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La adopción. ¿Es aconsejable en su caso?¡Despertad! 1996 | 8 de mayo
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La adopción. ¿Es aconsejable en su caso?
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN GRAN BRETAÑA
“LA ADOPCIÓN es un servicio que tiene por objetivo favorecer a los niños, y no suministrarlos a parejas que no tienen hijos”, puntualizó una trabajadora social británica. Pero en realidad, ¿qué voz tiene comúnmente la criatura en su adopción?
¿Piensa usted adoptar un niño? En ese caso, no solo está ante una disyuntiva emocional, sino irreversible. ¿Hasta qué grado se integrará el niño en la familia?
Si usted es hijo adoptivo, ¿conoce a sus padres biológicos? Si no es así, ¿cree que habría alguna diferencia si los conociera?
¿Es usted una madre que piensa dar su nene en adopción? ¿Es realmente la única solución, y la mejor para su hijo?
En 1995 se adoptaron más de cincuenta mil niños en Estados Unidos, unos ocho mil eran extranjeros. Cada día más personas adoptan criaturas de otros países. Según la revista Time, en los últimos veinticinco años, las familias de Estados Unidos han adoptado más de ciento cuarenta mil niños del extranjero. Las cifras de algunos países europeos son: Suecia, 32.000; Holanda, 18.000; Alemania, 15.000, y Dinamarca, 11.000.
¿Le atañe de algún modo esta situación? Adoptar un niño significa que la vida de usted —no solo la de la criatura— jamás volverá a ser la misma. Aunque los padres adoptivos pueden esperar muchas satisfacciones, también deben estar preparados para afrontar muchas dificultades y decepciones. Por otra parte, el dolor que aflige a una madre cuando cede a su hijo en adopción quizá nunca desaparezca completamente.
Todos los casos implican el desafío de edificar o rehacer con amor la vida de un pequeño. Los siguientes artículos explican algunos de los gozos —y desafíos— de la adopción.
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La adopción. Por qué y cómo efectuarla¡Despertad! 1996 | 8 de mayo
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La adopción. Por qué y cómo efectuarla
¿POR qué ha disminuido tan notablemente en Gran Bretaña el número de hijos adoptivos en los últimos veinte años? Se aducen dos razones: el recurso del aborto legal y la aceptación, cada día mayor, de la madre que cría a sus hijos sin el esposo. En la sociedad actual, sacar adelante a una familia monoparental se considera un desafío superable.
Sin embargo, hace solo cien años la situación era muy distinta. Cuando Polly, la madre del escritor inglés de novelas policíacas Edgar Wallace, quedó encinta del hijo de su jefe, se alejó y dio a luz en secreto. Nueve días después, la partera se encargó de que la esposa de George Freeman, cargador del mercado de pescado de Billingsgate (Londres), criara a Edgar. Los Freeman tenían diez hijos, y Edgar creció con el nombre de Dick Freeman. Polly hizo contribuciones regulares para coadyuvar a la manutención del pequeño; el padre nunca supo de su existencia.
Hoy en día, el Estado suele asumir la responsabilidad de cuidar de los hijos no deseados. A muchos niños se les acoge para protegerlos de abusos o debido a que padecen deficiencias físicas o mentales. Los huérfanos que la atrocidad de la guerra deja a su paso y las criaturas que nacen de violaciones, hacen que aumente la cantidad de niños que necesitan desesperadamente el cariño y la protección de unos padres, en otras palabras, la adopción.
¿Adoptar o no adoptar?
Adoptar un pequeño no es fácil, por lo que nunca debe tomarse apresuradamente una decisión de esa índole. Cuando se pierde un hijo, lo más aconsejable es esperar hasta que hayan pasado la conmoción y el dolor para tomar la decisión definitiva de adoptar un bebé. Lo mismo puede decirse de la pareja que se entera de su infertilidad.
Cada niño hereda un peculiar perfil genético. Los padres, a menudo se sorprenden hasta de las inclinaciones de sus propios hijos; por otra parte, es difícil encauzar el potencial mental y emocional de una criatura si no se conoce a sus padres.
¿Le concede usted mucha importancia al rendimiento académico? Si así es, ¿cómo se sentiría si su hijo adoptivo no llegara a la altura de sus expectativas? ¿Cree que podría resignarse a criar a un hijo disminuido mental o físicamente?
El personal capacitado de las agencias de adopción, o los trabajadores sociales, le plantearán este tipo de preguntas antes de que usted tome una decisión definitiva. Sus intereses primordiales son la seguridad y felicidad del niño.
