¿Destruirá la codicia las sociedades aseguradoras?
UNA niñita de tan solo dos años de edad sufre unos ataques. La llevan rápidamente al hospital. Pero en este se la rechaza. La llevan a otro, donde también es rechazada, y lo mismo sucede en el siguiente. No hay médicos en las salas de urgencias. Dicen que sencillamente no les compensa ejercer en esos lugares. En poco tiempo, literalmente miles de médicos han abandonado su profesión. Negocios de todo tipo también se han visto obligados a cerrar sus puertas. Ha habido corporaciones municipales en las que todos sus funcionarios han dimitido. Algunas ciudades han cerrado sus parques. ¿Por qué?
La respuesta es la crisis de los seguros. Después de una crisis de tres años como consecuencia de que las tarifas de los seguros se pusieran por las nubes, Estados Unidos aún no se ha recuperado. ¿Le afectó a usted esa situación? Como mínimo, perjudicó su economía. Usted pagó más por la atención médica y por una gran variedad de productos y servicios, incluso pagó unos impuestos municipales más elevados.
¿A qué se debe la crisis? Para responder a esta pregunta, veamos primero cómo funcionan los seguros. En teoría, los seguros son una manera de proteger a la persona de un gran revés económico, repartiendo la pérdida equitativamente entre todos los asegurados. Un tipo de seguro que cada vez cobra más importancia es el “seguro de responsabilidad civil”. Este lo protege cuando la ley lo considera a usted responsable de haber causado daño a otras personas o a su propiedad. Las pólizas de responsabilidad civil son imprescindibles para abogados, negocios de todo tipo e incluso municipios y ciudades.
A pesar de la importancia de esta clase de seguro, desde hace unos años en Estados Unidos resulta difícil conseguirlo. Las compañías de seguros subieron de repente y a pasos agigantados las primas de responsabilidad civil, cobrando dos veces más, cuatro veces más y ¡hasta diez veces más! Muchas incluso cancelaron por completo estas pólizas.
¿Está este problema circunscrito a Estados Unidos? No, parece ser que los seguros se han convertido en una red internacional sensible a cualquier revés. Las compañías de seguros americanas están a su vez aseguradas en otras compañías reaseguradoras con sede en Europa. Muchas de ellas se han venido abajo o se han retirado debido a la crisis. Algunos economistas extranjeros han asemejado la influencia de la economía estadounidense a la precaria situación de encontrarse en un bote de remos con un elefante. Uno tal vez no dependa del elefante para sobrevivir, pero ciertamente se verá afectado por cada uno de sus movimientos. De modo que, sin importar el lugar donde usted viva, la crisis de los seguros le ha alcanzado.
¿Cuál ha sido la causa de la crisis?
No es sorprendente que exista un considerable desacuerdo tocante a esta cuestión. Hay dos grupos de opinión principales: por un lado están las compañías de seguros y muchos de sus clientes, y por el otro, los abogados, sindicatos y grupos que defienden al consumidor.
Las sociedades aseguradoras dicen que han llegado a ser víctimas de una América que se ha vuelto loca con los litigios. Algunos jueces y jurados han cobrado notoriedad por conceder a los demandantes enormes cantidades en concepto de daños y perjuicios. El penetrante olor del dinero que se respira en el aire ha desencadenado una avalancha de pleitos cuyos gastos han tenido que ser sufragados por las compañías de seguros. En el recuadro de arriba aparece una lista de algunos casos que dichas compañías suelen citar como ilustración.
Los que critican a los tribunales piensan que esos casos revelan fallos de fondo en la legislación. Por ejemplo: los fabricantes no entienden por qué se les tiene que juzgar responsables por accidentes que ocurren cuando su producto está gastado o se utiliza mal. Los fabricantes europeos, en especial, ven con malos ojos los pleitos americanos. En Europa, un demandante que pierde un caso por lo general tiene que pagar sus propias costas y las de su oponente. Por eso los europeos se lo piensan dos veces antes de demandar a alguien.
