-
Una voz en medio del silencio¡Despertad! 1995 | 22 de agosto
-
-
Una voz en medio del silencio
HACE cincuenta años se aniquiló a un monstruo. Cuando el mundo por fin levantó el telón para mirar al caído Tercer Reich, el espectáculo era tan macabro que traspasaba los límites de la razón. Lo único que podían hacer tanto soldados como civiles era observar con espanto y en silencio los horrendos despojos de una abominable máquina asesina.
A principios de año, millares de personas recorrieron taciturnas los desolados campos de concentración al conmemorarse el cincuentenario de su liberación. Hacían grandes esfuerzos por entender la magnitud de la masacre. Tan solo en el campo de exterminio de Auschwitz se asesinó a 1.500.000 detenidos. Era el momento de guardar silencio, de reflexionar sobre la inhumanidad del hombre para con su semejante. El eco de inquietantes preguntas retumbaba en los hornos crematorios apagados, los barracones vacíos y las pilas intactas de zapatos expoliados.
Hoy, la gente siente horror e indignación. El Holocausto, el asesinato sistemático de varios millones de personas, testimonia lo monstruoso y perverso que fue el nazismo. Pero ¿cuál era el sentir popular de entonces? ¿Quiénes dejaron oír su voz y quiénes callaron?
Fue solo a finales de la II Guerra Mundial cuando muchos se enteraron por vez primera del exterminio masivo. El libro Fifty Years Ago—Revolt Amid the Darkness (Hace cincuenta años: la rebelión en la oscuridad) explica: “Las imágenes fijas y los documentales de los campos de la muerte liberados por los aliados en 1944 y 1945, pusieron al público en general frente a la terrible realidad, sobre todo en Occidente”.
Sin embargo, aun antes de que nacieran los campos de exterminio, ya había una voz que pregonaba los peligros del nazismo mediante las páginas de ¡Despertad!, la revista que ahora tiene en sus manos. Llamada originalmente The Golden Age (La edad de oro), adoptó en 1937 el nombre de Consolation (Consolación). En 1929 esta revista, publicada por los testigos de Jehová, empezó a advertir de los peligros que entrañaba el nazismo, haciendo así honor al lema de su portada: “Revista de hechos, esperanza y valor”.
“¿Cómo puede alguien guardar silencio ante los horrores cometidos en una nación, como Alemania, donde se detiene a 40.000 inocentes a la vez; donde en una sola noche 70 de ellos son ejecutados en una prisión; [...] donde se destruyen todos los hogares, instituciones y hospitales para los ancianos, pobres y desamparados, lo mismo que todos los orfanatos?”, preguntó Consolation en 1939.
En efecto, ¿cómo podía alguien guardar silencio? Mientras el mundo permanecía ajeno a las horripilantes noticias que llegaban a cuentagotas de Alemania y los países ocupados, o reaccionaba con escepticismo ante ellas, los testigos de Jehová no podían quedarse callados. Conocían de primera mano las crueldades perpetradas por el régimen nazi y no temían denunciarlas.
[Reconocimiento en la página 3]
Foto: U.S. National Archives
-
-
¿Por qué no temieron hablar?¡Despertad! 1995 | 22 de agosto
-
-
¿Por qué no temieron hablar?
MIRANDO hacia el pasado, puede decirse que el choque entre los testigos de Jehová y el nazismo, o nacionalsocialismo, era totalmente inevitable. ¿Por qué razón? Porque las implacables exigencias nazis estaban en pugna con tres creencias bíblicas fundamentales de los Testigos, a saber: 1) Jehová Dios es el Soberano Supremo. 2) Los verdaderos cristianos se mantienen neutrales en política. 3) Dios resucitará a quienes sean fieles a él hasta la muerte.
Estas doctrinas de las Escrituras determinaron la firme postura de los testigos de Jehová ante las impías pretensiones nazis. Así pues, denunciaron con arrojo el nazismo como lo que era: un sistema perverso.
Los testigos de Jehová rehusaron utilizar la fórmula de salutación Heil Hitler debido a que atribuían la salvación a Dios y habían dedicado su vida exclusivamente a él. La Biblia dice de Jehová: “Tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. (Salmo 83:18.)
En realidad, este saludo implicaba reconocer que la salvación procedía de Hitler. Los Testigos no podían guardar fidelidad a Dios y al mismo tiempo exaltar a un hombre como caudillo. La vida de ellos, al igual que su lealtad y devoción, pertenecía a Dios.
