¿Le son preciosas las reuniones cristianas?
ERA a mediados del invierno y la temperatura estaba bajo cero, Fahrenheit. Pero eso no impidió que una madre cristiana que vivía en Wisconsin, EE. UU., emprendiera, con cuatro de sus hijos, una caminata de trece kilómetros hasta la población. Felizmente para ella, después de haber caminado trabajosamente unos cinco kilómetros, un vecino que por casualidad pasaba por allí en su auto los recogió y los llevó los restantes ocho kilómetros a su destino.
¿Por qué querría una madre emprender una caminata como ésa? Porque quería asociarse con compañeros cristianos para adoración y para estudio de la Palabra de Dios. Así de preciosas le eran esas reuniones. Especialmente quería asistir a las reuniones ese domingo, pues un representante viajero de la Sociedad Watch Tower iba a hablar. Puesto que no había autobuses y su esposo rehusó dejarla usar el automóvil de la familia, no tuvo alternativa que ir a pie. ¿Le son así de preciosas las reuniones cristianas a usted? ¿Está usted igualmente consciente de su necesidad espiritual?—Mat. 5:3.
Jesús anima a los cristianos a reunirse, pues él prometió: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mat. 18:20) Y el apóstol Pablo escribió: “Debemos ver cuál es la mejor manera en que cada uno de nosotros puede mover a otros al amor y a la bondad activa, no alejándose de nuestras reuniones, como algunos lo hacen, sino más bien animándose unos a otros, tanto más debido a que ustedes ven que se acerca el Día.”—Heb. 10:24, 25, The New English Bible.
Uno muestra cuán preciosas le son las reuniones cristianas por el precio que está dispuesto a pagar por asistir a ellas.
En Cuba tres cristianos fueron puestos en prisión después que unos funcionarios penetraron en sus hogares el 29 y 30 de abril de 1969. En cada caso les quitaron toda su literatura acerca de la Biblia, junto con otras posesiones. Pero, ¿por qué? Se les acusó de tener reuniones ilegales, reuniones para el estudio de la Biblia.
En un pueblo de Tesalia, Grecia, trece cristianos fueron enviados a prisión porque se habían reunido para un estudio bíblico. Sus reuniones les eran tan preciosas que estuvieron dispuestos a arriesgar el ser enviados a prisión por asistir a ellas.
Obstáculos menores también pueden revelar cuán preciosas le son a una persona las reuniones cristianas.
MALA SALUD Y ENFERMEDAD FÍSICA
Es necesario tener cierta salud y fuerza para poder asistir a las reuniones cristianas. Pero, con esfuerzo, a menudo se pueden vencer los problemas. Una mujer recién interesada en Ceilán continúa asistiendo a las reuniones en el Salón del Reino aunque está semiparalizada. Y a pesar de esta condición se ha matriculado en la Escuela del Ministerio Teocrático de la congregación y ha comenzado a testificar a otros.
En Nicaragua, el ministro de circuito viajero observó que una concurrente lloraba durante los primeros quince minutos de cada reunión. ¿Por qué? Se enteró de que esto se debía a que ella padecía de alta presión arterial y reumatismo en las piernas. Tenía que esperar unos quince minutos después de llegar al Salón del Reino antes que el dolor menguara lo suficiente como para que ella pudiera aguantarlo sin llorar. No obstante, a menos que no pueda moverse de la cama, asiste con regularidad a las reuniones de congregación.
Si usted se está perdiendo las reuniones debido a un obstáculo parecido, bien pudiera preguntarse, en vista de tales ejemplos: ¿Presenta esto un desafío que yo puedo vencer o un desafío al que tengo que ceder? ¡No se prive de bendiciones espirituales innecesariamente!
EL PROBLEMA DE LA TRANSPORTACIÓN
Para otros, el problema de la transportación es lo que les impide asistir con regularidad a las reuniones. Si no hay transportación ¿a qué distancia estaría usted dispuesto a andar, o por cuánto tiempo, para asistir a las reuniones cristianas? En el Congo (Brazzaville), un joven de diecisiete años camina catorce kilómetros para asistir a las reuniones. En Nicaragua doce Testigos de una congregación caminan dos horas de ida y dos horas de vuelta para asistir a las reuniones, y rara vez faltan.
En Sierra Leona un Testigo que pasa de los ochenta y seis años de edad asiste dos veces a la semana al Salón del Reino sin importar qué clase de tiempo haga. Nunca falta. Sin embargo, para hacerlo tiene que caminar más de ocho kilómetros subiendo y bajando un monte empinado. Un grupo de personas que recientemente se han hecho Testigos en Honduras camina tres horas cada domingo para llegar a las reuniones y tres horas para regresar a casa. Y en la República de las Filipinas un Testigo de sesenta y ocho años de edad que vive en territorio montañoso camina treinta y nueve kilómetros a través de un trecho donde no hay caminos. Debido a una previa fractura en la pierna tiene que andar muy lentamente, de modo que sale de su casa un día antes a fin de llegar a las reuniones a tiempo... ¡y siempre llega a tiempo!
