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  • ¿Qué son los “derechos humanos”?
    ¡Despertad! 1980 | 8 de febrero
    • ¿Qué son los “derechos humanos”?

      “POR todo el mundo hoy día, tanto en las naciones libres como en los países totalitarios, la gente está preocupada con el tema de la libertad humana, los derechos humanos.” Así afirmó Patricia Dering, agente del Negociado de Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios del gobierno de los Estados Unidos.

      Ciertamente la cuestión de los derechos humanos recibe mucha publicidad hoy día. En una reciente conferencia de abogados procedentes de 140 naciones se hizo la siguiente declaración: “El respeto a los derechos humanos es una salvaguardia vital, y ocupa una posición central en la realización de la misión fundamental del hombre: la creación de un mundo de paz en el que haya justicia e igualdad para todos.” Por eso, aquellos abogados pidieron a los líderes mundiales que “respeten la dignidad del hombre . . . y pongan fin a cualesquier privaciones y violaciones de los derechos humanos fundamentales de la nación que ha sido confiada al cuidado de ellos.”

      Mientras el tema de los derechos humanos se está considerando en tan alto nivel internacional, individuos y grupos dentro de las naciones también están haciendo campaña en pro de lo que creen que son sus derechos humanos. Así, leemos de personas de edad avanzada que reclaman el “derecho de trabajar,” otras están luchando por obtener “derechos iguales para las mujeres,” los individuos que se oponen al aborto hacen campaña por el “derecho de vivir” para los fetos aún no nacidos. Hasta nos enteramos de que personas con enfermedades en sus fases terminales reclaman el “derecho humano de morir,” y de homosexuales que demandan “los derechos de los homosexuales.”

      Tal vez, en vista del raudal de publicidad acerca de los llamados derechos, el lector se haya preguntado: “¿Precisamente qué son estos ‘derechos humanos’? ¿Por qué se les llama derechos ‘humanos’? ¿Quién decide lo que es un ‘derecho humano’ y lo que no lo es? ¿Serán alguna vez realmente garantizados los derechos humanos?”

      ¿Qué son los derechos humanos?

      En la Encyclopœdia Britannica se definen los derechos humanos como “derechos que según se piensa corresponden al individuo bajo la ley natural como consecuencia de que sea ser humano,” y el Diccionario Enciclopédico Espasa define “derecho humano” como aquel “que se funda exclusivamente en las exigencias de la naturaleza humana.” En otras palabras, cada uno de nosotros tiene derecho a esperar ciertas normas y libertades por el solo hecho de haber nacido como ser humano.

      La razón por la cual la gente debería poseer esos derechos ha sido a menudo asunto de debate. Algunos creen que sencillamente se debe a tradición. Otros mantienen que es parte de la “naturaleza,” parte de la “calidad de humano” del hombre. Ha habido por lo menos un filósofo que ha sostenido que los derechos humanos, o naturales, son una consecuencia de los mandamientos de Dios. Por ejemplo, Dios manda que el hombre no asesine a su prójimo. Así, todo hombre tiene el derecho humano de esperar que no se le asesine.

      Una de las descripciones más comprensivas de los derechos que se consideran como derechos humanos se encuentra en la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas en 1948. Después de mencionar que todo hombre tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona, ésta especifica cosas como libertad que garantice no ser sometido a esclavitud, o libertad de verse sometido a tortura y castigo degradante; igualdad ante la ley; protección de que haya injerencias arbitrarias en su vida privada; libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; y el derecho a un nivel de vida adecuado que asegure, tanto al hombre como a su familia, la salud y el bienestar. Estos son solo algunos de los derechos que se proclaman en ese documento.

      Los derechos humanos y el gobierno

      A medida que leemos la lista, nos vienen a la mente ciertos problemas que muestran que los derechos humanos no son un tema sencillo. Por ejemplo, la mayoría de la gente no podría disfrutar de esos derechos a menos que fueran garantizados por alguna autoridad superior, como un gobierno central que poseyera poder adecuado.

      En la historia, en todo caso en que no ha habido un gobierno central firme y benévolo, por lo general los débiles han sido oprimidos por los fuertes, y la situación ha sido semejante a lo que en una ocasión describió el filósofo holandés Spinoza: “Cada cual tiene tanto derecho como el poder que tiene.” Un gobierno fuerte, benévolo, puede producir un ambiente pacífico, en el que se obedezca la ley, en el que a toda persona se dé una oportunidad razonable de disfrutar de algunos de los derechos que se describen en la Declaración Universal.

      Según informes, en la actualidad más de 70 países tienen documentos que resumen los derechos humanos de sus ciudadanos. Pero, ¿significa eso que hoy día en la mayoría de los lugares exista un gobierno de esa clase? Recientemente, un funcionario gubernamental declaró: “A menudo las cartas de derechos, las declaraciones de derechos humanos, las constituciones y los estatutos solo son declaraciones idealistas más bien que descripciones de lo que en realidad se observa.” En otras palabras, muy a menudo estos documentos sencillamente declaran el ideal que esperan los políticos, mientras que lo que en realidad sucede en el país es muy diferente.

