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    ¡Despertad! 1990 | 22 de julio
    • Los frascos de “crack” son como las balas de un arma de fuego

      Los defensores de la Ley tratan de luchar contra esta droga. Hijos asesinan a sus padres cuando necesitan otra toma. Padres matan a sus hijos bajo la influencia de ella. Por su culpa se arruina la vida futura de muchas criaturas que todavía están en la matriz de su madre. Por el control de esa droga algunos barrios urbanos se convierten en campos de batalla, y los cadáveres que son secuela de esas indiscriminadas matanzas terminan siendo retirados en bolsas. El personal de las salas de urgencias de los hospitales está totalmente extenuado a causa de ella. Traficantes de todas las edades perciben enormes ganancias vendiéndola. Se la describe como “el sueño del traficante y la pesadilla del usuario”.

  • La adicción al crack. Desata la violencia
    ¡Despertad! 1990 | 22 de julio
    • La adicción al crack. Desata la violencia

      EL CRACK —nombre que le viene del ruido que hace cuando se calienta al procesarla o fumarla— es una forma de cocaína muy adictiva y extremadamente potente. Un psicofarmacólogo de cierto hospital lo llamó “la droga más adictiva que el hombre conoce en estos momentos, ya que su adicción es casi instantánea”. Un oficial de policía lo llamó “la peor droga de todos los tiempos. El concepto de la persona que consume crack solo por diversión no existe”.

      Como el crack no se inyecta por las venas ni se esnifa, sino que se fuma, los usuarios que temían contraer el SIDA mediante agujas contaminadas han llegado a la conclusión de que es “ventajoso” por tres razones: es más “seguro”, los efectos son más intensos y el humo actúa más deprisa. Respecto a esta droga, un ex adicto dijo: “Va directa a la cabeza. El coloque es inmediato. Tienes la sensación de que te va a explotar la tapa de los sesos”. El coloque solo dura entre cinco y doce minutos, pero casi siempre va seguido de un devastador descuelgue que puede dejar a los usuarios irritables, deprimidos, nerviosos o extremadamente paranoicos y con un ansia compulsiva de otra toma. “El principal peligro del crack —explica el doctor Arnold Washton, director del Addiction Treatment Center en el hospital Regent, de Nueva York, un centro de asistencia para los toxicómanos— es que en el plazo de unos cuantos días o unas cuantas semanas puede asumir el control de tu cerebro... y de tu vida.”

      La adicción al crack se propaga en muchas partes del mundo como una plaga. En particular en Estados Unidos, mucho más que en Canadá, Inglaterra y países europeos semejantes, el crack ha penetrado en casi todo estrato de la sociedad: los ricos, los pobres, los que han triunfado y los que tienen empleos bien remunerados. Debido a su disponibilidad, lo fácil que resulta adquirirla y los efectos de euforia que produce, la demanda de crack es muy grande y aumenta cada día más. Por las calles, en las escuelas y en los lugares de empleo se buscan nuevos clientes, adictos en potencia. Las mujeres son buenas posibles consumidoras; de hecho, en algunos niveles de la sociedad hay muchas más mujeres que hombres entre los usuarios del crack. Los niños que todavía no han entrado en la adolescencia buscan emociones rápidas y no saben decir que “no” a las drogas, por lo que se convierten en presa fácil de los vendedores de crack, quienes, con frecuencia son sus propios hermanos, otros familiares o sus mejores amigos.

      La adicción genera violencia

      “El crack, más que casi cualquier otra sustancia, es capaz de generar en el consumidor habitual una violencia brutal —informó The Wall Street Journal del 1 de agosto de 1989—. Recientemente, en la zona suburbana de Boston [E.U.A.], una madre joven que se encontraba bajo la influencia del crack arrojó a su bebé contra una pared con tanta fuerza que el niño se desnucó y murió.” Se dijo que la madre procedía de “una respetable familia de la clase media”.