La negativa de los testigos de Jehová a acceder a las arbitrarias demandas de Hitler contaba con amplios precedentes. Por ejemplo, cuando se mandó a los apóstoles de Jesús del siglo I que dejaran de proclamar las buenas nuevas del Cristo, se negaron a obedecer, arguyendo: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”. El relato bíblico narra que por su postura decidida las autoridades “los fustigaron, y les ordenaron que dejaran de hablar sobre la base del nombre de Jesús”. Sin embargo, ellos rehusaron observar este mandato que contravenía la ley divina; antes bien, ‘continuaron sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo’. (Hechos 5:29, 40-42.)
Muchos de los primeros cristianos murieron por anteponer la ley de Dios a la del hombre. Una cantidad considerable pereció en las arenas romanas por negarse a glorificar al César mediante un acto de adoración. No obstante, para ellos fue un honor y un triunfo permanecer fieles a Dios hasta la muerte, a semejanza del soldado aguerrido que está dispuesto a ofrendar su vida por la patria.
Hay quienes acusan a los testigos de Jehová de subversión debido a que abogan por un único gobierno: el Reino de Dios. Pero nada puede estar más lejos de la verdad. A imitación de los apóstoles de Jesús, “ellos no son parte del mundo”. (Juan 17:16.) Se mantienen neutrales en política. Por su lealtad a Dios, obedecen las legislaciones de sus respectivos gobiernos. De hecho, son ciudadanos modelos en lo que respecta a la “sujeción a las autoridades superiores”. (Romanos 13:1.) Nunca han propugnado la rebelión contra ningún gobierno humano.
Sin embargo, hay una línea que no pueden cruzar por ningún concepto. Es la que separa sus deberes civiles de sus deberes para con Dios. Dan al César, es decir, al poder civil, lo que le corresponde, pero a Dios, lo que es de él. (Mateo 22:21.) Todo intento humano de exigirles lo que pertenece a Dios está abocado al fracaso.
¿Qué sucede si un Testigo es amenazado de muerte? Pues bien, los testigos de Jehová tienen confianza inquebrantable en la potestad de Dios para volverlos a la vida. (Hechos 24:15.) Por tal razón, demuestran la misma actitud de tres jóvenes hebreos en la antigua Babilonia, que ante la amenaza de ser arrojados a un horno de fuego ardiente, respondieron al rey Nabucodonosor: “Si ha de ser, nuestro Dios a quien servimos puede rescatarnos. [...] Séate sabido, oh rey, que a tus dioses no servimos, y la imagen de oro que has erigido ciertamente no adoraremos”. (Daniel 3:17, 18.)
Por consiguiente, como ya se indicó antes, cuando Hitler se encaramó al pedestal con la intención de divinizarse, la lucha ideológica fue inevitable. El Tercer Reich, armado de la espada, se encontró cara a cara con un pequeño grupo de testigos de Jehová que habían jurado lealtad al Dios verdadero, el Dios Todopoderoso, Jehová. Pero aun antes de que empezara la guerra, el resultado ya estaba decidido.
[Recuadro/Fotografías en la página 5]
Fieles hasta la muerte
WOLFGANG KUSSEROW fue uno de los ejecutados por causa de su fidelidad a Dios y su negativa a apoyar el nazismo. Poco antes de su decapitación, acaecida el 28 de marzo de 1942, escribió lo siguiente a sus padres y hermanos: “Yo, su tercer hijo y hermano, tendré que dejarlos mañana por la mañana. No se entristezcan, pues llegará el tiempo en que volveremos a estar juntos. [...] ¡Qué inmensa será nuestra dicha entonces, cuando nos encontremos de nuevo! [...] Ahora hemos sido separados a la fuerza, y cada uno de nosotros tiene que soportar la prueba; después recibiremos el galardón”.
Poco antes de su ejecución, ocurrida el 8 de enero de 1941, Johannes Harms escribió esta última carta a su padre: “Mi sentencia de muerte ya ha sido anunciada y estoy encadenado día y noche —las señales (en el papel) son de las esposas— [...]. Mi querido padre, en espíritu te suplico que permanezcas fiel, como yo he tratado de permanecer fiel, y así nos veremos de nuevo. Pensaré en ti hasta el último momento”.
-
-
Denuncian la perversidad del nazismo¡Despertad! 1995 | 22 de agosto
-
-
Denuncian la perversidad del nazismo
EN LOS años veinte, mientras Alemania luchaba por recuperarse de la derrota sufrida durante la I Guerra Mundial, los testigos de Jehová se dedicaban a distribuir enormes cantidades de publicaciones bíblicas. Con ellas, no solo brindaban consuelo y esperanza al pueblo alemán, sino que alertaban sobre la escalada del poder militarista. De 1919 a 1933, los Testigos repartieron un promedio de ocho ejemplares de libros, folletos o revistas a cada una de los aproximadamente quince millones de familias del país.