      Los derechos humanos y la comunidad

      Otro punto que hay que recordar es que uno no puede interesarse en sus propios derechos hasta el grado de pasar por alto los derechos de los demás. Por ejemplo, la Declaración Universal proclama libertad de opinión y de expresión. Pero, ¿qué sucede cuando un individuo usa ese derecho para calumniar a otro? Ese individuo entonces está usurpando los derechos de su prójimo.

      Además, en la India había una práctica religiosa según la cual a una viuda se le quemaba viva en la pira funeral de su difunto esposo. ¡Debido a las costumbres matrimoniales que existían allí, a veces la viuda era una jovencita de 10 años de edad! Ahora bien, la proscripción de esta práctica fue una intromisión en la libertad religiosa; pero indudablemente las mujeres que afrontaban la posibilidad de enviudar se sintieron muy felices cuando no se permitió más esta práctica. Esto demuestra el equilibrio que es preciso mantener al observar los derechos de diferentes grupos. En esto, también, se necesita una autoridad o gobierno que decida cómo se debe equilibrar este asunto.

      Finalmente, las condiciones sociales pueden tener efecto en los derechos humanos. Jose Leviste, un político filipino, hizo el siguiente comentario: “La Declaración Universal otorga casi tanto énfasis [al derecho de tener alimento adecuado como al] derecho de que nadie manipule indebidamente la correspondencia de uno. Lo cierto es que la mayoría de las personas que tienen dificultades con la correspondencia no tienen dificultades respecto al alimento, mientras que a los millones de personas. . . que se acuestan hambrientas cada noche probablemente nadie les manipule indebidamente la correspondencia, si es que reciben alguna. Esto sencillamente recalca que no todos los derechos humanos son de inmediata pertinencia a todo el mundo en todo tiempo.”

      Por lo tanto, la cuestión de los derechos humanos es complicada. Sin embargo, la gente sí cree que tiene ciertos derechos, y, a medida que su nivel de vida mejora, reclama cada vez más derechos. Muchos se sienten como el Dr. Keith D. Suter, presidente del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Australia, quien dijo: “La necesidad de proteger los derechos humanos es una idea a la cual le ha llegado la hora propicia. No desaparecerá.”

      ¿Es verdad esto? ¿De veras serán garantizados alguna vez los derechos humanos bajo este sistema de cosas? Sería instructivo reflexionar brevemente en la historia y examinar el registro que en cuanto a los derechos humanos se ha hecho la humanidad en el transcurso de los siglos.

  • La lucha del hombre por sus derechos
    ¡Despertad! 1980 | 8 de febrero
    • La lucha del hombre por sus derechos

      EN EL año 73 a. de la E.C. un esclavo tracio llamado Espartaco escapó de la escuela en Sicilia donde estaba recibiendo entrenamiento como gladiador. Se escondió en el Vesubio y se le fueron uniendo otros esclavos que habían escapado, hasta que al fin tuvo un ejército. Después de derrotar a dos ejércitos romanos en sucesión, invadió la mayor parte del sur de Italia y se abrió paso a la fuerza hasta los Alpes mismos. Para entonces su ejército ascendía a aproximadamente 90.000 guerreros. Cuando los demás esclavos rehusaron salir de Italia, tuvo que regresar al sur, con la intención de cruzar de vuelta a Sicilia. Finalmente, Marco Licinio Craso, un nuevo comandante romano, le dio muerte en batalla.

      En breve, ésta es la historia de la lucha de un hombre por lo que hoy en día se llama un derecho humano, el derecho a la libertad, o a no estar en esclavitud.

      No se han garantizado los derechos humanos

      Aparentemente el término “derechos humanos” es muy moderno. Se solía hablar de “derechos naturales.” Pero, sea cual sea el nombre que se use, parece que el hombre siempre ha sentido la necesidad de proteger ciertos derechos y libertades suyos. El código legal de Hammurabi, las reformas legales de Solón en Grecia y las “leyes inmutables” de los medos y los persas fueron concebidos con el propósito de proteger los derechos de los miembros de diferentes naciones y proporcionarles una medida de seguridad.

      Sin embargo, las leyes no siempre lograban su propósito. A veces surgía un tirano como Nerón y las pasaba por alto. En los días de Mardoqueo, el inicuo Hamán usó las leyes mismas para tratar de causar la destrucción de la minoría judía en el Imperio Persa. Algunas personas muy ricas y poderosas se hallaban por encima del control de las leyes.

      Además de eso, la historia está llena de ejemplos de grupos que en realidad no estaban protegidos por las leyes. La revuelta de Espartaco puso de relieve la difícil situación de los esclavos en el Imperio Romano, a muchos de los cuales se les obligaba a luchar hasta morir en las arenas, o literalmente se les hacía trabajar hasta la muerte en las minas y galeras. En la antigua Atenas, la posición de las mujeres era poco envidiable. Por lo general se les consideraba como poco más que esclavas que suministraban prole; se les describe como “aisladas en sus hogares, sin educación y con pocos derechos, y sus esposos no las consideraban mejores que un vasallo o un bien mueble.”

