El tabaco y la censura
“¡Basta de censura! La libertad de expresión —incluida la libertad de anunciar— es un derecho que debemos conservar. La mayoría de los americanos no apoyan que se prohíba la publicidad de cigarrillos.” (Anuncio publicado en enero de 1989 en un periódico y que hacía referencia a “una encuesta telefónica realizada a escala nacional entre 1.500 adultos”. Pero, ¿acaso representan 1.500 personas a “la mayoría de los americanos”?)
LOS anunciantes de tabaco sostienen que su publicidad no inicia a la gente en el hábito de fumar, solo se limita a determinar la distribución del negocio entre las diferentes marcas. No obstante, el actual incremento en el número de mujeres fumadoras hace que esta afirmación sea discutible. Además, del poder que ejercen los anunciantes de tabaco brota otra influencia perniciosa.
En años recientes las compañías tabacaleras de Estados Unidos han conseguido cierto grado de respetabilidad al comprar compañías alimentarias y eliminar la palabra tabaco de los nombres de sus sociedades. Así fue como la American Tobacco Company pasó a ser American Brands, la R. J. Reynolds Tobacco Company se convirtió recientemente en RJR/Nabisco y la Brown and Williamson Tobacco Corporation cambió a Brown and Williamson Industries. Ahora bien, ¿cuál ha sido una de las consecuencias de estos cambios? Más presión publicitaria. ¿Por qué?
Hasta las revistas en las que nunca se anuncia tabaco tienen que pensárselo dos veces antes de publicar artículos que critiquen este hábito y los productos del tabaco. Es cierto que en este caso no perderían los ingresos procedentes de la publicidad del tabaco, pero, ¿qué hay de las compañías que ahora pertenecen a los magnates del tabaco y que anuncian alimentos u otros productos? ¿Y qué hay de los artículos o declaraciones que pueden dejar en mal lugar este hábito? En estos factores radica una autocensura sutil y casi subliminal.
Un ejemplo muy interesante que viene al caso lo suministra el número del 6 de junio de 1983 de la revista Newsweek. En los números anteriores y posteriores se incluían de siete a diez páginas de anuncios de cigarrillos. Pero este número de la revista Newsweek publicó 4,3 páginas sobre una controvertida serie titulada “Showdown on Smoking” (Confrontación sobre el tabaco). ¿Cuántas páginas de anuncios de cigarrillos aparecieron en aquella revista? Ninguna. White dice que “cuando las compañías de cigarrillos se enteraron de la intención de publicar esos artículos, pidieron que retirasen sus anuncios. Por publicar dichos artículos, la revista posiblemente perdió hasta un millón de dólares en concepto de publicidad”.
Las revistas y los periódicos viven de los ingresos por publicidad. La evidencia indica que los editores se lo piensan mucho antes de decidirse a publicar críticas a la industria del tabaco, y si lo hacen, se piensan qué tipo de información publicarán. Un escritor sobre temas de la salud comentó: “Si incluyo el tabaco en una lista de factores que provocan enfermedades cardiacas, por ejemplo, mi editor lo colocará al final de la lista o lo eliminará por completo”. Hay un dicho que reza: “Quien paga manda”. La autocensura se ha puesto a la orden del día.
El periódico The Wall Street Journal informó que durante los seis años que dos revistas dirigidas al público de raza negra publicaron anuncios de tabaco, ninguna de ellas publicó un solo artículo que tratase directamente del tabaco y la salud. ¿Pura coincidencia? Es evidente que a las revistas que anuncian tabaco les resulta difícil morder la mano que las alimenta, de ahí que se retengan de exponer los peligros de fumar.
Este análisis sobre el tabaco, el fumar y la publicidad nos ayuda a ver que hay mucho en juego. Para los tabacaleros, está en juego su medio de vida; para los magnates y los vendedores de tabaco, sus grandes beneficios; para los gobiernos, los ingresos que perciben de sus impuestos, y para los millones de fumadores, su salud y su vida.
Tanto si es fumador como si piensa serlo, es usted quien debe decidir, pues como gustan de recordar los magnates estadounidenses del tabaco, tiene el derecho constitucional de fumar. Sin embargo, recuerde además que esto significa que también tiene el derecho constitucional de correr el riesgo de morir de cáncer de pulmón o de garganta, de enfermedades cardiovasculares, de enfisema, de la enfermedad de Buerger (véase el recuadro de la página 9) y de un sinfín de otras dolencias mortales. Por otro lado, si desea dejar de fumar, ¿cómo puede conseguirlo? ¿Qué se necesita? Motivación.
[Fotografía en la página 12]
El doctor Koop, director general de Sanidad de Estados Unidos, ha advertido con firmeza sobre los peligros del consumo de tabaco
[Reconocimiento]
Foto: Public Health Service