      Debido a los violentos efectos que produce el crack en el comportamiento de los que lo consumen, los sociólogos y pediatras que investigan este tema están convencidos de que esta droga está contribuyendo a un sensible aumento de casos de maltrato de niños. Cuando a una madre bajo los efectos del crack se la deja al cargo de un niño malhumorado y llorón, se puede llegar a producir una situación peligrosamente violenta. Un investigador dijo: “No es demasiado prudente tener un niño delante cuando estás irritable o deprimido y el cuerpo te pide más cocaína. ¿Qué vas a hacer con ese bebé? Desde luego, no lo que deberías hacer”.

      Lamentablemente, muchas veces los resultados han sido mortales. No es raro leer u oír de jóvenes adictos al crack que matan a sus padres o a sus tutores, quizás sus abuelos, porque estos se negaron a darles dinero para comprar crack o porque los descubrieron fumándolo. La policía de Nueva York ha atribuido una oleada de crímenes brutales a jóvenes adictos a quienes el crack ha trastornado por completo.

      Sin embargo, las peores escenas de violencia y las más brutales tienen lugar en las calles de la ciudad. Como la venta de crack produce muchísimo dinero debido a la demanda, que siempre va en aumento, los traficantes creen que vale la pena matar por la droga. Armados hasta los dientes con lo más reciente y sofisticado —ametralladoras, rifles militares de asalto, silenciadores y chalecos antibalas— rondan por sus territorios en busca de otros jóvenes intermediarios para dar un castigo ejemplar a los que les iban a quitar la clientela o que no entregan todo el dinero recaudado en un día. Los traficantes están preparados y dispuestos a zanjar sus diferencias con violento derramamiento de sangre. “Si un chico recibe un disparo en la pierna o una puñalada en la mano —dijo la enfermera jefe de una sala de urgencias—, es una advertencia por haberse quedado con algo de dinero o de drogas del traficante para quien trabajaba. Si el disparo es en la cabeza o en el pecho, entonces significa que iban a por él.”

      Un sociólogo de Nueva York afirmó: “Ahora los asesinatos son mucho más crueles. No basta con matar. Hay que ultrajar el cadáver. Aunque dos tiros sean suficientes para matarlo, le disparan seis. Lo decapitan o le hacen cualquier otra cosa”. Un veterano de la policía dijo: “Hay un millón de chicos por ahí que no saben hacer nada más que pelear. No temen a la policía ni que les metan en la cárcel o les maten”. Tampoco se preocupan por la seguridad y la vida de los transeúntes inocentes que se ven atrapados en los tiroteos. La revista Time informa que de los trescientos ochenta y siete homicidios relacionados con bandas de delincuentes en el condado de Los Ángeles durante un solo año, la mitad eran personas inocentes que pasaban por allí.

      Cadenas de oro y automóviles costosos

      En vista de la violencia asociada con la adicción al crack, los jóvenes traficantes de crack no viven mucho tiempo, sino que mueren jóvenes. Su filosofía ha llegado a ser la de “a vivir, que son dos días”. Y eso es precisamente lo que hacen muchos. “Cualquier persona puede ir todos los días al instituto y ver nuevos Mercedes, todo-terrenos, Cadillacs y Volvos —dijo un policía del Departamento de Narcóticos de Detroit—. Estos automóviles son de los chicos, no de los padres.” Los niños que todavía no tienen edad para conducir contratan a otros para que les conduzcan el automóvil. Algunos se arriesgan y llevan ellos mismos el automóvil sin tener permiso de conducción. Pueden pagarlos al contado, y si tienen un accidente, se limitan a abandonar el automóvil y darse a la fuga.