      La crueldad de los asirios y las deportaciones en masa de los babilonios nos hacen recordar a otra clase cuyos derechos nunca recibieron mucha atención: los que se encontraron en el lado perdedor de las numerosas guerras de la historia. La gente pobre siempre ha sufrido también, y, en tiempos más modernos, las minorías culturales, lingüísticas, y, particularmente, raciales y religiosas, han sufrido severa privación de sus derechos.

      El egoísmo y los derechos humanos

      Por lo tanto, a través de la historia no se ha visto que los sistemas legislativos humanos hayan garantizado derechos humanos iguales para todos. Esto ha llevado a pugnas, revoluciones y levantamientos de personas que han luchado por obtener mayor libertad.

      En todas estas luchas ha sobresalido una cualidad humana: el egoísmo, o egocentrismo. Esta se ha opuesto vigorosamente a que toda la humanidad disfrute de los derechos humanos, y demuestra lo que el filósofo alemán Hegel declaró en una ocasión: que la libertad solo es posible en una comunidad en la cual la gente tenga ciertas normas morales.

      Un ejemplo de lo que sucede cuando reina el egocentrismo se vio durante la llamada “revuelta campesina” de Inglaterra. En 1381, una gran muchedumbre de campesinos bajo la dirección de Wat Tyler marchó hacia Londres y exigió ver al rey. Habían pasado por el trauma de la peste negra, y ahora objetaban a la pesada tributación y el trabajo forzado a los cuales los barones —los terratenientes de aquellos días— los estaban sometiendo. Ascendían tal vez a 100.000 hombres. El rey estaba dispuesto a reunirse con ellos y acceder a sus demandas, pero los barones no estuvieron dispuestos a renunciar a algunos de sus derechos. Wat Tyler fue muerto, y ninguna de las demandas de los campesinos fue aceptada.

      Este egocentrismo se vio de otro modo. A menudo sucedía que siempre que algún grupo luchaba por ciertos derechos y finalmente los obtenía, después daba poca consideración a los derechos de otros grupos o personas.

      Por ejemplo, en 1789 los ciudadanos de Francia se libraron violentamente de la gobernación de una aristocracia opresiva y produjeron la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En ésta alistaron los derechos que deberían poseer los franceses, destacando los de “libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión.” No obstante, pocos años a partir de entonces, la nación francesa bajo Napoleón participó en guerras de conquista, y afectó adversamente la ‘libertad, propiedad y seguridad’ de la mayor parte de las naciones de Europa.

      Se informa que la primera formulación importante de derechos en un documento político fue la Declaración de Derechos británica, en 1689. Pero más tarde, cuando se estuvo edificando el Imperio Británico en diferentes partes del mundo, se dio poca consideración a los derechos de muchos pueblos conquistados, como en el caso de los aborígenes de Australia y Tasmania.

      De manera semejante, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos recalcó los derechos de los norteamericanos a la “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad.” No obstante, ¿cuánto se pensó en la “vida, libertad y la búsqueda de la felicidad” de los millones de individuos de tez oscura que fueron desarraigados de sus hogares en África y vendidos como esclavos en las plantaciones norteamericanas? Y cuando la expansión de la nación norteamericana chocó con los derechos de las diferentes tribus indias que les salieron al encuentro, ¿los derechos de quiénes se pasaron por alto a menudo?

      La cristiandad y los derechos humanos

      Finalmente, el registro histórico de las iglesias de la cristiandad en el campo de los derechos humanos no ha sido bueno. La actitud de la cristiandad para con la propagación de los derechos humanos se muestra en dos acontecimientos históricos interesantes.

      En 1215, los ingobernables barones ingleses obligaron al empobrecido rey Juan a firmar la Carta Magna. A ésta se le ha llamado la predecesora de los documentos modernos sobre los derechos humanos. Aunque las libertades que concedía la Carta adolecían de grandes limitaciones, a aquel documento se le considera un punto sobresaliente por el hecho de que puso al rey bajo el dominio de la ley.

      La reacción del papa Inocencio III a este documento está registrada. Él dijo: “Absolutamente rechazamos y condenamos este arreglo, y bajo amenaza de excomunión ordenamos que el rey no se atreva a cumplir con él y que los barones no requieran que se cumpla con él. Por medio de este instrumento declaramos que la carta es nula y que carece de toda validez para siempre.”

      Por supuesto, no sucedió que la Carta Magna simplemente quedara en nada. Varias veces fue publicada de nuevo, y hasta la Iglesia Católica la usó cuando vio amenazados los derechos de ella; sí, la Carta Magna llegó a ser una fuerza en el desarrollo político de Inglaterra y Norteamérica.

      En 1524 ocurrió en Alemania lo que se conoce como la “guerra de los campesinos.” A semejanza de lo que pasó en la revuelta campesina de Inglaterra, los humildes campesinos protestaron contra el constante aumento de impuestos y servicios que exigían los príncipes de Alemania. Martín Lutero aconsejó a los campesinos que se rindieran. Cuando éstos rehusaron hacerlo, se informa que él aconsejó a los príncipes que los atacaran e hirieran como a “perros rabiosos.” Los príncipes siguieron su consejo.

