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  • Su peor enemigo... ¿será usted mismo?
    ¡Despertad! 1984 | 8 de junio
    • Su peor enemigo... ¿será usted mismo?

      LOS vecinos decían que Peter era un “buen muchacho [...] aficionado a correr y jugar tenis”. Con tan solo 33 años de edad, él ya podía presumir de que tenía un empleo prestigioso y de ser aclamado como atleta aficionado. Pero cierta mañana estranguló a su padre. ¿Cuál fue la causa de tal acción? Según el periódico Daily News, Peter gritó: “¡El Diablo me hizo hacerlo!”.

      Sin embargo, a los criminales que se acogen al pretexto de que el Diablo me hizo hacerlo se les lleva frecuentemente de prisa a un lugar donde reciben un reconocimiento siquiátrico, en vez de conseguir una absolución. Y en algunos círculos, el simple hecho de expresar que uno cree en el Diablo es suficiente para que se ponga en tela de juicio la cordura de uno. ‘¿Un personaje espectral que va de aquí para allá fomentando el asesinato y la mutilación criminal? ¡Qué ridículo!’, dicen muchas personas. Tal vez sea un poco más aceptable el concepto de que el Diablo es solo un símbolo del mal en el hombre mismo.

      El hombre imperfecto, por supuesto, sí tiene un lado maligno. “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud”, dice la Biblia (Génesis 8:21). Pero las décadas de investigación que han dedicado los sicólogos a hallar ‘el Diablo que llevamos por dentro’ ha producido poco más que teorías contrapuestas, que a menudo están llenas de contradicciones y problemas. (Vea el recuadro.)

      Por ejemplo, considere a los que atribuyen la violencia humana a nuestra supuesta herencia evolutiva de los animales. En el libro The Anatomy of Human Destructiveness, Erich Fromm sostiene que, contrario a la opinión popular, la violencia no es la única reacción de un animal al peligro: “El impulso de huir desempeña [...] el mismo papel, si no uno mayor, en el comportamiento animal que el impulso de pelear”. Así, aunque uno aceptara la teoría de la evolución, llena de problemas como está, sería dudoso el concepto de que el hombre es de manera innata un animal violento. Pero si el hombre no es en sí mismo su peor enemigo, ¿quién lo es entonces?

  • Su peor enemigo... ¿quién es?
    ¡Despertad! 1984 | 8 de junio
    • Su peor enemigo... ¿quién es?

      CLARO, nadie niega que con frecuencia el hombre es la causa del mal. Sin embargo, la verdadera cuestión es: ¿Pudiera atribuirse sólo al hombre la culpa de la monstruosa crueldad y violencia que ha presenciado nuestra generación? Muchas personas rehúsan siquiera considerar otra causa fuera del hombre como otra fuente del mal. Pero ¿debería usted desechar esta posibilidad sin por lo menos investigarla? Reconocemos que la representación popular de un Diablo con cuernos, una larga cola y un traje de malla rojo provoca risa. Pero no sucede así con respecto a la intensificación de la iniquidad en escala mundial.

      ¿No le parece increíble que el hombre, una criatura capaz de desplegar gran amor y ternura, sea también el autor de las bombas nucleares y las torturas como las de los campos de concentración? Si el mal es solamente una cuestión sencilla de sicología o del ambiente, ¿por qué ha aumentado hasta alcanzar niveles espantosos en una era en que el hombre sabe supuestamente más acerca de sí mismo y del ambiente que nunca antes? ¿Por qué informan aumentos en la cantidad de delitos casi todas las naciones? ¿Por qué han inundado este siglo diversas formas de maldad que eran casi desconocidas en tiempos anteriores? Si la iniquidad es solamente de hechura humana, ¿por qué han resultado ser fracasos catastróficos los más grandes esfuerzos del hombre por eliminarla?

      ¿Pudiera ser que Eugène Ionesco, famoso dramaturgo rumano, tuviera razón cuando dijo: “La historia sería incomprensible si excluyéramos el elemento demoníaco”?

      El curioso silencio del clero

      Aunque al parecer los teólogos podrían resolver mejor la cuestión de si existe o no un “elemento demoníaco”, el clero religioso está, por extraño que parezca, tan dividido como lo están los investigadores científicos. La publicación Providence Journal-Bulletin hizo una vez a varios clérigos de la localidad la pregunta: ¿Existe realmente Satanás? Hubo algunos que afirmaron que, en efecto, habían usado exorcismos contra demonios; otros que creían en el Diablo, pero que tuvieron dificultades para ‘personificarlo’ (‘Lo veo más como un poder que es contrario a la voluntad de Dios’), y aún otros que dijeron que el Diablo no es una persona (‘No creo que tengamos que personificarlo’).

