Cuando jugar no compensa
CONTRARIO a lo que algunos piensan, la Biblia no condena el que uno se divierta o pase un buen rato. Al ejecutar su primer milagro, Jesús contribuyó a la alegría de una fiesta de bodas; proveyó vino cuando el abastecimiento de esta bebida se había agotado. (Juan 2:1-11) La acusación falsa que contra Jesús levantaron sus adversarios, en el sentido de que se embriagaba y era glotón, muestra claramente que a menudo Jesús estuvo presente en ocasiones festivas.—Mat. 11:19.
Las Escrituras nos animan a esforzarnos por disfrutar de la vida. “Yo mismo encomié el regocijo,” declara un sabio escritor de la Biblia, “porque el hombre no tiene nada mejor bajo el sol que comer y beber y regocijarse, y que esto lo acompañe en su duro trabajo durante los días de su vida, que el Dios verdadero le ha dado bajo el sol.”—Ecl. 8:15.
Pero, ¿qué hay si se exagera en el deseo de disfrutar de ocio y en las actividades que causan placer? ¿Qué hay si los placeres se convierten en la actividad principal de la vida de uno? En estos casos la diversión no paga los beneficios esperados en la forma de descanso, recuperación de energías y disfrute. Al contrario, el resultado puede ser daño a uno mismo y a otros.
Daño a uno mismo
Muchos pasan sus horas de ocio consumiendo bebidas alcohólicas en exceso. El libro bíblico de los Proverbios contiene una descripción gráfica del daño que proviene de eso:
“¿Quién sufre? ¿Quién se queja? ¿Quién anda en pleitos y lamentos? ¿Quién es herido sin motivo? ¿Quién tiene turbia la mirada? El que no abandona jamás el vino y anda inventando nuevas bebidas. No te fijes en el vino. ¡Qué rojo se pone y cómo brilla en la copa! ¡Con qué suavidad se resbala! Pero al final es como una serpiente que muerde y causa dolor. Te hará ver cosas extrañas, y pensar y decir tonterías; te hará sentir que estás en alta mar, recostado en la punta del palo mayor, y dirás: ‘Me golpearon, y no lo sentí; me azotaron, y no me di cuenta; pero en cuanto me despierte iré en busca de más vino.’”—Pro. 23:29-35, Versión Popular.
Sin embargo, los efectos dañinos de abusar de las bebidas alcohólicas son solamente un aspecto de los perjuicios personales que provienen de dar demasiado énfasis al placer. Jon Nordheimer informa lo siguiente en el Times de Nueva York: “El tiempo de ocio y el mejoramiento que ha habido en la situación económica de muchas personas de la clase media han resultado en un incremento en la cantidad de norteamericanos que buscan renovación síquica, ejercicio o simplemente excitación por medio de exponerse a algún grado de peligro so pretexto de recreo.”
El mismo reportero explica que los “estadísticos para la compañía de seguros Metropolitan Life Insurance calculan que aproximadamente 10.000 norteamericanos mueren cada año como resultado de haberse arriesgado, según sus propios planes, en busca de diversión o aventura.” Y esa cifra está aumentando.
“Enferman emocionalmente durante las vacaciones”
El tiempo de ocio también puede resultar en problemas sicológicos. Un artículo de la revista Parade (del 11 de junio de 1978) empieza como sigue: “¿Por qué será que muchas personas enferman emocionalmente durante las vacaciones? ¿Qué hay en el tiempo de las vacaciones que inicie trastornos sicológicos? El Dr. Heinz Brokop, de la Clínica de Innsbruck (Austria), atribuye los desórdenes a la soledad de muchos veraneantes, a los problemas de ajustarse a un nuevo ambiente, al aburrimiento y a la frustración que sigue al período de prepararse para las vacaciones. ‘Tenemos más de 2-1/2, millones de veraneantes,’ explica él, ‘que vienen de todas partes del mundo a visitar a Austria cada año, aparentemente en busca de descanso y solaz. Sin embargo, me mantienen ocupado atendiendo a muchísimos de ellos que hacen todo menos eso.’”
Claro está que el sencillo hecho de que uno tenga tiempo libre disponible no resulta en felicidad. Además, muchas de las maneras en que la gente emplea sus horas de ocio producen trastornos, tanto físicos como mentales. Tristemente, muchos de esos efectos adversos que provienen de las actividades de ocio no están limitados a los daños que los individuos se causan a sí mismos.
Las consecuencias afectan a otros
Lo que uno hace con su tiempo de ocio afecta a otros. Por ejemplo, considere los resultados del turismo en muchos lugares. Puesto que para los turistas hay que tener hoteles, piscinas, lugares para campamentos y carreteras para llegar a ellos, frecuentemente la ecología y la economía de una zona en particular sufren. El escritor Guy Mountfort lo explica como sigue:
“Se desecan los pantanos de valor biológico, se desvían los arroyos, se nivelan nítidamente los contornos accidentados, y se destruye la vegetación natural o se le reemplaza con especies más decorativas traídas del extranjero. Pronto el lugar se parece exactamente a cualquier otro centro de turismo hecho por el hombre... es moderno, de funcionamiento eficaz, de alegría artificial, sin encanto y sin sensibilidad. Aunque eso produce algún empleo en la localidad, por lo general la mano de obra especializada se importa transitoriamente, y gran parte de la ganancia va o a los inversionistas extranjeros o a otras regiones del país.”
Para muchas personas que están de vacaciones el estropear o desfigurar el paisaje natural no tiene importancia. Según Mountfort, en las islas Galápagos “centenares de inscripciones, algunas de ellas en letras de 30 centímetros de alto, han desfigurado por completo muchas rocas y acantilados.” Añada a eso los malos efectos de la contaminación descuidada del aire y el agua, el conducir vehículos bajo los efectos de bebidas alcohólicas, junto con otras manifestaciones de negligencia de parte de los que buscan placeres, y el resultado es verdaderamente lamentable.
¿Cómo puede la gente evitar el peligro de ir a extremos dañinos en su busca de placeres? En el siguiente artículo se presentan algunas pautas útiles.