      “La indumentaria que llevan algunos jóvenes en un día normal y corriente puede valer 2.000 dólares (E.U.A.) —dijo una profesora—. Se ven muchos jóvenes con abrigos de piel y gruesas cadenas de oro.” “De hecho, el oro es una obsesión muy extendida entre los jóvenes de las superpobladas y ruinosas zonas del centro de las ciudades —informó la revista Time del 9 de mayo de 1988—. Lo que está en boga es llevar pesadas cadenas de oro que cuestan hasta 20.000 dólares.” Los distribuidores pagan bien a sus jovencitos intermediarios. Por ejemplo, niños de nueve y diez años pueden ganar 100 dólares diarios avisando a los traficantes de la presencia de la policía. El siguiente peldaño es el recadero que recoge la droga en el laboratorio y se la lleva al traficante, un trabajo que puede aportarle más de trescientos dólares diarios. Tanto los que vigilan como los recaderos aspiran a llegar a la cima que tan a mano está: ser traficantes. ¿Se imagina a un adolescente, posiblemente con muy poca educación escolar, que disponga de ingresos que ascienden a sumas tan elevadas como hasta tres mil dólares diarios? Lo cierto es que aunque los beneficios económicos son muchos, el futuro de estos jóvenes es efímero.

      Con demasiada frecuencia, el que los jóvenes vendan crack se convierte en un arma de doble filo. Por un lado, difunden drogas mortíferas que pueden arruinar la vida de los usuarios y contribuir a la violencia, de la que muchas veces ellos mismos son víctimas. Por otro, en muchos casos son los padres los que animan a sus hijos a traficar con el crack. Se da con frecuencia el caso de que el único sostén de la familia es el joven traficante, que invierte gran parte de las ganancias en mantener una familia que lucha por sobrevivir. Cuando los padres no quieren corregir la situación y, por el contrario, se hacen los desentendidos, se convierten en cómplices de un proceder delictivo.

      Mucho peor aún es cuando el amor por el crack supera el amor de una madre para con sus hijos, incluso para con el hijo que lleva en su vientre. Lea el siguiente artículo, y vea la difícil situación a la que se enfrenta el feto en estos casos.

      [Recuadro en la página 5]

      “El ‘crack’ es algo totalmente nuevo”

      Como el crack se produjo para crear adicción entre los jóvenes y los pobres, su coste inicial puede parecer relativamente barato. Los camellos venden trozos del tamaño de una píldora en pequeños frascos de plástico por la reducida cantidad de entre cinco y diez dólares. Sin embargo, el breve, aunque intenso, coloque que provoca esta droga hace que el usuario necesite repetir las tomas de forma casi constante. “El crack es algo totalmente nuevo —dijo el director ejecutivo de un centro de información sobre drogas de Florida—. Es una droga muy compulsiva, mucho más que la cocaína habitual. Su efecto es tan intenso y el impacto es tan potente que hace que los consumidores, incluso aquellos que lo toman por primera vez, no piensen en nada más que en su próxima toma.”

  • La adicción al crack. Los riesgos para el feto
    ¡Despertad! 1990 | 22 de julio
    • La adicción al crack. Los riesgos para el feto

      CUANDO el crack apareció por primera vez en la escena mundial a principios de la década de los ochenta, pocos usuarios se atrevían a creer los devastadores efectos que tendría. Al fin y al cabo, ¿no se fumaba en graciosas pipas de cristal o mezclado con el tabaco de cigarrillos o con marihuana? La gente de la calle decía que el crack era una droga inocua. Lo que sí es cierto es que era mucho más barata que la heroína o que otras formas de cocaína, y este hecho hacía posible que hasta los que percibían ingresos mínimos pudiesen comprarla. La euforia producida por el crack parecía merecer la pena, sin importar cuál fuese el costo.

      No obstante, las revistas médicas empezaron a publicar casos que probaban los terribles peligros de consumir crack, casos de drogadictas embarazadas que daban a luz criaturas afectadas por la droga. Los médicos comenzaron a advertir de los horrendos efectos que puede tener el crack en el feto. Cada año fue aumentando de forma alarmante la cantidad de niños con defectos, algunos para toda la vida. Un médico comentó: “Con la llegada del crack, el número de bebés con falta de peso y enfermos aumentó de un modo sobresaliente”.