      Es curioso que hasta la Iglesia Católica ha guardado silencio en lo que tiene que ver con el Diablo, aunque el creer en la existencia del Diablo es una doctrina eclesiástica oficial. Como hace notar E. V. Walter en Disguises of the Demonic, el escepticismo moderno ha afectado a la iglesia. Al comparar las ediciones de 1907 y 1967 de The Catholic Encyclopedia, Walter nota algo “más que una diferencia sutil” en los artículos que tratan sobre “demonios”, “endemoniados”, “posesión diabólica” y “exorcismo”. Aunque la vieja enciclopedia reconocía claramente la realidad de la posesión demoníaca, la edición más nueva había adoptado un modo más sofisticado de abordar el asunto: “La siquiatría [...] ha demostrado que el funcionamiento del subconsciente explica muchas, si no la mayoría, de las condiciones anormales que generaciones anteriores habían atribuido a la actividad diabólica”.

      Sin embargo, allá en 1972 el papa Paulo VI causó un alboroto teológico cuando dijo: “Sabemos que ese ser [el Diablo] oscuro y perturbador realmente existe y que todavía obra con astucia pérfida”. Los teólogos liberales retrocedieron ante eso. La iglesia patrocinó un estudio teológico de la cuestión. ¿Cuál fue el resultado? Un documento titulado “Fe cristiana y demonología”, que reafirmó claramente la creencia de la Iglesia Católica en la existencia del Diablo. Pero, como comenta Herbert Haag en la publicación Journal of Ecumenical Studies, la iglesia escogió un método extraño y poco notable para publicar ese estudioa. Y rompió con la tradición de modo sorprendente al guardar en el anónimo el autor del estudio. Haag concluye: “[Las autoridades eclesiásticas de] Roma escogieron el camino del anónimo, que difícilmente puede interpretarse como algo diferente a una admisión de incertidumbre”.

      ¿Podemos considerar a Satanás “de modo realista y serio”?

      Aunque los medios de información y el mundo casi pasaron por alto el documento del Vaticano, la cuestión de la existencia del Diablo no se puede dejar de lado. Las consecuencias simplemente son demasiado enormes. Por ejemplo, si no existiera el Diablo, ¿cómo podría conciliar usted la existencia de un Dios de amor con la continuación de la existencia del mal? Como escribe Howard R. Burkle en God, Suffering, & Belief: “No obstante, de todos los factores que dificultan para las personas modernas el creer [en Dios], el más importante es el sufrimiento humano”. Por consiguiente, ¡el negar la existencia del Diablo pudiera estar a un paso de negar la de Dios!

      Además, la creencia en la existencia del Diablo es casi universal. Como comenta Jeffrey Burton Russell, historiador, hay “fórmulas paralelas acerca del Diablo en culturas diferentes y a gran distancia unas de otras”. Al Diablo se le ha llamado Ahrimán entre los antiguos persas; Iblīs, entre los musulmanes, y Māra, entre los budistas. Pero en el mundo occidental tal vez se le conoce mejor por el nombre de Satanás. La creencia en la existencia del Diablo persiste a pesar del escepticismo de la ciencia y las negaciones de los teólogos.

      Sin embargo, algo sumamente importante para los cristianos es la pregunta: ¿Enseña la Biblia que el Diablo existe? Es cierto que los teólogos liberales tratan de justificar la mención del Diablo en la Biblia, y algunos hasta afirman que Jesucristo no creyó que él existiera. La actitud de ellos, según lo que escribió el profesor Richard H. Hiers para el Scottish Journal of Theology, es ésta: “Nosotros no creemos en Satanás ni en demonios; ¡seguramente Jesús tampoco podría haber creído en eso!”. Pero después de un estudio cuidadoso de los Evangelios, Hiers concluyó: “No hay razón para que supongamos que Jesús no consideró a los demonios de la misma manera que lo hicieron sus contemporáneos y los evangelistas sinópticos: de modo realista y serio”.

      ¿Hay, pues, razones válidas para que usted, también, considere la existencia del Diablo “de modo realista y serio”? ¿Qué dice exactamente de él la Biblia?

      [Nota a pie de página]

      a El documento, dice Haag, apareció solo en algunas ediciones de L’Osservatore Romano, periódico oficial del Vaticano.

