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¿Cómo podemos proteger a nuestros hijos?¡Despertad! 1993 | 8 de octubre
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Sin embargo, Time indicó que esta conspiración por fin está desmoronándose. ¿Gracias a qué? Dicho escuetamente, gracias a la educación. La revista Asiaweek ofrece la siguiente explicación: “Todos los expertos concuerdan en que la mejor defensa contra el abuso de menores es que este sea de conocimiento público”. Para defender a sus hijos, los padres tienen que entender la realidad del peligro. No se quede a oscuras por causa de mitos que protegen a los agresores y no a los niños. (Véase el recuadro de la página siguiente.)
Eduque a sus hijos
El sabio rey Salomón le dijo a su hijo que el conocimiento, la sabiduría y la capacidad de pensar podrían protegerlo “del mal camino, del hombre que habla cosas perversas”. (Proverbios 2:10-12.) ¿No es precisamente eso lo que necesitan los niños? Bajo el encabezamiento “La víctima ideal”, el folleto del FBI titulado Child Molesters: A Behavioral Analysis, dice: “Para la mayoría de los niños, la sexualidad es un tema tabú del que reciben poca información exacta, en especial de boca de sus padres”. No permita que sus hijos se conviertan en “víctimas ideales”. Explíqueles todo lo que necesitan saber sobre los asuntos sexuales.a Por ejemplo, ningún niño debería llegar a la pubertad sin conocer los cambios que experimentará su cuerpo durante ese período. La ignorancia hará que se sientan confusos y avergonzados, y los hará vulnerables.
Una mujer a la que llamaremos Janet sufrió abusos sexuales de niña, y lo mismo les ocurrió a sus dos hijos años más tarde. Ella dice: “Nos educamos en un medio en el que se excluía hablar de la sexualidad. Así que crecí con la idea de que era algo bochornoso, algo de lo cual avergonzarse. Y lo mismo pasó cuando tuve hijos. Podía hablar del tema con los hijos de otras personas, pero no con los míos. Creo que eso es contraproducente, porque si los padres no hablan de estas cosas a sus hijos, los hacen vulnerables”.
Se puede enseñar a los niños desde muy temprana edad a protegerse de los abusos deshonestos. Cuando enseñe a sus hijos el nombre de la vagina, los pechos, el ano o el pene, explíqueles que dichas partes son buenas, que son especiales, pero que también son íntimas. “No deben permitir que nadie las toque, ni siquiera mamá o papá, ni tampoco un médico, a menos que mamá o papá estén presentes o hayan dado su consentimiento.”b Lo ideal es que estos temas los expongan ambos progenitores o los adultos bajo cuya custodia esté el niño.
En la obra The Safe Child Book (Libro para la seguridad del niño), Sherryll Kraizer dice que si bien los niños deberían sentirse libres de no hacer caso al presunto agresor, de gritar o de huir, muchos de los que han sufrido abusos deshonestos explican después que no querían parecer maleducados. Por eso los niños necesitan saber que algunos adultos hacen cosas malas y que ellos, aunque sean niños, no tienen que obedecer a nadie que les diga que hagan algo malo. En tales ocasiones el niño tiene absoluto derecho a decir que no, tal como hicieron Daniel y sus compañeros cuando ciertos adultos de Babilonia quisieron hacerles comer alimentos inmundos. (Daniel 1:4, 8; 3:16-18.)
Un método docente que muchos recomiendan es el juego de “¿Y si...?”. Por ejemplo: usted pudiera preguntar al niño: “¿Y si tu profesor te dijera que le pegaras a otro niño? ¿Qué harías?”. O: “¿Y si (mamá, papá, un ministro religioso, un policía) te dijera que te tiraras por la ventana de un edificio alto?”. Puede que la respuesta del niño no sea adecuada o sencillamente sea errónea, pero no lo corrija con severidad. El juego no tiene que sobresaltarlo ni asustarlo; en realidad, los expertos recomiendan que se practique este juego de una manera bondadosa, cariñosa y hasta alegre.