Las sociedades aseguradoras se lamentan especialmente por el concepto de “responsabilidad mancomunada” o teoría del “más solvente”. Si para un pleito se cita a varios demandados, el tribunal puede obligar al que dispone de más dinero a que pague todos los daños, aunque sea el que menos culpa tiene. El “más solvente” suele ser su compañía de seguros.
Según la versión de las compañías de seguros, los únicos que verdaderamente ganan en esta explosión de litigios son los abogados. Sus honorarios condicionales pueden devengarles unos beneficios que ascienden hasta la mitad de lo que su cliente reciba como indemnización, por lo que se ven impelidos a entablar demandas por enormes sumas. Las compañías de seguros también creen que en la actualidad los americanos no son realistas, pues esperan vivir totalmente libres de riesgos y, en caso contrario, piensan que tienen el derecho de recibir una gran compensación económica.
Los abogados discrepan
Un gran número de abogados, asociaciones de abogados y sindicatos discrepan enormemente de este punto de vista. Alegan que no existe tal explosión de litigios. Las extravagantes cantidades que se adjudican y de las que tanto se habla en las noticias con frecuencia se reducen bastante en los tribunales de apelación. Hay quienes también se quejan de que las compañías de seguros se acogen demasiadas veces a anécdotas como las que aparecen en la página 11 para apoyar su posición, o, peor aún, relatan los casos sin incluir todos los detalles.
Como ejemplo considérese el último de los pleitos reflejado en el recuadro “¿Pleitos fútiles?”. Los casos que se relatan son verídicos, pero no se han mencionado todos los detalles. Suele omitirse, por ejemplo, que la claraboya se había pintado y, de noche, apenas se podía distinguir del tejado; tampoco se dice que recientemente alguien había muerto en un accidente similar ocurrido en una escuela cercana. La escuela demandada sabía del peligro que existía y tenía intenciones de cambiar la claraboya. Además, sería más exacto calificar al joven de travieso que de ladrón. Acababa de graduarse de la escuela secundaria e intentaba girar el foco para iluminar una pista de baloncesto.
Los críticos acusan a las sociedades aseguradoras de provocarse ellas mismas la crisis. ¿Cómo? A finales de la década de los setenta redujeron drásticamente sus tarifas y hasta aceptaron malos riesgos simplemente para ganar más dólares en concepto de primas a fin de invertirlos y cobrar los elevados tipos de interés que entonces había disponibles. Pero cuando los tipos de interés descendieron, las compañías de seguros se vieron en problemas. Su reacción fue aumentar enormemente sus tarifas.
Los abogados también señalan a la campaña publicitaria de 6.500.000 dólares que efectuaron las sociedades aseguradoras con el fin de denunciar la explosión de litigios, presentando la acusación de que solo era una estratagema con el propósito de, en primer lugar, quitar la culpa de las sociedades aseguradoras por sus elevadas tarifas y, en segundo lugar, fomentar la lucha en favor de una reforma tocante a la indemnización por los agravios, es decir, lograr cambios en los tribunales civiles. Los críticos alegan que las sociedades aseguradoras solo están abogando por dicha reforma a fin de no tener que pagar tanto dinero a los agraviados.
En pocas palabras: los abogados acusan de codicia a las compañías de seguros.
¿Quién tiene la razón?
No hay duda de que ambas partes tienen razón hasta cierto grado. Las compañías de seguros reconocen abiertamente que sus métodos de inversión durante la pasada década sin duda causaron parte de la actual crisis. Sin embargo, insisten en que la subida de las tarifas es la única manera que tienen de sobrevivir en el actual panorama de litigios.
