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  • En busca de vida en el espacio sideral
    ¡Despertad! 1981 | 8 de julio
    • Parte 1

      En busca de vida en el espacio sideral

      VIDA en el espacio sideral. ¿Qué le trae eso a la mente? ¿Piensa usted en novelas de ficción científica y en películas acerca de viajes en aviones cohetes a planetas distantes, la exploración de nuevos mundos o la comunicación con civilizaciones que se encuentran en los confines del universo?

      ¿O toma usted en serio la posibilidad de que haya vida más allá de la Tierra, vida extraterrestre, como se le llama? Si así es, usted tal vez esté al tanto de que algunos científicos creen que el estudio de la vida más allá de la Tierra (llamado “exobiología”) le ofrece la perspectiva de disfrutar de una vida más larga, de mejor salud, de mayor paz y de mucho más amplio conocimiento.

      En la actualidad, numerosos científicos y pensadores serios están dedicados a localizar o a ponerse en comunicación con la vida que suponen que existe en el espacio sideral, en otros planetas, por ejemplo. El Comité sobre la Ciencia y la Tecnología del Congreso Estadounidense recibió un informe intitulado “La posibilidad de vida inteligente en el universo,” en el cual se declaró:

      “El antiquísimo concepto de que el hombre está solo en el universo va desapareciendo gradualmente. . . . Cálculos que han hecho recientemente personas de notable autoridad sugieren que hay la probabilidad de que tan solo en la Vía Láctea existan por lo menos un millón de civilizaciones avanzadas. Ha empezado el proceso de buscar métodos de ponerse en comunicación con estas otras civilizaciones.”

      ¿Por qué creen estas personas que puede haber otras civilizaciones avanzadas? Algunos científicos razonan de la manera siguiente: ‘Hay millones de millones de galaxias parecidas a nuestra Vía Láctea, la cual tiene en sí unos 200.000.000.000 de estrellas similares a nuestro Sol. Por lo tanto, debe haber planetas alrededor de muchos de estos soles, y civilizaciones avanzadas en algunos de ellos.’ ¿Le parece a usted que eso sea razonable? En ciertos sectores es tan fuerte la convicción de que sí lo es, que por todo el mundo se hacen enormes esfuerzos por descubrir vida extraterrestre y comunicarse con ella.

      ¿Qué se está haciendo?

      Si usted viajara a las montañas en la cercanía de Arecibo, Puerto Rico, encontraría en operación un gigantesco telescopio. No, no se trata de un telescopio con lentes de vidrio o espejos, ni con un ocular a través del cual se pueda mirar. Básicamente se trata de un enorme tazón de aluminio que mide 305 metros de ancho y tiene un área de recepción que mide 8 hectáreas. No es un telescopio óptico, sino un radiotelescopio. Es una antena de tipo especializado que está hecha para recoger los sonidos naturales de radio que provienen de las profundidades del espacio. Pero también podría recibir radiotransmisiones de civilizaciones avanzadas de otras partes del universo, si tales civilizaciones existieran.

      Aunque el telescopio estadounidense que se encuentra en Arecibo es excepcionalmente grande, pues pesa más de 600 toneladas, no es el único aparato de esta clase. La Unión Soviética, Gran Bretaña y otras naciones también tienen “los oídos” puestos en el espacio sideral con instrumentos de esta índole. Están sintonizando el universo, en busca de mensajes inteligentes, de la misma manera que uno sintoniza un radiorreceptor portátil y da vueltas a la antena en busca de su radioemisora noticiera favorita. Lo que se espera no es solo que haya seres inteligentes en otros planetas, sino que estén enviando mensajes que podamos captar.

      Costó $17.000.000 (E.U.A.) edificar el radiotelescopio de Arecibo, y cuesta más de 4.000.000 de dólares al año hacerlo funcionar. Si usted puede imaginarse el costo total de tales esfuerzos en todos los países, podrá darse cuenta de que la búsqueda de vida en el espacio es asunto serio.

