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  • Países de la antigua Yugoslavia
    Anuario de los testigos de Jehová 2009
    • “El 16 de mayo de 1992, trece Testigos nos hallábamos escondidos en un apartamento mientras los proyectiles de mortero llenaban Sarajevo de metralla. Dos de aquellos proyectiles impactaron contra el edificio donde nos habíamos refugiado. Aunque éramos croatas, serbios y bosnios, igual que quienes se mataban entre sí en las calles, a nosotros nos unía la adoración pura. Al amanecer, el bombardeo no era tan intenso y abandonamos el apartamento en busca de un lugar más seguro. Tal como habíamos hecho en la noche, oramos a Jehová en voz alta, y él nos escuchó.” (Halim Curi)

      La ciudad de Sarajevo, con más de 400.000 habitantes, estaba sufriendo uno de los sitios más largos y duros de la historia contemporánea.

  • Países de la antigua Yugoslavia
    Anuario de los testigos de Jehová 2009
    • UNA CIUDAD SITIADA

      Como ya vimos al principio, a los hermanos yugoslavos les emocionó profundamente el amor y la unidad que vieron en la Asamblea de Distrito “Amadores de la libertad piadosa” celebrada en 1991 en Zagreb (Croacia). Aquella inolvidable asamblea los fortaleció para las pruebas que se avecinaban. En un tiempo, bosnios, serbios y croatas vivían en paz en Sarajevo, pero de la noche a la mañana, un ejército rodeó la ciudad y todo el mundo, incluidos nuestros hermanos, quedó atrapado. Aunque la situación política era turbulenta, nadie pensó que la lucha duraría tanto.

      Halim Curi, anciano de congregación en Sarajevo, escribió lo siguiente en un informe: “La gente se está muriendo de hambre. Solo recibimos algo de harina, 100 gramos [cuatro onzas] de azúcar y medio litro [16 onzas] de aceite al mes. Cualquier terreno disponible en la ciudad se utiliza para plantar vegetales. La gente corta los árboles para hacer leña y, cuando ya no quedan árboles, arranca los pisos de madera de sus apartamentos y los utiliza como combustible para la cocina y la calefacción. Usan cualquier cosa que pueda arder, incluso zapatos viejos”.

      Cuando Sarajevo fue sitiada, Ljiljana Ninković y su esposo, Nenad, quedaron atrapados y separados de sus dos hijas. Ljiljana relata: “Éramos una familia normal con dos hijas, un apartamento y un automóvil. De repente, todo cambió”.

      Sin embargo, varias veces sintieron la mano protectora de Jehová. “En dos ocasiones —añade Ljiljana—, nuestro apartamento fue bombardeado tan solo unos momentos después de que saliéramos de allí. A pesar de las penalidades, disfrutábamos hasta de las cosas más simples. Por ejemplo, nos alegraba ir al parque y recoger unas cuantas hojas de diente de león para hacer ensalada y así poder comer algo más que arroz. Aprendimos a estar satisfechos con lo que teníamos y a no dar nada por sentado.”

      PROVISIONES FÍSICAS Y ESPIRITUALES

      Una de las tareas más difíciles era obtener agua. Rara vez había agua corriente en las casas, y, para conseguirla, la gente tenía que caminar hasta cinco kilómetros (tres millas) por zonas que eran objetivo de francotiradores. Las personas tenían que hacer fila durante horas para llenar sus recipientes y luego volver a casa acarreando aquella pesada carga.

      “Se nos presentó una prueba cuando escuchamos que habría agua en las casas solo por períodos breves —recuerda Halim Curi—. Así que todo el mundo tendría que aprovechar esos momentos para ducharse, lavar la ropa y almacenar tanta agua como fuera posible. Pero ¿y si llegaba el agua, que tanto necesitábamos, justo a la hora de alguna reunión? Pues tendríamos que escoger entre ir a las reuniones y quedarnos en casa.”