¿Qué se puede decir de esta explosión de litigios? ¿Existe, o no? Aunque ambas partes esgrimen hábilmente los datos para defender sus posiciones, parece que ninguna de las dos dice toda la verdad. No se puede negar que los norteamericanos son las personas más litigantes del mundo. En 1984 ¡uno de cada diecisiete entabló un litigio! Los americanos entablan unas veinte veces más pleitos que los japoneses. Por ello, mientras que Japón tiene un abogado por cada 15.000 personas, Estados Unidos tiene uno por cada 375. Aun así, las compañías de seguros a veces exageran la situación. Por ejemplo: los datos que barajan son el promedio de las cantidades que los jurados adjudican por daños y perjuicios. De modo que, si una de esas cantidades es muy elevada, los datos presentados no responden a la realidad de cada perjudicado.
Parece ser que el único punto en el que ambas partes pueden concordar es en que el problema radica en la codicia humana. No obstante, según pregunta la revista Time, “sí, pero la codicia ¿de quién?”. Los abogados censuran la codicia de las sociedades aseguradoras. Estas censuran la codicia de los abogados y de una sociedad que utiliza el sistema judicial como si se tratase de una lotería. En cierto modo, las dos partes parecen presentar argumentos bastante convincentes. Esto es algo comprensible, pues al fin y al cabo nuestra sociedad moderna está saturada de codicia. Ha demostrado encajar con una famosa descripción bíblica de nuestros tiempos. (2 Timoteo 3:1-5.)
¿Existe alguna solución?
Cuando se trata de resolver la crisis, el debate se intensifica notablemente. Las sociedades aseguradoras han presionado para que se reforme la ley judicial. Los abogados exigen que el gobierno regule más a las sociedades aseguradoras. Ambas partes han presionado a los gobiernos estatales con el fin de promover sus puntos de vista.
Hasta ahora, muchos estados han promulgado reformas, limitando las cantidades adjudicadas por daños y perjuicios, los honorarios condicionales de los abogados y restringiendo la aplicación de la teoría del “más solvente”. Algunos estados han intentado imponer regulaciones más estrictas para las tarifas de los seguros, pero sin mucho resultado. Los abogados afirman que las reformas solo cierran las puertas de los tribunales a los pobres y a los que han sido perjudicados, mientras que protegen a las sociedades aseguradoras.
¿Han ayudado estas medidas? El 9 de febrero de 1987 el periódico The New York Times informó que la crisis de los seguros de responsabilidad civil por fin había remitido. Sin embargo, muchos expertos vieron esta “recuperación” con escepticismo. “¡Sandeces!”, criticó un corredor de la compañía de seguros Lloyd’s. Un reasegurador suizo hizo la siguiente observación: “La crisis de los seguros de responsabilidad civil todavía no se ha superado porque los norteamericanos intentan remediarla por medio de los precios. El problema es más profundo. No es solo una cuestión económica [...], sino social”.
¡Cuán ciertas son esas palabras! Pero, ¿cuánto podemos esperar que consigan las agencias humanas en lo que respecta a cambios sociales? El propio presidente de la Lloyd’s de Londres culpa a las compañías de seguros de “engañar a la gente para que crea que los seguros pueden suministrarles lo que en realidad no pueden, es decir, una solución para todos los problemas de la humanidad”. Es evidente que para hallar una verdadera solución a la crisis de los seguros, se tendrían que tratar algunos de los problemas más acentuados de la humanidad: la codicia humana, la constante amenaza de calamidades y la necesidad de un sistema judicial confiable, para mencionar solo unos pocos. ¡Una labor de gran envergadura! Los tribunales, los abogados y las compañías de seguros son absolutamente necesarios en el mundo de hoy, pero de ningún modo van a resolver todos los problemas.
¿Qué se puede decir, entonces, del Creador de la humanidad? ¿Permitirá indefinidamente que la codicia humana dirija los asuntos del mundo? ¿Piensa dejar que siempre vivamos bajo la amenaza del desastre? La lógica indica que la respuesta a estas dos preguntas debería ser no. Aún más, la Biblia, un libro que ha demostrado ser absolutamente confiable, nos asegura que Dios pronto establecerá un gobierno mundial basado en la justicia, y lo utilizará para librar a la Tierra para siempre tanto de la codicia como del desastre. (Isaías 32:1; Proverbios 1:33; 1 Corintios 6:10.)