      Pero tales gastos son simplemente unos cuantos centavos cuando se les compara con lo que costaría el complejo sistema de radiotelescopios llamado CYCLOPS. El CYCLOPS, proyecto propuesto por científicos estadounidenses, consistiría en una hilera concentrada de unas 1.500 antenas, cada una de las cuales tendría un diámetro de 100 metros, todas ellas capaces de girar a la misma vez por medio de una computadora. Se calcula que la construcción de este proyecto, que abarcaría 65 kilómetros cuadrados, costaría hasta 20.000.000.000 de dólares, y el hacerlo funcionar costaría 100.000.000 de dólares al año.

      El entusiasmo por comunicarse con seres vivientes del espacio sideral no se limita a querer escuchar. Los científicos también están diciendo con voces poderosas: ‘¡Hola, los de allá! ¿nos oyen?’ Están enviando mensajes al espacio.

      Desde que hemos tenido radio y televisión, han estado filtrándose al espacio transmisiones electromagnéticas. Pero éstas han tenido como objetivo otros puntos que se hallan en la superficie de la Tierra, no en las profundidades del espacio. Por eso se opina que, aunque hubiera seres inteligentes en otros planetas o en galaxias distantes, ellos probablemente no podrían detectar ni descifrar nuestras emisiones relativamente débiles de radio y televisión. Y si se considera el contenido de muchos de los programas, difícilmente podría decirse que tales seres estarían perdiéndose algo de gran valor.

      En fin, durante los últimos años se han estado haciendo esfuerzos serios por transmitir mensajes poderosos al espacio. Se sabe que es posible hacerlo, pues se ha efectuado comunicación por radio y televisión con naves espaciales estacionadas en la Luna y con aparatos de exploración que se enviaron a Venus y a Marte. El 16 de noviembre de 1974 se hizo un esfuerzo excepcional en el campo de la comunicación. El radiotelescopio de Arecibo se convirtió en transmisor radar de tamaño colosal y emitió un mensaje a Messier 13, una agrupación de estrellas cerca del borde de la Vía Láctea, a una distancia de 24.000 años luz de la Tierra. El mensaje se envió en forma de un código singular que, según los científicos, podría ser descifrado por cualquier civilización que estuviera suficientemente adelantada desde el punto de vista tecnológico como para recibir el mensaje.

      Pero no han sido tan complicados todos los mensajes que se han enviado al espacio sideral. El Pioneer 10, vehículo espacial enviado hacia Júpiter y luego más allá de nuestro sistema solar, llevaba adjunta una placa que habría de proporcionar información a cualquier ser extraterrestre que la hallara. La placa tenía el dibujo de un hombre y una mujer, así como un diagrama del sistema solar, y mostraba que la nave espacial exploradora provenía de la Tierra.

      Otro esfuerzo parecido se hizo cuando se envió la nave espacial llamada Voyager en un viaje a través del sistema solar con un disco fonográfico de cobre con duración de dos horas, en el cual se habían grabado “sonidos de la Tierra.” El disco contenía saludos en 50 idiomas, así como el “habla” de las ballenas, y sonidos como los de la lluvia, automóviles y volcanes. Hasta se incluyeron selecciones de música clásica, jazz y rock ’n’ roll.

      Otros científicos, no queriendo esperar hasta poder comunicarse por radio con vida inteligente de más allá de la Tierra, han concentrado sus esfuerzos en el paso más fundamental, que es el de tratar de probar que tal vida existe.

      Quizás usted recuerde la conmoción que hubo cuando se trajeron a la Tierra “rocas lunares.” La pregunta era: ¿Contendrían éstas evidencia alguna de materia viviente, o de vida anterior? Tristemente, la respuesta fue negativa. Entonces la atención se concentró en los planetas, particularmente en Marte.

      Aunque ya hacia tiempo que científicos serios habían despedido de la mente la posibilidad de encontrar ‘hombres en Marte,’ no obstante querían buscar siquiera formas de vida microscópicas. Los vehículos Viking I y Viking II que llegaron a la superficie de Marte en 1976 contenían laboratorios especiales para analizar el terreno de Marte. Brazos mecánicos se extendieron, excavaron alguna tierra, y la introdujeron en los laboratorios. Allí se efectuaron largas y complicadas pruebas del terreno con instrumentos que podían detectar vida. Este fue un paso de importancia en la búsqueda de vida en el espacio sideral.

      ¿Por qué? ¿Qué significa para usted?