Luego enseñe a sus hijos a rechazar las muestras de afecto impropias o que les incomoden. Pregúnteles, por ejemplo: “¿Y si alguna de las amistades de mamá y papá quisiera besarte de una manera que te hiciera sentir raro?”.c Con frecuencia lo mejor es animar al niño a demostrar lo que haría, como si se tratara de un juego llamado: “Vamos a suponer que”.
Este mismo método puede ser útil al enseñar a los niños a resistir otras tácticas de los que perpetran abusos deshonestos. Por ejemplo, usted pudiera preguntar: “¿Y si alguien te dice: ‘¿Sabes? Eres mi preferido. ¿No quieres ser mi amigo?’?”. Cuando el niño aprenda a resistir ese tipo de táctica, pase a otras. Pudiera preguntarle: “Si alguien te dijera: ‘No querrás herir mis sentimientos, ¿verdad?’. ¿Qué le responderías?”. Enseñe al niño a decir que no a las proposiciones deshonestas tanto de palabra como con ademanes claros y firmes. Recuerde que los agresores acostumbran a probar cómo responden los niños a una insinuación sutil. De modo que hay que enseñarles a que opongan firme resistencia y digan: “Lo denunciaré”.
Sea concienzudo al enseñar
No limite dicha enseñanza a una sola conversación. Los niños necesitan que se les repitan las cosas muchas veces. Decida usted mismo lo explícita que debería ser la enseñanza, pero sea concienzudo.
Anticípese sin falta a cualquier intento de un agresor de hacer un pacto secreto con su hijo. Los niños deben saber que nunca está bien que un adulto les pida ocultar algo a uno de los padres. Incúlqueles que contar un secreto a los padres siempre está bien, aunque hayan prometido no hacerlo. (Compárese con Números 30:12, 16.) Algunos agresores chantajean al niño si saben que ha desobedecido alguna norma de la familia. Su argumento es: “Yo no diré nada de ti si tú no dices nada de mí”. Por lo tanto, los niños deberían saber que sus padres nunca se enfadarán con ellos por contar lo que les pasa, ni siquiera en tales circunstancias. No les pasará nada si lo cuentan.
Como parte de esta instrucción, debe enseñar también a sus hijos a resistir las amenazas. Algunos agresores han matado animales pequeños delante de un niño y lo han amenazado con hacer lo mismo a sus padres. Otros han dicho a su víctima que abusarán de sus hermanos menores. De modo que inculque en sus hijos que siempre deben denunciar a cualquiera que intente abusar de ellos, prescindiendo de lo espantosas que sean las amenazas.
A este respecto la Biblia puede ser un instrumento docente útil. Como recalca tan intensamente que Jehová es todopoderoso, puede hacer que las amenazas del agresor parezcan menos espantosas. Los niños necesitan saber que, prescindiendo de las amenazas, Jehová puede ayudar a su pueblo. (Daniel 3:8-30.) Aun cuando personas malas hagan daño a aquellos a quienes Jehová ama, él siempre puede reparar después el daño y hacer que las cosas vuelvan a ir bien. (Job, capítulos 1 y 2; 42:10-17; Isaías 65:17.) Asegúreles que Jehová lo ve todo, tanto a los que hacen cosas malas como a las personas buenas que hacen todo lo posible por resistirlos. (Compárese con Hebreos 4:13.)
Cautelosos como serpientes
No son muchos los pederastas que se valen de la fuerza física para abusar de un niño. Por lo general, primero prefieren trabar amistad con los niños. Por eso es muy apropiado el consejo de Jesús de ser “cautelosos como serpientes”. (Mateo 10:16.) Una de las mejores maneras de evitar el abuso deshonesto de menores es la estrecha supervisión de padres cariñosos. Algunos agresores buscan un niño que esté solo en un lugar público y entablan una conversación que despierte su curiosidad. (“¿Te gustan las motos?” “Ven a ver los cachorritos que tengo en el camión.”) Es cierto que los padres no pueden estar con sus hijos en todo momento, y los pediatras reconocen que los niños necesitan cierta libertad de movimiento. Sin embargo, los padres precavidos no conceden demasiada libertad a sus hijos antes de tiempo.