Pero, ¿qué haría usted si fuera demasiado peligroso viajar a las reuniones? Una señora recién interesada que vive en la isla de Anguila, en el Caribe, en el extremo opuesto de la población donde se celebraban las reuniones, estaba angustiada porque no podía asistir a las reuniones de a mediados de semana, pues se celebran de noche y el salir sola por la noche sería peligroso. Por eso, ¿qué hizo? ¡Venció este obstáculo mudándose a una casa cerca del Salón del Reino!
¿Es su problema similar a alguno de éstos? ¿Puede vencerlo?
OPOSICIÓN DE FAMILIA
Jesucristo advirtió a sus seguidores que podían esperar oposición de sus propias familias: “Realmente, los enemigos del hombre serán personas de su propia casa,” dijo él.—Mat. 10:34-36.
La oposición de miembros de la propia familia de uno a que uno asista a las reuniones cristianas también ha suministrado oportunidades para que los siervos de Dios muestren cuán preciosas les son esas reuniones. En Okinawa un esposo incrédulo cerraba la puerta con llave para no dejar a su esposa entrar en la casa las noches de reuniones. De modo que ella usaba una frazada vieja y dormía en el jardín bajo una hoja de metal ondulado. Ha hecho esto semana tras semana aunque se enfrenta al peligro de ser picada por víboras venenosas “habu” y sufre de muchas picadas de mosquitos. Cuando se le preguntó acerca de ello, dijo que eso no era nada comparado con lo que cristianos habían estado sufriendo en otros lugares.
En Surinam una esposa cristiana tuvo una experiencia semejante. Para desanimarla, su esposo no solo le quitaba su literatura —para quemarla, según decía él— sino que cada vez que iba a las reuniones y volvía a casa encontraba la puerta cerrada con llave, y por eso tenía que dormir en el gallinero. No desistió. Por fin un día su esposo le dijo: “Está bien, tú ganas. Esto es pelear contra el viento. Quédate con tus libros. Estudia con los testigos de Jehová. . . . Ya no puedo pelear contra la marea.”
¿Tiene usted un obstáculo semejante que le impida asistir con regularidad a las reuniones cristianas? En tal caso, cobre ánimo de lo que estas Testigos estuvieron dispuestas a aguantar en el interés de reunirse con sus compañeros cristianos. Sea como el salmista que dijo: “Un día en tus patios es mejor que mil en otro lugar.”—Sal. 84:10.
¿ESTORBAN LAS HORAS DE EMPLEO?
¿Se deberá a las horas de su empleo seglar que usted no haya estado asistiendo con regularidad a las reuniones cristianas? Si así es, parece que hay un conflicto entre la obligación que tiene de asociarse con sus compañeros cristianos y la de proveer para usted mismo y su familia. (1 Tim. 5:8; Heb. 10:24, 25) ¿Podría usted resolver este conflicto a favor de asistir con regularidad a las reuniones? Muchos lo han hecho.
En Bélgica un Testigo le explicó a su administrador de obras que le gustaría cambiar sus horas de trabajo, pues las actuales le impedían asistir a las reuniones de congregación. ¿Qué respuesta obtuvo? Lo despidieron, le dieron cinco días de pago y un boleto para subsidio de personas sin trabajo. Inmediatamente se puso a buscar otro trabajo. Pero cuatro días después el administrador de obras llamó a su puerta, ofreciéndole un trabajo mejor y con horas que le permitirían asistir a todas las reuniones.
Un estudiante de Andorra que estudiaba la Biblia con los testigos de Jehová tenía horas de trabajo que no le permitían asistir a ninguna de las reuniones. Renunció a su trabajo y finalmente aceptó trabajo como ayudante de albañil. Aunque no está acostumbrado a trabajar afuera en el frío del invierno, prefiere hacer eso porque no solo le suministra tiempo para asistir a las reuniones cristianas, sino también para estudio personal y el ministerio del campo.
En Etiopía un Testigo descubrió que cada dos semanas llegaba cuarenta y cinco minutos tarde a las reuniones de congregación debido a los cambios de turno. De modo que se puso de acuerdo con un compañero de trabajo para que llegara cuarenta y cinco minutos antes en esos días y lo relevara. En pago, el Testigo convino en trabajar todo un turno de siete horas, fuera el día antes o el día después. Ahora el Testigo nunca llega tarde a las reuniones y se siente feliz, pues está muy dispuesto a cambiar catorce horas de trabajo al mes por solo noventa minutos de reuniones, ¡así de grande es su aprecio por la mesa espiritual de Jehová!
¿Tiene usted empleo seglar que le impida asistir a las reuniones cristianas? Por supuesto, lo que usted puede hacer acerca de ello depende de sus circunstancias, pero no olvide la promesa de Dios: “De ningún modo te dejaré y de ningún modo te desampararé.”—Heb. 13:5.
Todos los cristianos que quieren mantener su integridad para con Jehová Dios tienen que estar conscientes de su necesidad espiritual. Eso significa estudiar la Palabra de Dios y asociarse con los compañeros cristianos de uno en las reuniones de la congregación al grado que pueda hacerlo. Si estas reuniones verdaderamente le son preciosas a usted, no se le apartará fácilmente ni se le impedirá asistir a ellas. Más bien, usted hará cuanto le sea posible por vencer cualesquier obstáculos. El proceder así puede resultar en gran felicidad y en muchas bendiciones tanto ahora como en el venidero sistema de cosas.