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¡Despertad! 1979
g79 22/2 págs. 3-5

Qué hacer ante un estallido de cólera

EL TREN subterráneo rechinó al empezar a disminuir la velocidad para entrar en la estación. Dos pasajeros intercambiaron palabras en una breve discusión. Otro hombre, de extracción extranjera, interrumpió, diciendo: “Cállense.” Uno de los argumentadores replicó: “Vuelva a su propio país.” “¿Quiere que le obligue [a callarse]?” respondió amenazantemente el extranjero de 21 años de edad. Enfurecido por esto, el hombre replicó: “Vamos, hágalo... tonto.” Esas fueron sus últimas palabras, pues el visitante sacó un revólver y, ante los ojos horrorizados de docenas de pasajeros, le disparó cuatro tiros al hombre, matándolo instantáneamente. “Ahora sí callará,” dijo el joven al salir del carro y ser arrestado.

Este incidente ilustra una manera de responder cuando uno está encolerizado. ¡Pero con qué resultados trágicos para los dos hombres!

¿No ha habido ocasiones en las que usted se enfrentó a declaraciones sarcásticas, tal vez una andanada verbal pronunciada en un estallido de cólera? ¿Qué hizo usted ante ello? ¿Cuál es la mejor manera de tratar con una situación semejante? ¿Es la de “extinguir fuego con fuego”? Algunos piensan tal como declaró un editorial: “Por qué es bueno ponerse bravo.”

Una historia de la vida real de un monarca de la antigüedad nos dice otra manera de tratar con estos estallidos. Pero desde el mismo principio quizás nos preguntemos si sería práctico proceder así en esta edad de violencia.

Para salvarse la vida, el rey David de Israel y sus acompañantes estaban huyendo del hijo de David, quien acababa de usurpar el trono. De súbito se les enfrentó Simei, un descendiente del rey Saúl. Simei gritó:

“¡Salte, salte, oh hombre culpable de derramar sangre y hombre que no sirve para nada! Jehová ha hecho volver sobre ti la culpa por todo el derramamiento de sangre de la casa de Saúl en lugar de quien has reinado; y Jehová da la gobernación real en mano de Absalón tu hijo. ¡Y aquí estás tú en tu calamidad, porque eres un hombre culpable de derramar sangre!”—2 Sam. 16:7, 8.

¡Qué odioso estallido! ¡Y en frente del rey mismo! Bueno, ¿qué hizo David ante estas palabras de pelea? Su comandante militar le imploró: ‘Déjame ir hasta donde él y cortarle la cabeza.’

¿Cómo hubiera respondido usted? Recuerde, en esta ocasión el rey David estaba apremiado hasta el límite. Le acababan de robar el corazón de su pueblo. Su hijo se había hecho traidor. Sus consejeros lo habían abandonado. ¡Había perdido su reino y ahora este individuo estaba burlándose de él y estaba maldiciéndolo! El que a uno lo llamaran un “hombre que no sirve para nada” (“hombre de Belial” [Versión Moderna]... un término que más tarde se aplicó al Diablo) era el peor insulto, pues se refería a un individuo de la más baja especie. Sin embargo, David sencillamente respondió:

“Así pues que invoque él el mal, porque Jehová mismo le ha dicho: ‘¡Invoca el mal contra David!’ Por lo tanto, ¿quién debe decir: ‘¿Por qué hiciste así?’ . . . Déjenlo . . . Quizás vea Jehová con su ojo, y Jehová realmente me restaure bondad en vez de su invocación de mal este día.”—2 Sam. 16:10-12.

David rehusó responder con un estallido verbal, sino que pronunció una respuesta apacible. ¿Los resultados? Ante todo, no se derramó sangre alguna. Entonces, cuando David fue restaurado a su reino, ¿quién estuvo entre los primeros en venir a saludarlo, disculparse e implorar perdón? Tiene usted razón. Simei.—2 Sam. 19:16-23.

‘Pero eso fue hace más de 3.000 años,’ quizás arguya alguien. ‘Las cosas han cambiado. Si uno no es agresivo, la gente se aprovecha de uno. El responder apaciblemente suena bien, pero no es útil hoy día.’

