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    Anuario de los testigos de Jehová 2009
    • Historia reciente de la obra en Bosnia-Herzegovina

      “El 16 de mayo de 1992, trece Testigos nos hallábamos escondidos en un apartamento mientras los proyectiles de mortero llenaban Sarajevo de metralla. Dos de aquellos proyectiles impactaron contra el edificio donde nos habíamos refugiado. Aunque éramos croatas, serbios y bosnios, igual que quienes se mataban entre sí en las calles, a nosotros nos unía la adoración pura. Al amanecer, el bombardeo no era tan intenso y abandonamos el apartamento en busca de un lugar más seguro. Tal como habíamos hecho en la noche, oramos a Jehová en voz alta, y él nos escuchó.” (Halim Curi)

      La ciudad de Sarajevo, con más de 400.000 habitantes, estaba sufriendo uno de los sitios más largos y duros de la historia contemporánea. ¿Cómo harían frente nuestros hermanos espirituales a todas las luchas étnicas y religiosas que estaban desgarrando el país? Antes de contar su historia, conozcamos un poco más de Bosnia-Herzegovina.

      Este país se halla en el corazón de la anterior Yugoslavia, rodeado por Croacia, Serbia y Montenegro. Los vínculos familiares y culturales son fuertes, y se da mucha importancia a la hospitalidad. Beber café turco en casa de algún vecino y frecuentar la kafići (cafetería) son pasatiempos populares. En Bosnia, la población se compone de bosnios, serbios y croatas, pero no es posible diferenciarlos a simple vista. A pesar de que muchos no se consideran realmente devotos, ha sido la religión el factor que ha dividido a la gente. La mayoría de los bosnios son musulmanes, mientras que los serbios pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Serbia, y los croatas, a la Iglesia Católica Romana.

      El alarmante aumento de la intolerancia religiosa y del odio étnico que se produjo a principios de la década de 1990 dio origen a una medida estremecedora: la limpieza étnica. Los ejércitos avanzaban por igual en pueblos pequeños y en grandes ciudades, expulsando civiles a su paso. ¿Con qué intención? Crear zonas étnicamente puras para su propio grupo religioso. La situación puso a prueba la neutralidad de nuestros hermanos. En Bosnia, como en otros países de la antigua Yugoslavia, la mayoría de la gente pertenece a la religión de sus padres, y el apellido familiar suele relacionarse con los antecedentes religiosos. Cuando las personas sinceras empiezan a servir a Jehová, es posible que se las considere traidoras a su familia y a sus tradiciones. Aun así, nuestros hermanos han aprendido que la lealtad a Jehová es una protección.

      UNA CIUDAD SITIADA

      Como ya vimos al principio, a los hermanos yugoslavos les emocionó profundamente el amor y la unidad que vieron en la Asamblea de Distrito “Amadores de la libertad piadosa” celebrada en 1991 en Zagreb (Croacia). Aquella inolvidable asamblea los fortaleció para las pruebas que se avecinaban. En un tiempo, bosnios, serbios y croatas vivían en paz en Sarajevo, pero de la noche a la mañana, un ejército rodeó la ciudad y todo el mundo, incluidos nuestros hermanos, quedó atrapado. Aunque la situación política era turbulenta, nadie pensó que la lucha duraría tanto.

      Halim Curi, anciano de congregación en Sarajevo, escribió lo siguiente en un informe: “La gente se está muriendo de hambre. Solo recibimos algo de harina, 100 gramos [cuatro onzas] de azúcar y medio litro [16 onzas] de aceite al mes. Cualquier terreno disponible en la ciudad se utiliza para plantar vegetales. La gente corta los árboles para hacer leña y, cuando ya no quedan árboles, arranca los pisos de madera de sus apartamentos y los utiliza como combustible para la cocina y la calefacción. Usan cualquier cosa que pueda arder, incluso zapatos viejos”.

      Cuando Sarajevo fue sitiada, Ljiljana Ninković y su esposo, Nenad, quedaron atrapados y separados de sus dos hijas. Ljiljana relata: “Éramos una familia normal con dos hijas, un apartamento y un automóvil. De repente, todo cambió”.