Las revistas The Golden Age (La edad de oro) y Consolation (Consolación) dirigieron frecuentemente la atención a las acciones militaristas en Alemania. En 1929, más de tres años antes de que Hitler subiera al poder, la edición alemana de The Golden Age declaró con denuedo: “El nacionalsocialismo es [...] un movimiento que opera [...] directamente al servicio del enemigo del hombre: el Diablo”.
La víspera de la toma del poder por Hitler, The Golden Age del 4 de enero de 1933 dijo: “El promontorio del movimiento nacionalsocialista asoma amenazante. Parece increíble que un partido político de orígenes tan insignificantes, de políticas tan heterodoxas, consiga, en el término de unos cuantos años, alcanzar proporciones que eclipsen la estructura de un gobierno nacional. Sin embargo, Adolf Hitler y su partido nacionalsocialista (los nazis) han logrado esta rara hazaña”.
Llamamiento a la comprensión
Hitler fue designado canciller de Alemania el 30 de enero de 1933, y un par de meses después, el 4 de abril, la sucursal de los testigos de Jehová de Magdeburgo era confiscada. No obstante, la orden fue revocada el día 28 del mismo mes y la propiedad devuelta. ¿Qué sucedería a continuación?
Pese a la evidente hostilidad del régimen hitleriano, los testigos de Jehová organizaron una asamblea en Berlín (Alemania) el 25 de junio de 1933, a la que acudieron cerca de siete mil personas. Allí expusieron públicamente y de forma clara sus intenciones: “Nuestra organización no es de ningún modo política. Solo insistimos en que se nos permita enseñar la Palabra de Jehová Dios a la gente sin traba alguna”.
De esta manera, los testigos de Jehová intentaron de buena fe exponer su caso. ¿Cuáles fueron las consecuencias?
Comienza el ataque
La inquebrantable neutralidad de los Testigos y su lealtad al Reino de Dios eran inaceptables para el régimen hitleriano. Los nazis no estaban dispuestos a tolerar ninguna negativa a apoyar su ideología.
En cuanto terminó la asamblea de Berlín, los nazis confiscaron de nuevo la sucursal de Magdeburgo el 28 de junio de 1933. Disolvieron las reuniones de los Testigos y realizaron varios arrestos. Pronto los Testigos comenzaron a ser despedidos de sus trabajos. Fueron víctimas de allanamientos, palizas y detenciones. A principios de 1934, los nazis se habían apropiado de 65 toneladas de publicaciones bíblicas y las habían quemado en las afueras de Magdeburgo.
Postura resuelta de los Testigos
Pese a estos ataques iniciales, los testigos de Jehová no cedieron terreno y denunciaron abiertamente la tiranía y las injusticias. The Watchtower del 1 de noviembre de 1933 publicó el artículo “No los temáis” (aparecido en español en febrero de 1934), preparado para los Testigos alemanes en especial, a fin de exhortarlos a cobrar valor ante la creciente presión.
El 9 de febrero de 1934, J. F. Rutherford, presidente de la Sociedad Watch Tower, envió una carta de protesta a Hitler en la que le decía: “Quizás logre resistir a todos los hombres, mas no a Jehová Dios. [...] En el nombre de Jehová Dios y de su Rey nombrado, Cristo Jesús, le pido que ordene a todos los funcionarios y siervos de su gobierno que permitan a los testigos de Jehová de Alemania reunirse pacíficamente y adorar a Dios sin estorbo”.
Rutherford señaló que si para el 24 de marzo de 1934 no se había aliviado la situación de los Testigos alemanes, los detalles de la persecución se publicarían por toda Alemania y el resto del mundo. Los nazis respondieron a su demanda incrementando los abusos y enviando a un gran número de testigos de Jehová a los recién inaugurados campos de concentración. Así pues, los Testigos figuraron entre los primeros en ser internados en los campos.
Denuncian los Testigos las atrocidades nazis
Fieles a su promesa, los testigos de Jehová comenzaron a denunciar las atrocidades perpetradas en Alemania. Testigos de todo el mundo enviaron repetidas veces cartas de protesta al gobierno de Hitler.
El 7 de octubre de 1934, la totalidad de las congregaciones de los testigos de Jehová de Alemania se reunieron para escuchar la lectura de una misiva dirigida a los funcionarios del régimen hitleriano, la cual decía: “Hay un conflicto directo entre la ley de ustedes y la ley de Dios [...]. Por lo tanto, la presente tiene como fin hacerles saber que obedeceremos los mandamientos de Dios a toda costa, que nos reuniremos para el estudio de su Palabra y que lo adoraremos y serviremos como él manda”.