      Por muchas necesidades físicas que hubiera, los hermanos comprendían que cuidar su espiritualidad era lo más importante. En las reuniones no solo recibían alimento espiritual, sino también información sobre quién estaba en la cárcel, quién había sido herido o, incluso, asesinado. Milutin Pajić, un anciano de congregación, cuenta: “Éramos como una familia. Al concluir las reuniones, nadie quería irse a casa. Casi siempre nos quedábamos hablando de la verdad durante horas”.

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    Anuario de los testigos de Jehová 2009
    • Prometimos que volveríamos

      HALIM CURI

      AÑO DE NACIMIENTO 1968

      AÑO DE BAUTISMO 1988

      OTROS DATOS Ayudó a organizar y distribuir ayuda humanitaria en Sarajevo. En la actualidad es anciano, miembro de un Comité de Enlace con los Hospitales y representante legal de los testigos de Jehová en Bosnia-Herzegovina.

      EN 1992, la ciudad de Sarajevo estaba sitiada. Cuando no recibíamos las publicaciones, estudiábamos alguna revista menos reciente. Los hermanos copiaban los artículos de estudio disponibles con la ayuda de una vieja máquina de escribir. Aunque solo éramos 52 publicadores, las reuniones contaban con más de doscientos asistentes, y dábamos cursos bíblicos a unas doscientas cuarenta personas.

      Nuestra hija, Arijana, nació en noviembre de 1993, durante la etapa más sangrienta de la guerra. Era un momento muy difícil para traer un hijo al mundo. A veces pasábamos semanas enteras sin agua corriente ni electricidad, y usábamos algunos muebles como combustible. Además, para ir a las reuniones, teníamos que atravesar zonas muy peligrosas. Los francotiradores disparaban indiscriminadamente, así que debíamos cruzar a la carrera ciertas calles y barricadas.

      Un día apacible, mi esposa, la nena, el hermano Dražen Radišić y yo volvíamos de la reunión cuando de repente escuchamos ruido de ametralladoras. Nos tiramos al suelo en plena calle, pero una bala me alcanzó en el estómago. El dolor era intenso. Muchas personas vieron desde sus ventanas lo que ocurría, y algunos jóvenes valientes salieron corriendo de sus casas para llevarnos a un lugar seguro. Me trasladaron a toda prisa a un hospital, donde los médicos quisieron administrarme una transfusión de sangre. Les expliqué que mi conciencia no me permitía aceptar la transfusión, pero me presionaron para que cambiara de opinión. Sin embargo, yo tenía clara mi decisión y estaba preparado para afrontar las consecuencias, así que me operaron. La intervención duró dos horas y media, y pude recuperarme sin necesidad de una transfusión.

      Debía reposar después de la operación, pero no era posible debido a la guerra, así que decidimos visitar a nuestra familia en Austria y quedarnos una temporada. Sin embargo, la única vía de escape de Sarajevo era un túnel que pasaba debajo del aeropuerto. Tenía cerca de 900 metros [media milla] de largo y 1,2 metros [cuatro pies] de alto. Mi esposa cargaba a la niña, y yo intentaba llevar el equipaje. Pero estaba tan débil que ella tuvo que ayudarme.

      Resulta muy difícil explicar lo felices que nos sentimos en Austria. Cuando partimos de Sarajevo, tanto a nuestros hermanos como al Creador les prometimos que volveríamos. Fue muy duro dejar a la familia en Austria, especialmente a mi madre, pero les explicamos que le habíamos prometido a Dios que regresaríamos a Sarajevo si nos ayudaba a salir de allí para descansar un poco. ¿Cómo íbamos a decirle ahora: “Gracias por ayudarnos a llegar hasta Austria. Hemos disfrutado muchísimo y nos gustaría quedarnos”? Además, los hermanos de Sarajevo nos necesitaban, y mi esposa, Amra, apoyó mi decisión en todo momento.

      Así que en diciembre de 1994 llegamos al túnel de Sarajevo, aunque esta vez para entrar en la ciudad. Al vernos volver a través del túnel, la gente nos decía: “Pero ¿qué hacen? Todo el mundo quiere salir, ¿y ustedes vuelven a la ciudad sitiada?”. No tengo palabras para describir el maravilloso reencuentro con nuestros hermanos en el Salón del Reino de Sarajevo. Nunca hemos lamentado haber vuelto.

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