Procure conocer bien a cualquier adulto o joven de más edad que tenga una relación estrecha con sus hijos, y sea especialmente precavido cuando decida quién debería cuidarlos durante su ausencia. Si nota que sus hijos se sienten raros o incómodos con cierta niñera, vaya con cuidado. También sea cauteloso con los adolescentes que parecen mostrar un interés excesivo en los niños más pequeños y no tienen amigos de su misma edad. Investigue a fondo las guarderías y las escuelas. Visite todas las instalaciones, hable con el personal y observe bien cómo se relacionan con los niños. Pregunte si tienen inconveniente en que se presente sin avisar para comprobar que sus hijos están bien; si no se lo permiten, busque otra guardería. (Véase ¡Despertad! del 8 de diciembre de 1987, páginas 3-11.)
De todas formas, la triste realidad es que ni siquiera los mejores padres pueden controlar todo lo que les ocurre a sus hijos. (Eclesiastés 9:11.)
Pero si existe cooperación entre los padres, hay una cosa que podrán controlar: el ambiente hogareño. Y como la mayoría de los abusos deshonestos de menores se perpetran en el hogar, este será el tema de que tratará el siguiente artículo.
b Por supuesto, los padres tienen que bañar y cambiar los pañales de sus hijos pequeños, y en tales ocasiones lavan sus partes íntimas. No obstante, enseñe a sus hijos a bañarse ellos mismos desde temprana edad; algunos pediatras recomiendan que, de ser posible, ya sepan lavarse sus partes íntimas para cuando tengan 3 años.
c Algunos expertos advierten que si se obliga al hijo a besar o abrazar a toda persona que pide dicha muestra de afecto, se puede minar la educación que se le está dando. Por eso algunos padres enseñan a sus hijos a excusarse con educación o a saludar de otra forma cuando les piden una muestra de afecto que no desean dar.
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Adopte medidas preventivas en el hogar¡Despertad! 1993 | 8 de octubre
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Leyes morales
¿Influyen las leyes de la Biblia en su familia? Por ejemplo, Levítico 18:6 dice: “No deben acercarse ustedes, ningún hombre de ustedes, a nadie que sea parienta carnal próxima de él para poner al descubierto desnudez. Yo soy Jehová”. Del mismo modo, la congregación cristiana moderna hace cumplir leyes severas sobre toda forma de abuso sexual. Cualquiera que abuse sexualmente de un niño corre el riesgo de ser expulsado, o echado fuera, de la congregación.a (1 Corintios 6:9, 10.)
Todas las familias deberían conocer y repasar estas leyes. Deuteronomio 6:6, 7 insta: “Y estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. Inculcar estas leyes en los hijos significa más que repetírselas de vez en cuando. Implica mantener conversaciones regulares con ellos procurando que todos participen. De vez en cuando, tanto el padre como la madre deberían reafirmar las leyes de Dios sobre el incesto y explicar de nuevo las amorosas razones por las que se dieron.
Se pueden utilizar historias como la de Tamar y Amnón, dos hijos de David, para enseñar a los niños que en cuestiones sexuales existen límites que nadie, ni siquiera los parientes próximos, deben traspasar jamás. (Génesis 9:20-29; 2 Samuel 13:10-16.)
El respeto a estos principios se puede manifestar incluso en cómo se comparte la vivienda. En cierto país oriental se ha observado que muchos casos de incesto se producen en familias en las que los hijos duermen con los padres aun cuando no exista una necesidad económica que lo justifique. Del mismo modo, por lo general no es prudente que los hermanos de diferente sexo duerman en la misma cama o en la misma habitación cuando crecen, si es que es evitable. Incluso en los casos en que no hay mucho espacio para la familia, los padres deben decidir con sensatez dónde dormirá cada miembro de la familia.