      [Comentario en la página 5]

      “La historia sería incomprensible si excluyéramos el elemento demoníaco”

      [Comentario en la página 5]

      Los esfuerzos por limitar el Diablo al mal dentro del hombre han resultado ser poco satisfactorios

      [Fotografía en la página 6]

      ¿Ha sido sólo el hombre el responsable de todo esto?

  • Su peor enemigo... cómo surgió y cómo caerá
    ¡Despertad! 1984 | 8 de junio
    • Su peor enemigo... cómo surgió y cómo caerá

      LA BIBLIA muestra que el enemigo surgió poco después que Dios puso al hombre y a la mujer en un hogar paradisíaco. Dios, quien requería la lealtad y la obediencia de aquella pareja, les dio un mandato sencillo: ‘No coman del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo’. (Génesis 2:16, 17.)

      Pero el enemigo consideró aquello una excelente oportunidad: “Ahora bien, la serpiente resultó ser la más cautelosa de todas las bestias salvajes del campo que Jehová Dios había hecho. De modo que empezó a decirle a la mujer: ‘¿Es realmente el caso que Dios dijo que ustedes no deben comer de todo árbol del jardín?’”. Eva, quien indudablemente estaba familiarizada con la serpiente y su proceder cauteloso, no tenía razón para huir atemorizada. Puesto que no se daba cuenta de que había un poder sobrehumano tras aquella serpiente, la mujer quedó intrigada por las melosas palabras de la serpiente. (Génesis 3:1; 1 Timoteo 2:14.)

      Así, cuando Eva contestó que el violar la ley de Dios significaría la muerte, la serpiente respondió contradiciendo categóricamente a Dios: “Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. (Génesis 3:2-5.)

      El resto es historia. Eva, engañada con la idea de que podía vivir independientemente de Dios, comió del fruto del árbol; Adán hizo lo mismo. Inmediatamente Dios tomó medidas para castigar a la pareja rebelde por medio de condenarla a una muerte que les sobrevendría con el tiempo. (Génesis 3:16-19.)

      ¿Quién estaba tras la serpiente?

      La Biblia identifica específicamente a Satanás como “la serpiente original” (Revelación 12:9). Quite al Diablo del relato de Génesis (como quisieran hacer algunos escépticos) y vea cómo el relato deja de tener sentido. Entonces ¡uno tendría que creer que de algún modo una serpiente desarrolló la habilidad de hablar!

      Pero la Biblia muestra que sólo el hombre fue creado “a la imagen de Dios”, y por eso puede comunicarse de manera inteligente (Génesis 1:27). Además, note la sentencia que se pronunció contra la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón”. (Génesis 3:15.)

      El aplicar estas palabras a una serpiente literal tiene poco sentido. ¿Despliegan en realidad los humanos mayor “enemistad” para con las serpientes que, por ejemplo, para con las ratas y las arañas? Entonces es bastante obvio que la “serpiente”, la “mujer” y las ‘descendencias’ que se mencionan en dicho texto son símbolos que se pueden entender solo a la luz de otros textos bíblicos (Gálatas 4:26; 3:29; Revelación 12:1-6; Mateo 23:33). Sin embargo, era patente entonces que andaba suelto un Satanás, un resistidor de Dios.

      El origen del enemigo

      “Ése era homicida cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la verdad no está en él” (Juan 8:44). Así Jesucristo indicó que Satanás había estado “en la verdad”, sin duda entre los gloriosos “hijos de Dios” angelicales (Job 38:7). Esto es muy diferente de la horrible descripción que se da de él, en la que se le pinta como una criatura con cuernos y pezuñas hendidasa. Sin embargo, la Biblia no le concede dignidad alguna al no revelar su nombre original.

      ‘¿Pero cómo pudo pecar un ángel?’, objetan algunas personas. En la Biblia no se dan los detalles de cuál fue exactamente el modo de pensar que lo impulsó a rebelarse. Tal vez razonó como el arrogante rey de Babilonia: “A los cielos subiré. Por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono”. (Isaías 14:13; compare con 1 Timoteo 3:6.) Probablemente la obsesión de que se le adorara hizo desatar esta mortífera reacción en cadena: “Pero cada uno es probado por medio de ser provocado y atraído seductoramente por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte”. (Santiago 1:14, 15.)