Sin embargo, esto no es lo que la gente bien informada dice. Note el consejo siguiente:

“Si la gente egoísta trata de aprovecharse de usted, táchelos de su lista, pero no trate de desquitarse. Cuando uno trata de desquitarse, se perjudica a sí mismo más que lo que perjudica al otro sujeto.”—Boletín en una estación de policía de Milwaukee, Wisconsin, E.U.A. [Las bastardillas son nuestras.]

“La expresión ‘me enfurecí tanto que hubiera podido morir’ tiene un significado literal grave, según la opinión de [un] siquiatra [que] piensa que la ‘cólera’ bien pudiera alistarse como causa de muerte en muchos casos, particularmente entre los jóvenes.”—Family Health [Las bastardillas son nuestras.]

“Desde hace años los cardiólogos saben que la cólera es una de las emociones más letales. A menudo los ataques cardíacos y las apoplejías han sido precedidas por un episodio de intenso esfuerzo emocional.”—Sunday News de Nueva York. [Las bastardillas son nuestras.]

De modo que se reconoce lo práctico del proceder que siguió David. Pero, ¿cómo puede uno seguir ese proceder? Es fácil hablar acerca de una ‘respuesta apacible’ cuando nada nos está irritando y todo está en calma. Pero, ¿qué puede hacerse cuando hay una confrontación?—Pro. 15:1.

Al decir “Jehová mismo le ha dicho: ‘¡Invoca el mal!’” David reconoció que había pecado y que se merecía tal castigo. Sin embargo, él no era culpable de la acusación falsa que había hecho Simei (del derramamiento de sangre respecto a la casa de Saúl), pues David había hecho un esfuerzo extraordinario con el fin de evitar dar muerte a Saúl. (1 Sam. 24:1-7; 26:7-11) Sin embargo, David había cometido un pecado con consecuencias parecidas y tenía conocimiento de su propia culpa ante Dios. (2 Sam. 12:10, 11) Como explica un comentador bíblico: “Un espíritu humilde, tierno, convierte los reproches en censuras, y así se beneficia de ellos, en vez de ser provocado por ellos.”

La humildad y el reconocer que tal vez hay un poco de verdad en lo que nuestro oponente esté diciendo, aunados a un conocimiento genuino de nuestras propias faltas, pueden mantenernos calmados. Si la acusación totalmente carece de base, como fue la de Simei, entonces recuerde que lo que Dios opina de nosotros es muy superior a las opiniones intolerantes de otros.

Debido a nuestra imperfección, hay ocasiones en las que quizás nos encolericen las declaraciones de otros. Pero no desespere. Hasta superintendentes cristianos del primer siglo en una ocasión intercambiaron “un agudo estallido de cólera.” No obstante, en vez de abrigar resentimientos, resolvieron el problema tomando la acción apropiada. (Hech. 15:36-39) Usted también puede hacerlo. A veces la actividad física puede ser una ayuda inmediata. No, no haga como recomendó un escritor: “Rompa lápices, vaya al salón [de servicios] y éntrele a patadas a todas las puertas.” Más bien, váyase a andar, juegue con una pelota o póngase a trabajar en el jardín.—Sant. 3:2.

El consejo de David en Salmo 37:8 es: “Depón la cólera y deja la furia; no te muestres acalorado solo para hacer mal.” ¿Hay gente hoy día que se estén esforzando por seguir tal buen consejo? La experiencia de un hombre de las islas Viti —una persona que se oponía violentamente a que su esposa estudiara la Biblia con los testigos de Jehová— suministra una respuesta afirmativa. Él lo hizo todo, desde golpear a su esposa hasta botarla a la calle e interrumpir una reunión grande de Testigos. Por curiosidad, al fin decidió asistir a una de las reuniones locales de ellos. Dijo:

“Me sentía muy ansioso en cuanto a la recepción que los Testigos me darían debido a que yo los había tratado tan vergonzosamente. Esto me sorprendió: Estas personas fueron bondadosas conmigo sin mostrar resentimiento. . . . el hermano a quien yo había tratado peor me ofreció [un estudio personal de la Biblia] y lo acepté. Ahora entiendo el gran perdón que Jehová me ha dado por maltratar a su pueblo y a mi esposa.”

Ahora, como testigo de Jehová, este hombre está cultivando el fruto del espíritu de Dios, que incluye la paz, gran paciencia, bondad, apacibilidad y gobierno de uno mismo. (Gál. 5:22, 23) De hecho, el desarrollar esas cualidades es la mejor manera de proceder ante los estallidos de cólera.

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