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  • ¿Cómo puedo superar su muerte?
    Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas (volumen 1)
    • “Al morir mamá, me sentí vacía y perdida. Ella era la que mantenía unida a la familia.” (Karina)

      POCAS cosas en la vida te afectarán tanto como la muerte de uno de tus padres. Es probable que tengas que enfrentarte a sentimientos que hasta ahora eran desconocidos para ti. Bernardo tenía 13 años cuando su padre murió de un ataque al corazón. ¿Cómo reaccionó? “La noche que nos enteramos no hicimos otra cosa que abrazarnos y llorar”, cuenta él. Natalia, en cambio, reaccionó de forma muy diferente. Su padre murió de cáncer cuando ella tenía 10 años. “Me quedé helada, no supe cómo reaccionar —explica—. Era incapaz de sentir nada.”

      No todos reaccionamos igual ante la muerte. Según la Biblia, “cada cual [tiene] su propia plaga y su propio dolor” (2 Crónicas 6:29). Con esto presente, piensa en cómo te ha afectado a ti la pérdida de un ser tan querido. Escribe 1) cómo te sentiste cuando te enteraste y 2) cómo te sientes ahora.a

      1 ․․․․․

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      Si ves que ya no te duele tanto como antes, no te preocupes. Eso es normal, y de ningún modo significa que te estés olvidando de tu ser querido. También puede pasar lo contrario: que te sientas igual o peor que cuando falleció. Es posible que tus sentimientos vayan y vengan como olas que rompen contra la costa cuando menos lo esperas. Esta reacción también es normal. Hasta puede ocurrirte muchos años después. Sea cual sea la forma en que tú reacciones, aquí te damos unas sugerencias que te ayudarán a sobrellevar mejor la pérdida.

      No reprimas las lágrimas. Aunque llorar alivia el dolor, muchos jóvenes, como Alicia, no lo hacen. Esta chica, que perdió a su madre a los 19 años, temía que otros pensaran que no tenía fe en Dios si demostraba lo que de verdad sentía. ¿Te pasa a ti lo mismo? En tal caso, acuérdate de Jesucristo, quien era perfecto y tenía una fe fuerte. Sin embargo, “cedió a las lágrimas” cuando vio a los que lloraban por la muerte de su amigo Lázaro (Juan 11:35). Así pues, no temas dejar correr las lágrimas. Hacerlo no significa que te falte fe. “Con el tiempo —cuenta Alicia—, empecé a llorar. Lloraba mucho, todos los días.”b

      No te sientas culpable. “Todas las noches subía a darle un beso de buenas noches a mamá —cuenta Karina, que tenía 13 años cuando murió su madre—. Una noche no lo hice y, a la mañana siguiente, ella murió. Por tonto que parezca, todavía me siento culpable por no haber ido a verla esa noche, y más con lo que sucedió en la mañana. Mi padre tuvo que salir en un viaje de trabajo y nos había encargado a mi hermana y a mí que estuviéramos pendientes de ella. Pero nos quedamos dormidas, y cuando entré en su habitación, ya no respiraba. ¡Qué mal me sentí! Sobre todo porque papá la había dejado bien.”

      Al igual que Karina, puede que te sientas hasta cierto punto responsable de lo sucedido, o que incluso te tortures pensando: “Si le hubiera dicho a papá que fuera al médico...”, o “Si hubiera ido a ver a mamá un poco antes...”. Cuando algo así ocurre, es natural lamentar no haber hecho las cosas de otra manera. Si hubieras sabido lo que iba a pasar, seguro que habrías actuado de forma diferente. Pero no podías saberlo. Así que no te culpes. Tú no eres responsable de su muerte.c

  • ¿Cómo puedo superar su muerte?
    Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas (volumen 1)
    • [Ilustración y recuadro de la página 113]

      CHANTELLE

      “Mi padre se fue deteriorando durante cinco años debido a la enfermedad. Se suicidó cuando yo tenía 16 años. Algo que nos ayudó mucho a mi hermano mayor y a mí en ese momento fue que mi madre nos explicara todo lo que estaba pasando; incluso nos dejó tomar decisiones relativas al funeral. A los hijos no les gusta sentirse al margen, y menos en situaciones como esta. Con el paso del tiempo, fui capaz de hablar sobre la muerte de mi padre. Y cuando no podía contener las lágrimas, buscaba un sitio o un hombro donde llorar. ¿Mi consejo? Si necesitas hablar, busca a un familiar o a un amigo con quien hacerlo. Haz lo que sea necesario para desahogarte.”

      [Ilustraciones y recuadro de las páginas 113 y 114]

      LEAH

      “Mamá tuvo un grave derrame cerebral cuando yo tenía 19 años, y murió tres años después. En ese momento sentí que tenía que hacerme la fuerte: lo último que mi padre necesitaba era que yo me viniera abajo. De niña, mamá estaba conmigo cada vez que me enfermaba o me sentía mal. Recuerdo el tacto de sus manos comprobando si tenía fiebre o no. La echo de menos constantemente. Aunque tiendo a encerrarme en mí misma, reconozco que no me hace bien. Por eso, a veces me pongo a mirar fotos para llorar. También me ayuda desahogarme con algunos amigos. La Biblia promete que quienes han muerto resucitarán en una Tierra paradisíaca (Juan 5:28, 29). Cuando me concentro en esta esperanza y en lo que tengo que hacer para estar ahí y ver a mi madre, me duele menos su ausencia.”

      [Ilustración y recuadro de la página 114]

      BETHANY

      “No sé si alguna vez le dije a mi papá lo mucho que lo quería. Probablemente sí, pero no logro visualizarlo y me duele no tener ese recuerdo. Solo tenía cinco años cuando él murió. Mi padre sufrió un infarto cerebral mientras dormía, y lo llevaron de emergencia al hospital. Me enteré de su muerte cuando desperté por la mañana. Al principio me molestaba que contaran historias de él, pero con el tiempo empezó a gustarme, pues me permitía conocerlo mejor. A quienes han perdido a un padre o a una madre les recomiendo que les saquen todo el jugo posible a sus recuerdos y que los pongan por escrito para no olvidarlos. Y, por supuesto, si quieren verlos resucitados en el nuevo mundo prometido, que fortalezcan su relación con Jehová.”

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