La ley de Dios prohíbe la borrachera, e insinúa que puede conducir a la perversión. (Proverbios 23:29-33.) Según cierto estudio, entre el 60 y el 70% de las víctimas de incesto dijeron que el agresor, uno de sus padres, había estado bebiendo cuando empezó a abusar de ellas.
Un cabeza de familia amoroso
Los investigadores han hallado que los abusos deshonestos son más comunes en las familias con un esposo dominante. La opinión generalizada de que las mujeres solo existen para satisfacer las necesidades de los hombres no se encuentra en las Escrituras. Algunos hombres se valen de esta opinión no cristiana para justificar el hecho de que busquen en una hija lo que no pueden conseguir de su esposa. Este tipo de opresión puede provocar el desequilibrio emocional de las mujeres que se encuentran en dichas circunstancias. Muchas hasta pierden el impulso natural de proteger a sus hijos. (Compárese con Eclesiastés 7:7.) Por otro lado, cierto estudio descubrió que cuando padres adictos al trabajo se ausentaban de casa por mucho tiempo, a veces las madres abusaban de sus hijos.
¿Qué puede decirse de su familia? ¿Asume usted seriamente su papel de cabeza como marido, o lo delega en su esposa? (1 Corintios 11:3.) ¿Trata a su esposa con amor, honor y respeto? (Efesios 5:25; 1 Pedro 3:7.) ¿Toma en cuenta sus opiniones? (Génesis 21:12; Proverbios 31:26, 28.) ¿Y sus hijos? ¿Los considera como algo preciado? (Salmo 127:3.) ¿O los ve tan solo como cargas, algo de lo que se puede aprovechar libremente? (Compárese con 2 Corintios 12:14.) Para proteger su hogar de los abusos deshonestos, debe librarlo de las tergiversadas opiniones no bíblicas respecto a los diferentes papeles de los miembros de la familia.
Refugio emocional
Una joven a la que llamaremos Sandi dice: “Toda mi familia estaba abocada al abuso sexual. Estaba aislada y cada uno se apartaba de los demás”. El aislamiento, la rigidez y la obsesión de obrar en secreto son actitudes malsanas no bíblicas que caracterizan a la familia en la que hay abusos sexuales. (Compárese con 2 Samuel 12:12; Proverbios 18:1; Filipenses 4:5.) Cree un ambiente hogareño que sea seguro emocionalmente para los niños. El hogar debería ser un lugar donde ellos se sientan fortalecidos, donde se sientan libres de abrir su corazón y hablar con franqueza.
Además, los niños tienen una gran necesidad de recibir expresiones físicas de cariño: que se les abrace, se les acaricie, se les tome de la mano y se juegue con ellos. No se vaya al extremo opuesto por temor al abuso sexual, y les niegue estas expresiones de cariño. Muestre a los niños que los aprecia con manifestaciones francas de afecto y alabanza. Sandi recuerda: “La opinión de mi madre era que no se debía encomiar a nadie por nada, pues se le subiría a la cabeza”. Sandi sufrió en silencio por lo menos diez años de abuso sexual. Los niños que no están convencidos de su valía y de que se les quiere pueden ser más vulnerables a la alabanza de un agresor, a su “afecto” o a sus amenazas de retirarles dicho afecto.
Un pederasta que abusó sexualmente de cientos de niños a lo largo de cuarenta años admitió que los muchachos que sentían una necesidad emocional de tener un amigo como él constituían las “mejores” víctimas. No cree tal necesidad en su hijo.
