“Dungeons and Dragons”... diversión peligrosa
UN GUERRERO, dos ladrones y un mago caminan sigilosamente por un pasillo de piedra casi oscuro en busca de un tesoro. El mago hace señas al grupo para que se detenga. “Siento la presencia de alguien inicuo,” dice él a modo de advertencia. Repentinamente, de una puerta oculta, salen tres duendes armados. Estos gritan: “¡Moradores de la superficie! ¡Aplástenlos!”
¿Qué es esto? ¿Una pesadilla? ¿La trama de una película de miedo? No, es sencillamente un episodio típico de Dungeons and Dragons, juego de fantasía que se hace cada vez más popular. Desde 1974, los fabricantes de este juego han recaudado millones de dólares.
Cierto joven que últimamente dejó de jugar Dungeons and Dragons hizo este comentario: “El juego es muy engañoso. Al principio solo parece diversión y aventura inofensiva, pero pronto uno se ve atraído a él. Uno se envicia en ese juego.”
Otro ex jugador concordó. “Dungeons and Dragons puede enviciar a uno.”
Mundo mitológico de violencia
Dungeons and Dragons no se juega en una tabla como la mayoría de los juegos. Más bien, los jugadores adoptan la identidad de los personajes que entran en un mundo mitológico controlado por un jugador llamado “Dungeon Master.” Sentados a la mesa, los jugadores trazan un mapa imaginario de los alrededores por medio de hacerle preguntas al “Dungeon Master.” Este desempeña el papel de cualesquier monstruos o el de personajes diversos con quienes se encuentran los jugadores y, con la ayuda de dados de forma especial, determina lo que ha de sucederles a los jugadores. Los personajes de los jugadores buscan un tesoro. Los monstruos del “Dungeon Master” tratan de matar a los personajes.
“El nivel de violencia en este mundo de fantasía es alto. Es rarísimo el juego en el que los jugadores no asesinen, causen incendios, torturen, ultrajen o asalten,” comentó el experimentado “Dungeon Master” John Eric Holmes en un artículo que apareció últimamente en Psychology Today.
“Uno se apega a su personaje,” dijo un ex jugador. “Uno quiere seguir jugando para saber lo que le sucederá después. Además, cuando el personaje de uno pasa por varias aventuras sin que lo maten, adquiere nuevos poderes y facultades que lo hacen más interesante aún.” Este deseo de con el tiempo desarrollar el personaje de uno hasta convertirlo en un superhombre de la fantasía atrae al índole soñador de muchas personas. Por supuesto, hay que jugar el juego muchas veces para alcanzar esa meta. Mientras tanto, ¿qué sucede si matan al personaje?
El “Dungeon Master” Holmes admite lo siguiente: “Cuando se da muerte al ‘otro yo’ de alguien, a veces el jugador sufre una conmoción síquica que puede llevarlo a un estado de depresión.” ¿Suena esto a diversión inofensiva?
Un ex “Dungeon Master” concuerda con esto, pues dijo: “Es cierto. Maté al personaje favorito de mi hermano, uno que él había estado desarrollando por mucho tiempo, y él se enfadó muchísimo debido a eso.”
Cambios de personalidad
“El juego hace que uno llegue a ser egoísta,” dijo este ex jugador. “Al principio todos los jugadores son nobles y abnegados, pero cambian después de algún tiempo. Se dan cuenta de que si no cuidan de sí mismos, alguien va a darles una puñalada por la espalda y quitarles su tesoro. Al poco tiempo, uno no puede confiar en nadie.”
Cualquiera que sea invitado a jugar Dungeons and Dragons, especialmente un cristiano, debe tener presente esto:
El juego enseña la avaricia y el materialismo. Los personajes tienen como su meta fundamental el apropiarse de un tesoro que legítimamente no les pertenece. ¿Cómo armoniza esto con el consejo inspirado del apóstol Pablo de que “teniendo ... sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales”?—1 Timoteo 6:8, 10.
El juego enseña la violencia. Jesús instó a sus seguidores a hacer esto: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen.” (Mateo 5:44) No es fácil hacer esto. ¿Ayuda al cristiano a cumplir con este consejo el que adopte un ‘otro yo’ violento de fantasía? Es cierto que la violencia del juego no es “una realidad,” pero hasta la violencia imaginaria puede, tarde o temprano, afectar el corazón. Como advirtió Jesús: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos.” (Mateo 15:19) “Más que todo lo demás que ha de guardarse,” advierte el libro bíblico de Proverbios, “salvaguarda tu corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida.” Por eso, surge la pregunta: ¿Puede el que participa en juegos como Dungeons and Dragons estar obedeciendo este consejo?—Proverbios 4:23.
El juego enseña el politeísmo y el demonismo. El simplemente ver algunos de los personajes y monstruos que se mencionan en el libro de instrucciones básicas de Dungeons and Dragons debería bastar para convencer al cristiano de que éste no es un juego para él. Entre los personajes hay magos (mediums, adivinos y prestidigitadores), duendes, cancerberos, diablillos, ogros, esqueletos, espectros, vampiros y muertos resucitados por magia negra, ¡solo para mencionar algunos! Se espera que los jugadores experimentados aprendan mucho acerca de las características de estos espantosos compañeros de juego. Sin embargo, a los cristianos se les dice que no lleguen a conocer las “cosas profundas de Satanás.”—Revelación 2:24.
En las primeras etapas del juego, tales insinuaciones demoníacas pudieran parecer diversión inofensiva, pero a niveles más adelantados, el demonismo cobra más seriedad. “Algunos de mis personajes de alto nivel tenían poderes síquicos superiores,” recuerda un ex jugador, “y durante un juego luchaban directamente contra demonios y diablos. Algo sobrenatural estaba ocurriendo. Eso nos asustó y nunca lo volvimos a jugar.”
Pensamientos satánicos
De hecho, en niveles más altos del juego, se espera que los personajes se dediquen a un dios mitológico. “El servir a una deidad es parte importante de Dungeons and Dragons,” dice una de las publicaciones del juego, “y todos los personajes del juego deben tener un dios como su patrón.” Entre los dioses patrones se incluye a la mayoría de las deidades griegas, egipcias y babilonias (como por ejemplo Zeus, Ra o Marduk), pero no se hace referencia alguna al único Dios verdadero, Jehová.
De hecho, la pretensión fundamental de Dungeons and Dragons es que no hay ningún Dios verdadero, que solo hay una lucha universal entre las fuerzas abstractas del “bien y del mal, la ley y el caos,” con sus diversos campeones. Esta es la clase de enseñanza que han sostenido por largo tiempo enemigos del cristianismo como los gnósticos.
Dungeons and Dragons está saturado de ideas procedentes de Satanás el Diablo, quien siempre ha sido campeón del egoísmo, de la violencia y del demonismo.