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Pronto, un mundo sin guerraLa Atalaya 1994 | 15 de enero
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La religión estuvo tras el conflicto armado más largo de la historia: las Cruzadas, o “guerras santas”, que emprendió el papa Urbano II en 1095 E.C.a En nuestro siglo, el clero ha desempeñado un papel importante en fomentar el apoyo popular a las guerras, incluso a aquellas completamente ajenas a la religión.
El historiador Paul Johnson escribió con respecto al papel de las Iglesias cristianas nominales en la I Guerra Mundial: “Los clérigos demostraron que no podían, y en la mayoría de los casos no querían, poner la fe cristiana antes que la nacionalidad. La mayoría siguió el camino fácil y equiparó el cristianismo con el patriotismo. Los soldados cristianos de todas las confesiones recibieron la exhortación a matarse mutuamente en nombre de Su Salvador”.
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Pronto, un mundo sin guerraLa Atalaya 1994 | 15 de enero
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a En ocasiones, los mismos caudillos religiosos han sido guerreros. En la batalla de Hastings (1066), el obispo católico Odo justificó su participación activa en la guerra llevando un mazo en vez de una espada. Decía que si no derramaba sangre, el hombre de Dios podía matar legítimamente. Cinco siglos más tarde, el cardenal Cisneros dirigió personalmente la invasión española del norte de África.
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