      En muchísimas ocasiones la posición que la cristiandad adoptó contra lo que hoy día la gente llama los “derechos humanos” se hizo violenta. La matanza que el protestante Cromwell perpetró contra los católicos irlandeses, y la matanza despiadada de los hugonotes protestantes de Francia a manos de los católicos de esa nación son solamente dos ejemplos de la cruel intolerancia que se ha manifestado para con los derechos de otras personas dentro de las naciones de la cristiandad. Otros ejemplos son sus sanguinarias cruzadas e inquisiciones; la carrera que optaron por seguir los conquistadores españoles, los cuales, con la bendición de sus líderes espirituales, participaron en actos de asesinato y de saqueo en muchas partes del mundo; y no debemos olvidar las aproximadamente 100.000 mujeres que fueron quemadas en la hoguera durante la Edad Media bajo la acusación de que eran brujas.

      Sí, a través de la historia, el registro de la humanidad con relación a los derechos humanos ha sido deficiente. Las fuerzas que deberían haber trabajado para el mejoramiento del hombre, como las leyes del país o hasta las leyes de la cristiandad, han sido inadecuadas o positivamente dañinas para la humanidad. A muchas clases se les privó de sus derechos, y las tendencias egoístas de los hombres impidieron que las clases hallaran alivio de la opresión. Con demasiada frecuencia ha sucedido como declaró el libro bíblico de Eclesiastés hace mucho: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo.”—Ecl. 8:9

      ¿Qué significa esto para nosotros hoy día? ¿Han cambiado las cosas? ¿Habrá ahora más esperanza que en el pasado respecto a que los derechos humanos hayan de ser garantizados? ¿Qué dicen los hechos?

      [Comentario en la página 7]

      A menudo sucedía que siempre que algún grupo obtenía ciertos derechos, después daba poca consideración a los derechos de otros grupos o personas.

  • ¿Qué hay de los derechos humanos hoy día?
    ¡Despertad! 1980 | 8 de febrero
    • ¿Qué hay de los derechos humanos hoy día?

      “En todas partes del mundo crece el abuso de los derechos humanos, y las violaciones de las normas internacionales están tan propagadas que nos enfrentamos a una crisis respecto a los derechos humanos.”

      Eso dijo Donald M. Frazer, miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

      Al leer estas palabras, algunas personas quizás se sorprendan. Ellas quizás crean que en el mundo moderno se ha progresado mucho en cuanto a publicar y observar los derechos humanos. ¿Qué punto de vista es correcto?

      Progreso en tiempos modernos

      Esta generación ha sido testigo de mucha actividad internacional a favor de los derechos de diferentes grupos... ciertamente a mayor grado que las generaciones anteriores. La Organización de las Naciones Unidas ha tratado de establecer una norma internacional por medio de producir en 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos. Después de eso se hicieron dos pactos: uno, relativo a los derechos económicos, sociales y culturales, y el otro, de naturaleza internacional, relativo a los derechos políticos y civiles.

      Puesto que la Declaración Universal fue meramente una declaración de metas, fue firmada por la mayoría de las naciones que en aquel entonces eran miembros de las Naciones Unidas. Sin embargo, los dos pactos tenían el propósito de convertir aquellas metas en ley internacional que fuera obligatoria para los signatarios. Las naciones titubearon mucho más en cuanto a firmar estos pactos.

      Además de las Naciones Unidas, otras organizaciones internacionales —como Amnistía Internacional— trabajan con la meta de animar la observancia de los derechos humanos por todo el mundo. La Comisión Europea sobre los Derechos Humanos ha sido establecida para tratar con los alegatos de violaciones. La Organización Internacional del Trabajo se ha esforzado por abolir cosas como el trabajo forzado, y por evitar el desempleo.

      Muchos gobiernos nacionales han aprobado leyes que protegen los derechos y las normas de vida de los trabajadores. Hasta los líderes de la cristiandad se están expresando claramente a favor de los derechos humanos. Y, más recientemente, los Estados Unidos han hecho de los derechos humanos una parte principal de su política exterior, con la esperanza de usar su poderío económico y político para animar a otros países a proteger los derechos de sus ciudadanos.

      Problemas que permanecen

      ¿Significa toda esta actividad que los derechos humanos serán garantizados en nuestro tiempo, o en este sistema de cosas mundial que existe hoy? Desafortunadamente, tal como indicó el representante Frazer, todavía oímos acerca de violaciones de los derechos humanos en muchos países. En 1976 se publicó la siguiente declaración del que entonces era secretario de Estado de los Estados Unidos: “Ningún país, ningún pueblo, en realidad ningún sistema político, puede alegar que tiene un registro perfecto en el campo de los derechos humanos.”

      En la celebración del trigésimo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, se publicó la siguiente declaración del Papa Juan Pablo II: “El mundo en que vivimos hoy día ofrece demasiados ejemplos de injusticia y opresión.” El Times de Canberra citó el siguiente comentario de Amnistía Internacional: “Los derechos humanos son violados en la mayoría de los países, bajo regímenes e ideologías políticas de toda clase.” ¿A qué se debe esto?