[Ilustración en la página 10]
Cómo ven los economistas del mundo la influencia que ejerce la economía de Estados Unidos
“Por favor, ¡no te muevas!”
[Ilustración en la página 12]
Los abogados afirman que las sociedades aseguradoras son codiciosas
[Ilustración en la página 13]
Las sociedades aseguradoras afirman que los abogados y sus clientes son codiciosos
[Recuadro en la página 11]
¿Pleitos fútiles?
◼ Tres pescadores de langostas de Estados Unidos se enfrentan a una violenta tormenta y desaparecen en el mar. Sus respectivas familias demandan al Servicio Meteorológico Nacional por hacer una predicción errónea, y se les adjudican 1.250.000 dólares.
◼ Una mujer atropella con su automóvil a un caballo desbocado y el animal atraviesa el techo del coche, ocasionando la muerte a la mujer. Sus herederos demandan al fabricante del automóvil, y las protestas de este en el sentido de que ningún automóvil hubiera podido soportar dicho impacto son desoídas. El fabricante tiene que pagar 1.500.000 dólares.
◼ Un hombre intenta suicidarse saltando delante de un tren subterráneo. Es atropellado y herido. Entabla un pleito en el que afirma que el conductor debería haberse detenido antes. El caso se zanja con la adjudicación de 650.000 dólares por daños y perjuicios.
◼ Un marinero se accidenta cuando utiliza un torno para elevar cargas fabricado hace cincuenta años al que le falta su dispositivo de seguridad. Demanda al fabricante, gana y deja a la empresa en bancarrota.
◼ Un hombre se zambulle en las olas que rompen contra la playa y sufre heridas graves. Demanda a la ciudad a la que pertenece la playa y gana 6.000.000 de dólares.
◼ A un hombre se le niega la entrada a una elegante discoteca de la ciudad de Nueva York. Formula una demanda por haberle causado angustia mental y se le adjudican 50.000 dólares.
◼ Un trabajador americano de la construcción dispara una pistola de grapar; una de las grapas rebota en la pared y le hiere. Demanda al fabricante, una compañía de Alemania occidental que insiste en que el hombre utilizó mal la herramienta. El hombre gana el juicio y se le adjudican 1.700.000 dólares.
◼ Un ladrón de diecinueve años intenta robar un foco del tejado de una escuela secundaria, se cae por una claraboya y resulta gravemente herido. La escuela es demandada y tiene que pagar al joven 260.000 dólares, además de 1.500 dólares mensuales.
[Recuadro en la página 13]
La crisis ha afectado muchas vidas
◼ Una marcha en pro de la paz que había recibido mucha publicidad fue suspendida. En parte, la razón fue que se requería un seguro que no podían obtener.
◼ Una madre que trata de mantenerse a sí misma y a su hijo ni siquiera puede comprarse el material que necesita para su pequeño negocio de limpieza. ¿Por qué? En los últimos dos años su seguro de responsabilidad civil ha subido más de un 52%.
◼ A los tocólogos les han asestado un duro golpe con las demandas por negligencia y la vertiginosa subida de los seguros. Muchos han dejado de ejercer la obstetricia. Por ejemplo: el 27% de los tocólogos de California ya no atienden partos.
◼ En Suecia, cierto proveedor de cojinetes de bolas tuvo que cerrar. Un profesional culpa de ello a la crisis de los seguros. ¡Piense en la cantidad de puestos de trabajo que se han perdido!
◼ A un fabricante de aparatos de cocina de Francia le rescindieron su póliza de seguros. La única póliza nueva que podía conseguir ¡costaba doce veces la cantidad de la anterior!
◼ Al encararse a las enormes subidas de los seguros, algunos médicos han boicoteado las salas de urgencias en señal de protesta, mientras que otros simplemente han dimitido. Es como “ejercer mientras alguien te apunta en la cabeza con un revólver”, dijo uno de los que dimitieron.