      ¿Por qué todo este gasto de dinero y todo este esfuerzo? ¿Se trata meramente de curiosidad? ‘De ninguna manera,’ tal vez respondan los astrónomos, biólogos y aun muchas personas del público en general. Según dice el astrónomo Frank Drake, que está asociado con el proyecto de Arecibo: “Lo más emocionante que la ciencia pudiera descubrir es vida en otro planeta.” De manera similar, el astrónomo y biólogo Carl Sagan —probablemente el más conocido y más celoso de los exobiólogos— exclama: “A la larga, el conocimiento científico, lógico, cultural y ético que se pudiera adquirir al sintonizar transmisiones galácticas podría ser en sí el suceso más significativo de la historia de nuestra civilización.”

      Pero tal vez usted se pregunte: ¿Qué, exactamente, se habría de lograr? En su libro, Broca’s Brain (El cerebro de Broca), que fue un gran éxito de librería, Sagan sugiere que las sociedades tecnológicamente adelantadas que hubiera en otros planetas podrían ofrecernos las soluciones a los problemas de la Tierra: los problemas de la escasez de alimento, la expansión demográfica, los abastecimientos de energía, la disminución de los recursos, y los de la guerra y la contaminación. La revista Omni presenta un cuadro más optimista aún, pues tiene esta visión: “Alguna civilización avanzada pudiera instruirnos en cómo preservar la vida, cómo evitar los desastres y el suicidio que resultarían de una guerra nuclear, o de la destrucción desconsiderada del ambiente de nuestra propia nave terrestre. Hasta pudieran revelar cómo podríamos hacernos inmortales.”

      Es fácil comprender por qué tales perspectivas pudieran suscitar entusiasmo. Pero, ¿son posibilidades claras que pudiéramos considerar válidamente?

      Usted personalmente puede formarse su propia opinión acerca de la búsqueda de vida extraterrestre. Pero no es necesario que usted lo haga a tientas. Hay evidencia que usted puede considerar.

  • ¿Hay vida inteligente allá?
    ¡Despertad! 1981 | 8 de julio
    • Parte 2

      ¿Hay vida inteligente allá?

      EN CIERTO sentido, la búsqueda humana de vida inteligente en el espacio sideral ha alcanzado madurez; ha llegado a la edad de adulto. Ya se ha estado llevando a cabo con empeño por unos 21 años.

      Por ejemplo, en abril de 1960 el Observatorio Nacional de Radioastronomía, en el estado de Virginia Occidental (E.U.A.), apuntó por primera vez su oído de forma cónica hacia las estrellas Tau Ceti y Epsilon Eridani para ver si era posible oír comunicaciones de radio procedente de éstas. En 1968, unos astrónomos soviéticos investigaron 12 estrellas cercanas parecidas a nuestro Sol. En la actualidad, ya se han examinado más de 1.000 estrellas por separado. Y la búsqueda continúa con el uso del enorme radiotelescopio de Arecibo, Puerto Rico, y muchos otros de otras partes.

      La búsqueda de vida en el espacio se ha efectuado, en otro campo, mediante los numerosos cohetes que se han lanzado a la Luna y a planetas que son parte de nuestro sistema solar... Júpiter, Venus, Saturno y Marte.

      ¿En qué ha resultado esto hasta ahora, y qué se pronostica para el futuro? ¿Hay base para que usted espere que al despertarse una mañana oiga la noticia de que definitivamente se ha establecido comunicación con seres inteligentes de otro planeta? O, como resultado de la búsqueda de vida en el espacio, ¿habrá razón para creer que nosotros los habitantes de la Tierra somos únicos, que no hay ninguna vida inteligente allá?

      A veces ha habido muchísimo entusiasmo entre los científicos que han estado atendiendo los radiotelescopios que se mantienen en sintonía con el universo.

      En cierta ocasión, por ejemplo, unos científicos soviéticos captaron una señal procedente del espacio que no era simplemente un ruido fortuito de radiación ni un sonido natural de radio. Había indicios de que la señal provenía de una fuente dirigida por seres inteligentes. Los científicos tenían razón. Resultó ser una señal proveniente de un satélite de espionaje que habían lanzado recientemente los estadounidenses.