      Sin embargo, varias veces sintieron la mano protectora de Jehová. “En dos ocasiones —añade Ljiljana—, nuestro apartamento fue bombardeado tan solo unos momentos después de que saliéramos de allí. A pesar de las penalidades, disfrutábamos hasta de las cosas más simples. Por ejemplo, nos alegraba ir al parque y recoger unas cuantas hojas de diente de león para hacer ensalada y así poder comer algo más que arroz. Aprendimos a estar satisfechos con lo que teníamos y a no dar nada por sentado.”

      PROVISIONES FÍSICAS Y ESPIRITUALES

      Una de las tareas más difíciles era obtener agua. Rara vez había agua corriente en las casas, y, para conseguirla, la gente tenía que caminar hasta cinco kilómetros (tres millas) por zonas que eran objetivo de francotiradores. Las personas tenían que hacer fila durante horas para llenar sus recipientes y luego volver a casa acarreando aquella pesada carga.

      “Se nos presentó una prueba cuando escuchamos que habría agua en las casas solo por períodos breves —recuerda Halim Curi—. Así que todo el mundo tendría que aprovechar esos momentos para ducharse, lavar la ropa y almacenar tanta agua como fuera posible. Pero ¿y si llegaba el agua, que tanto necesitábamos, justo a la hora de alguna reunión? Pues tendríamos que escoger entre ir a las reuniones y quedarnos en casa.”

      Por muchas necesidades físicas que hubiera, los hermanos comprendían que cuidar su espiritualidad era lo más importante. En las reuniones no solo recibían alimento espiritual, sino también información sobre quién estaba en la cárcel, quién había sido herido o, incluso, asesinado. Milutin Pajić, un anciano de congregación, cuenta: “Éramos como una familia. Al concluir las reuniones, nadie quería irse a casa. Casi siempre nos quedábamos hablando de la verdad durante horas”.

      La situación no era fácil, y los hermanos a menudo temían por sus vidas. A pesar de todo, siempre pusieron los intereses espirituales en primer lugar. Mientras que la guerra desgarraba el país, los miembros del pueblo de Jehová se mantuvieron unidos y se acercaron aún más a su Padre celestial. Los niños observaban que sus padres eran leales y se sentían motivados a cultivar su propia lealtad inquebrantable a Jehová.

      La ciudad de Bihać, cerca de la frontera con Croacia, pasó casi cuatro años aislada. No estaba permitido salir ni introducir suministros. Osman Šaćirbegović, el único varón bautizado de esta ciudad, relata: “Fue más duro al comienzo de la guerra, y no tanto por la difícil situación, sino porque nos enfrentábamos a algo nuevo, algo que nunca antes habíamos experimentado. Sorprendentemente, la tensión disminuyó cuando empezaron a lanzar proyectiles, pues enseguida nos dimos cuenta de que no todas las granadas eran letales. Algunas ni siquiera explotaban”.

      Como nadie podía saber cuánto duraría la guerra, los hogares Betel de Zagreb (Croacia) y de Viena (Austria) coordinaron un sistema para almacenar suministros de ayuda humanitaria en Salones del Reino y casas de hermanos de Sarajevo, Zenica, Tuzla, Mostar, Travnik y Bihać. A medida que continuaban los combates, las ciudades quedaban rodeadas y aisladas de repente. Como las líneas de aprovisionamiento podían cortarse en cualquier momento, era de esperar que las provisiones se acabaran enseguida. A pesar de todo, aunque varias ciudades de Bosnia se vieron separadas del resto del mundo, la hermandad de los testigos de Jehová permaneció unida y muy alejada de las llamas de odio étnico y religioso que arrasaban el país.

      ENTUSIASTAS PERO PRUDENTES

      Además de las dificultades que suponía cubrir las necesidades diarias, existían diversos peligros, como los francotiradores apostados alrededor de Sarajevo, que disparaban al azar contra inocentes; o los ataques de mortero, que seguían enviando muerte desde los cielos. En las ciudades sitiadas era peligroso andar por las calles. La gente vivía en temor, pero nuestros hermanos equilibraron la sabiduría con el valor y no dejaron de llevar las buenas nuevas a las personas que necesitaban consuelo urgentemente.