Rompa el ciclo del abuso
Mientras pasaba por una severa prueba, Job dijo: “Mi alma ciertamente siente asco para con mi vida. Ciertamente daré salida a mi preocupación acerca de mí mismo. ¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma!”. (Job 10:1.) Del mismo modo, muchos padres han descubierto que ayudándose a sí mismos pueden ayudar también a sus hijos. Un boletín titulado The Harvard Mental Health Letter comentó hace poco: “La firme desaprobación social de que los hombres manifiesten su dolor aparentemente perpetúa el ciclo del abuso”. Al parecer, los hombres que nunca llegan a expresar su dolor por haber sido objeto de abuso sexual tienen más probabilidades de perpetrar esos mismos abusos. El libro The Safe Child Book informa que la mayoría de los que abusan de niños fueron víctimas de abusos sexuales durante su infancia, pero nunca recibieron ayuda para recuperarse. Expresan su dolor y su ira abusando de otros niños.b (Véase también Job 7:11; 32:20.)
El peligro para los niños puede ser mayor cuando son las madres las que no han superado el trauma de los abusos sufridos en el pasado. Por ejemplo, los investigadores dicen que las mujeres que fueron víctimas de abusos sexuales en su infancia suelen casarse con hombres que abusan de niños. Además, si una mujer no ha superado lo que sufrió en el pasado, es comprensible que le resulte difícil hablar del tema con sus hijos. En el caso de que estos sufran abusos deshonestos, puede que a ella le resulte más difícil darse cuenta y tomar medidas positivas. Así pues, los hijos pagan un terrible precio por la inacción de la madre.
De este modo, la situación puede repetirse en una generación tras otra. Por supuesto, muchas personas que optan por no hablar de su doloroso pasado al parecer son capaces de arreglárselas bastante bien, y eso es encomiable. Pero en muchos casos el dolor es más profundo, y necesitan hacer un esfuerzo decidido —que incluye, de ser necesario, recurrir a la ayuda de un profesional competente— para sanar las graves heridas que sufrieron de niños. Su objetivo es no sumirse en la autocompasión. Desean romper este degenerado y nocivo ciclo de abuso de menores que afecta a su familia. (Véase la revista ¡Despertad! del 8 de octubre de 1991, páginas 3-11.)
El fin de los abusos
Si toda esta información se aplica bien, puede contribuir mucho a reducir las posibilidades de que se produzca abuso de menores en su hogar. Recuerde, no obstante, que los que abusan de niños lo hacen en secreto, se aprovechan de la confianza y utilizan tácticas de adulto para aprovecharse de niños inocentes. Por eso es inevitable que algunos de ellos parezcan salir impunes de sus repugnantes crímenes.
Sin embargo, usted puede tener la seguridad de que Dios ve lo que hacen. (Job 34:22.) A menos que se arrepientan y cambien, él no olvidará su vil comportamiento. Al debido tiempo hará que se descubran sus hechos y exigirá justicia. (Compárese con Mateo 10:26.) Jehová Dios promete que llegará un tiempo en que tales traicioneros serán ‘arrancados de la Tierra’, y solo se permitirá que permanezcan en ella las personas mansas y bondadosas que aman a Dios y al prójimo. (Proverbios 2:22; Salmo 37:10, 11, 29; 2 Pedro 2:9-12.) Tenemos esta maravillosa esperanza de un nuevo mundo gracias al sacrificio rescatador de Jesucristo. (1 Timoteo 2:6.) Será entonces, y solo entonces, cuando los abusos acabarán para siempre.
Mientras tanto, tenemos que hacer todo lo posible por proteger a nuestros hijos. Son algo muy preciado. Casi todos los padres estarían dispuestos a arriesgar su propia seguridad para proteger a sus hijos. (Compárese con Juan 15:13.) Si no los protegemos, las consecuencias pueden ser horribles. Si lo hacemos, les estaremos dando un maravilloso regalo: una niñez llena de inocencia y libre de calamidad. Podrán sentirse igual que el salmista, quien escribió: “Ciertamente diré a Jehová: ‘Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré’”. (Salmo 91:2.)
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