      En 1968, astrónomos británicos se entusiasmaron debido a una señal que detectaron. La señal y las pulsaciones de ésta parecían originarse de una parte distante del universo. ¿Se trataba de alguna señal en forma de código que contuviera un mensaje inteligente? En realidad habían detectado un pulsar, es decir, una enorme estrella que gira rápidamente y así parece emitir señales de radio a intervalos regulares, causando una impresión similar a la de un haz luminoso que proviniera de la luz giratoria de un faro. El descubrimiento de los pulsares fue una importante hazaña astronómica, y ahora se sabe que existen varios centenares de éstos. Pero no se había dado con ningún mensaje inteligente de criaturas extraterrestres.

      Así, a pesar de la variedad de señales y ruidos que se han captado por medio de los radiotelescopios, no se han detectado mensajes que provengan de formas de vida inteligentes en el espacio sideral. El Times de Nueva York del 26 de junio de 1979 hizo el siguiente comentario: “Debido a que no se han detectado señales, y a que falta evidencia de que civilizaciones superiores puedan llevar a cabo una colonización de largo alcance, algunos científicos han llegado a la conclusión de que es poco probable que tales civilizaciones existan dentro de la galaxia Vía Láctea, a la cual pertenece nuestra Tierra.”

      Una suposición fundamental de los exobiólogos —los que están buscando vida en el espacio sideral— es la siguiente: Debe haber millones y millones de planetas alrededor de otros soles; por lo tanto, ciertamente tiene que haber evolucionado vida inteligente en algunos de éstos.

      Pero, ¿hay otros planetas? Tal vez sí, tal vez no. La realidad es que otras estrellas, o soles, quedan tan extremadamente lejos que los científicos no han podido probar si hay o no pequeños planetas alrededor de ellas.

      David Black, quien está asociado con el Centro de Investigaciones Ames, de la NASA, dijo que “todavía no hay evidencia inequívoca de que exista algún planeta más allá del sistema solar al que pertenece la Tierra.” El Dr. Iosif Shklovsky, astrónomo soviético y miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S., llegó a una conclusión parecida, aunque anteriormente había estado muy entusiasmado en cuanto a la posibilidad de que hubiera vida extraterrestre. Para 1978, explicó: “Parece que nuestro Sol, esa extraña y solitaria estrella rodeada de una familia de planetas, muy probablemente sea una rara excepción en el mundo estelar.”

      Se puede ver, pues, que ciertamente no hay razón para que se hable con tanta certeza acerca de la existencia de civilizaciones avanzadas en planetas distantes. Ni siquiera se ha probado que existan tales planetas, mucho menos que habiten en ellos civilizaciones avanzadas.

      Formas de vida microscópicas

      Aunque no se ha hallado a seres avanzados, los científicos sentirían algún alivio si pudieran descubrir siquiera formas de vida microscópicas en los planetas de nuestro sistema solar. Esto constituiría base para creer que, si existe vida en forma alguna en estos planetas, entonces todavía hay la posibilidad de que más allá de nuestra galaxia existan formas de vida más desarrolladas. Por eso, se fijó mucha atención en los laboratorios preparados para detectar vida que fueron transportados a Marte en las naves exploratorias Viking, de los Estados Unidos.

      Durante las dos investigaciones de Marte, por Viking I y Viking II, se efectuaron 26 pruebas complicadas de muestras del terreno. Por ejemplo, en un experimento se expuso una porción del terreno de Marte a un ambiente que contenía bióxido de carbono radiactivo y monóxido de carbono. Se opinaba que, si había organismos vivientes, éstos convertirían algo del carbono radiactivo en materia orgánica, la cual se podría detectar. En otro experimento, una muestra de terreno fue empapada en una solución nutritiva y examinada para ver si había ocurrido cierto grado de metabolismo... es decir, si algo había consumido el alimento.

      Comentando sobre los resultados en conjunto, The World Book Science Annual 1978 dijo: “A pesar de meses de estudio y tentativas de interpretación, los resultados de los experimentos fueron inconclusos.” ¿Por qué se adopta tal posición? Bueno, algunas de las pruebas resultaron en reacciones inesperadas. Las pruebas en realidad no localizaron vida alguna, o siquiera materia orgánica comprobada. Pero algunos científicos han hecho esfuerzos extraordinarios por creer, pues se han aferrado a la leve esperanza de que los resultados puedan encerrar un significado biológico en vez de simplemente ser evidencia de química poco usual en suelo marciano inanimado.