El mismo día, los testigos de Jehová de 49 países se reunieron en asamblea especial y remitieron el siguiente telegrama a Hitler: “El maltrato a los testigos de Jehová por parte de usted escandaliza a toda la gente buena de la Tierra y deshonra el nombre de Dios. Absténgase de perseguir más a los testigos de Jehová; de otro modo, Dios lo destruirá a usted y a su partido nacional”.
Los nazis reaccionaron casi de inmediato intensificando la persecución. El propio Hitler exclamó: “¡Esta cría será exterminada de Alemania!”. Sin embargo, cuanto más aumentaba la oposición, tanto más firme era la determinación de los Testigos.
En 1935, The Golden Age sacó a la luz los métodos de tortura inquisitoriales del régimen nazi y su sistema de espionaje. También reveló que el objeto de las Juventudes Hitlerianas era desterrar la creencia en Dios de los jóvenes alemanes. Al año siguiente, una campaña de la Gestapo llevada a cabo en toda la nación condujo al arresto de millares de Testigos. Poco después, el 12 de diciembre de 1936, los Testigos emprendieron su propia campaña y cubrieron el país entero con decenas de miles de ejemplares de una resolución de protesta por la persecución de que eran víctimas.
El 20 de junio de 1937, los Testigos que aún gozaban de libertad distribuyeron otro mensaje que exponía con todo lujo de detalles la persecución, incluyendo nombres de funcionarios, fechas y lugares. Este desenmascaramiento y la habilidad de los Testigos para realizarlo causaron gran estupor en la Gestapo.
El amor al prójimo impelió a los Testigos a advertir a la población germana que no se dejara engañar por la flamante visión de un glorioso reinado milenario del Tercer Reich. “Debemos hablar la verdad y dar la voz de alarma —manifestó el folleto Enfréntense a los hechos, publicado en 1938— [...]. Reconocemos que el gobierno totalitario [...] es el producto de Satanás presentado como sustituto del reino de Dios.” Los testigos de Jehová figuraron entre los primeros blancos de la crueldad nazi, pero también condenaron a voz en cuello las atrocidades cometidas contra los judíos, polacos, minusválidos y otros colectivos.
La resolución “Amonestación”, adoptada en 1938 en una asamblea de los testigos de Jehová celebrada en Seattle (Washington, E.U.A.), declaró: “El fascismo y el nazismo, ambas organizaciones políticas radicales, han usurpado el control de muchos países de Europa [...]. Todos los ciudadanos sufrirán la reglamentación de su vida, serán privados de todos sus derechos y se verán obligados a someterse al mando de un dictador arbitrario; luego se restaurará enteramente la antigua Inquisición”.
Rutherford pronunciaba regularmente enérgicos discursos por radio sobre la naturaleza satánica del nazismo, los cuales eran retransmitidos por todo el orbe y distribuidos por millones en forma impresa. El 2 de octubre de 1938, en su discurso “Fascismo o libertad”, Rutherford denunció a Hitler en los siguientes términos nada equívocos.
“La gente común de Alemania es amante de la paz —proclamó Rutherford—. El Diablo ha puesto a Hitler, su representante, en control. Este hombre está perturbado mentalmente, es cruel, malicioso, despiadado [...]. Persigue cruelmente a los judíos por cuanto en un tiempo estuvieron en pacto con Jehová y portaron el nombre de Jehová, y porque Cristo Jesús fue judío.”
Conforme arreciaba la ira de los nazis contra los testigos de Jehová, las denuncias de estos eran cada vez más duras. El número del 15 de mayo de 1940 de Consolation dijo: “Hitler es un hijo del Diablo tan consumado que los discursos y las decisiones [del demonio] fluyen por él cual si fueran aguas que corren por una cloaca bien construida”.
Denunciados los horrores de los campos
Aunque el público en general no se enteró de la existencia de los campos de concentración sino hasta 1945, las publicaciones de la Watch Tower constantemente presentaron descripciones pormenorizadas de estos lugares durante los años treinta. En 1937, por ejemplo, Consolation informó de los experimentos realizados con gas tóxico en Dachau. Para 1940, los impresos de los Testigos habían dado el nombre de veinte campos y habían relatado las condiciones atroces en que vivían los presos.
¿Cómo era posible que los testigos de Jehová conocieran tan bien lo que sucedía en los campos de concentración? Al estallar la II Guerra Mundial, en 1939, ya había cerca de seis mil Testigos recluidos en campos y prisiones. El historiador alemán Detlef Garbe calcula que para entonces los Testigos componían entre el 5 y el 10% de la población total de los campos.