      Los datos recopilados en zonas donde se consume mucho crack corroboran lo que dijo ese médico. En 1988, la National Association for Perinatal Addiction Research and Education, asociación dedicada a la investigación y enseñanza relacionada con la adicción perinatal, llevó a cabo un sondeo en 36 hospitales estadounidenses, según el cual hoy día al 11% de los recién nacidos de Estados Unidos, es decir, a 375.000 bebés al año, les afectan las drogas durante la gestación. El periódico The New York Times dice que entre 1986 y 1988 “la cantidad de recién nacidos en la ciudad de Nueva York a los que les dan positivo las pruebas de drogadicción —principalmente, adicción a la cocaína— casi se ha cuadruplicado, pasando de 1.325 a 5.088”.

      Los horribles efectos

      “Las madres que consumen crack son las que se encuentran en peor estado físico —dijo el doctor Richard Fulroth, especialista de la universidad de Stanford—. Vienen cuando están a punto de dar a luz, y uno contiene la respiración mientras espera para ver lo que va a nacer.” Con demasiada frecuencia lo que se ha desarrollado en la matriz de la consumidora de crack no es agradable. El crack puede provocar espasmos en los vasos sanguíneos de la criatura y limitar durante largos períodos el tan vital flujo de oxígeno y nutrientes. Puede afectar el crecimiento del feto, incluso el tamaño de la cabeza y del cerebro. Muchas veces produce ataques de apoplejía o de otro tipo, así como malformaciones en los riñones, órganos genitales, intestinos y columna vertebral. También existe el peligro de que la placenta se desprenda del útero y provoque la muerte del feto y quizás también la de la madre.

      Cuando nace un bebé-crack (de madres adictas a esa droga) los médicos y enfermeras pueden ver palpablemente los estragos producidos por la droga. Un informe describió a ese tipo de niño como “un simple trozo de carne con una cabeza del tamaño de una mandarina y unos miembros como astillas”. En varias ocasiones —informó la revista Discover— han nacido bebés-cocaína a los que les han faltado el dedo medio y el anular de una mano.

      Dan R. Griffith, doctorado en psicología evolutiva en la universidad Northwestern, dijo que los bebés nacidos de madres cocainómanas acostumbran a nacer con “un sistema nervioso muy frágil y que se sobrecarga con facilidad”. Tienden a ser hipersensibles e irritables, y gritan sin consuelo ante la más ligera provocación. El doctor dijo que ‘un repentino ruido o cambio de posición, incluso el que se le hable o se le mire, puede hacer que llore durante mucho tiempo. Otros efectos obvios del daño que causa la droga al recién nacido —explica el doctor Griffith— puede ser el hecho de que esos bebés duerman profundamente durante el 90% del tiempo para aislarse de cualquier estímulo externo. No despiertan aunque se les desvista, se les hable, se les meza o se les manipule físicamente’.

      El doctor dijo que estos problemas neurológicos pueden continuar durante meses, y provocar una frustración mental y física a la madre en un tiempo en el que es necesario que se forme un vínculo de amor y apego entre ella y su hijo. El doctor añadió: “El bebé tiende a evitar a la madre y a volverse muy irritable cuando ella trata de atender sus necesidades. La madre se aísla del pequeño y se molesta porque este no corresponde a sus atenciones”. Este comportamiento por parte del bebé y el consiguiente resentimiento de la madre desemboca muchas veces en malos tratos contra los niños.