      Según la revista británica New Scientist, en un experimento se utilizó un espectrómetro para medir gases que es tan sensible que puede detectar moléculas orgánicas aunque solo haya unas cuantas de éstas entre un millón o aun entre mil millones de moléculas de otra clase. No obstante, la prueba no logró “detectar moléculas orgánicas en el terreno [marciano].” Klaus Biemann, portavoz del equipo que estaba analizando los resultados, dijo que “el que no haya compuestos orgánicos . . . indica que hay poca probabilidad de que existan sistemas vivientes que se comporten de manera similar a la de biota terrestre.” En términos más sencillos, Newsweek informó que durante la prueba “no se pudo hallar evidencia alguna de que hubiera moléculas orgánicas, las cuales son esenciales para el proceso vital en la Tierra y, probablemente, en todo otro lugar.”

      En fin, de las 26 diferentes e intrincadas pruebas, ninguna logró probar que siquiera haya vida microscópica en Marte.

      Algunos concluyen que . . .

      Allá en 1976, antes de que llegaran a Marte las naves Viking, el astrónomo Clay Sherrod hizo el siguiente comentario: “Si no hay vida en Marte —un planeta que es muy similar al nuestro— entonces bien puede ser que estemos solos. Puede ser que seamos únicos en el universo.”

      Ahora que Viking I y Viking II son parte de la historia, más y más científicos están llegando a esa misma conclusión. El Dr. Iosif Shklovsky escribió en la revista soviética Sputnik: “[La evidencia] sugiere que el suponer que somos la única civilización que hay en nuestra galaxia o aun en el sistema local de galaxias, si no en todo el universo, es ahora mucho más —no menos— válido que el concepto tradicional de una pluralidad de mundos habitados.”

      Además, el Dr. Michael H. Hart, astrónomo, describió un análisis que él hizo, mediante computadoras, de “planetas hipotéticos, con inclusión de los rasgos que aparentemente se necesitarían para producir civilizaciones avanzadas como la nuestra.” Llegó a la conclusión de que, “lejos de ser común, la vida civilizada debe ser extremadamente rara, y la que tenemos en la Tierra tal vez hasta sea única.”

      ¿Hemos de concluir, entonces, que la evidencia científica claramente niegue la posibilidad de que exista cualquier otra forma de vida inteligente en el universo?

      [Comentario en la página 9]

      “Parece que nuestro Sol . . . muy probablemente sea una rara excepción en el mundo estelar”

      [Comentario en la página 10]

      De veintiséis diferentes e intrincadas pruebas, ninguna demostró que siquiera haya vida microscópica en Marte

      [Comentario en la página 10]

      “Bien puede ser que estemos solos”

  • ¡Hay pruebas!
    ¡Despertad! 1981 | 8 de julio
    • Parte 3

      ¡Hay pruebas!

      CIERTOS científicos que han estado escuchando el ruido natural de radio que viene del espacio sideral han detectado algo que en gran manera ha alterado su modo de pensar.

      Esto tuvo su principio en 1965, cuando Arno Penzias y Robert Wilson, de los Laboratorios Bell, de Nueva Jersey, estaban trabajando con una antena de embudo de 6 metros. Mientras estudiaban la radiación que pudiera afectar las comunicaciones por satélites, detectaron señales débiles de microonda que venían de toda dirección del cielo. Con el tiempo se llegó a comprender que evidentemente estaban escuchando radiación residual. ¿Residual de qué? La teoría común es que el universo comenzó en una tremenda explosión y que la radiación que se halla por todos lados es un tenue resplandor que queda de aquella gran explosión.

      ‘Pero, ¿qué tiene que ver eso con la cuestión de si hay vida inteligente allá en el espacio sideral?’ quizás se pregunte usted.

      Este descubrimiento, por el cual Penzias y Wilson ganaron el Premio Nobel, dejó convencidos a muchos científicos de que hubo un instante de creación. El Dr. Robert Jastrow, célebre astrónomo, explica lo siguiente: “Considere la magnitud del problema. La ciencia ha probado que el Universo llegó a existir por una explosión que tuvo lugar en cierto momento. Pregunta: ¿Qué causa produjo este efecto? ¿Quién o qué puso la materia y la energía en el Universo?”

