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    La Atalaya 1977 | 15 de octubre
    • siempre que veía a los Testigos o sus publicaciones anhelaba tener las bendiciones de Jehová y la asociación de su pueblo. Sentía ganas de decirles: “Vigilen su espiritualidad, no dejen que nada les impida servir a Jehová.”

      En agosto de 1974, unos quince años después que fui expulsado, mi padrastro, ahora superintendente de circuito de los testigos de Jehová, llamó al superintendente presidente de la Congregación del Oeste de Palm Springs y le pidió que uno de los ancianos me visitara y me dejara el número de The Watchtower del 1 de agosto de 1974 [La Atalaya del 15 de diciembre de 1974], que daba prominencia especial al artículo: “La misericordia divina señala la senda de regreso a los que han errado.” Para ese tiempo yo me había establecido y me había envuelto en la industria de la televisión, y ahora era el vicepresidente de una estación de televisión en California. Cuando un anciano de la congregación vino a mí y me habló y me trajo este número especial de La Atalaya, pensé en cuánto me gustaría volver a la congregación, pero qué ingenuo era este hermano. Yo todavía tenía relaciones con el mundo del hampa y estaba tan arraigado en el mundo que pensaba que jamás podría salir.

      Averigüé después que el anciano pensó que yo tenía vivo interés. Asistí a algunas reuniones, y durante los siguientes siete meses él me visitó con regularidad en la estación de televisión.

      En diciembre de 1975 este anciano nuevamente entró en mi oficina. Lo primero que pensé fue: “¿Dónde ha estado usted?” Me dio muchísimo gusto verlo, y sentí que de nuevo se había encendido en mí un deseo espiritual. Con mucho gusto ayudé a los Testigos a obtener tiempo en el aire para que se expresaran sobre la situación en Malawi. En esta ocasión me resolví a hacer algo acerca de la verdad, y el anciano me ayudó a ver la importancia de orar y confiar en la misericordia y bondad amorosa de Jehová.

      Durante los meses siguientes empecé a limpiar mi vida. Primero, efectué cambios en los tratos comerciales para ser honrado. Al poco tiempo se me hizo necesario buscar otro trabajo. Mis ingresos bajaron más del 60 por ciento. Corté toda relación con el crimen organizado, y cedí una pequeña fortuna en acciones que provinieron de dinero del juego de azar. Entonces empecé a limpiar mi vida moralmente. Mi esposa respondió al principio, pero después me dejó. Todas estas cosas me suministraron una excelente oportunidad para hacer que oyeran la verdad políticos, ejecutivos de corporaciones y muchas otras personas que de otra manera quizás no hubieran recibido un testimonio. Lo más difícil era hablarles de la Tierra paradisíaca de Jehová, pero luego decirles que en ese tiempo yo no podía ser testigo de Jehová.

      Tras eso, en abril de 1976, después de haber estado expulsado por casi diecisiete años, fui restablecido como testigo cristiano de Jehová. El poder llevar ese nombre es el mayor privilegio en el mundo, y poder hablar a otros acerca de los maravillosos propósitos de Jehová. El llegar a estar limpio, libre, y otra vez tener la bendición de Jehová ha sido una experiencia inolvidable.

      He tenido el privilegio de distribuir mucha literatura bíblica y establecer algún interés excelente. Pero la más sobresaliente experiencia tiene que ver con mi secretaria particular en la estación de televisión. Porque había sido mi secretaria por algunos años, se sorprendió al ver el rápido cambio. Esto le despertó el interés y, en febrero de 1976, empezó a estudiar la Biblia, junto con dos hijos adolescentes. Y en una asamblea de circuito de los testigos de Jehová, el 12 de septiembre de 1976, llegó a ser Testigo dedicada y bautizada.—Contribuido.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1977 | 15 de octubre
    • Preguntas de los lectores

      ● Cuando una hermana estuviera interpretando para los sordos, ¿tendría que cubrirse la cabeza debido al consejo de Pablo en 1 Corintios 11:3-16?

      Puesto que la hermana que sirve de intérprete no estaría dando origen a los pensamientos que se expresan, no estaría enseñando en la congregación de modo que se exigiera que se cubriera la cabeza. Simplemente estaría transmitiendo información en otro lenguaje, en este caso la dactilología. Lo mismo aplicaría a cuando interpretara una oración. Pero quizás se sienta mejor si se cubre la cabeza. Estaría en una posición de alguna prominencia ante el auditorio y se esperaría que pusiera sentimiento y urgencia en el discurso, como se requiriera, para transmitir fielmente los sentimientos del orador. También pudiera ser que la hermana pensara que el cubrirse la cabeza ayudaría a impedir toda impresión falsa de que estuviera enseñando u orando en la congregación sin cubrirse la cabeza. Las hermanas que sirven de intérpretes pueden decidir discretamente según las circunstancias en cada situación y su propia conciencia.

      A veces en una reunión de congregación el único hermano dedicado es sordo. Si puede hablar audiblemente con claridad y entendimiento a todos los presentes, sería apropiado que él presidiera y ofreciera oración, si en otros respectos califica para ello. Si solo habla por dactilología, podría presidir y también hacer oración, si está presente una hermana que pueda interpretar bien para los demás del auditorio. No sería obligatorio que la hermana se cubriera la cabeza, pero, como se consideró antes, las circunstancias y la conciencia de ella pudieran hacerlo aconsejable. Pero si el hermano no habla bien, o no habla en absoluto, y no hay ningún intérprete calificado presente, entonces una hermana calificada debe presidir y también hacer oración según se requiera cubriéndose la cabeza. El apóstol Pablo aconseja que el que habla en una “lengua” que no entiendan los demás presentes debe permanecer callado a menos que haya un intérprete presente. (1 Cor. 14:27, 28) Para evitar bochorno y mal entendimiento, donde haya la posibilidad de que se desarrollen situaciones de esta índole los ancianos pueden hacer arreglos apropiados con anticipación.

  • ¿Qué nos sucede cuando morimos?
    La Atalaya 1977 | 15 de octubre
    • ¿Qué nos sucede cuando morimos?

      ¿Es solo envejecer y morir lo que nos espera?

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