      Un anciano explica: “Durante uno de los ataques más fuertes contra Sarajevo, explotaron miles de proyectiles en un solo día. Era sábado por la mañana, y los hermanos telefonearon a los ancianos para preguntarles dónde se celebraría la reunión para el servicio del campo”.

      “Veía que la gente necesitaba desesperadamente conocer la verdad —cuenta una hermana—. Eso fue lo que me ayudó no solo a soportar las circunstancias difíciles, sino también a conservar el buen ánimo.”

      Muchas personas se dieron cuenta de que necesitaban la esperanza bíblica. Un hermano señaló: “La gente nos busca para obtener ayuda espiritual, en vez de que nosotros tengamos que ir a ofrecérsela. Simplemente se presentan en el Salón del Reino y solicitan un curso bíblico”.

      Gran parte del éxito de la predicación durante la guerra se debió a la unidad que había entre los Testigos, algo que la gente percibía claramente. Nada Bešker, que ha sido precursora especial durante muchos años, relata: “Muchos observaban que Testigos serbios y bosnios predicaban juntos. Y cuando veían juntas a una hermana croata y a otra que había sido musulmana dando clases de la Biblia a una señora serbia, se daban cuenta de que éramos diferentes”.

      Los frutos del esfuerzo de nuestros hermanos perduran hasta el día de hoy, pues muchos que ahora sirven a Jehová aceptaron la verdad durante la guerra. Por ejemplo, la congregación de Bania Luka cuenta en la actualidad con el doble de publicadores que entonces, a pesar de que unos cien se han mudado a otras congregaciones.

      UNA FAMILIA FIEL

      Aunque nuestros hermanos siempre actuaban con mucha cautela, algunos fueron víctimas del “tiempo y el suceso imprevisto” por hallarse en el lugar equivocado en el momento equivocado (Ecl. 9:11, nota). Božo Ðorem, de origen serbio, se bautizó en la asamblea internacional de Zagreb en 1991. Tras volver a Sarajevo, fue encarcelado varias veces y maltratado por su neutralidad. En 1994 lo sentenciaron a catorce meses de prisión. Su mayor tristeza era no poder estar con su esposa, Hena, y su hija de cinco años, Magdalena.

      Poco después de que Božo saliera libre, ocurrió una tragedia. Una tarde tranquila, los tres iban a dar una clase bíblica cerca de su casa. Por el camino, el silencio fue bruscamente interrumpido por la explosión de un proyectil de artillería. Hena y Magdalena murieron en el acto, y Božo falleció al poco tiempo en el hospital.

      NEUTRALIDAD CRISTIANA

      Como la mayoría de la gente se dejaba llevar por el prejuicio, la tolerancia ante la neutralidad prácticamente no existía. La congregación de Bania Luka se componía sobre todo de hermanos jóvenes a quienes el ejército quería reclutar. Como ellos se mantenían neutrales, recibían palizas.

      Osman Šaćirbegović recuerda: “La policía solía interrogarnos y llamarnos cobardes porque, según ellos, no defendíamos a nuestras familias”.

      Osman a menudo trataba de razonar con los agentes más o menos así: “Su arma es su protección, ¿verdad?”.

      —Por supuesto —contestaban ellos.

      —¿La cambiarían por un cañón para protegerse mejor?

      —Sí.

      —¿Y cambiarían el cañón por un tanque?

      —Desde luego.

      Entonces Osman decía: “Ustedes harían todo eso para protegerse mejor. Pues mi protección procede de Jehová, el Dios todopoderoso, el Creador del universo. ¿Qué mejor protección puede haber?”. El punto quedaba claro, y los policías lo dejaban tranquilo.