En un seminario sobre los Testigos y el Holocausto, Garbe relató: “De las 25.000 personas que admitieron ser Testigos de Jehová al comienzo del Tercer Reich, unas diez mil fueron enviadas a prisión para cumplir diversas condenas. De estas, más de dos mil fueron internadas en los campos de concentración. Lo que significa que de todos los grupos religiosos, con excepción de los judíos, los testigos de Jehová fueron los más perseguidos por las SS”.
En junio de 1940, Consolation dijo: “Había 3.500.000 judíos en Polonia cuando Alemania lanzó su blitzkrieg [guerra relámpago] [...], y si los informes que llegan al mundo occidental son ciertos, su aniquilación parece estar ya bastante avanzada”. En 1943, la misma revista informó: “Pueblos enteros, como los griegos, los polacos y los serbios, están siendo exterminados sistemáticamente”. Para 1946, The Golden Age y Consolation habían revelado la existencia de 60 prisiones y campos de concentración.
Los Testigos frustran los planes nazis
Si bien los nazis intentaron detener el flujo de publicaciones de la Watch Tower, un funcionario berlinés confesó: “Es difícil localizar los talleres clandestinos de Alemania donde los Estudiantes de la Biblia siguen imprimiendo sus publicaciones; nadie lleva nombres ni direcciones ni hay quien delate a otro”.
Pese a sus esfuerzos desesperados, la Gestapo nunca pudo capturar a más de la mitad del número total de Testigos de Alemania en un determinado momento. Imagínese el sentimiento de impotencia que debió de experimentar el complejo sistema de espionaje nazi al no poder acorralar a este pequeño ejército ni detener la circulación de sus publicaciones. Estas lograban salir a la calle, e incluso traspasaban las alambradas de los campos de concentración.
Triunfo sobre la barbarie
Los nazis, considerados maestros en doblegar la voluntad humana, trataron desesperadamente de hacer que los testigos de Jehová violaran su neutralidad cristiana, pero fracasaron miserablemente. El libro The Theory and Practice of Hell (Teoría y práctica del infierno) dijo: “No se puede evitar tener la impresión de que, desde un punto de vista psicológico, las SS nunca pudieron hacer frente al desafío que representaban los testigos de Jehová”.
De hecho, con el respaldo del espíritu de Dios, los Testigos ganaron la batalla. La historiadora Christine King, rectora de la Universidad de Staffordshire (Inglaterra), describió así a los dos bandos contrarios: “El uno [los nazis] era enorme, poderoso, aparentemente invencible. El otro [los Testigos] era sumamente pequeño [...], sin más armas que su fe [...]. Los testigos de Jehová humillaron moralmente el poder de la Gestapo”.
Los testigos de Jehová formaban un pequeño y pacífico enclave dentro del reino nazi. Con todo, libraron y ganaron una lucha a su manera: la lucha por el derecho a adorar a su Dios, amar al prójimo y decir la verdad.
[Fotografía en la página 7]
Los 150 trabajadores de la sucursal de los testigos de Jehová de Magdeburgo en 1931
[Ilustraciones en la página 8]
Las publicaciones de los testigos de Jehová denunciaron la colaboración de la Iglesia con el nazismo
[Ilustraciones en la página 11]
Estos esquemas de los campos de concentración aparecieron en las publicaciones de los Testigos en 1937
[Recuadro en la página 9]
Los Testigos denunciaron la existencia de los campos
AUNQUE los nombres de Auschwitz, Buchenwald, Dachau y Sachsenhausen no se hicieron de conocimiento general sino hasta después de la II Guerra Mundial, ya eran conocidos mucho antes entre los lectores de las revistas The Golden Age (La edad de oro) y Consolation (Consolación). Los informes de los testigos de Jehová, sacados clandestinamente de los campos con gran riesgo y difundidos en las obras de la Watch Tower, pusieron al descubierto las intenciones asesinas del Tercer Reich.
En 1933, The Golden Age publicó el primero de una serie de reportajes sobre la existencia de los campos de concentración en Alemania. En 1938, los testigos de Jehová editaron en alemán, francés y polaco el libro Cruzada contra el cristianismo, que documentaba cuidadosamente los ataques virulentos de los nazis contra los Testigos e incluía esquemas de los campos de concentración de Sachsenhausen y Esterwegen.
El literato Thomas Mann, ganador del premio Nobel, escribió: “He leído con profunda emoción el libro y su documentación sobrecogedora. No puedo describir el sentimiento de aversión y odio que embarga mi corazón al leer estos relatos de degradación humana y crueldad abominable. [...] El silencio solo serviría para fomentar la indiferencia moral del mundo, [...] ustedes han cumplido con su deber al publicar este libro y sacar a la luz pública estos hechos”. (Cursivas nuestras.)