      Muchos ahora admiten que la ciencia por sí sola nunca podrá proveer la respuesta completa a esto. Pero Jastrow y muchos otros científicos se dan cuenta de lo que esto da a entender: “Ahora vemos que la evidencia astronómica conduce a un punto de vista bíblico del origen del mundo. Los detalles difieren, pero los elementos esenciales en el relato astronómico y en el relato bíblico de Génesis son iguales: la cadena de los sucesos que culminaron en el hombre comenzó repentina y bruscamente en un momento específico en el tiempo, en un relumbre de luz y energía.”

      Pero la Biblia hace más que preguntar: ‘¿Quién puso la materia y la energía en el Universo?’ Señala a la respuesta razonable... el Creador, Dios. Y en conformidad con el descubrimiento de Einstein de que la energía y la masa pueden convertirse la una en la otra, la Biblia declara que el Creador es una fuente de inmensa “energía dinámica.”—Gén. 1:1; Sal. 90:2; Isa. 40:26-29.

      Jastrow llega a la siguiente conclusión: “Para el científico que ha vivido por su fe en el poder del raciocinio, el final del relato es como una pesadilla. Él ha escalado las montañas de la ignorancia; está a punto de vencer el pico más encumbrado; al momento de arrastrarse con esfuerzo sobre la última roca, lo saluda un grupo de teólogos que por siglos ha estado sentado allí.”—God and the Astronomers (Dios y los astrónomos).

      Pero realmente no tiene nada de malo el llegar a aceptar la evidencia de que existe un Creador. La persona que sea suficientemente asequible a razones como para admitir la posibilidad de que exista vida inteligente más allá de la Tierra no debería tener gran dificultad en admitir lo que la Biblia dice acerca del Creador viviente. Por ejemplo, la Biblia nos informa que en vez de tener un cuerpo material de carne y sangre como el que nosotros tenemos, la Causa Primera es un espíritu. (Juan 4:24) Por eso, aunque no podamos verlo podemos notar lo que él realiza, tal como los científicos no pueden ver con los ojos las ondas naturales de radio procedentes del espacio, pero pueden captarlas y medirlas.

      Además, la existencia de un Creador inteligente concuerda con la sabiduría y el diseño que se ven en el universo... desde las estrellas y galaxias imponentes hasta los incomprensibles detalles intrincados del átomo.

      La vida terrestre... procedente de una Inteligencia

      Si hubiera ‘vida inteligente allá’ en la forma de un Creador viviente y sabio, eso ayudaría a explicar cuestiones significativas acerca de nuestra vida aquí en la Tierra.

      Mientras más aprenden los científicos acerca de otros planetas de nuestro sistema solar, y acerca del universo en conjunto, más comprenden la precisión exacta con que fue diseñada nuestra Tierra para sostener la vida. En un largo artículo intitulado “Un estudio dice: Quizás solo en la Tierra haya vida,” el Times de Nueva York señaló: “A una distancia de 150 millones de kilómetros del Sol, las temperaturas terrestres han sostenido la vida. Pero si a nuestra Tierra se le hubiese puesto en una órbita que estuviera solo 5 por ciento más cerca del Sol, un efecto de invernadero descontrolado hubiera transformado el planeta en algo parecido a Venus... un planeta envuelto en nubes en el cual hay temperaturas de casi 482° C.

      “Por otra parte, si al llegar a existir la Tierra se le hubiese alejado del Sol tan solo 1 por ciento más, una glaciación descontrolada hubiera envuelto la Tierra, y hace unos 1,7 mil millones de años nuestro planeta hubiese llegado a ser un desierto yermo parecido a Marte.”—24 de abril de 1979.

      Además, no es cuestión de que la Tierra simplemente tenga la temperatura adecuada. Hay muchas otras cosas que son necesarias para la vida, entre ellas el agua y la atmósfera apropiada. Un grupo de 30 científicos que asistieron a una reunión celebrada en la Universidad de Maryland, E.U.A., para tratar el tema de las civilizaciones avanzadas concentró su atención en lo que se necesita para sostener la vida. Después de admitir que ‘todavía no se ha descubierto ningún planeta fuera del sistema solar,’ los científicos dijeron: “Aunque se formara otro sistema planetario, no hay certeza de que hubiera de producir un planeta sólido como la Tierra, que contiene casi 100 elementos, entre ellos los que son esenciales para la vida.”