Si decide adoptar
Cada país tiene sus propias leyes y normas al respecto, y estas deben analizarse cuidadosamente. En Gran Bretaña hay centenares de centros de adopción que, por lo general, cooperan con las autoridades gubernamentales. Todos estos centros tienen sus propias normas.
Especialmente en dicho país son muy comunes las fiestas de adopción, en las que los posibles padres se relacionan con los niños sin la presión emocional que conlleva una presentación personal. El ambiente distendido facilita a los padres en perspectiva el decir que no, y evita que los niños se sientan desilusionados, pues a ninguno de ellos se le aísla o convierte en el foco de atención.
Con frecuencia se fija un límite de edad para los padres adoptivos, que pudiera ser de 35 ó 40 años; si bien este se exige en el caso de los bebés, no así de los niños. Aunque los centros de adopción consideran las expectativas de vida de los posibles padres, saben bien que la edad trae aparejada la experiencia.
Hace años, la adopción se otorgaba exclusivamente a los matrimonios, pero ahora puede concederse a personas no casadas. Por otra parte, el desempleo y la discapacidad no necesariamente son razones válidas para denegarla. La cuestión fundamental es: ¿Qué ventajas ofrece la situación al niño?
Incluso cuando la adopción finalmente se ha concertado, es posible que se observe con regularidad la actuación de los padres para cerciorarse de que todo marcha bien.
¿Un hijo de otra raza?
Hace treinta años, en Gran Bretaña, era difícil que familias de raza negra adoptaran un pequeño, por lo que muchos niños de color fueron concedidos a padres blancos. Pero desde 1989 la norma británica ha sido otorgar los hijos adoptivos a padres del mismo grupo étnico, pues se cree que el pequeño se identificará más fácilmente con ellos o con su raza y cultura. No obstante, este procedimiento ha originado situaciones singulares.
Hace poco el periódico The Sunday Times comentó que algunos padres blancos habían sido “reclasificados como ‘negros’” para permitirles adoptar un niño de esta raza. No es raro que padres blancos acojan a un niño negro, es decir, que cuiden de él temporalmente; pero si más tarde se les niega el derecho de adoptarlo permanentemente, las consecuencias son traumáticas tanto para los padres como para el pequeño.
Un matrimonio escocés, que durante seis años acogió a dos niños de la India, acaba de pasar por el típico problema de la adopción interracial. El tribunal les ha concedido la adopción con la condición de que “hagan su mejor esfuerzo por ayudar a los niños a conocer su identidad [étnica] y los mantengan al tanto de su origen y tradiciones étnicas”, informó The Times. En este caso, los padres ya estaban obrando así. Enseñaban a los pequeños el idioma punjabi, y en ocasiones los vestían con atuendos tradicionales.
Muchos están de acuerdo con la portavoz del Departamento de Servicios Sociales de Gran Bretaña, quien opina que las adopciones raciales deben otorgarse con mayor libertad. “Vivimos en una sociedad multicultural —dijo—, lo que debería reflejarse al adoptar o acoger niños.”
¿Un niño del extranjero?
Según el periódico The Independent, las adopciones de niños del extranjero están ‘en auge’. Las criaturas extranjeras que se dan en adopción en Gran Bretaña proceden principalmente de Europa oriental, aunque algunos informes indican que no todas se consiguen de forma legal.
Por ejemplo, algunas mujeres violadas durante la desintegración de la antigua Yugoslavia abandonaron a sus bebés, y se dice que otras habrían abortado si algún “agente de adopciones” no les hubiese prometido que la criatura sería adoptada después del alumbramiento. No obstante, a las autoridades de los países occidentales les preocupa saber que se hicieron pagos a fin de conseguir algunas de estas adopciones.
Más preocupante aún es la acusación de que algunos médicos adulteran los registros después de atender los partos. El rotativo The European informó de acusaciones relacionadas con madres ucranianas a quienes se dijo que sus hijos habían nacido muertos, pero se afirma que fueron vendidos después. Es probable que a otras madres se les haya dicho que sus hijos nacerían con retraso mental. Con esa presión, es fácil persuadir a las madres angustiadas a firmar documentos de adopción. Es posible también que otros niños nunca hayan llegado a los orfanatos donde fueron enviados, sino que hayan terminado en algún país extranjero.
