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  • ¡La Biblia no es un libro católico!

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  • ¡La Biblia no es un libro católico!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
w55 15/9 págs. 549-551

¡La Biblia no es un libro católico!

La Biblia. No hay otro libro que haya tenido amigos más leales y ardorosos ni enemigos más enconados. ¿A quién debe atribuírsele crédito por ella? ¿Y es ella indispensable para la salvación o no?

“LA Biblia es un libro católico.” “No . . . la Biblia no es nuestra única guía.” “La Iglesia vino primero, la Biblia siguió después.” Estos son encabezamientos típicos de anuncios que salieron en los diarios y revistas de los Estados Unidos durante 1954, puestos allí por el Despacho de Información de los Caballeros de Colón.

Entre otras cosas estos anuncios declaraban: “Los católicos le tienen verdadero amor y respeto a la Biblia. No podría ser de otro modo, puesto que la Iglesia católica es la Madre de la Biblia.” “Entre el tiempo de la Crucifixión y el tiempo que las Escrituras fueron recogidas en un solo Libro, millones de personas habían recibido y aceptado las enseñanzas de Jesucristo . . . y habían muerto sin nunca haber visto la Biblia completa.” “Pasaron 1,400 años antes de que se inventara la imprenta y se hiciera posible la distribución en masa de las Escrituras. Si hubiera sido la intención de Cristo que la Biblia fuera la única guía a Su enseñanza, ¿habría permitido él esta demora—dejando que millones de personas murieran sin conocer la Palabra impresa?”

¿Es la Iglesia católica la “Madre de la Biblia”? ¿Y qué hay de la declaración de que los cristianos no vieron una Biblia completa antes del fin del siglo cuarto? ¿Y qué hay acerca de que no fué posible hacer una distribución en masa de la Biblia antes de que Gutenberg inventara la imprenta? Con calma y sobriedad razonemos sobre este tema sumamente controvertible a la luz de la Biblia y los datos históricos.

La Iglesia católica dice que ella es la “Madre” de la Biblia por motivo de su Concilio de Cartago, en el año 397, tiempo en que ella fijó el canon de la Biblia en cuanto a ella le atañó. En este canon ella no sólo alistó los sesenta y seis libros que generalmente se aceptan sino también siete libros de los libros apócrifos precristianos, los cuales libros “ocultos” habían sido rechazados por el Gran Sinedrio de Jerusalén. En cuanto al mérito de estos escritos apócrifos, Jerónimo, el traductor de la Vulgata latina que la Iglesia católica romana usó por muchos siglos, dice: “Todos los libros apócrifos deben evitarse; . . . no son las obras de autores por cuyos nombres se distingan, . . . contienen mucho que es defectuoso, . . . es una tarea que requiere gran prudencia ésta de hallar oro entre la arcilla.”

Se pretende que Jesús y sus apóstoles usaron la versión de los Setenta de las Escrituras hebreas y que ésta contenía los libros apócrifos. Sin embargo, la versión de los Setenta no siempre contuvo estos libros, puesto que ni siquiera se habían escrito al tiempo que se empezó a hacer la versión de los Setenta, en 280 a. de J.C. De modo que es cuestión discutible el que las copias de los Setenta que Jesús y sus apóstoles usaron hayan tenido estos libros. Pero una cosa sí es segura: en las Escrituras cristianas griegas no se hace siquiera una sola referencia a los libros apócrifos ni se cita de ellos. La Biblia, por lo tanto, de la cual la Iglesia católica romana se hizo “Madre” de cierto que no era íntegramente la Palabra de Dios.

Y eso no es todo. Según lo que dicen eruditos bíblicos modernos como Góodspeed, la obra de juntar las cartas de Pablo se inició antes del año 100 d. de J.C., y dentro de unas décadas los cuatro Evangelios también se circulaban como grupo unido. Seis de los diez catálogos antiguos de mucho antes de 397 d. de J.C. alistan el mismo canon que tenemos hoy, y temprano en el siglo tercero, o unos 175 años antes de 397 d. de J.C., Orígenes dió el mismo canon en su Hexapla (seis versiones de la Biblia en una). Por lo tanto, tomando en cuenta el hecho de que existía acuerdo general en cuanto a lo que constituía el canon de la Biblia mucho antes del año 397 d. de J.C., y tomando en cuenta el hecho de que la Iglesia católica agregó siete libros apócrifos a ese canon, claro está que ella no tiene derecho de decir que sirvió de “Madre” a la Biblia.

¿LA BIBLIA COMPLETA?

El decir que durante los primeros cuatro siglos murieron millones de personas que habían aceptado a Cristo Jesús sin nunca haber visto una Biblia “completa” es valerse de un jesuitismo o argumento falto de honradez. Desde el tiempo de Moisés en adelante el canon de la Biblia siguió creciendo hasta que Juan escribió su evangelio y cartas, más o menos en 98 d. de J.C. Todo lo que se había producido bajo inspiración hasta cualquier tiempo que se escoja era todo lo que se necesitaba para tener la aprobación de Dios y constituía la Palabra completa de Dios hasta ese entonces. Síguese también, pues, que la Biblia antecedió a la iglesia, porque cuando Jesús, la cabeza y primer miembro de la verdadera iglesia, vino a la tierra, la Biblia, las Escrituras hebreas, ya existían.

