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    Anuario de los testigos de Jehová 2001
    • Persecución “legal”

      El 8 de marzo de 1978, el Gabinete Político del Comité Central del MPLA declaró ilegal a “la iglesia de ‘los testigos de Jehová’” y la proscribió. Para que fuera del dominio público, la radio de Luanda transmitió la decisión tres veces al día. Aunque el decreto se redactó en portugués, también se emitió durante una semana en tcho-kwe, kikongo, kimbundu y umbundú. Por último, apareció en el periódico del partido, Jornal de Angola, el 14 de marzo de 1978. En realidad, la proscripción solo “legalizó” los tratos inhumanos infligidos con anterioridad.

      Aumentaban las denuncias de la Organización para la Defensa del Pueblo (ODP). Las autoridades hacían redadas de testigos de Jehová y los encarcelaban sin juicio previo. Visitaban las empresas de Luanda por sorpresa. En la fábrica de maletas Onil detuvieron a catorce Testigos. En la ciudad de Lubango, a otros trece. Días después, se confirmó que habían detenido a 50 en Ndalatando. En tan solo una semana de proscripción encarcelaron al menos a 150 hermanos y hermanas.

      Luego vinieron los despidos arbitrarios, que no tomaban en consideración los años de conducta ejemplar ni la capacidad ni el rendimiento en el lugar de trabajo. De hecho, algunos de los que quedaron sin empleo desempeñaban cargos de responsabilidad relacionados con el desarrollo económico del país.

      Las hermanas tampoco se libraron. Un oficial del ejército vio a Emília Pereira enfrente de su casa y le preguntó por qué no pertenecía a la milicia. Al contestarle que no era partidaria de nada que tuviera que ver con la muerte o el derramamiento de sangre, él se percató de que era Testigo. Cuando la hermana se presentó como tal, recibió órdenes de subir a un camión que estaba estacionado. A sus dos hermanas, que fueron a ver lo que ocurría, también las obligaron a entrar. En ese momento su padre llegaba a casa, y el oficial le mandó que subiera al camión. Estaban a punto de marcharse cuando un Testigo vecino preguntó qué sucedía, y también lo metieron a la fuerza.

      Los llevaron a la cárcel y colocaron a las hermanas en la sección de mujeres. Los funcionarios trataron de violar a estas jóvenes todas las noches, pero ellas se abrazaban unas a otras, lloraban y oraban en voz alta, lo que frustró sus malvados planes.

      En la provincia de Malanje también se afrontaron grandes pruebas. Los malos tratos infligidos a José António Bartolomeu, de 74 años, le produjeron la muerte. La hermana Domingas António no resistió un ataque de paludismo por la debilidad que le habían ocasionado las continuas palizas que recibió durante su detención. A Manuel Ribeiro lo envenenaron porque escribió una carta a la familia desde prisión.

      Una semana después de la proscripción tuvo lugar una reunión con los ancianos de las congregaciones de Luanda. Basándose en las Escrituras, se les proporcionó ánimo y dirección concerniente a su labor futura, para que, a su vez, lo transmitieran a las congregaciones. Su resolución se vio fortalecida con el análisis del texto del año de 1978: “No prevalecerán contra ti, porque: ‘Yo [Jehová] estoy contigo [...] para librarte’” (Jer. 1:19).

      Se apela a las autoridades

      El 21 de marzo de 1978, los tres directores de la Asociación de los Testigos de Jehová de Angola remitieron un recurso de apelación al Gabinete Político del MPLA, en el que solicitaban encarecidamente que las infracciones fueran juzgadas en los tribunales y que cesaran los encarcelamientos ilegales de Testigos. Se enviaron copias al presidente de la república y al primer ministro, así como a los ministros de defensa, justicia, educación y cultura. No se recibió respuesta alguna.

  • Angola
    Anuario de los testigos de Jehová 2001
    • Emocionado por la firme resolución

      Como proseguía la encarnizada guerra civil angoleña, había pocos visitantes extranjeros. Sin embargo, en 1979 el comité del país recibió con mucha emoción la noticia de que llegaría en agosto Albert Olih, un superintendente de la sucursal de Nigeria.

      Este es el resumen de su experiencia: “Fue como pasar una semana entera en una guarnición militar. Mirara por donde mirara había soldados armados”. De noche los tiroteos no lo dejaban dormir.

      Los Testigos de Angola habían vivido cambios muy rápidos en los últimos años. Desde 1973 —mientras el país todavía era una colonia— hasta 1976 se registró un 266% de aumento en la cantidad de publicadores, aunque el crecimiento se detuvo al arreciar la persecución en 1977 y proscribirse la obra en 1978. Gran cantidad de Testigos se había bautizado en años recientes (por ejemplo, un millar tan solo en 1975). De las 31 congregaciones existentes, muchas no tenían ancianos. Al haberse visto privadas del cuidado afectuoso de los pastores espirituales, quedaban por resolver algunos problemas, así como graves casos de impureza moral. Además, en los campos de trabajo había congregaciones completas, como las de Malanje, Waku Kungo y Ndalatando.

      Tan pronto llegó el hermano Olih, se le entregó una larga lista de asuntos que tratar. Él explicó cómo realizar el ministerio divino en el ambiente reinante, cómo suministrar publicaciones a pesar de la dificultad para conseguir papel, y también analizó la necesidad de traducirlas a los idiomas locales, aunque obviamente tomaría tiempo localizar y preparar a buenos traductores.

      Asimismo examinó algunos problemas de las congregaciones. Subrayó que todos, y en especial los ancianos, tenían que regirse por las normas bíblicas. Nadie debía pensar que no necesitaba consejos. Respondió a preguntas tocante a los requisitos para el bautismo, la inscripción de los matrimonios en el registro civil y las visitas de los superintendentes de circuito. Los Testigos angoleños agradecieron a la Sociedad que les brindara orientación espiritual mediante este hermano tan experimentado.

      Durante su visita, el hermano Olih se reunió con los ancianos de Luanda y con todos los que lograron acudir de otras regiones. Los hermanos empezaron a presentarse a las diez de la mañana, uno a uno, para no llamar la atención. Aun así, antes de iniciar la reunión a las siete de la tarde, tuvieron que cambiar de lugar dos veces porque parecía que los vigilaban. Cuando el hermano Olih llegó al tercer sitio, lo esperaban sentados en el patio 47 ancianos, quienes al recibir los saludos de la familia Betel de Nigeria, movieron las manos en silencio en muestra de agradecimiento. El discurso de una hora, que versó sobre la estructura de ancianos en la congregación cristiana, destacó la necesidad de contar con más ancianos y expuso los deberes de estos. A su conclusión, los hermanos plantearon preguntas durante dos horas más, hasta que todos tuvieron que volver a casa para no violar el toque de queda.

      ¿Cómo se sintió el hermano Olih después de aquella semana? “Tengo que reconocer que me beneficié mucho. Fue muy alentador ver la firme resolución de los publicadores de servir a Jehová pese a las dificultades. Al partir de Angola oré y lloré por estos hermanos que, sin importar los sufrimientos, siempre conservan la sonrisa gracias a su magnífica esperanza.”

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