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  • La búsqueda del dinero
    ¡Despertad! 1988 | 22 de abril
    • “MI META —admite Julián, de las Filipinas— era ser millonario para cuando llegase a los cuarenta y cinco años.” Karel, de Sudáfrica, confiesa: “Estaba obsesionado con la aspiración de ser rico”.

      Es cierto que no todas las personas desean ser millonarias, pero sí quieren tener suficientes posesiones y dinero para disfrutar de la vida y hacer lo que deseen. Esta era la actitud de un hombre de negocios japonés llamado Kichisaburo, quien dijo: “Pensaba que estas cosas me producirían felicidad”.

      Liz, de Canadá, opinaba de manera parecida. “De joven —dice ella— creía que el dinero libraba de las preocupaciones.” Tom, su marido, esperaba que el dinero le ayudase a ‘liberarse de todo, [...] a que no hubiese crimen ni contaminación ni personas falsas con las que tratar’.

      Desplazamientos... en busca de dinero

      A lo largo de la historia, muchas personas se han desplazado a otros lugares en busca de riquezas. En la época de las colonias, los hombres de negocios británicos fueron pisándoles los talones a los exploradores a fin de apoderarse de los recursos minerales de continentes enteros, como África. Luego, con la decadencia del imperio y las recientes crisis económicas, se ha invertido el proceso, y los ciudadanos de la Commonwealth viajan a Gran Bretaña, no necesariamente en búsqueda de riquezas, sino a fin de ganar suficiente dinero para mantener a sus familias.

      Miles de hombres y mujeres parten de las Filipinas para buscar trabajo, y muchos encuentran empleo en los estados del golfo Pérsico y otros lugares. Los mexicanos y otros muchos procedentes de América Central y del Sur emigran hacia el norte con la esperanza de ganar dinero en Estados Unidos. Muchos países europeos acogen a personas del Oriente Medio y del norte de África.

      Según la publicación sudafricana Manpower Review con fecha de enero de 1987, la cantidad de trabajadores emigrantes registrados oficialmente a partir del 30 de junio de 1985 era de 371.008. Sin embargo, el informe añade que “se calcula que hay 1.500.000 trabajadores ilegales que se han introducido en Sudáfrica para aprovecharse de algún modo de las riquezas del país”.

      Hasta en las naciones más prósperas de nuestro día hay gente que se muda para ganar dinero. Esto sucede en Gran Bretaña. Cada vez hay más personas que trabajan en el sur y mantienen su domicilio en el norte. Para ilustrar por qué lo hacen, he aquí un ejemplo: una vivienda en el centro de Londres (en el sur), descrita como un “piso [apartamento] del tamaño de un armario para las escobas” debido a que tiene una superficie de solo 5,6 m⁠2, se puso en venta recientemente por la asombrosa cantidad de 54.000 dólares. Sin embargo, a 130 kilómetros de Londres, con esa misma cantidad se puede comprar una casa de tres dormitorios.

      En Bradford, una ciudad del norte de Inglaterra, hay unos 60.000 habitantes asiáticos. Muchos de esos inmigrantes acudieron a dicho centro industrial para trabajar en sus fábricas de lana. Pero desde que la automatización redujo la mano de obra, los desempleados ahora tienen que depender para su sustento del subsidio de la seguridad social que ofrece el gobierno. De modo que muchos se encuentran con que su búsqueda de dinero termina en desesperación.

      Países en desarrollo

      De manera similar, las perspectivas de encontrar un empleo fijo en los países en desarrollo hacen que miles de personas de las aldeas agrícolas se trasladen a las ciudades. Es verdad que muchos encuentran empleo. Pero, ¿les producen felicidad sus ganancias?

      La más mínima remuneración que reciban los trabajadores deben utilizarla para pagar, en primer lugar, el alquiler, a menudo exorbitante, de viviendas que no reúnen las condiciones mínimas y que posiblemente están situadas en los insalubres y hacinados barrios pobres que aparecen alrededor de las ciudades. Lo restante tiene que cubrir las apremiantes necesidades de los parientes que quedan en casa, en la aldea. Por ejemplo: cuando llega final de mes, en muchas de las oficinas de correos de las ciudades de África pueden verse enormes colas de hombres que esperan para mandar giros postales a los parientes que tienen a su cargo en las aldeas.

      Aun cuando las familias vivan juntas en las ciudades, padecen la presión de otras cargas económicas. Hay que apartar dinero para atención médica, transporte, escuelas, alimento, alquiler de la vivienda... la lista parece no tener fin. No es de extrañar que muchos de los que viven en las ciudades tengan dos empleos.

      ¿Suena esto como una receta para la felicidad? Difícilmente.

  • El dinero... un amo cruel
    ¡Despertad! 1988 | 22 de abril
    • A muchos se les induce a que intenten ganar mucho dinero con la esperanza de que así tendrán seguridad. Pero, ¿conduce ese proceder al resultado deseado?