Aunque él mismo era el Hijo de Dios, Jesús de continuo acudió a la autoridad de la Biblia, diciendo vez tras vez: “Está escrito.” Censuró a sus contrarios porque no conocían “ni las Escrituras ni el poder de Dios.” La Palabra de Dios les estaba accesible. Y Pablo elogió a los de Berea porque comprobaban con las Escrituras hebreas lo que él les decía.—Mat. 21:13; 22:29; Hech. 17:11, NM.

Asimismo Pablo dijo a Timoteo—no respecto a la “Biblia completa” del año 100—sino respecto a las Escrituras hebreas: “Desde la infancia has conocido las santas escrituras que te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe en conexión con Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y es benéfica para enseñar, para reprender, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.” Obsérvese que la Palabra de Dios podía equipar al cristiano completamente para toda obra buena, mucho antes de que estuviera “completa” según el uso católico de ese término.—2 Tim. 3:15-17, NM.

¿NINGUNA BIBLIA “IMPRESA”?

Los Caballeros de Colón en sus anuncios hablan de que no hubo Biblias “impresas” por más de mil años, como si importara el que las copias fueran manuscritas o impresas. La verdad es, sin embargo, que los cristianos primitivos fueron grandes publicadores de la Biblia aunque vivieron mil años antes de la invención de la imprenta. Publicaron, produjeron copias a multiplicidad para circularlas. Mientras que las religiones paganas se valían mucho de lo misterioso y a propósito no dejaban que el vulgo tuviera que ver con los libros santos orientales, no sucedía así con el cristianismo, porque menos de cincuenta años después de su nacimiento vino a ser una fe publicadora, no sólo agotando o haciendo pleno uso de los rollos sino siendo precursor en el uso de códices, manuscritos en forma de libro con páginas y cubierta. Se nos informa que los cristianos primitivos eran una gente que compraba libros y leía libros además de una gente que traducía libros y publicaba libros.

Sin embargo, cuando el cristianismo apóstata se unió a la religión pagana, la filosofía mundana y las tradiciones religiosas para formar la Iglesia católica, ocurrió un cambio. Acerca de esto dice Góodspeed: “En la Edad Media la publicación como negocio casi desapareció. El copiar manuscritos todavía se hacía hasta cierto grado en las salas de escritura de algunos conventos y palacios, pero por lo general lo que se hacía eran copias individuales, y no parece que hubo nada de la anterior producción al por mayor; las copias no se hacían dictadas, como se habían hecho en las antiguas fábricas de libros.”—Christianity Goes to Press.

Sí, la obra de copiar que se atribuye a los monjes y que tanta publicidad ha recibido no fué para el bien del vulgo sino para los ricos y el clero. Hicieron copias excesivamente adornadas y tomaban su buen tiempo para hacer las copias, a menudo pasando dos años para completar una copia que podrían haber hecho en un mes si se hubiesen dedicado al trabajo con constancia. Algunos sólo produjeron una copia en toda su vida. De hecho, ¡tan poco les interesaba a los monjes el que se distribuyera la Biblia que consideraron la invención de la imprenta como amenaza a su monopolio de copiar la Biblia!

Lo más censurable de todo, sin embargo, era el hecho de que todo esto se hacía en latín, no en el idioma del vulgo. Wiclef y sus socios produjeron una Biblia en inglés hacia el fin del siglo catorce y ésta fué la única Biblia en inglés a la cual el vulgo tuvo acceso por 150 años. Sus seguidores hicieron cuantas copias pudieron, para el hombre corriente y en su lengua. Así que la publicación de la Biblia no tuvo que esperar hasta que se inventara la imprenta; el vulgo estaba llegando a tener copias manuscritas.

Y, lejos de ayudar en esta obra, la que se ha puesto el nombre de “Madre” de la Biblia hizo cuanto pudo para impedirla, destruyendo todo ejemplar del que lograba apoderarse y encarcelando y quemando en la hoguera a los traductores, copistas y lectores de la Biblia, siguiendo su destrucción de Biblias hasta este mismo siglo veinte.

En sus anuncios los Caballeros de Colón también tratan de acreditar a la Iglesia católica el haber conservado la Biblia. ¿Está hoy día el género humano adeudado a ella por la Biblia? No, no lo está. En primer lugar, dos de los manuscritos más valiosos de la Biblia que hoy hay en existencia, el Sinaítico y el Alejandrino, fueron hallados en países no católicos. No puede pretender que ella conservó éstos. Y, en segundo lugar, no puede atribuírsele crédito a la Iglesia católica por la conservación de la Biblia así como no pudo habérseles atribuído crédito a los judíos infieles del tiempo de Jesús por la conservación de las Escrituras hebreas.

El gran Autor de la Biblia también ha sido su gran Conservador. A pesar de lo que hayan tratado de hacer sus enemigos para destruirla, hayan sido dichos enemigos deístas, agnósticos, ateos, paganos o personas que profesaban ser cristianos, Jehová Dios se encargó de que se cumpliera su promesa que declaraba: “La vegetación se marchita, y la flor se cae, pero la palabra hablada por Jehová dura para siempre.” ¡Sí, la Biblia NO es un libro católico! Es el Libro de Dios.—1 Ped. 1:24, 25, NM.

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