[Recuadro en la página 11]
Conducta de los Testigos en los campos
MOVIDOS por el amor al prójimo —los compañeros de la celda, del barracón o del campo—, los Testigos no solo compartían el alimento espiritual, sino también el alimento físico de que dispusieran.
Un sobreviviente judío del campo de concentración de Buchenwald relató: “Conocí allí a los Bibelforscher (Estudiantes de la Biblia). No dejaban de dar testimonio de sus creencias. De hecho, nada los hacía desistir de hablar acerca de su Dios. Eran muy serviciales con los demás prisioneros. Cuando el pogromo envió al campo a una gran concentración de judíos el 10 de noviembre de 1938, los ‘Jehovah’s schwein’ [cerdos de Jehová], como los llamaban los guardias, fueron por todas partes con su ración de pan para alimentar a los judíos ancianos y a los famélicos, quedándose ellos mismos sin nada que comer hasta por cuatro días”.
Una prisionera judía del campo de Lichtenburg dijo algo parecido referente a los Testigos: “Eran personas muy valientes y sobrellevaban su suerte con paciencia. Pese a que las prisioneras gentiles tenían prohibido hablarnos, estas mujeres nunca observaron dicha ordenanza. Oraban por nosotras como si fuéramos de la familia, y nos suplicaban que aguantáramos”.
[Recuadro en la página 12]
Predichos los esfuerzos por negar el Holocausto
EN SU número del 26 de septiembre de 1945, Consolation (Consolación) mencionó que en el futuro posiblemente se intentaría modificar la historia para negar lo sucedido. El artículo “¿Ha sido destruido el nazismo?” declaró:
“Los propagandistas creen que la gente es desmemoriada. Su intención es borrar la historia pasada y presentarse disfrazados de benefactores, ocultando sus antecedentes delictivos.”
La revista advirtió lo siguiente: “Hasta que Jehová guerree en Armagedón, el nazismo seguirá asomando su repugnante cabeza”.
[Recuadro/Fotografía en la página 10]
Los Testigos estuvieron entre los primeros recluidos en los campos
MADAME Geneviève de Gaulle, sobrina del antiguo presidente de Francia Charles de Gaulle y militante de la Resistencia francesa, fue apresada y posteriormente recluida en el campo de concentración de Ravensbrück, en 1944; allí conoció a los testigos de Jehová. Terminada la II Guerra Mundial, recorrió Suiza dando conferencias, en las que a menudo aludió a la integridad y el valor de aquellos. En una entrevista concedida el 20 de mayo de 1994, dijo lo siguiente:
“[Las Testigos] habían estado entre las primeras en ser deportadas al campo. Muchas ya habían muerto [...]. Se las reconocía por su distintivo. [...] Tenían terminantemente prohibido hablar de sus creencias o poseer cualquier libro religioso, en especial la Biblia, considerada el libro supremo de la sedición. [...] Sé de una [testigo de Jehová], y me dijeron que había habido otras, que fue ejecutada por habérsele encontrado unas cuantas páginas de textos bíblicos. [...]
”Algo que admiraba mucho de ellas era que podían haber salido en cualquier momento con tan solo firmar un documento abjurando de su fe. A la larga, estas mujeres, en apariencia tan débiles y extenuadas, resultaron ser más fuertes que las SS, que disponían del poder y los medios. Su fuerza residía en su férrea voluntad.”
-
-
¿Por qué callaron las iglesias?¡Despertad! 1995 | 22 de agosto
-
-
¿Por qué callaron las iglesias?
EL 8 de diciembre de 1993, el profesor Franklin Littell, de la Universidad de Baylor, habló en el Museo del Holocausto de Estados Unidos sobre una “verdad concreta” que turba el ánimo. ¿Cuál era?
Dicha verdad, dijo Littell, es que “seis millones de judíos fueron perseguidos y asesinados sistemáticamente en pleno corazón de la cristiandad por católicos, protestantes y ortodoxos bautizados, que nunca fueron amonestados ni mucho menos excomulgados”. Sin embargo, hubo una voz que no cesó de denunciar el entrometimiento del clero en el gobierno de Hitler. Esa voz, como hemos visto, fue la de los testigos de Jehová.
Hitler y otros tantos cabecillas de su régimen eran miembros bautizados de la Iglesia Católica. ¿Por qué no se les excomulgó? ¿Por qué se abstuvo la Iglesia Católica de condenar los horrores perpetrados por estos hombres? ¿Por qué callaron también las iglesias protestantes?
