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¡Despertad! 1999
g99 22/6 págs. 3-5

¿Habrá tenido principio?

A LO largo de los siglos, un sinnúmero de personas han quedado extasiadas al alzar la vista y contemplar un firmamento nocturno tachonado de rutilantes estrellas. Ciertamente, la inmensidad y majestuosidad del universo arrebatan los sentidos. Esta maravilla, ¿será obra de alguien o de algo? ¿Qué razón de ser tendrá? ¿Habrá existido siempre, o habrá tenido principio?

David L. Block, profesor de Astronomía, señala: “La idea de que el universo no sea eterno —y en consecuencia haya tenido comienzo— no siempre ha gozado de popularidad”. Sin embargo, los descubrimientos de los últimos decenios han inducido a la mayoría de los estudiosos a creer que el cosmos realmente tuvo principio. “Casi todos los astrofísicos de la actualidad han llegado a la conclusión [...] [de que] el universo principió con una gran explosión, por la que la materia se expandió en todas las direcciones”, señaló la revista U. S. News & World Report en 1997.

Tocante a esta idea tan generalizada, Robert Jastrow, profesor de Astronomía y Geología de la Universidad de Columbia, escribió: “Pocos astrónomos pudieron anticipar que este acontecimiento —el repentino nacimiento del Universo— se convertiría en un hecho científico probado, pero las observaciones del cielo a través de los telescopios les han llevado a esa conclusión”.

¿Será cierto que “el repentino nacimiento del Universo” es “un hecho científico probado”? Repasemos algunos descubrimientos que han llevado a adoptar tal conclusión.

Indicios de un comienzo

La teoría general de la relatividad, que publicó Albert Einstein en 1916, implicaba que el cosmos se hallaba en expansión o en contracción. Pero este concepto era totalmente opuesto a la noción de un universo estático, aceptada entonces hasta por el propio Einstein. De ahí que este incluyera en sus cálculos lo que denominó “constante cosmológica”, ajuste mediante el cual intentaba conciliar su teoría con la idea aceptada de un universo estático e inmutable.

Sin embargo, ciertos descubrimientos que se sucedieron en los años veinte llevaron a Einstein a decir que el ajuste que había efectuado a su teoría de la relatividad era el ‘mayor error de su vida’. Dichos descubrimientos se realizaron gracias a la instalación de un enorme telescopio de 254 centímetros en el monte Wilson (California). Las observaciones formuladas en los años veinte con la ayuda de este instrumento demostraron que el universo se halla en expansión.

Hasta entonces, los mayores telescopios solo permitían identificar las estrellas de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Aunque se veían borrones luminosos, llamados nebulosas, por lo general se tomaban por remolinos de gas existentes en nuestra galaxia. Gracias a la mayor potencia del telescopio del monte Wilson, Edwin Hubble logró distinguir estrellas en aquellas nebulosas. Finalmente se descubrió que los borrones eran lo mismo que la Vía Láctea: galaxias. Hoy se cree que hay entre 50.000 y 125.000 millones de galaxias, cada una con cientos de miles de millones de estrellas.

A finales de los años veinte, Hubble también descubrió que las galaxias se alejan de nosotros, y que lo hacen más velozmente cuanto más lejos se hallan. Los astrónomos calculan la tasa de recesión de las galaxias mediante el espectrógrafo, instrumento que mide el espectro de la luz procedente de los astros. Para ello, dirigen la luz que proviene de estrellas lejanas hacia un prisma, que la descompone en los colores que la integran.

La luz de un objeto es rojiza (fenómeno llamado corrimiento al rojo) si este se aleja del observador, y azulada (corrimiento al azul) si se le aproxima. Cabe destacar que, salvo en el caso de algunas galaxias cercanas, todas las galaxias conocidas tienen líneas espectrales desplazadas hacia el rojo. De ahí infieren los científicos que el universo se expande de forma ordenada. La tasa de dicha expansión se determina midiendo el grado de desplazamiento al rojo.

