber sido esa primera “causa.” Más aún, es preciso que haya habido una “causa,” un Productor, de cosas como la mente humana, la conciencia humana y la vida misma. En realidad nunca pudiera haber explicación satisfactoria para estas cosas excepto la que la Biblia da. Dirigiéndose al Dios a quien adoraba, un escritor de la Biblia dijo: “Contigo está la fuente de la vida.” (Sal. 36:9) No hay base alguna en nuestro “conocimiento actual” para llegar a ninguna otra conclusión.

¿Por qué, pues, suceden las cosas malas?

Al considerar los argumentos ya presentados aquí, un ateo filipino presentó el siguiente problema: “Hasta cierto grado hay orden, maravilla y belleza en la naturaleza. Pero eso es solo la mitad del cuadro. La otra mitad es un caos terrible.” Entonces, después de explicar lo que quiere decir por “caos” —cosas como los desastres naturales, las pestilencias y así por el estilo— dijo: “La persona religiosa fija apaciblemente la mirada en el orden de la naturaleza, lo cual fortalece su religión, pero aparta la vista del caos que debilita a tal credo.”

¿Hace usted eso? ¿No será posible que el ateo este apartando la vista del “orden, maravilla y belleza de la naturaleza” que tiene efecto debilitador en el credo de incredulidad de él?

Por ejemplo, cuando se queja de las pestilencias, él solo está contando parte de la historia. No menciona el maravilloso poder curativo de nuestros cuerpos, lo cual en sí mismo testifica de la existencia de un Hacedor que tiene poderes maravillosos. En una ocasión, Napoleón dio las gracias al jefe de sanidad militar de su ejército por sanar a tantos de sus soldados. Según cierta versión del asunto, el cirujano respondió: “Yo los atendí; Dios los sanó.”

Además, ¿tiene el hombre el derecho moral de poner en duda la existencia de Dios debido a las enfermedades y otros problemas que existen? ¿No es cierto que el mal gobierno del hombre, las guerras, el delito, la falta de honradez, y otras cosas por el estilo, ocasionan la mayoría de esos problemas? ¿Cuántas pestilencias o enfermedades muy generalizadas —como las enfermedades cardíacas o el cáncer— no son en su mayor parte sino el resultado del ambiente y de los hábitos de vivir que el hombre mismo ha desarrollado? ¿Cuántas otras enfermedades se pudieran controlar si no fuera por el hecho de que una gran proporción de la raza humana vive en pobreza y en suciedad?

Sin embargo, es cierto que no todos los problemas del hombre son producidos directamente por él. ¿Por qué permite Dios que éstos se presenten? ¿Prueban éstos que Él no exista?

Una ilustración pudiera sernos útil para ver este punto con mayor claridad. En una isla a cierta distancia de la costa occidental de Irlanda, hay un lugar que se conoce como la Aldea Abandonada. Es una aldehuela en la que ya no vive nadie. Como uno pudiera imaginarse, las casas están en malas condiciones. Los techos se han caído. No hay puertas. En muchos casos, las paredes se han desplomado.

En vista del estado ruinoso de la aldea, ¿diría usted que no es probable que alguien haya diseñado y edificado las casas que hay allí, o concordaría usted por instinto con la siguiente declaración bíblica: “Por supuesto, toda casa es construida por alguien”... sí, hasta una casa que ahora estuviera en ruinas? (Heb. 3:4) A pesar del estado de abandono de esas casas, sabemos que alguien las construyó. Sabemos, también, que su condición actual no se puede achacar necesariamente al constructor. Hay modos de evitar que las casas se deterioren. Pero los propietarios las abandonaron. Por lo tanto, ahora están en ruinas.

La situación de la humanidad es semejante. La Biblia nos dice que el Hacedor creó perfecto al hombre. Este recibió la responsabilidad de sojuzgar la Tierra y llenarla con sus hijos. (Gén. 1:28) El buen éxito en esto dependería de seguir las instrucciones de su Hacedor. Si el hombre hubiera seguido aquellas instrucciones, no se hubiera producido “caos” alguno, no se hubieran perdido vidas en desastres naturales o debido a pestilencias en la Tierra sojuzgada. Sin embargo, el hombre rechazó la guía de su Creador; de modo que ahora la “casa” humana innegablemente está en muy mal estado.

Dios dio a la humanidad libre albedrío para que escogiera su propio proceder. Dios no obliga a los seres humanos a ser obedientes. Sin embargo, a través de los largos siglos del mal gobierno humano, Él ha estado buscando a personas que estén dispuestas a usar su libre albedrío para servir a Dios. La Biblia explica que los que rehúsan reconocer el derecho de Dios a gobernar a su propia creación pronto serán destruidos. Perderán la vida debido a que rechazan a la Fuente de la vida. Pero los que, llenos de aprecio, amolden su vida en conformidad con los requisitos de Dios tendrán el gozo de ver la Tierra transformada en un paraíso global bajo el gobierno celestial de Dios. Disfrutarán de todas las bendiciones de las cuales se han visto privados por las imperfecciones y el mal gobierno del hombre.—Rev. 21:3-5.

Por lo tanto, es sumamente importante que toda persona llegue a conocer a Dios ahora. Es esclarecedor saber el modo en que algunas personas han recibido ayuda para llegar a conocer a Dios.

[Ilustración en la página 10]

Hasta una casa en ruinas tendría que haber sido “construida por alguien”

[Recuadro en la página 9]

¿QUIÉN DISEÑÓ EL CUERPO HUMANO?

EL CEREBRO: Un ordenador o computadora viviente de tal complejidad que los mejores modelos hechos por el hombre son juguetes al compararlos con él. Se calcula que su capacidad respecto a recordar y aprender es mil millones de veces mayor que la que se usa en toda una vida humana en la actualidad.

EL OJO: Una cámara plenamente automática de película cinematográfica a colores que enfoca por sí misma sin empañarse y toma vistas instantáneas tridimensionales que no necesitan revelado en laboratorios.

EL CORAZÓN: Una bomba mucho más eficaz que cualquier máquina de clase alguna diseñada por el hombre. Bombea 5.700 o más litros al día, de modo que efectúa suficiente trabajo como para levantar al cuerpo humano por 150 metros directamente hacia arriba.

EL HÍGADO: Un laboratorio químico extremadamente complicado y de muchos usos que cumple con más de 500 funciones, entre ellas funciones de almacenar y soltar para fluir relativas a la sangre, vitaminas, minerales y sustancias nutritivas, según haya necesidad. Produce más de mil distintas enzimas para transformaciones químicas.

LOS HUESOS: Una armazón estructural que pesa solo 9 kilogramos, pero fuerte como vigas de hierro... excelentemente armados y equilibrados para afianzar músculos a ellos y proteger órganos vitales.

EL SISTEMA NERVIOSO: Una masiva red de comunicación que recibe y/o responde con acciones a 100.000.000 de sensaciones por segundo mediante impulsos electroquímicos. Llega a cada milímetro cuadrado de piel, a cada músculo, vaso sanguíneo y órgano.

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