      Dividiendo el universo

      Entonces, ¿por qué sencillamente no destruyó Dios a Satanás? Porque la defección de Adán y Eva hizo surgir serias cuestiones: ¿Era opresiva la gobernación de Dios, o era justa? ¿Quién tenía el derecho de gobernar? ¿Estaba Dios privando a sus súbditos de la libertad? Si a los siervos de Dios se les diera la oportunidad de hacerlo, ¿abandonarían todos ellos a Dios?

      El destruir a Satanás no hubiera resuelto ninguna de estas cuestiones. De modo que, en su sabiduría, Dios ha permitido que Satanás exista... por un período limitado. Esto ha permitido a los hombres y a los ángeles observar el contraste que existe entre el modo de gobernar de Dios y el de Satanás. Así la gente puede ponerse de parte de Dios, o de parte de Satanás. ¡La cuestión de la gobernación de Dios contra la “independencia” divide al universo hasta este día!

      Varios siglos después se reveló otro aspecto de esta cuestión. En Job 1:6-11 la Biblia nos da un extraordinario vistazo del cielo mismo y nos informa sobre una asamblea de ángeles a la que desvergonzadamente asistió Satanás:

      “Jehová le dijo a Satanás: ‘¿De dónde vienes?’ Ante esto, Satanás le contestó a Jehová y dijo: ‘De discurrir por la tierra y de andar por ella.’ Y Jehová pasó a decirle a Satanás: ‘¿Has fijado tu corazón en mi siervo Job, que no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?’ Ante esto, Satanás le contestó a Jehová y dijo: ‘¿Es por nada que Job ha temido a Dios? [...] Alarga tu mano, por favor, y toca todo lo que tiene y ve si no te maldice en tu mismísima cara’”.

      Por el tono de este diálogo es obvio que Satanás se oponía a Diosb. Insinuó que ninguno de los siervos de Dios permanecería fiel si se le sometía a alguna presión. Por consiguiente, surgieron otras cuestiones: ¿Hasta qué grado estaría dispuesto el hombre a sufrir penalidades por su amor a Dios? ¿Son egoístas los motivos de los siervos de Dios? De nuevo, estas cuestiones solo podían contestarse si se permitía que la iniquidad continuara por algún tiempo.

      ¿Hay gobiernos y autoridades en la región de los espíritus?

      Satanás ha pasado unos 6.000 años reclutando seguidores. Hasta consiguió el apoyo de ángeles rebeldes que, bajo la influencia de él, “abandonaron su propio y debido lugar de habitación” en el cielo (Judas 6; Génesis 6:2). Pero ¿cuánto éxito ha tenido él en granjearse el apoyo de los seres humanos? ¿Cuán extensa es su influencia hoy día?

      Es muy extensa, de acuerdo con el testimonio que cierto ángel dio al profeta Daniel. Al explicar por qué se había demorado, el ángel dijo: “Pero el príncipe de la región real de Persia estuvo plantado en oposición a mí por veintiún días, y, ¡mira! Miguel, uno de los príncipes [angelicales] prominentes, vino a ayudarme” (Daniel 10:13). Pero ¿quién podía ofrecer resistencia a un ángel? Está claro que no podía hacerlo ningún ser humano. Pues, ¡un solo ángel pudo matar a 185.000 seres humanos insignificantes en una sola noche! (Isaías 37:36.) Por lo tanto, ¡el príncipe opositor tiene que haber sido un agente demoníaco del gran Adversario mismo, Satanás!

      Las consecuencias de esto son enormes. El apóstol Pablo indicó que las “fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales” están organizadas en “gobiernos” y “autoridades” (Efesios 6:12). Entonces, ¡no hay duda de que cada potencia mundial está gobernada invisiblemente por un “príncipe” demoníaco invisible! (Daniel 10:20.) De hecho, Satanás hizo alarde ante Jesús de que poseía “todos los reinos de la tierra habitada”c. Por supuesto, Jesús rehusó tener participación alguna en tal gobernación satánica (Lucas 4:5-8). Pero ¿qué hay de los hombres que actualmente están en el poder como líderes nacionales? ¿No son ellos, en efecto, títeres de Satanás? (Vea también Revelación 13:2.)

      “Come mucha carne”

      ¿Realmente tiene un efecto palpable en la humanidad la gobernación satánica? Se da una contestación escalofriante a esta pregunta en el capítulo 7 de Daniel. Allí se representa al Imperio Medopersa como una “bestia” parecida a oso. Al final del Da 7 versículo 5 la Biblia dice: “Y esto es lo que estaban diciéndole: ‘Levántate, come mucha carne’”. Es patente que los príncipes demoníacos de Satanás estaban incitando a los gobernantes persas a ‘levantarse’ de su condición de potencia secundaria y apoderarse ávidamente de territorio.