      Además, aunque reinen las condiciones correctas, lo cual es cierto en la Tierra y no se conoce otro lugar en que eso sea así, la vida no existe automáticamente. De hecho, los científicos no pueden realmente explicar cómo apareció la vida en la Tierra, es decir, aparte de llegar a la conclusión de que la produjo un Creador inteligente.

      La publicación Technology Review, en su número de agosto/septiembre de 1979, llamó este hecho a la atención de sus lectores. Admitió que hay “una laguna importante” entre las sustancias químicas que son necesarias para sostener la vida y hasta el más simple de los “sistemas vivientes que pudieran llamarse protocélulas.” Algunos científicos, usando su inteligencia, conocimientos prácticos, destreza y laboratorios avanzados, han podido sugerir cómo pudieran haber estado presentes en una Tierra primitiva unas “sustancias orgánicas prebióticas” (los compuestos químicos necesarios para la vida). “Pero,” dijo el artículo, “cómo llegar de allí a un sistema viviente capaz de traducir, transmitir y obrar conforme a información . . . es lo que Alexander Rich, del M.I.T. [Instituto de Tecnología de Massachusetts], llamó ‘el gran obstáculo intelectual respecto a la síntesis de la vida.’”

      ¿De dónde vino la vida?

      A medida que se efectúan investigaciones adicionales sobre la vida, va cobrando más importancia la pregunta: ‘¿Cómo principió la vida en la Tierra en primer lugar?’

      Ante este problema, algunos científicos están resucitando una teoría que el químico sueco Svante Arrhenius presentó en 1908. Esta se llama la “teoría de panspermia.” Básicamente, ésta sostiene que células vivientes que están vagando por el universo pueden haber sembrado accidentalmente la vida en la Tierra. Modernizando la idea un poco, Leslie Orgel, del Instituto Salk, y Francis H. C. Crick, ganador del Premio Nobel, han sugerido la “panspermia dirigida.” La idea de estos dos es que una civilización avanzada que se halla en otra parte del universo tal vez “infectó” la Tierra con vida intencionalmente, a manera de experimento. ¿Qué le parece a usted esa posibilidad?

      ¿Verdad que queda patente que esas teorías realmente no resuelven la cuestión del origen de la vida? En cierto sentido, simplemente esquivan la cuestión por medio de trasladar el problema allá al universo distante, a pesar de que los científicos no han establecido: 1) que haya planetas en otros lugares, y mucho menos que los haya con los requisitos necesarios para sustentar la vida, 2) que haya civilizaciones más allá de nuestro sistema solar, y 3) que haya vida microscópica en otros planetas dentro de nuestro sistema solar.

      Además, la forma moderna de esta teoría demuestra que muchos científicos serios se dan cuenta, sea conscientemente o no, de que la existencia de la vida tiene que haber resultado de la acción de un Ser inteligente, a quien la Biblia identifica como Dios.

      A este respecto, Albert Rosenfeld, redactor de artículos científicos, relata lo siguiente: “Estuve charlando acerca de todo esto con un amigo no científico, quien finalmente comentó: ‘Como persona que desde joven ha leído el libro de Génesis, por alguna razón no me sorprende la idea de que Alguien que está Allá nos haya puesto aquí. Y si existe tal inteligencia mágica, misteriosa y poderosa que está del todo más allá del alcance de la imaginación humana, ¿puedes darme una buena razón por la cual no debería llamarla Dios?’ No pude darle ninguna buena razón para que no hiciera eso.”—Saturday Review/World.

      Beneficiándonos de la Inteligencia que está allá

      Ya hemos señalado que la búsqueda de vida inteligente en el espacio sideral tiene como base el siguiente motivo principal: Muchas personas que participan en esta búsqueda opinan que si pudieran ponerse en comunicación con lo que están buscando, nosotros los habitantes de la Tierra pudiéramos beneficiarnos. Recuerde que el astrónomo Carl Sagan dijo que los seres inteligentes extraterrestres pudieran ayudarnos a acabar con la escasez de alimento, la guerra y la contaminación. Se ha sugerido que así hasta la muerte pudiera ser vencida. Esto es sumamente interesante, porque la Inteligencia a quien señala la evidencia, el Creador, ha comunicado que es su propósito acabar con estas mismísimas cosas.

