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    Anuario de los testigos de Jehová 1993
    • Un rotulista halla la verdad

      A las reuniones de Copenhague asistían unas cinco o seis personas, entre ellas dos humildes costureras. El grupo, sin embargo, no tardaría en aumentar.

      Brønshøj, población del extremo norte de Copenhague, era el hogar de un rotulista, John Reinseth. Junto con su esposa, Augusta, procuraba educar a sus hijos según la Palabra de Dios. Solía leer la Biblia a su familia e intentaba explicarla para que hasta los niños la entendieran. Aunque asistieron a varios oficios religiosos, quedaron descontentos. Una tarde se arrodillaron mientras el padre oraba con sinceridad que Dios les abriera los ojos a la verdad. A la mañana siguiente había a la puerta una repartidora con el tomo I de La Aurora del Milenio. ¿Quién era la predicadora? Anna Hansen, una de las dos humildes costureras.

      Después siguió visitando a esta familia Carl Lüttichau para enseñarles la Biblia. Tras largas charlas, John empezó a asistir a las reuniones de Ole Suhrs Gade, sede de la sucursal danesa de la Sociedad. Cuando acababan, volvía corriendo a casa a contarle a su esposa las maravillas que había escuchado. Aunque llevaba años en cama, tan pronto como recuperó las fuerzas empezó a asistir con celo a las reuniones ayudada de muletas.

      La familia simplemente absorbió la verdad. Cada minuto que John sacaba libre, predicaba de puerta en puerta. Se levantaba tan temprano como a las 4.30 de la mañana a fin de prepararse para las reuniones. Al avanzar el día y cansarse, se sentaba en una silla cómoda a dormir una siesta, normalmente con el llavero suelto en la mano. Al quedarse dormido y caérsele las llaves, interrumpía sus sueños este despertador de su invención. Ya repuesto, estaba listo para reanudar el servicio.

      Aunque su esposa era de salud delicada, deseaba difundir la verdad alrededor de Hellebæk, en la parte norte de Sjælland, su tierra natal. De modo que llenó de libros un baúl de mimbre y lo envió por ferrocarril a Elsinore. Como solo podía llevar un par de libros en el bolso, se hizo una especie de faltriquera múltiple, un cinturón con varios bolsillos amplios y planos. Así, pertrechada con el bolso en una mano, el bastón en la otra y unos cuantos libros en la faltriquera, disimulada bajo un abrigo holgado, la intrépida Augusta predicaba a pie todas las casas de campo que hallaba en la costa septentrional. Sus últimas palabras antes de fallecer en 1925 fueron: “¡Hay tanto que hacer allí arriba, en el norte de Sjælland, y tenía tantas ganas de hacerlo!”.

      Tres de sus hijos se hicieron también publicadores celosos de las buenas nuevas, y su hijo Poul tuvo el privilegio de ser por un tiempo el superintendente de la sucursal.

  • Dinamarca
    Anuario de los testigos de Jehová 1993
    • [Fotografías en la página 72]

      John Reinseth aprendió la verdad en 1907. Era un publicador incansable. Su esposa, Augusta, también predicó con celo a pesar de su mala salud

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