¿Guardaron realmente silencio las iglesias? ¿Hay pruebas de su cooperación con el esfuerzo bélico de Hitler?
El papel de la Iglesia Católica
El historiador católico E. I. Watkin escribió: “Aunque sea doloroso admitirlo, no podemos negar ni pasar por alto, en pro de un supuesto bien espiritual o de una falsa lealtad, el hecho histórico de que los obispos han apoyado siempre todas las guerras libradas por los gobiernos de sus respectivos países. [...] En lo que respecta al nacionalismo beligerante, han actuado como los portavoces del César”.
Cuando Watkin mencionó que los obispos de la Iglesia Católica ‘habían apoyado siempre todas las guerras libradas por los gobiernos de sus países’, incluyó las guerras de agresión de Hitler. Como admitió Friedrich Heer, profesor católico de Historia de la Universidad de Viena (Austria): “En la cruda realidad de la historia alemana, la cruz y la esvástica se fueron acercando cada vez más, hasta que la esvástica proclamó el mensaje de la victoria desde las torres de las catedrales alemanas, las banderas con la esvástica aparecieron en los altares, y los teólogos, pastores, clérigos y políticos católicos y protestantes aclamaron la alianza con Hitler”.
Tal fue el apoyo incondicional prestado por los jerarcas de la Iglesia a las guerras hitlerianas, que el profesor católico Gordon Zahn comentó: “Cualquier católico alemán que acudía a sus superiores religiosos en busca de guía espiritual y dirección respecto a prestar servicio en las guerras de Hitler, recibía prácticamente las mismas respuestas que hubiera recibido del propio dirigente nazi”.
El hecho de que los católicos siguieron obedientemente la dirección de sus líderes eclesiásticos fue documentado por el profesor Heer, quien dijo: “De los cerca de treinta y dos millones de católicos alemanes —quince millones y medio de los cuales eran varones— solo siete [individuos] rehusaron abiertamente prestar servicio militar; seis de estos eran austriacos”. Pruebas más recientes indican que unos cuantos católicos más, y también algunos protestantes, opusieron resistencia al Estado nazi a causa de sus convicciones religiosas. Algunos incluso pagaron con su vida, en tanto que sus jefes espirituales se vendieron al Tercer Reich.
Quién más calló, y quién no
Como se ve, el profesor Heer incluyó a los líderes protestantes entre los que “aclamaron la alianza con Hitler”. ¿Es cierta su afirmación?
Muchos protestantes se han recriminado amargamente el silencio que guardaron durante las guerras de agresión de Hitler. Por ejemplo, en octubre de 1945 tuvo lugar una reunión de once destacados clérigos para redactar la llamada Confesión de Culpa de Stuttgart, en la que manifestaron: “Nos acusamos de no haber sido más valientes al declarar nuestras convicciones, más leales al decir nuestras oraciones, más gozosos al expresar nuestra fe y más ardientes al demostrar nuestro amor”.
La historia del cristianismo, de Paul Johnson, refiere: “De un total de 17.000 pastores evangélicos, nunca hubo más de cincuenta que cumpliesen penas prolongadas [por no apoyar al régimen nazi]”. Contrastando a aquellos pastores con los testigos de Jehová, Johnson escribió: “Los más valerosos fueron los Testigos de Jehová, que afirmaron su oposición doctrinaria directa desde el principio y sufrieron las consecuencias. Se negaron a cooperar con el Estado nazi”.
En 1939, año en que estalló la II Guerra Mundial, Consolation citó las siguientes palabras del ministro protestante T. Bruppacher: “Aunque los hombres que se dicen cristianos han fallado en las pruebas decisivas, estos desconocidos testigos de Jehová, como mártires cristianos, mantienen una resistencia inquebrantable frente a la coacción de su conciencia y la idolatría pagana. Algún día, el historiador futuro deberá reconocer que no fueron las grandes iglesias, sino estas personas calumniadas y escarnecidas, las primeras en hacer frente a la ira del demonio nazi [...]. Se niegan a adorar a Hitler y la esvástica”.
En parecidos términos se expresó más tarde Martin Niemoeller, pastor protestante que estuvo en un campo de concentración: ‘Puede decirse sinceramente que en todas las épocas las iglesias cristianas siempre han consentido en bendecir las guerras, las tropas y las armas, y han orado de una forma muy poco cristiana por la aniquilación de sus enemigos’. Y admitió: “Todo esto es culpa nuestra y de nuestros padres; obviamente no es culpa de Dios”.