      LLEGA LA AYUDA HUMANITARIA

      Aunque los Testigos de los países vecinos sabían que sus hermanos de Bosnia estaban sufriendo, durante algún tiempo no pudieron llevarles ayuda. Por fin, en octubre de 1993, las autoridades indicaron que quizás podrían enviarse suministros. A pesar de los peligros, nuestros hermanos decidieron aprovechar al máximo dicha oportunidad. Así, el 26 de octubre salieron de Viena (Austria) cinco camiones cargados con 16 toneladas de alimentos y leña. ¿Cómo atravesarían las muchas zonas de intensos combates?c

      Durante el viaje, los hermanos se encontraron en grave peligro en varias ocasiones. Uno de los conductores recuerda: “Cierta mañana me desperté tarde, así que me tocó ir detrás de varios camiones que llevaban ayuda humanitaria. Al llegar a uno de los puestos de control, todos los camiones se detuvieron mientras los oficiales revisaban los documentos. De pronto escuché el sonido de un rifle: un francotirador había alcanzado a uno de los camioneros que no era Testigo”.

      Solo se permitía entrar en Sarajevo a los conductores de los camiones, así que los hermanos que los acompañaban tuvieron que esperar a las afueras de la ciudad. Pero como deseaban animar a los hermanos locales, buscaron un teléfono, los llamaron y pronunciaron un discurso público que les dio el ánimo que tanto necesitaban. En muchas ocasiones hubo superintendentes viajantes, betelitas y miembros del Comité del País que arriesgaron su vida para ayudar a los hermanos a sobrevivir tanto en sentido físico como espiritual.

      Durante casi cuatro años, no fue posible conseguir que las provisiones llegaran a los hermanos de Bihać. Aunque el alimento físico no logró atravesar las barricadas que aislaban la ciudad, nuestros hermanos sí pudieron recibir algún alimento espiritual. ¿Cómo? Consiguieron una línea telefónica y una máquina de fax, y eso les permitió recibir periódicamente Nuestro Ministerio del Reino y ejemplares de La Atalaya. Luego copiaban varias veces las publicaciones y daban una copia a cada familia. Al comienzo de la guerra, solo había un pequeño grupo compuesto de tres publicadores bautizados y doce publicadores nuevos que, durante dos años, esperaron ansiosamente la ocasión propicia para simbolizar su dedicación a Jehová mediante el bautismo en agua.

      Permanecer tantos años aislados fue muy duro. Osman Šaćirbegović relata: “Los estudiantes de la Biblia a los que yo ayudaba nunca habían estado en una asamblea ni habían recibido la visita de un superintendente de circuito. Solíamos hablar del tiempo en que podríamos disfrutar de nuestra hermandad”.

      Es fácil imaginarse la alegría de los hermanos cuando dos vehículos identificados con el letrero “Suministros de socorro de los testigos de Jehová” entraron en Bihać el 11 de agosto de 1995. Eran los dos primeros vehículos privados que lograban llevar ayuda a la ciudad desde el comienzo del sitio. Y llegaron justo cuando los hermanos pensaban que ya estaban al límite de su resistencia física y mental.

      Los habitantes de Bihać observaron cómo los hermanos cuidaban unos de otros, por ejemplo, reparando ventanas rotas. Osman añade: “Aquello impresionó a mis vecinos, pues sabían que no teníamos dinero. Fue un testimonio tan grande que todavía hablan de eso”. Hoy día, la entusiasta congregación de Bihać cuenta con 34 publicadores y 5 precursores.

      UN VIAJE INOLVIDABLE

      Nuestros hermanos arriesgaron sus vidas repetidamente para llevar alimentos y publicaciones a las ciudades bosnias destrozadas por la guerra. Pero el viaje del 7 de junio de 1994 sería singular. Por la mañana temprano salió de Zagreb (Croacia) una caravana de tres camiones que llevaban a miembros del Comité del País y a otros hermanos. Su objetivo era entregar provisiones y celebrar un día especial de asamblea abreviado, el primero en tres años.

      Uno de los lugares donde se presentó aquel programa fue la ciudad de Tuzla. Al principio de la guerra, la congregación local solo contaba con veinte publicadores bautizados. Fue una gran sorpresa ver a más de doscientas personas reunidas para la asamblea, treinta de las cuales se bautizaron. Actualmente hay tres congregaciones y más de trescientos publicadores en Tuzla.