En los países en vías de desarrollo se ve cada día una mayor inconformidad. Se alega que los países prósperos de Occidente deberían hacer más para ayudar a las familias autóctonas a cuidar de sus hijos en su entorno en vez de quitárselos para darlos en adopción en una cultura extranjera.
En Occidente también debe entenderse que la antigua costumbre de tener una familia numerosa es la columna vertebral de la comunidad en muchas culturas. El niño, por lo general, no carece de cuidados cuando vive en una comunidad de tipo tribal, incluso tras el fallecimiento de sus padres. Además de los familiares más cercanos —como los abuelos—, los tíos y las tías ven al pequeño como parte de su familia, y cualquier ofrecimiento de adopción puede malinterpretarse como una intromisión inaceptable.a
No es fácil concertar una adopción, y cuando esta por fin llega, se necesita trabajar arduamente para que tenga éxito. Pero, como veremos, también hay muchas alegrías.
[Nota a pie de página]
a Para una explicación detallada de la costumbre de “prestar” los hijos a otros miembros de la familia, véase La Atalaya del 1 de septiembre de 1988, páginas 28 a 30, editada por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Recuadro de la página 5]
¿Me buscará mi hijo?
MIS padres se divorciaron cuando yo tenía 11 años. Necesitaba desesperadamente sentirme amada, de modo que cuando llegué a la universidad, tuve una relación amorosa intentando encontrar afecto. Entonces, con pesar me di cuenta de que estaba embarazada. La situación era absurda; mi novio y yo éramos muy inmaturos. Yo nunca había consumido drogas, bebidas alcohólicas o cigarrillos, pero él había quedado muy afectado por el LSD.
Aunque alguien me recomendó abortar, mi padre me disuadió. No me agradaba estar encinta, pero tampoco quería acabar con una vida. En 1978, cuando nació mi hijo, preferí no registrarlo con el apellido de su padre para que este no pudiera encontrarlo. Además, acepté cederlo en adopción desde la cuna, por lo cual me lo quitaron desde el principio y lo pusieron en custodia temporal; ni siquiera podía verlo. Pero entonces, cambié de parecer: Me llevé a mi hijo y traté por todos los medios de criarlo; como no lo conseguí, estuve al borde de una crisis nerviosa.
Cuando mi hijo tenía unos seis meses, se dictó la sentencia de adopción y tuve que entregarlo. Recuerdo que sentí como si me hubieran clavado un puñal en el corazón; estaba muerta en sentido emocional. Solo la atención profesional que he recibido en los dos últimos años me ha permitido restablecer significativamente mi relación con los demás. No podía llorar la pérdida de mi hijo, pues no había muerto, y tampoco podía pensar en él porque yo misma no me lo permitía. Era horrible.
Lo que más me dolía era escuchar a la gente decir: “Si entregaste a tu hijo en adopción fue porque no lo amabas”. Eso no era verdad, al menos no en mi caso. Lo había dado en adopción precisamente porque lo amaba. Hasta el último momento estuve preguntándome: ‘Pero, ¿qué voy a hacer? ¿Qué puedo hacer?’. No tenía alternativa. Sabía que no podía criarlo, que mi nene sufriría si yo trataba de retenerlo.
La sociedad inglesa de la actualidad acepta a las familias monoparentales, pero no era así cuando yo di a luz. Ojalá hubiese podido cuidar bien de mi hijo. Creo que el consejo que he recibido recientemente me ha ayudado, pero ya es demasiado tarde. ¿Vive mi hijo? ¿Qué clase de muchacho es ahora que ha crecido? Cuando los hijos adoptivos cumplen 18 años, tienen el derecho legal de buscar a sus padres biológicos. A menudo me pregunto si me buscará mi hijo.—Contribuido.
[Ilustración y recuadro de la página 8]
El resultado fue favorable en nuestro caso
ÉRAMOS una familia inglesa, feliz y unida, con dos hijos adolescentes. La idea de tener una hija —por cierto, de distinta raza— nunca se nos había ocurrido. Pero entonces, Cathy entró en nuestra vida. Ella nació en Londres (Inglaterra), y aunque era católica, de pequeña asistió con su madre a unas cuantas reuniones al Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Pero a la edad de 10 años fue entregada a un orfanato.
Pese a que la situación era más difícil, se las arregló para seguir asistiendo a las reuniones del Salón del Reino, donde la conocimos. Cathy era una niña muy prudente. Cuando mi esposa y yo la visitamos en el orfanato, notamos que sobre la pared de su cama había láminas de animales y escenas campestres, lo que la distinguía de las demás chicas que tenían carteles de estrellas de música pop.