¿Qué conclusión se ha extraído de la expansión del cosmos? Pues bien, un científico invitó al público a analizar el proceso a la inversa —como una película de la expansión proyectada en retroceso— a fin de observar la historia primitiva del universo. Visto así, el cosmos parecería estar en recesión o contracción, en vez de en expansión y retornaría finalmente a un único punto de origen.

El famoso físico Stephen Hawking concluyó lo siguiente en su libro Agujeros negros y pequeños universos (y otros ensayos), editado en 1993: “La ciencia podría afirmar que el universo tenía que haber conocido un comienzo”.

Pero hace años, muchos expertos rechazaban que el universo hubiese tenido principio. El famoso científico Fred Hoyle no aceptaba que el cosmos hubiera surgido mediante lo que llamó burlonamente ‘a big bang’ (una gran explosión). Uno de los argumentos que esgrimía era que, de haber existido un comienzo tan dinámico, deberían conservarse residuos de aquel acontecimiento en algún lugar del universo. Tendría que haber radiación fósil, por así decirlo, una leve luminiscencia residual. ¿Qué resultados ha deparado la búsqueda de la radiación de fondo?

El diario The New York Times (8 de marzo de 1998) indicó que hacia 1965 “los astrónomos Arno Penzias y Robert Wilson descubrieron la omnipresente radiación de fondo, el destello residual de la explosión primigenia”. El artículo añadió: “Todo indicaba que la teoría [de la gran explosión] había triunfado”.

Pero en los años posteriores al hallazgo se formuló esta objeción: Si el modelo de la gran explosión era correcto, ¿por qué no se habían detectado leves irregularidades en la radiación? (La formación de las galaxias habría requerido un universo que contase con zonas más frías y densas que permitieran la fusión de la materia.) En efecto, los experimentos realizados por Penzias y Wilson desde la superficie terrestre no revelaban tales irregularidades.

Por esta razón, la NASA (Administración Nacional [de Estados Unidos] para la Aeronáutica y el Espacio) lanzó en noviembre de 1989 el satélite COBE (siglas de Explorador del Fondo Cósmico, en inglés), cuyos descubrimientos se calificaron de cruciales. “Las ondas que detectó su radiómetro diferencial de microondas correspondían a las fluctuaciones que dejaron su impronta en el cosmos y que hace miles de millones de años llevaron a la formación de las galaxias.”

Implicaciones de los hallazgos

¿Qué se infiere de que el universo haya tenido principio? Robert Jastrow dijo: “El instante en que se produjo la explosión cósmica [...][fue], literalmente, el momento de la Creación”. Penzias, uno de los descubridores de la radiación cósmica de fondo, señaló: “La astronomía nos conduce a un suceso único, a un universo creado de la nada”. Y George Smoot, director del equipo COBE, indicó: “Nuestros hallazgos atestiguan el nacimiento del universo”.

Si tuvo un inicio o creación, ¿será lógico concluir que ha de ser obra de un Iniciador o Creador? Así lo creen muchos. Tocante a los descubrimientos del COBE, Smoot dijo: “Es como ver a Dios”.

Ahora bien, aunque no disponían de las pruebas científicas aportadas en los últimos decenios, millones de personas cifraron su fe en las palabras de apertura de la Biblia: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).

Pero no todo el mundo desea admitir esta sencilla declaración bíblica. “A muchos científicos no les agradó la idea de que el universo hubiese tenido un principio, un momento de creación”, señaló el célebre físico Stephen Hawking. “No les gustaron las implicaciones extracientíficas de la teoría —escribió Michael J. Behe—, de modo que se afanaron por encontrar alternativas.”

En resumen, los interrogantes son los siguientes: ¿Llegó a existir el universo por sí solo? ¿Surgió sin más, o lo formó un Creador inteligente? La siguiente información le resultará muy iluminadora.

[Ilustraciones de las páginas 4 y 5]

El telescopio del monte Wilson contribuyó a mostrar que el universo tuvo principio

[Reconocimiento]

The Observatories of the Carnegie Institution of Washington

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