      Un problema es que hay violaciones que están fuera del control de los gobiernos nacionales. Ningún gobierno desea que los delincuentes violen los derechos de sus ciudadanos; no obstante, en la mayoría de los países hoy día la ‘seguridad de la persona’ de muchos ha sido violada debido a la creciente ola de crímenes.

      Otro problema que es muy difícil de resolver es el del hambre mundial. Millones de personas viven en un nivel de inanición, y, por lo tanto, disfrutan de muy pocos derechos. Como lo expresó cierta persona: “¿Cómo podría la gente disfrutar de su derecho de vivir a plenitud y bien si hay pobreza y hambre?”

      En las noticias de los últimos meses han sido prominentes los refugiados de Vietnam. La mayoría de la gente concordará en que, según el artículo 14 de la Declaración Universal, “en caso de persecución” estas personas tienen derecho a “buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.” Sin embargo el que éstos se hayan presentado en las costas de algunos países ha causado mucha consternación. Aparentemente amenazan la economía de estos países, y hay informes de que se les ha rechazado, a veces con resultados trágicos.

      Los conflictos de intereses, o de derechos, son otro problema. Ruben Santos Cuyugen, educador filipino, lo explicó de la siguiente manera: “El proteger los derechos culturales de una minoría puede ser contrario a las necesidades de desarrollo de la comunidad mayor o de la región. De manera semejante, el proteger los derechos de propiedad del grupo de condición económica elevada puede redundar en represión de los derechos de los grupos de condición económica muy baja o de los desvalidos.”

      ¿Qué quiere decir él? Pues bien, imagínese un país en el que la mayor parte de las riquezas esté en manos de unos cuantos privilegiados, mientras que la gran mayoría vive en la pobreza. A fin de tratar de elevar las normas de vida de la mayoría y, por lo tanto, proteger los derechos de ésta, el gobierno quizás trate de redistribuir la riqueza del país. No obstante, al hacer eso es posible que viole los derechos de la minoría acaudalada, los cuales son igualmente válidos.

      Finalmente, está la cuestión de interpretación. Algunos países occidentales a menudo señalan a los derechos de que disfrutan sus ciudadanos, sin embargo algunas naciones orientales los han acusado de violar los derechos humanos. Según el Times de Nueva York, recientemente Fidel Castro sostuvo que la llamada libertad de Occidente no es más que el derecho burgués de explotar al hombre y de conservar el sistema de clases.

      Por otra parte, algunos países no comunistas llaman la atención a las muchas supuestas violaciones de derechos que se efectúan en los países comunistas, como los informes sobre campos de trabajo forzado, y la situación difícil en que, según amplia publicidad, se encuentran los disidentes. No obstante, según el periódico francés La Croix, “la Unión Soviética. . . ha optado por hacer una gran celebración de este aniversario (de la Declaración Universal de Derechos Humanos) por medio de elogiar. . . los derechos excepcionales de que disfrutan sus ciudadanos.”

      Pudiera quedar la impresión de que unos y otros están hablando de cosas diferentes, y tal vez lo estén. Como dijo recientemente el Dr. Edward Norman, decano de Peterhouse de la Universidad de Cambridge, Inglaterra: “En sus críticas de los regímenes autoritarios las democracias occidentales insisten en esta clase de objeciones morales (acerca de los derechos humanos). . . en su rechazo del liberalismo occidental los estados socialistas responden con exactamente la misma clase de retórica sobre los derechos humanos. Se comparte el vocabulario de los derechos humanos, pero el contenido varía según la ideología o la clase.”

      Tortura y genocidio

      Algo que quizás sea peor que los problemas sociales y las diferencias ideológicas que ya se han mencionado son los muchos casos en los cuales los gobiernos tienen la norma de oprimir a su propia gente. Hace más de dos años la revista Times publicó una cita de Amnistía Internacional en la cual se decía que en la década anterior 60 países habían hecho uso oficial de la tortura. Tan solo en 1975 40 países fueron acusados de torturar a sus propios ciudadanos. Además, se acusa a varios países de tener presos políticos.

      Después de la última guerra mundial el mundo se horrorizó al oír acerca de la matanza de seis millones de judíos, así como de millones de otras personas, en Europa. Muchas personas dijeron: “¡Eso jamás debe volver a suceder!” No obstante, aun ahora leemos informes de matanzas en gran escala en diferentes partes del mundo. Se acusa al gobierno de un pequeño país africano de causar la muerte de la sexta parte de su población. Se afirma que en una isla tropical murieron 100.000 personas en una invasión que se efectuó hace poco. De un país asiático, algunos informes dicen que más de un millón de personas han sido asesinadas por razones políticas.

      Tal vez, al leer estos informes, usted se haya preguntado: ‘¿Por qué no se hace nada en cuanto a esto? ¿Por qué no puede ir alguien, verificar si estas cosas son ciertas, y hacer que cesen?’ La respuesta está en lo que el jurista británico lord Wilberforce llamó el “dilema insoluble en las cuestiones de los derechos humanos: un principio es que, desde la Declaración Universal, los derechos humanos son de interés internacional, y el otro es que la manera en que un Estado trata a sus propios súbditos es cuestión de interés exclusivamente interno.”