      En Zenica, los hermanos hallaron un buen lugar donde reunirse, pero se les hizo muy difícil conseguir una piscina adecuada para el bautismo. Finalmente, después de mucho buscar, encontraron un barril que podría servir. Solo había un problema: el olor, pues el barril se había utilizado para guardar pescado. Con todo, los candidatos al bautismo, que habían aceptado la invitación de Jesús de convertirse en “pescadores de hombres”, no dieron marcha atrás (Mat. 4:19). Herbert Frenzel, quien hoy día es miembro del Comité de Sucursal de Croacia, pronunció el discurso de bautismo. “Los candidatos habían esperado tanto ese momento que nada iba a detenerlos —cuenta él—. Después del bautismo se sentían como unos auténticos vencedores.” La congregación de Zenica tiene hoy 68 celosos publicadores.

      En Sarajevo solo se podía celebrar la asamblea cerca de un cruce de caminos que era objetivo de los francotiradores. Una vez que los hermanos llegaron a salvo a la asamblea, se vieron ante el desafío de encontrar no solo un lugar para el bautismo, sino también una forma de conservar algo indispensable para efectuarlo: el agua. A fin de asegurarse de que quedara suficiente agua para todos los candidatos, los colocaron en fila por tamaño y los bautizaron del más pequeño al más grande.

      ¡Cuánto disfrutaron de aquel día todos los presentes! No permitieron que ninguno de los espantosos acontecimientos que ocurrían a su alrededor eclipsara la alegría incontenible de adorar a Jehová todos juntos. En la actualidad, Sarajevo cuenta con tres florecientes congregaciones.

      LA POSGUERRA

      Una vez reabiertas las líneas de aprovisionamiento, la vida se hizo un poco más fácil para los hermanos en algunos aspectos. Sin embargo, continuaron los desalojos provocados por la limpieza étnica. Ivica Arabadžić, un anciano cristiano que sirve en Croacia, recuerda cómo lo echaron de su casa en Bania Luka: “Se presentó un hombre con una pistola diciendo que nos fuéramos, que ahora la casa era suya. Lo habían obligado a salirse de su casa en Šibenik (Croacia) porque era serbio, y ahora él quería echarnos a nosotros. Un oficial de policía que estudiaba la Biblia conmigo acudió en nuestra defensa. Y aunque fue imposible conservar la casa, logramos hacer un trato: nuestra casa por la del serbio. Fue duro dejar nuestro hogar y la congregación que nos había ayudado a aprender la verdad, pero no teníamos elección. Partimos con muy pocas cosas rumbo a nuestra ‘nueva’ casa en Croacia. Sin embargo, cuando llegamos a Šibenik, alguien ya se había instalado en la casa que ahora nos pertenecía. ¿Qué haríamos? Los hermanos nos acogieron inmediatamente, y un anciano de congregación nos permitió vivir en su casa durante un año hasta que se resolvió nuestro problema”.

      Aunque la inestabilidad política continúa hasta el día de hoy, la verdad bíblica está floreciendo en Bosnia-Herzegovina, donde casi el cuarenta por ciento de la población profesa la fe musulmana. Cuando la guerra terminó, nuestros hermanos obtuvieron reconocimiento legal, y eso permitió que construyeran nuevos Salones del Reino. Pero uno en particular, ubicado en Bania Luka, es algo más que un lugar de reunión que hacía mucha falta. Representa una victoria legal, pues los hermanos habían fracasado durante años en sus intentos de obtener permiso para construir un salón en esta zona donde la Iglesia Ortodoxa Serbia ejerce gran influencia. Por fin, sus incontables oraciones y esfuerzos habían dado fruto. Dicha victoria establece un precedente legal para futuros Salones del Reino en esa parte de Bosnia-Herzegovina.

      La libertad de culto ha abierto el camino para que 32 precursores especiales —muchos procedentes de otros países— ayuden donde hay mayor necesidad. Su celo por la predicación y su obediencia leal a los procedimientos teocráticos han sido una verdadera bendición.

      Sarajevo, la ciudad donde nuestros hermanos vivían esquivando los disparos de francotiradores hace tan solo una década, es hoy la pacífica sede de algunas asambleas que acogen a delegados de todas las zonas de la antigua Yugoslavia. Aunque las guerras del siglo pasado devastaron el bello país montañoso de Bosnia-Herzegovina, el pueblo de Jehová mantiene un vínculo cada vez más estrecho de “cariño fraternal sin hipocresía” (1 Ped. 1:22). En la actualidad, las dieciséis congregaciones y los 1.163 publicadores del país alaban unidamente al Dios verdadero, Jehová.