      Con el tiempo, Liz, mencionada anteriormente, se casó con un hombre que gozaba de independencia económica. Ella dice: “Cuando nos casamos, teníamos una hermosa casa y dos automóviles; además, nuestra situación económica nos permitía la libertad de disfrutar de cualquier cosa que el mundo pudiese ofrecer en lo tocante a cosas materiales, viajes y diversión. Pero, por extraño que parezca, seguía preocupada por el dinero”. Liz misma explica el porqué: “Teníamos mucho que perder. Parece que cuanto más se tiene, menos seguro se siente uno. El dinero no me liberó de las preocupaciones y la ansiedad”.

      Aunque la búsqueda del dinero es una marca distintiva de nuestros tiempos, raras veces resulta en verdadera satisfacción. “La obsesión del dinero puede parecer natural en la década de los ochenta, una época de materialismo —escribe David Sylvester en el Detroit Free Press—. Pero considero dicho materialismo simplemente como un síntoma de nuestro desasosiego.”

      ¿Comprar a crédito?

      Aunque sus ingresos no le permitan comprar ciertos lujos, nuestra sociedad materialista quisiera hacerle creer que usted tiene el derecho de poseer esas cosas. Este énfasis que se da a disfrutar de posesiones materiales, aunado a la inflación, ha resultado en el auge del negocio de las tarjetas de crédito o, como algunos las llaman, dinero de plástico. La lógica que se sigue es que “no tiene sentido esperar para comprar, pues es seguro que después el precio será más elevado”.

      Gran Bretaña, nación que cuenta con 22.600.000 tarjetas de crédito, ha sido calificada como la “mayor usuaria” de tarjetas de crédito de Europa, dejando empequeñecida la cantidad de 6.900.000 utilizadas en Francia. Aun así, se afirma que el mercado británico “todavía no está saturado”. ¡Cómo han cambiado los tiempos! “Hubo una época en que las deudas eran algo que había que evitar —comenta la revista The Listener—. Hoy en día a eso se le llama crédito, y a los consumidores se les recomienda por todas partes que lo utilicen.”

      Como resultado, ha surgido una deuda global que ahora amenaza a las naciones más ricas del mundo. Y a nivel individual, la cantidad de deudas que hay que pagar con los ingresos es mayor que nunca. Esta situación de ninguna manera está limitada a un solo país o a un solo continente. “En el pasado, los negros nunca recurrían al crédito”, comenta un residente negro de Sudáfrica. Pero añade: “Es el crédito que se les concede lo que ayuda a muchas empresas, como las tiendas de muebles, a continuar con el negocio”.

      El escritor David Sylvester, dedicado a cuestiones comerciales, comenta que “somos la generación del ‘pagaré’, que gasta demasiado, invierte demasiado poco y vive como si el mañana nunca fuese a llegar, y si llega, la seguridad social nos sacará del apuro”. ¿Puede decirse que este enfoque materialista de la vida haya producido felicidad?

      Consecuencias dolorosas

      En el periódico londinense The Daily Telegraph apareció un titular que decía: “La gente de altos vuelos ‘suaviza la presión con cocaína’”. Efectivamente: cada vez son más los hombres de negocios jóvenes con salarios elevados que, al encararse a tremendas presiones cuando negocian con el dinero, caen presas de una plaga cada vez más extendida: la drogadicción.

      El distrito financiero de Nueva York, con su centro en Wall Street, sufre la misma epidemia. En un periódico se publicaron las siguientes palabras de un agente de la Federal Drug Enforcement Administration: “Los implicados son muy discretos. No se ponen simplemente a inhalar cocaína con descaro, pero sin duda alguna, el 90% de dicho distrito financiero acepta su uso. Esos jóvenes prodigios, agobiados por todas sus presiones, están muertos de miedo al pensar que no pueden hacer un trato a menos que estén drogados con algo”.

      No obstante, la actividad criminal que actualmente mancha los mercados financieros no se limita solo a la drogadicción. Hay informes de fraude en gran escala y de tráfico de información confidencial.

      “¿Cómo es posible que alguien que gana más de un millón de dólares anuales tenga tanta necesidad de dinero que esté dispuesto a violar las leyes con el fin de conseguir aún más?”, pregunta el psiquiatra Jay B. Rohrlich, de Wall Street. En respuesta a su propia pregunta, Rohrlich continúa: “Algunas personas se hacen adictas al dinero de la misma manera que otras se envician con el alcohol, la cocaína y otras drogas”. Para ellas, explica, “el dinero se convierte en el antídoto de la sensación de insuficiencia que experimentan”.

      En nuestro mundo cada vez más materialista, el amasar una fortuna ya no es algo que se desapruebe. Una encuesta publicada en la revista francesa Le Figaro revela que el dinero ya no “huele mal”. Cuando se les preguntó qué pensaban que podía ofrecer el dinero, el 45% de los franceses encuestados dio una respuesta interesante: la felicidad. Pero, lamentablemente, lo cierto es justo lo contrario.

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