      El profesor W. J. Stankiewics, de la Universidad de Colombia Británica, lo explicó con más detalle: “Parece que aun cuando un país crea que hay violación de los derechos humanos en otro estado, la ley internacional no le permite tomar acción en contra del violador, ya sea solo o junto con otros estados. Sí, un acto encaminado a poner fin a la violación de los derechos humanos sería un acto de agresión según la ley internacional. Los derechos humanos existen, y se les reconoce, pero difícilmente es posible defenderlos.”

      ¿Qué se necesita para garantizar los derechos humanos?

      En vista de esto, es difícil ver cómo, en el presente sistema de cosas, se pudiera llegar a garantizar plenamente los derechos humanos. ¿Habrá, pues, algún modo en que se puedan garantizar estos derechos? Al examinar la historia pasada y presente de la lucha del hombre por sus derechos, parece que por lo menos se necesitan dos cosas.

      Primero, parece que se necesita una comunidad verdaderamente moral, una en la que cada individuo no solo disfrute de sus propios derechos, sino que altruistamente respete los derechos de su prójimo. En segundo lugar, tiene que haber una autoridad con suficiente sabiduría como para que pueda decidir de manera justa cómo equilibrar los derechos de los diferentes grupos, y resolver las ideologías en conflicto sobre los derechos humanos. Esta autoridad también necesitaría suficiente poder como para resolver problemas sociales como los del delito y la pobreza, cosas que conducen a que a la gente se le prive de sus derechos. También tendría que ser supranacional, es decir, tener autoridad sobre las naciones, de modo que ninguna potencia terrestre pudiera matar, torturar, encarcelar injustamente o de otro modo oprimir a sus ciudadanos.

      Huelga decir que bajo el presente sistema de cosas del mundo no existe tal comunidad ni tal autoridad. ¿Significa esto, pues, que el esperar que los derechos humanos sean garantizados es sencillamente un idealismo irreal? No. Hay verdadera esperanza de que los derechos humanos se realicen en todo el mundo... y en el futuro cercano. Considere los hechos que se presentan en el próximo artículo.

      [Comentario en la página 9]

      “Ningún país, ningún pueblo, en realidad ningún sistema político, puede alegar que tiene un registro perfecto en el campo de los derechos humanos.”

      [Comentario en la página 10]

      “¿Cómo podría la gente disfrutar de su derecho de vivir a plenitud y bien si hay pobreza y hambre?”

      [Comentario en la página 11]

      Primero, parece que se necesita una comunidad verdaderamente moral.

      [Comentario en la página 11]

      En segundo lugar, tiene que haber una autoridad con suficiente sabiduría como para que pueda decidir de manera justa cómo equilibrar los derechos de los diferentes grupos.

  • Los derechos humanos: ¿serán alguna vez garantizados?
    ¡Despertad! 1980 | 8 de febrero
    • Los derechos humanos: ¿serán alguna vez garantizados?

      CONSIDERE por un momento los siguientes mandamientos:

      “No debes asesinar.”

      “No debes hurtar.”

      “No debes dar testimonio falsamente como testigo contra tu semejante.”

      “Una misma decisión judicial debe aplicarse a ustedes. El residente forastero debe resultar ser lo mismo que el natural.”

      Estos mandamientos formaban parte de una ley que se escribió hace casi 3.500 años y que gobernó la vida de una nación por más de 1.500 años. El autor de esa ley o código ciertamente tenía entendimiento de los derechos humanos. Esos mandamientos nos recuerdan algunos de los principios que se encuentran en la Declaración Universal de Derechos Humanos, como en el Artículo 3, donde se declara que todo individuo tiene derecho a la “vida, a la libertad y a la seguridad de su persona,” o el Artículo 7, donde se declara que todos los seres humanos son “iguales ante la ley.” Cuando la gente obedecía esa antigua ley, esto contribuía mucho a garantizar la ‘vida, la libertad y la seguridad’ de la gente que vivía en aquellos días.—Éxo. 20:13, 15, 16; Lev. 24:22.

      Las citas anteriores se han tomado de la ley que se dio a la nación de Israel durante el tiempo de Moisés. Desde luego, en aquel tiempo también había otras naciones que tenían leyes. Pero hubo una cosa que hizo que esta ley fuera muy diferente de cualquiera de las que existían entonces. Independientemente de la superioridad de su tono moral y de las provisiones que hacía, esta ley no se originó de una fuente humana. Moisés indicó que ésta tenía una fuente sobrehumana cuando dijo a los israelitas: “Escucharás la voz de Jehová tu Dios para guardar sus mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley.”—Deu. 30:10.

      Esto nos muestra que un poder más alto que el hombre está interesado en lo que hoy día se conoce como los “derechos humanos.” Ese poder no es otro sino el Creador del hombre, Jehová Dios. Él ha prometido que dentro de poco tiempo se acatarán u observarán todos los derechos humanos, para provecho de todo individuo.