      Recién nacidos abandonados

      Como la condición de estos recién nacidos es tan precaria, su estancia en el hospital puede oscilar entre unas semanas y a veces meses. Sin embargo, con frecuencia el motivo de una estancia prolongada no es tanto la condición del niño como la actitud de la madre hacia su hijo. Muchas veces la madre simplemente abandona a su hijo en el hospital dejándolo a la custodia del estado. Preocupado por esta situación, un doctor se lamentó diciendo: “No puedo comprender a esas madres que no preguntan por sus hijos y que no vuelven jamás”. Algunas ni siquiera se quedan el tiempo suficiente para poner nombre al bebé, y son las enfermeras las que tienen que hacerlo en su lugar. Una enfermera supervisora de planta dijo: “El aspecto más notable y espantoso del consumo del crack es la socavación del instinto maternal”. Cierto hospital incluso ha tenido que mandar telegramas a los indiferentes padres para que firmen la autorización de autopsia cuando los niños mueren. ¿Le parece increíble?

      Debido a la carga de trabajo que tienen las enfermeras, estos bebés no pueden recibir el amor y la atención que tanto necesitan. En algunos casos, cuando no se pueden encontrar en seguida hogares que los adopten, hay personas bondadosas y amantes de los niños que han ofrecido su tiempo, unas cuantas horas cada semana, para cuidar a estos bebés abandonados. Un miembro del personal de un hospital dijo: “Los alimentan, les cantan, juegan con ellos, los mecen y les cambian los pañales. Los tratan como si fueran sus propios hijos. Ese trato es muy bueno para los niños. Algunos de ellos están aquí mucho tiempo”.

      ¿Qué les depara el futuro a estos bebés afectados por la cocaína? El hecho de que su cociente intelectual sea inferior a lo normal presentará un problema para sus profesores. Un especialista en este campo dijo: “Debido a sus anomalías físicas y de desarrollo, estos niños van a ser un problema para sí mismos y para la sociedad durante cuarenta o cincuenta años”. Efectivamente, el crack ha dejado una marca indeleble en la sociedad.

  • La adicción al crack. ¿Puede superarse?
    ¡Despertad! 1990 | 22 de julio
    • La adicción al crack. ¿Puede superarse?

      NO CABE duda de que la adicción al crack ha alcanzado proporciones increíbles y que el problema sigue en aumento. La radio y la televisión hablan de ello. Los periódicos y las revistas lo publican en sus titulares. Las salas de urgencias de los hospitales y los centros de traumatología ven de cerca la violencia provocada por la droga. Las salas de maternidad están llenas de bebés enfermos por culpa de la drogadicción. Los almacenes de los hospitales se utilizan para “almacenar” bebés abandonados en lugar de materiales.

      En los centros de desintoxicación y rehabilitación se administra tratamiento a niños que ni siquiera han llegado a la adolescencia. Los organismos dedicados a prestar servicios sociales piden fondos para luchar contra esta epidemia. Algunos drogadictos dicen que no pueden vencer su adicción y otros, que no quieren hacerlo. A estos últimos les espera sufrimiento, frustración, violencia y tal vez la muerte, pero para los primeros hay esperanza.

      “Tan solo hace un año —informó The New York Times del 24 de agosto de 1989— muchos consideraban el crack como una droga relativamente nueva, de la que todavía se sabía poco, pero que poseía unas características especiales que producían una adicción casi imposible de superar.” Sin embargo, ese mismo periódico dijo que ahora los investigadores están descubriendo que la adicción al crack, bajo las condiciones propicias, puede ser tratada con éxito. “La adicción al crack puede tratarse”, dijo el doctor Herbert Kleber, auxiliar de William J. Bennett, director de la lucha contra la droga en Estados Unidos. Él comentó que la clave del éxito radica en que a los adictos se les dé cabida en las estructuras familiares y sociales donde posiblemente nunca la han tenido, y subrayó: “Es más cuestión de habilitación que de rehabilitación”.