  • Países de la antigua Yugoslavia
    Anuario de los testigos de Jehová 2009
    • [Ilustración y recuadro de las páginas 195 y 196]

      Prometimos que volveríamos

      HALIM CURI

      AÑO DE NACIMIENTO 1968

      AÑO DE BAUTISMO 1988

      OTROS DATOS Ayudó a organizar y distribuir ayuda humanitaria en Sarajevo. En la actualidad es anciano, miembro de un Comité de Enlace con los Hospitales y representante legal de los testigos de Jehová en Bosnia-Herzegovina.

      EN 1992, la ciudad de Sarajevo estaba sitiada. Cuando no recibíamos las publicaciones, estudiábamos alguna revista menos reciente. Los hermanos copiaban los artículos de estudio disponibles con la ayuda de una vieja máquina de escribir. Aunque solo éramos 52 publicadores, las reuniones contaban con más de doscientos asistentes, y dábamos cursos bíblicos a unas doscientas cuarenta personas.

      Nuestra hija, Arijana, nació en noviembre de 1993, durante la etapa más sangrienta de la guerra. Era un momento muy difícil para traer un hijo al mundo. A veces pasábamos semanas enteras sin agua corriente ni electricidad, y usábamos algunos muebles como combustible. Además, para ir a las reuniones, teníamos que atravesar zonas muy peligrosas. Los francotiradores disparaban indiscriminadamente, así que debíamos cruzar a la carrera ciertas calles y barricadas.

      Un día apacible, mi esposa, la nena, el hermano Dražen Radišić y yo volvíamos de la reunión cuando de repente escuchamos ruido de ametralladoras. Nos tiramos al suelo en plena calle, pero una bala me alcanzó en el estómago. El dolor era intenso. Muchas personas vieron desde sus ventanas lo que ocurría, y algunos jóvenes valientes salieron corriendo de sus casas para llevarnos a un lugar seguro. Me trasladaron a toda prisa a un hospital, donde los médicos quisieron administrarme una transfusión de sangre. Les expliqué que mi conciencia no me permitía aceptar la transfusión, pero me presionaron para que cambiara de opinión. Sin embargo, yo tenía clara mi decisión y estaba preparado para afrontar las consecuencias, así que me operaron. La intervención duró dos horas y media, y pude recuperarme sin necesidad de una transfusión.

      Debía reposar después de la operación, pero no era posible debido a la guerra, así que decidimos visitar a nuestra familia en Austria y quedarnos una temporada. Sin embargo, la única vía de escape de Sarajevo era un túnel que pasaba debajo del aeropuerto. Tenía cerca de 900 metros [media milla] de largo y 1,2 metros [cuatro pies] de alto. Mi esposa cargaba a la niña, y yo intentaba llevar el equipaje. Pero estaba tan débil que ella tuvo que ayudarme.

      Resulta muy difícil explicar lo felices que nos sentimos en Austria. Cuando partimos de Sarajevo, tanto a nuestros hermanos como al Creador les prometimos que volveríamos. Fue muy duro dejar a la familia en Austria, especialmente a mi madre, pero les explicamos que le habíamos prometido a Dios que regresaríamos a Sarajevo si nos ayudaba a salir de allí para descansar un poco. ¿Cómo íbamos a decirle ahora: “Gracias por ayudarnos a llegar hasta Austria. Hemos disfrutado muchísimo y nos gustaría quedarnos”? Además, los hermanos de Sarajevo nos necesitaban, y mi esposa, Amra, apoyó mi decisión en todo momento.

      Así que en diciembre de 1994 llegamos al túnel de Sarajevo, aunque esta vez para entrar en la ciudad. Al vernos volver a través del túnel, la gente nos decía: “Pero ¿qué hacen? Todo el mundo quiere salir, ¿y ustedes vuelven a la ciudad sitiada?”. No tengo palabras para describir el maravilloso reencuentro con nuestros hermanos en el Salón del Reino de Sarajevo. Nunca hemos lamentado haber vuelto.

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