      El registro del Creador en cuanto a los derechos humanos

      La Biblia contiene el registro de los tratos de Dios con la humanidad. El término moderno “derechos humanos” realmente no aparece en ésta. Sin embargo, en las Escrituras se mencionan con frecuencia cosas que hoy día se consideran como “derechos humanos.”

      Jehová Dios bendijo al hombre con abundancia de ‘vida, libertad y seguridad’ en el mismísimo principio de la raza humana. Creó a la primera pareja, Adán y Eva, de manera perfecta. Esto significaba que no tendrían que morir... ciertamente una medida de vida que ningún gobierno moderno puede dar.

      Aquella primera pareja tuvo libertad en el sentido de que tenía libre albedrío, y además, toda la Tierra era su dominio. Uno de los privilegios que Dios les ofreció fue el de que fueran ‘fructíferos y se hicieran muchos y llenaran la tierra y la sojuzgaran.’

      También disfrutaban de seguridad, incluso de seguridad económica. No había ninguna clase de amenaza al bienestar de ellos. Hasta los animales estaban en paz con ellos, pues a la pareja humana se le había dado dominio sobre “los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra.”—Gén. 1:28.

      Dios mismo era la autoridad que garantizaría la realización de aquellas bendiciones. Pero Adán y Eva tenían que acogerse a aquella autoridad. Si se dirigían a alguna otra autoridad, entonces ya no estaría garantizada la realización de aquellas bendiciones. Jehová hizo mención de solo una limitación a la libertad que tenía la primera pareja. Dijo: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo no debes comer de él, porque en el día que comas de él positivamente morirás.”—Gén. 2:16, 17.

      Hay quienes quizás presenten la objeción de que aquí Dios estaba limitando la libertad de Adán. Pero los derechos humanos, o la libertad, nunca pueden ser absolutos. Tal como la continuación de la vida de Adán dependía de que comiera, bebiera y durmiera, del mismo modo ésta también dependía de que obedeciera a la única autoridad que podía garantizarle que disfrutaría de felicidad.

      Se priva a la humanidad de la bendición de Dios

      Adán y Eva no permanecieron en aquella bendita situación. Una criatura invisible de la región de los espíritus, que llegó a ser conocida como Satanás, puso una tentación ante Eva. Fue entonces cuando por primera vez se vio el modo de pensar egoísta, lo cual ha sido un rasgo tan prominente de la historia humana.

      Eva, en respuesta al razonamiento falso de Satanás, vio “que el árbol [del conocimiento de lo bueno y lo malo] era bueno para alimento y que a los ojos era algo que anhelar, sí, el árbol era deseable para contemplarlo. De modo que empezó a tomar de su fruto y a comerlo.” (Gén. 3:6) Por lo tanto, Eva, y más tarde Adán, rechazaron a la única autoridad que podía garantizarles la felicidad. Prestaron atención a las seductoras sugerencias de alguien que no estaba interesado en el bienestar de ellos.

      El resultado, según mostró Jesucristo más adelante, fue castastrófico. Refiriéndose a Satanás, el dijo: “Ese era homicida cuando principió.” (Juan 8:44) Sí, Adán y Eva murieron debido al pecado que cometieron. Pero Satanás había causado la muerte de éstos tan ciertamente como si los hubiese matado. Él hizo que ellos perdieran la vida con la cual habían sido bendecidos. Jesús también dijo: “Todo hacedor de pecado es esclavo del pecado.” (Juan 8:34) Por lo tanto, ellos también perdieron la libertad. Ahora eran esclavos del pecado, y estaban bajo una autoridad que los oprimiría, la de Satanás. Finalmente también perdieron la seguridad. Caín, el hijo mayor de ellos, mató a su hermano, Abel, y la subsiguiente historia de los hijos de la primera pareja fue una de creciente inseguridad.

      En realidad, lo que vemos que está ocurriendo hoy día es sencillamente la secuela de lo que hicieron Adán y Eva. El hombre todavía no ha regresado a la gobernación del Único que puede garantizarle la felicidad y bendecirlo con lo que se conoce como “derechos humanos.” Hasta que dé ese paso, nunca disfrutará de esos derechos.

      Se garantizarán los derechos humanos

      ¿Hay alguna posibilidad de cosas mejores en el futuro cercano? Sí, la hay, porque el Creador tiene un profundo y duradero interés en la raza humana. Jehová Dios ha puesto un límite al período en el cual a los hombres se les permitirá gobernar la Tierra. Dios ha nombrado a un rey que gobernará a la humanidad. Ese rey restaurará todos los derechos, o bendiciones, que una vez el hombre tenía.

      En la Biblia se hace referencia a ese cambio de gobernación en Isaías 32:1: “¡Mira! Un rey reinará para justicia misma; y en cuanto a príncipes, ellos gobernarán como príncipes para derecho mismo.” El rey es Jesucristo, y, al tiempo señalado por Dios, los príncipes que Cristo nombre se asegurarán de que la justicia y la rectitud existan por toda la Tierra.