      La historia confirma que con el tiempo Medopersia aceptó dicha invitación demoníaca de ‘comer mucha carne’. The Historians’ History of the World dice: “Es interesante reflexionar sobre el hecho de que tan solo por su extensión geográfica este imperio era el más grandioso que el mundo haya visto, mucho mayor que Egipto, mayor que el imperio asirio, tomando en cuenta su frontera más lejana, y mayor que cualquier otro imperio después de él hasta tiempos modernos, con excepción de la breve década [bajo] Alejandro Magno”.

      Hasta este día, hay líderes internacionales que muestran la misma tendencia a extender sus esferas de influencia. Pero ahora los intereses son mayores. Las naciones efectúan lo que un escritor llamó la “danza macabra” de mantener un “equilibrio de terror”... suficientes armas nucleares como para destruir el mundo varias veces. La perspectiva tentadora de una guerra nuclear en escala “limitada” hasta ha seducido a “estrategas militares de todas las potencias principales” a abandonar “la noción sacrosanta de disuasión mutua, la cual han sostenido por largo tiempo. [...] En vez de eso, están ocupados planeando la mejor manera de llevar a cabo y ganar una guerra atómica. Se está considerando lo indecible; se está contemplando lo impensable” (Maclean’s, del 15 de febrero de 1982). ¿Se han vuelto locos? No, sencillamente están sucumbiendo a la influencia de su gobernante invisible... Satanás el Diablo.

      ¿Quiénes son los apoyadores del Diablo?

      “Supongo que creo en [el Diablo] —dijo una señora—. Pero no he pensado en él desde hace mucho tiempo.” Pero no debemos descartar la idea de la existencia del Diablo. Debemos encararnos a ella de lleno.

      Sin embargo, el creer en el Diablo no significa tenerle un temor mórbido, ni estar fascinado por el ocultismo. Los cristianos huyen de las prácticas demoníacas y del ocultismo (Deuteronomio 18:10-12; 1 Corintios 10:21). Es interesante la siguiente observación del libro The Devil’s Dominion (El dominio del Diablo): “La razón principal para tal aumento del interés en el ocultismo y lo satánico y la participación en esto [...] ha sido la esterilidad espiritual de la Iglesia oficial [...] el grupo que verdaderamente ha apoyado al Diablo, aunque inadvertidamente, es el clero de las Iglesias oficiales mismas”.

      Pero los testigos de Jehová no sufren de tal “esterilidad espiritual”. Tampoco se hacen inadvertidamente apoyadores del Diablo mediante unirse al coro de escépticos que niegan la existencia de éste (2 Corintios 11:14). El saber quién es el enemigo del hombre les ayuda a entender por qué el Dios de amor permite la maldad. Saben exactamente de qué lado están respecto a la cuestión universal y prefieren someterse a las buenas leyes y los beneficios de la gobernación de Dios más bien que escoger la “independencia” efímera. Además confían en que, con la ayuda de Dios, pueden ser ‘librados del inicuo’ (Mateo 6:13). El reconocer que hay un Diablo tal vez los exponga a la burla, pero también sirve de verdadera protección.

      En los Estados Unidos, durante la II Guerra Mundial había un letrero que decía: “¡Conozca a su enemigo!”. Se han perdido batallas porque algún general ha subestimado a su adversario. En cambio, los testigos de Jehová saben quién es el enemigo y ‘no están en ignorancia de sus designios’ (2 Corintios 2:11). Saben que “el mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo” y por eso no se dejan engañar por las tretas de él. (1 Juan 5:19.)

      Además, los testigos de Jehová saben que la gobernación maligna de Satanás terminará pronto. La Biblia predice que dentro de poco el Todopoderoso Creador del universo hará desaparecer de su esfera a todos sus opositores. La gobernación de Satanás será sustituida, como el apóstol Pedro escribió, por “nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa [la de Dios], y en éstos la justicia habrá de morar”. (2 Pedro 3:7, 11-13; Revelación 20:1-3, 10.)

      En el “corto período de tiempo” que queda, le instamos a que estudie la Biblia y aprenda cómo usted también puede ‘oponerse al Diablo’ (Revelación 12:12; Santiago 4:7). A los testigos de Jehová les agradaría ayudarle a hacer esto para que pueda regocijarse con esta promesa bíblica: “El Dios que da paz quebrantará a Satanás [...] en breve”. (Romanos 16:20.)

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