Tiempo después, Cathy compareció ante un comité de evaluación que le preguntó si le gustaría dejar el orfanato y vivir con una familia. “Solo con una familia de testigos de Jehová”, contestó. Cuando nos contó lo sucedido y lo que ella había dicho, nos hizo pensar. Teníamos un cuarto libre, pero, ¿podríamos asumir la responsabilidad de acogerla? Hablamos y oramos al respecto como familia. Mucho tiempo después nos enteramos de que este procedimiento —preguntar la opinión de los niños— era un ensayo nuevo del Departamento de Servicios Sociales, un experimento que se estaba documentando.
El Departamento de Servicios Sociales preguntó por nuestros antecedentes a la policía y a nuestro médico de cabecera, y consiguió otras referencias. Poco después se llegó a un acuerdo. Se nos dijo que podíamos llevarnos a Cathy a prueba y que podíamos devolverla si no nos gustaba. Aquello nos horrorizó, y dijimos con firmeza que nunca haríamos tal cosa. Cathy tenía 13 años cuando pasó a ser miembro oficial de la familia.
El singular vínculo de amor que nos une a todos sigue fortaleciéndose. Actualmente, Cathy es precursora (evangelizadora de tiempo completo) en una congregación francesa de los testigos de Jehová en el norte de Londres. El año en que salió de casa para realizar el servicio de precursor nos escribió una nota conmovedora: “Se dice que ‘la familia no se escoge’; sin embargo, ustedes me eligieron a mí, y por ello quiero darles las gracias de todo corazón”.
Estamos muy agradecidos de que Cathy forme parte de la familia. Su presencia enriqueció nuestra vida. En nuestro caso, la adopción fue favorable.—Contribuido.
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La adopción. ¿Cómo debe verse?¡Despertad! 1996 | 8 de mayo
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La adopción. ¿Cómo debe verse?
HUELGA decir que el divorcio de los padres adoptivos o la muerte de uno de ellos ocasiona dificultades. Por lo general es el hijo adoptivo quien se ve sometido a mayor tensión. ¿Por qué?
La mayoría de nosotros sabemos quiénes son nuestros padres biológicos; incluso si los perdimos de pequeños, guardamos recuerdos, o quizá fotografías, que nos permiten tener una idea aproximada de cómo eran. Sin embargo, ¿qué puede decirse de un recién nacido dado en adopción? Aunque el centro de adopción conserva información sobre la madre, el hijo no tiene acceso a ella hasta que alcanza la mayoría de edad. En otros casos, la madre registra al menor con su apellido y omite el del padre. Algunos bebés son expósitos, es decir, abandonados por padres desconocidos. Los pequeños que se hallan en estas situaciones no tienen raíces genealógicas, y quizá se sientan desarraigados.
¿Tendrán estabilidad?
Los árboles necesitan buenas raíces para tener firmeza. Un renuevo injertado en un tronco puede desarrollarse bien, pero también puede marchitarse sin producir fruto. Del mismo modo, aunque los padres le den a un hijo todo el cuidado, las atenciones y el cariño de que son capaces, es posible que este nunca se recupere de haber sido separado de sus raíces.
Medite en el caso de Kate, nacida de padres antillanos.a Aunque fue adoptada por un amoroso matrimonio blanco cuando era bebé, nunca pudo adaptarse a su nuevo entorno. A los 16 años se fue de casa, y jamás regresó. La amargura que tenía al principio se convirtió en rencor irracional. “¿Por qué me entregó mi madre a ustedes?”, preguntaba. Lamentablemente, en esta familia nunca logró salvarse la distancia.
Desde su nacimiento, Mervyn quedó al cuidado de las autoridades y después fue acogido por un matrimonio. A los nueve meses de edad fue adoptado. La inseguridad inicial por su pasado y el resentimiento que ardía en su interior por saberse mestizo, le infundieron una actitud rebelde que le acarreó muchas dificultades a él y causó mucho dolor a sus padres adoptivos, que tanto lo habían ayudado. “Si alguien me preguntara qué opino acerca de la adopción —dice su madre—, le recomendaría que lo pensara dos veces.”