      Cuando los astronautas estaban en la Luna enviaron a la Tierra mensajes, hasta imágenes televisadas. De modo que no es sorprendente el que el Creador pueda comunicar información a criaturas humanas, y que lo haya hecho en el pasado. Estos comunicados oficiales han sido puestos por escrito para conservarlos y para que se les dé amplia distribución; se hallan en la Biblia.

      Anteriormente notamos que el Dr. Robert Jastrow llegó a la conclusión de que la información que hay en la Biblia concuerda con los descubrimientos que han hecho recientemente los astrónomos. Es de interés que tal armonía entre la Biblia y la ciencia no esté limitada a lo que tiene que ver con la creación del universo. (Compare con Job 26:7; Isaías 40:22.) Se ve, pues, que tenemos buena razón para examinar lo que la Biblia dice respecto a cuándo y cómo pondrá fin el Creador a la contaminación, la guerra y hasta a la muerte misma. Lo instamos a que examine la información bíblica procedente del Creador con la misma seriedad que los científicos han desplegado al efectuar su búsqueda de vida en el espacio sideral.

      [Comentario en la página 12]

      “Ahora vemos que la evidencia astronómica conduce a un punto de vista bíblico del origen del mundo”

      [Comentario en la página 12]

      ‘Todavía no se ha descubierto ningún planeta fuera del sistema solar’

      [Comentario en la página 14]

      Tenemos buena razón para examinar lo que la Biblia dice

  • “Las dimensiones de la ignorancia humana”
    ¡Despertad! 1981 | 8 de julio
    • “Las dimensiones de la ignorancia humana”

      Según el bien conocido biólogo e investigador científico Lewis Thomas, doctor en medicina, el hombre debería maravillarse a mayor grado ante la creación que le rodea. La revista “Smithsonian” del museo nacional estadounidense declara que los escritos de Thomas hacen hincapié en “lo poco que nosotros los humanos todavía sabemos acerca del mundo. Él nos recuerda que las dimensiones del conocimiento humano resultan pequeñas en comparación con las dimensiones de la ignorancia humana.”

      Durante una entrevista que con él llevó a cabo la “Smithsonian,” Thomas hizo notar que “en comparación con lo que sucedía hace un siglo, [ahora] hay mucha más perplejidad acerca de las leyes de la naturaleza.” Para ilustrar esto, relató lo siguiente: “Lord Kelvin, figura prominente del campo de la física de fines del siglo pasado, dijo que la física ya había llegado al fin y que si él fuera joven no se envolvería con la física porque ya no había nada más que hacer excepto poner en orden unas cuantas cosas. Entonces se presentaron la teoría cuántica y la relatividad y la mecánica cuántica y todas las demás cosas.

      “Sospecho que este proceso no tendrá fin, ya que como especie somos insaciablemente curiosos, pues nos pasamos el tiempo explorando, observando lo que nos rodea y tratando de comprender las cosas. Nunca vamos a resolverlo todo. No puedo imaginarme que haya algún punto final al llegar al cual todo el mundo haya de exhalar un suspiro de alivio y decir: ‘Ahora lo comprendemos todo.’ Siempre habrá algo que esté más allá de nuestro entendimiento. . . . Estamos estudiando la naturaleza mucho más de cerca de lo que jamás pudimos hacerlo anteriormente. Y en vez de hacerse más clara y más fácil de comprender, se está haciendo más difícil.”

      Timothy Ferris, quien entrevistó a Thomas para la revista “Smithsonian,” entonces recordó lo que éste había escrito acerca de cómo los humanos deberían reaccionar ante las maravillas que ven. “Al considerar la embriología, y cómo el cerebro se forma de lo que en un tiempo fue una sola célula embrionaria, usted escribe: ‘¡La gente debería pasarse el día entero, todas las horas en que están despiertos, expresándose unos a otros un estado perdurable de asombro que no conoce límites, hablando de aquella célula y nada más!’” Y, yendo más allá, ¿no debería ese asombro y ese hablar extenderse también a tratar de Aquel que diseñó esa maravillosa célula?—Abril de 1980, páginas 127-142.

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