      En conformidad con la Biblia, dentro de muy poco tiempo esa autoridad sustituirá las numerosas formas de gobierno que existen hoy día, y producirá una nueva era en la cual se harán las cosas a la manera de Dios. Durante siglos los cristianos han pedido esto en oración al decir: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad.” Cuando se dé respuesta a esa oración, en esta Tierra se acatarán los derechos humanos como nunca antes.—Mat. 6:9, 10.

      Se disfrutará del “derecho a la vida” de un modo que es difícil de concebir ahora. Jesús dijo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Ni el más ferviente activista en pro de los derechos humanos puede garantizar que dará vida eterna. Pero Dios sí la dará, y la calidad de esa vida se muestra más ampliamente en Revelación 21:4: “Él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”

      A las naciones ya no se les permitirá que torturen, efectúen matanzas u opriman a sus súbditos. Esta autoridad divina será lo suficientemente poderosa como para evitar que se cometan los abusos de cualquier índole, y para traer tranquilidad a la humanidad. “Él ciertamente dictará el fallo entre muchos pueblos, y enderezará los asuntos respecto a poderosas naciones lejanas. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra. Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.”—Miq. 4:3, 4.

      ¿Qué hay de la religión?

      Quizás usted se pregunte: ‘Pero, ¿qué hay de la libertad religiosa? Y, ¿cómo podrá haber una comunidad moral en la cual todos los individuos respeten los derechos de sus vecinos?’ De hecho, estos dos puntos están relacionados entre sí.

      Habrá libertad religiosa en el sentido de que cada cual tendrá libertad para adorar al único Dios verdadero sin estorbos. Pero Jesucristo no permitirá la existencia de toda forma de religión. Considere esto por un momento: Hubo un tiempo en que, en la India, ciertos fanáticos de la diosa Kali, llamados thug, solían estrangular a la gente como sacrificio a su diosa. Creían sinceramente que eso era lo que ella exigía. ¿Era incorrecto poner trabas a la libertad de adoración de ellos y proscribir aquella práctica? Desde luego que no.

      ¡Pero aquélla no ha sido la única práctica religiosa censurable de la historia! ¿Debe permitirse que los devotos fanáticos violen los derechos de la gente por medio de torturarlas en inquisiciones, o por medio de matarlas en guerras o cruzadas, o por medio de enseñarles mentiras? No. La realidad es que la religión verdadera es tan necesaria como el comer y el respirar; pero la religión falsa es tan perjudicial al hombre como el consumir veneno y respirar un gas letal. Por lo tanto el hombre tiene que tener tanto el conocimiento de lo que Dios mismo indica que es religión verdadera como libertad para poner ese conocimiento en práctica.

      Eso es exactamente lo que sucederá. El Hijo de Dios, Jesucristo, se asegurará de que cada cual reciba ayuda para aprender la adoración verdadera y ponerla en práctica. Como consecuencia de ello se producirá una comunidad verdaderamente moral en la cual los derechos humanos realmente existirán. Tal como promete la Biblia: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas están cubriendo el mismísimo mar.”—Isa. 11:9.

      ¿Le parece a usted que esta esperanza se apega a la realidad, o cree usted que es más factual el confiar en que los gobernantes de este sistema de cosas le garanticen sus “derechos humanos”? ¿Por qué no se comunica con los publicadores de esta revista para que reciba más información en cuanto a cómo Jesucristo garantizará finalmente nuestros “derechos humanos” y cómo usted puede mostrar, aun ahora, que desea formar parte de la comunidad que disfrutará de esas bendiciones?

      [Comentario en la página 14]

      Jehová Dios ha puesto un límite al período en el cual a los hombres se les permitirá gobernar la Tierra.

      [Ilustración en la página 13]

      Al comienzo de la raza humana, la humanidad disfrutaba de seguridad total. Hasta los animales estaban en paz con ella.

  • Argumentos en contra de traducir la Biblia
    ¡Despertad! 1980 | 8 de febrero
    • Argumentos en contra de traducir la Biblia

      Al hablar en contra de traducir la Biblia, el fraile Buckingham recurrió a argumentos insensatos que no redundaron en honra para él ni para sus asociados. En un sermón él dijo: “Donde la Escritura dice que ningún hombre que pone la mano en el arado y mira atrás es digno del reino de Dios, ¿no es probable que al leer estas palabras el arador abandone en el acto su arado, y entonces dónde estará la siembra y la cosecha? Así mismo también cuando el panadero lea: ‘Un poco de levadura hace que fermente toda la masa,’ ¿no se hará en el acto demasiado frugal en el uso de la levadura, lo cual perjudicará en gran manera nuestra salud? Así, también, cuando el hombre sencillo lea las palabras: ‘Si tu ojo te ofende, sácatelo y arrójalo de ti,’ inmediatamente se sacará los ojos, de modo que todo el reino estará lleno de ciegos, lo cual resultará en la gran decadencia de la nación y en la patente pérdida de gracia del Rey. Y, así, por medio de leer las Santas Escrituras, todo el reino quedará en confusión.”—How We Got Our Bible, (Cómo conseguimos nuestra Biblia), por J. Paterson Smyth.

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