A lo anterior agregó: “Y pensar que los cristianos de hoy nos avergonzamos de la llamada secta de los estudiantes serios de la Biblia [testigos de Jehová], centenares, e incluso millares, de los cuales han sido enviados a los campos de concentración y han muerto por negarse a prestar servicio en la guerra y a disparar a seres humanos”.
Susannah Heschel, profesora de Estudios Judaicos, descubrió varios documentos que demuestran que el clero luterano deseaba, sí, ansiaba, apoyar a Hitler. Según ella, los líderes clericales rogaron que se les concediera el privilegio de desplegar la esvástica en sus iglesias. La abrumadora mayoría de los eclesiásticos no fueron colaboradores obligados, como lo revelan las pruebas, sino apoyadores fervorosos de Hitler y sus ideales arios.
Durante las conferencias de la profesora Heschel, los concurrentes suelen preguntarle: “¿Qué más pudimos haber hecho?”.
“Pudieron haber imitado a los testigos de Jehová”, replica ella.
Por qué callaron
La razón por la que las iglesias callaron es evidente. Se debió a que la clerecía y sus rebaños habían abandonado las enseñanzas de la Biblia en favor de la cooperación con el estado político. En 1933, la Iglesia Católica firmó un concordato con los nazis. El cardenal Faulhaber escribió a Hitler: “Este apretón de manos con el Papado [...] es un hecho de valor incalculable. [...] ¡Quiera Dios conservar al canciller al frente de nuestro pueblo!”.
En efecto, la Iglesia Católica, al igual que otras confesiones, pasaron a ser agentes del perverso gobierno de Hitler. A pesar de las palabras de Jesús de que sus seguidores “no son parte del mundo”, las iglesias y su grey fueron parte integrante del mundo de Hitler. (Juan 17:16.) En consecuencia, no denunciaron los horrores que los nazis cometieron contra la humanidad en los campos de exterminio.
Cierto es que algunos católicos, protestantes y miembros de otras religiones se opusieron con valentía al Estado nazi. Pero mientras algunos lo pagaban con su vida, sus cabezas espirituales, que alegaban servir a Dios, servían de marionetas del Tercer Reich.
Mas hubo una voz que no dejó de oírse. Si bien los medios de comunicación en conjunto pasaron por alto el protagonismo de las iglesias en el drama nazi, los testigos de Jehová se sintieron obligados a denunciar la traición y la hipocresía del clero, dando detalles de su complicidad entre bastidores. Durante los años treinta y cuarenta, las páginas de la revista precursora de ¡Despertad! y otras publicaciones hicieron fuertes acusaciones contra las organizaciones religiosas que se convirtieron en instrumentos del nazismo.
Se reconoce a los auténticos seguidores de Cristo
Los testigos de Jehová son del todo diferentes de las religiones del mundo. No siendo parte de este, se abstienen de intervenir en las guerras de las naciones. En obediencia a las instrucciones de Dios, ‘han batido sus espadas en rejas de arado’. (Isaías 2:4.) Y en obediencia a los mandatos de Cristo, se aman unos a otros. (Juan 13:35.) Esto significa que nunca van a la guerra ni se atacan entre sí.
Cuando se trata de identificar a los auténticos adoradores de Dios, la Biblia dice claramente: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1 Juan 3:10-12.)
En efecto, la historia da testimonio de que los testigos de Jehová siempre han mostrado amor al prójimo, incluso ante intensa presión. Cuando Hitler declaró la guerra por toda Europa, los Testigos se mantuvieron firmes ante los brutales esfuerzos nazis por hacer que participaran en la orgía de sangre. La profesora Christine King resumió muy bien el asunto: “Los testigos de Jehová sí dejaron oír su voz. La dejaron oír desde el principio, al unísono. Y hablaron con tal valentía, que nos han dado una lección”.
Hasta que este mundo goce de seguridad bajo el mando amoroso del gobierno de Jehová, libre de guerras y maldad, los testigos de Jehová dejarán oír su voz. Mientras sea la voluntad del Señor Soberano Jehová, esta revista continuará denunciando las perversidades del mundo satánico y proclamando la única esperanza verdadera para la humanidad, el Reino de Dios. (Mateo 6:9, 10.)
[Fotografía en la página 15]
A diferencia de las iglesias, los testigos de Jehová denunciaron el nazismo
[Ilustración en la página 13]
La prensa estadounidense dejó constancia del apoyo eclesiástico al nazismo
The New York Times, 25 de septiembre de 1939, Late City Edition, página 6
New York Post, 27 de agosto de 1940, Blue Final Edition, página 15
The New York Times, 7 de diciembre de 1941, Late City Edition, página 33
-