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AngolaAnuario de los testigos de Jehová 2001
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En estos tiempos peligrosos, Rui Gonçalves, Hélder Silva y otros hermanos arriesgaron su vida para visitar las congregaciones esparcidas por el país. El hermano Gonçalves explicó por escrito cómo tenían que organizarse tales encuentros: “La primera vez que un superintendente de circuito visitó la ciudad de Tombua fue en mayo de 1982. Un total de 35 hermanos acudió al lugar de reunión establecido, a partir de las diez de la mañana, y esperaron en silencio. La ODP [Organización para la Defensa del Pueblo] controlaba todos los desplazamientos en la zona. A las nueve de la noche —once horas después— llegué yo, al amparo de la oscuridad. Treinta minutos más tarde iniciamos la reunión, que duró hasta las cinco menos veinte de la madrugada”.
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Rui Gonçalves recuerda con claridad el angustioso viaje —en el que casi pierde la vida— que hizo a la ciudad de Cubal en enero de 1983: “La única manera de visitar aquella congregación era protegidos por un convoy del ejército. Tras examinar minuciosamente la situación, los militares dieron luz verde para que partieran 35 vehículos. Nosotros íbamos en el del hermano Godinho, el tercero de una caravana de seis. A las dos horas de viaje, las guerrillas dispararon un proyectil, que destruyó el primer camión militar, y luego otro, que acabó con el segundo. Dos bombas dieron contra nuestro vehículo, pero no explotaron. El hermano Godinho nos gritó que saltáramos mientras el automóvil todavía estaba en marcha. Cuando corría a refugiarme entre los arbustos, una bala me destrozó casi toda la oreja izquierda, y me desmayé”.
Antes del desvanecimiento, vio que los hermanos se adentraron en la selva y lograron escapar de los tres guerrilleros que los perseguían. Gonçalves prosigue: “Cuando recobré el conocimiento, tenía la cabeza bañada en sangre. Al cabo de unas horas, llegué a rastras a la carretera, donde me encontró una unidad del ejército que me prestó primeros auxilios y me llevó al hospital de Benguela”. Más tarde, el hermano se enteró de que habían quedado destruidos todos los vehículos del convoy, y de que habían muerto doce personas y once más presentaban graves heridas de bala. Los únicos que se libraron de los tiros fueron los acompañantes de Gonçalves. Aunque él había perdido gran parte de la oreja y algunas posesiones, dio las más sinceras gracias a Jehová junto con los demás hermanos.
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