La experiencia de Robert y Sylvia es totalmente distinta. Solo tenían un hijo, y no podían tener más. “¿Han pensado en adoptar un niño extranjero?”, les preguntaron. Poco después, adoptaron a Mak-Chai, una pequeña de nueve meses de Hong Kong. “Aunque a menudo me pregunto por qué me abandonaron y si tengo hermanos —comenta Mak-Chai—, me siento más allegada a mis padres adoptivos que otros jóvenes a sus propios padres. Conocer a mis padres biológicos no cambiaría mucho la situación, salvo que quizás me ayudaría a comprender un poco mejor mis características.” ¿Recomiendan la adopción sus padres adoptivos? “Por supuesto —dicen—; para nosotros ha sido una maravillosa experiencia.”
Motivos para tener cautela
Graham y Ruth adoptaron a dos bebés (un niño y una niña) con el deseo de que crecieran en armonía con su hijo y su hija. Criaron a los cuatro como una familia unida en un ambiente de felicidad. “Con el paso de los años, nuestros cuatro hijos dejaron el hogar e iniciaron su propia vida. Nos mantenemos en contacto con ellos y los amamos a todos”, menciona Ruth. Sin embargo, es triste decir que los hijos adoptivos tuvieron graves dificultades. ¿Por qué?
Graham, quien ahora opina que las características heredadas son un factor muy relevante, comenta: “Nuestro médico nos explicó que para un niño el ambiente es de suma importancia. Además, ¿qué puede decirse de la salud de la madre durante el embarazo? Sabemos que las drogas, las bebidas alcohólicas y el tabaco pueden afectar a la criatura no nacida. Yo recomiendo que se haga un reconocimiento médico a ambos padres, y si es posible a los abuelos, antes de acordar una adopción”.
El hombre con quien la madre de Peter se casó de nuevo, abusó de él física y emocionalmente. Cuando tenía tres años se dictaminó su adopción. “Rechacé a mis padres adoptivos desde que salí del tribunal, —recuerda—. Destruía cuanto estaba al alcance de mi mano. Tenía pesadillas horribles. Ahora que recapacito, puedo darme cuenta de que estaba muy perturbado. Después del divorcio de mis padres adoptivos, mi situación fue de mal en peor: drogas, robos, vandalismo y orgías frecuentes.
”A la edad de 27 años pensé que la vida no tenía sentido, y que sería mejor suicidarme. Entonces, cierto día un desconocido me dio un tratado bíblico que afirmaba que pronto la Tierra será transformada en un paraíso. Aquel mensaje captó mi atención; me pareció convincente. Comencé a leer y estudiar la Biblia y a cambiar mi forma de vivir y mi carácter, pero vez tras vez reincidía en mi mal comportamiento. Después de haber recibido mucho estímulo y ayuda de parte de compañeros cristianos, ahora, al servir a Dios, me siento más dichoso y seguro de lo que podía soñar hace unos cuantos años. Por si fuera poco, he podido restablecer una relación afectuosa con mi madre, algo muy valioso para mí.”
Debe afrontarse la realidad
La cuestión de la adopción agita notablemente las emociones; se asumen actitudes diametrales, como amor y agradecimiento o amargura e ingratitud. Edgar Wallace, por ejemplo, nunca perdonó a su madre por “haberlo abandonado”, según él interpretó sus acciones. El último año de su vida, ella se vio obligada a pedirle ayuda económica. Sin embargo, aunque Edgar era acomodado en ese tiempo, la despidió bruscamente. Poco después, al enterarse de que no se había enterrado a su madre en la fosa común porque unos amigos habían pagado bondadosamente su funeral, tuvo hondos remordimientos por su insensibilidad.
Las personas que piensan adoptar hijos deben estar preparadas para afrontar de manera realista las dificultades y los desafíos que pudieran surgir. Hasta en las mejores circunstancias, los hijos no siempre manifiestan gratitud por lo que sus padres —adoptivos o biológicos— hacen por ellos. En efecto, la Biblia dice que los hombres de nuestro tiempo no tendrían “cariño natural”, y serían “desagradecidos” y “desleales”. (2 Timoteo 3:1-5.)
No obstante, abrir las puertas —y el corazón— a una criatura que necesita padres puede ser una experiencia agradable y enriquecedora. Cathy, por ejemplo, está profundamente agradecida a sus padres adoptivos por haberle dado un hogar y haber satisfecho sus necesidades físicas y espirituales. (Véase el recuadro “El resultado fue favorable en nuestro caso”, de la página 8.)
Cuando los padres expresan qué sienten por sus hijos adoptivos, es muy probable que piensen en las palabras del salmista: “Los hijos son un regalo del Señor, [...] una recompensa”. (Salmo 127:3, Levoratti-Trusso.)
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