      Los investigadores se han dado cuenta de que el programa más eficaz para curar a los adictos al crack consta de tres etapas: desintoxicación, consejo y educación personal durante un período prolongado, y, lo más importante, apoyo en el ambiente apropiado. La desintoxicación, es decir, sacar de la droga al adicto, no es lo más difícil. Muchas veces ellos mismos lo logran por sí solos debido a las circunstancias. Por ejemplo, no disponer de dinero para comprar la droga puede ser, y con frecuencia es, una circunstancia que contribuye a la desintoxicación. Otra pudiera ser la de verse encarcelados en una institución penitenciaria donde no pueden acceder a la droga, o encontrarse internados en un hospital. Sin embargo, el verdadero problema radica en impedir que el adicto vuelva a consumir droga cuando la tiene disponible.

      Aunque algunos adictos han conseguido desengancharse del crack mientras seguían algún programa especial de tratamiento, los especialistas en estos tipos de terapia recalcaron que la mayoría de los adictos no consiguen aguantar las primeras semanas. Por ejemplo, el doctor Charles P. O’Brien, psiquiatra de la universidad de Pensilvania, dijo que dos terceras partes de los adictos que se inscriben en su programa de tratamiento lo abandonan durante el primer mes. Otros programas incluso han tenido menos éxito.

      El mal ambiente

      “Posiblemente tengamos que sacarlos de sus comunidades —dijo un conocido director de un centro terapéutico—. Hay que sacar a los adictos del ambiente de las drogas. Ese ambiente es como un depósito de cadáveres.” Esta es, según los investigadores, la principal razón por la que la mayoría de los adictos que se han desintoxicado regresan a la droga que les esclavizó. La razón es obvia. ¿Acaso no son esos los alrededores que hicieron que tuvieran que ingresar en los centros terapéuticos? ¿No es ahí donde se podía conseguir crack en cada esquina y donde por la presión que otros —muchas veces su propia familia y mejores amigos— ejercieron en ellos dieron su primera chupada a la pipa de crack? ¿Quién hay allí ahora para animarlos a que continúen con el tratamiento y así consigan librarse de la droga para seguir con vida?

      Según los programas que más éxito han tenido en este campo, uno de los principales factores por el que los adictos continúan consumiendo drogas es el mal ambiente. “Al paciente se le enseñaron estrategias para mantenerse alejado de la droga, hasta se le enseñó cómo evitar todo lo que provoca un fuerte anhelo por ella —informó The New York Times—. Una calle donde en un tiempo la persona había comprado crack, un frasco de crack vacío tirado en la acera, la consulta del dentista o el olor de algún producto farmacéutico que se parezca al olor químico del crack”, todas esas son cosas —dijo el periódico— que pueden provocar deseo por la droga. Esos programas también destacan la importancia de que los adictos “corten todos los lazos con amigos y parientes que siguen tomando drogas”, y les aconsejan que entablen nuevas amistades con personas que no se drogan. Ese es, desde luego, un buen consejo.

      Es posible decir “no”

      El libro Self-Destructive Behavior in Children and Adolescents (Comportamiento autodestructivo en niños y adolescentes) hace la siguiente observación: “La mayoría de las veces es algún amigo íntimo quien pone en contacto a los jóvenes con las diferentes drogas, o los engancha [...]. Quizás su única intención sea compartir una experiencia excitante y placentera”. Sin embargo, como pueden atestiguar adictos de más edad, los jóvenes no son los únicos a quienes sus amigos presionan para que tomen drogas. Del mismo modo, el siguiente consejo bíblico tampoco es exclusivamente para los jóvenes, sino que aplica a personas de todas las edades: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal”. (Proverbios 13:20.)

      Si se siente agobiado con problemas que le parecen insuperables, no trate de evadirse tomando drogas, pues estas solo aumentarán sus problemas. Hable de ello con algún adulto responsable que se interese de corazón por su bien, o, si eres joven, con uno de tus padres. Recuerde también el consejo bíblico: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Filipenses 4:6, 7.)

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