¿Hay sabiduría en el espíritu de competencia?
ESTE mundo en el cual vivimos es sumamente competidor. Un editorial del Times de Nueva York del 25 de junio de 1969 hizo la siguiente observación: “La competencia está comenzando más temprano y está aumentando continuamente: para ingresar en las mejores escuelas, para ingresar en las mejores universidades y para enfrentarse a las pruebas de una sociedad apremiante e impelente.”
Pero, ¿es bueno este espíritu ferozmente competidor? ¿Hay sabiduría en promover competencia los unos con los otros? ¿Disfruta usted de la asociación de personas sumamente competidoras?
Cuando se hacen esfuerzos por eclipsar a otros, por probar que uno es mejor, por lo general el resultado es malos efectos. Las amistades se hacen tirantes. Hay frustraciones y tensiones. A menudo hay malos efectos en las relaciones de familia. Y las personas con frecuencia se someten a esfuerzo excesivo en su empeño por adelantar. Personas del mundo comercial han notado efectos malos como éstos.
Dijo un miembro del gabinete del gobierno estadounidense: “Jamás me había dado cuenta del daño que la competencia feroz de la vida comercial y profesional norteamericana ha causado a muchos de nuestros más talentosos y prósperos hombres. Muchos de ellos simplemente se han agotado en la lucha. . . . En muchísimos casos se han dado a la bebida.”
Esta competencia feroz también ha sido perjudicial para muchas personas que tienen que ver con los deportes. Con frecuencia los entrenadores y los jugadores por igual padecen física y mentalmente debido a la presión. También, debido a la actitud prevaleciente de que uno tiene que ‘ganar a toda costa,’ comúnmente se excusan prácticas brutales y faltas de ética, y hasta se anima a adoptarlas.
Por ejemplo, hay ahora atletas que usan extensamente drogas modernas para mejorar su ejecución. Algunas drogas ayudan a los que las toman a permanecer hiperactivos cuando ordinariamente la fatiga les haría aflojar el paso. Aunque los reglamentos olímpicos prohíben su uso, un atleta comentó: “Muchos de nosotros usamos una nueva droga de Alemania Occidental. Los oficiales no pudieron detectarla en la prueba que nos hicieron. Cuando logren detectarla en un análisis, hallaremos otra cosa.”
Respecto a la situación del fútbol americano profesional, un entrenador dijo: “Algunos de los profesionales necesitan casi una semana completa para recuperarse de haber sido estimulados para el domingo. Después tienen que tomar calmantes o whisky que los depriman. De modo que pasan por un ciclo: estimulados, embriagados, sufriendo la resaca, deprimidos y luego estimulados de nuevo.”
El espíritu de competencia también produce efectos perjudiciales en los entusiastas de los deportes. En ocasiones se amotinan, lastiman y hasta matan. En Turquía en 1967 un gol disputado en un juego de fútbol fue causa de un motín, con el saldo de cuarenta y dos muertos y 600 heridos. También, el éxito en los juegos de fútbol ha contribuido, según se informa, a “la más intensa ola de nacionalismo en la reciente historia del Perú.” Y el Times de Nueva York comentó: “Varios grupos internacionales todavía tratan de sanar las cicatrices que dejó la guerra reciente entre Honduras y El Salvador que comenzó con un juego de fútbol.”
Por lo tanto, se entiende por qué la Palabra de Dios insta a los cristianos a evitar el espíritu de competencia, al decir: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros.”—Gál. 5:26.
La palabra griega que se vierte aquí “promoviendo competencias” a menudo se traduce “provocándonos.” (Moderna; Bover-Cantera) Sin embargo, significa más que eso. Según léxicos de griego-inglés, significa “suscitar,” “desafiar a combate o contienda a alguien.” Por eso, An American Translation la ha vertido: “No nos desafiemos los unos a los otros en nuestra vanidad.” Y la nota al pie de la página de la edición de 1950 en inglés de la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas ofrece esta alternativa: “Obligándose los unos a los otros a una prueba decisiva.”
Hay personas que hacen esto con frecuencia. Desafían a otros, esforzándose por obligarlos a envolverse en una prueba decisiva. El motivo es probarse mejor, para abatir así a su semejante. La actitud es: “Averigüemos quién es el mejor.” Esto es suscitar competencia. Básicamente es el mismo espíritu que ejerció el matasiete Goliat, que gritó: “¿No soy yo el filisteo y ustedes siervos que le pertenecen a Saúl? Escójanse un hombre, y baje él a mí. . . . ¡Denme un hombre y peleémonos!”—1 Sam. 17:8-10.
Pero a pesar de que es tan común hoy, en el espíritu de competencia no hay sabiduría. No crea buenas relaciones. Por ejemplo, si a usted se le obliga a envolverse en una prueba decisiva y sale derrotado y el vencedor hace alarde del resultado, ¿cómo se siente usted? Puede ser humillante, ¿verdad? El promover competencia no es mostrar amor al prójimo.
Entonces, ¿qué hay en cuanto a participar en juegos? En este caso mucho depende del espíritu que muestran los jugadores. ¿Están tratando de suscitar competencia o simplemente se están divirtiendo al jugar? Puesto que es fácil promover el espíritu de competencia en los juegos y en los deportes, quizás algunos deseen buscar maneras de participar en juegos que eliminen o reduzcan a lo mínimo el elemento de competencia.
Notando el espíritu de competencia que domina en los deportes organizados mundanos, muchas personas al aprender los principios cristianos han rehusado participar en ellos. Ya no desean estar infectados con el espíritu no cristiano de la competencia. Este es el deseo de unos nativos que recientemente aprendieron verdades bíblicas en la isla de Ponape, en el Pacífico. Un representante escribe: “Aquí el grupo ha abandonado el feroz orgullo que existe entre los distritos, que se hace especialmente patente durante . . . los acontecimientos atléticos entre los distritos.”
Es sabio para los cristianos examinar sus actitudes y motivos. ¿Le ha infectado el espíritu ferozmente competidor del mundo? ¿Desafía usted a la gente? ¿Tiene usted el deseo de mostrar que es mejor que otros? Seamos honrados con nosotros mismos, y hagamos cuanto sea posible por prestar atención a la exhortación bíblica que dice: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros.”—Gál. 5:26.