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  • ‘¡Él tiene la culpa!’... paz a pesar de desacuerdos

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  • ¡Despertad! 1986
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¡Despertad! 1986
g86 8/1 págs. 10-12

‘¡Él tiene la culpa!’... paz a pesar de desacuerdos

“PUES bien, cuando tú te corrijas y cumplas con tu deber —dijo Sherry enfurecida—, entonces yo cumpliré con el mío.” Su esposo, Allen, se retuvo ante este arrebato de ira. Pero pensó que en realidad era al revés de lo que ella decía. Ambos sabían lo que la Biblia dice, pero cada uno pensaba que el otro no lo aplicaba.

Con frecuencia, algunas parejas casadas se meten en un callejón sin salida, convencidas de que la culpa de todo se debe principalmente a las faltas del otro cónyuge. Segura de que la culpa era de Allen y de que él no cambiaría, Sherry abandonó el hogar. “Sentía que no había razón por la cual esforzarme —dijo ella—. Parecía que la situación no tenía remedio.” ¿Se ha sentido usted así alguna vez? Afortunadamente, esta pareja halló el remedio que salvó su matrimonio.

¿Es culpa de una sola persona?

En una reunión de los testigos de Jehová, Sherry oyó algo que le llegó al corazón. Cierto ministro dijo que la humildad era vital en el desarrollo de la comunicación conyugal. Sherry comenzó humildemente a fijarse en sí misma, para ver si ella había contribuido a crear los problemas.

En realidad, siempre tendemos a exculparnos con mucha presteza. “El primero en defenderse parece tener la razón, hasta que llega su contrario y lo desmiente.” (Proverbios 18:17, Versión Popular.) Echarle la culpa al cónyuge es una fácil disculpa y una manera de evitar el doloroso autoexamen que uno debe hacerse para determinar las posibles causas del problema. De acuerdo con la Biblia, una persona podría ‘edificar’ o ‘demoler’ su matrimonio “con sus propias manos”. (Proverbios 14:1.) El autoexaminarnos a la luz de los hechos a menudo demuestra que hay lugar para uno mejorar.

Este escrutinio personal fue el comienzo de la solución al problema de Sherry. Reconoció que con su modo de actuar era poco probable que pudiera cambiar a su esposo, quien, de hecho, era mandón. Pero sí podía cambiar la actitud y el modo como ella le hablaba. Esto podría influir en él para que mejorara. De modo que regresó a casa, decidida a cuidar su manera de hablar. Los resultados fueron positivos.

El poder de la lengua

“La lengua pacífica es árbol de vida —dice la Biblia—; pero la desenfrenada quebrantará el corazón.” (Proverbios 15:4, Torres Amat.) Por lo general, el habla irreflexiva y “desenfrenada” provoca ira y resentimiento. “Yo siempre le echaba en cara que se casó conmigo solo para tener alguien que cuidara de su hogar y de sus hijos”, admitió Sherry. “Él se enfadaba y comenzaba a gritarme. Pues bien, dejé de decir esas cosas. Dejé de ser tan exigente y criticona. En vez de humillarlo enfrente de los niños, esperaba el momento oportuno para decirle qué cosas no me habían gustado. Procuraba estar más atenta y encomiarlo cada vez que podía.”

Las relaciones se hicieron más afables a medida que Allen reaccionaba al trato de su esposa. ¿Enriquecen sus palabras la vida conyugal, o le ocasionan sufrimiento porque ‘quebrantan el corazón’ de su cónyuge? ¿Presta usted atención al mandato bíblico de mostrar “cariño fraternal” y ser ‘tiernamente compasivo’? (1 Pedro 3:8.)

Por ejemplo, otra pareja, Larry y Michele, estaba considerando qué clase de postre preparar para unos invitados que iban a venir. “Haz algo simple. Compra un bizcocho”, comentó Larry. Pero Michele insistió en esmerarse en hacer el bizcocho ella misma. Poco antes que los invitados llegaran, Larry oyó a Michele lamentándose en la cocina. La masa del bizcocho se había desmoronado. “¿No te dije que era una tontería hacer el bizcocho?”, dijo Larry, en un tono totalmente insensible hacia su desasosiego. “Y ahora, ¿qué postre vas a servir?”

“Estuve a punto de tirarle el bizcocho a la cara”, confesó Michele. La llegada de los invitados impidió que hubiera una pelea. Después de aquello, apenas se hablaron durante algunos días. Pero ¿podía Larry afirmar que toda la culpa era de ella? Al contrario, sus comentarios irreflexivos fueron como “las estocadas de una espada”, los cuales produjeron una reacción violenta. (Proverbios 12:18.) ¡Cuánto más constructivo hubiese sido un trato comprensivo por su parte y haberle sugerido algún otro postre!

¿Qué hay, pues, si su cónyuge está molesto debido a que se siente amargado por algún problema o fracaso personal? Usted se da cuenta de que en realidad no es su culpa. Pero aún así, ¿qué se puede hacer cuando, debido a frustración, su cónyuge se vuelve contra usted?

Amor abnegado

En lugar de uno retirarse, la Biblia aconseja: “Sigan llevando las cargas los unos de los otros, y así cumplan la ley del Cristo”. (Gálatas 6:2.) Puesto que no es fácil ofrecer apoyo cuando su cónyuge está enfadado, el aplicar “la ley del Cristo” es un factor esencial en estos casos.

Jesús mandó que se mostrara amor abnegado. (Juan 13:34, 35.) Esta clase de amor “no busca sus propios intereses”. (1 Corintios 13:5.) Aunque legítimamente uno tenga una “causa de queja”, este amor nos moverá a perdonar y a pasarla por alto. (Colosenses 3:13.) La abnegación exige que uno ‘lleve la delantera’ en cuanto a mostrar honra y en vencer el mal con el bien. (Romanos 12:10, 17-21.)

No obstante, ser abnegado no significa hacer cualquier cosa para apaciguar a su cónyuge. La Biblia se refiere a Sara como una mujer sumisa y abnegada. Sin embargo, cuando la situación lo requería, no vacilaba en hablar francamente con su esposo acerca de lo que ella pensaba. Ponía los valores que a la larga resultarían beneficiosos para la familia, por encima de una pérdida transitoria de paz. (Génesis 16:1-6; 21:8-11.)

Por eso, si su cónyuge sigue un derrotero perjudicial, “mejor es la censura revelada que el amor oculto”. (Proverbios 27:5.) Pero escoja el momento apropiado, fuera de la presencia de los hijos y de otras personas. Llámele la atención a su cónyuge, al ayudarle a ver que el cambiar es el derrotero sabio.

El interés vital

Pero, a veces, hay cónyuges que parece que no quieren cambiar. Tal vez usted quiera sugerirle que busque la ayuda de alguien que esté capacitado para ofrecer consejo. En las congregaciones de los testigos de Jehová hay superintendentes espiritualmente capacitados, y están dispuestos a ayudar. (Santiago 5:14, 15.) Quizás tal ayuda mueva a su cónyuge a poner en práctica el consejo de la Biblia, especialmente si aprecia una buena relación con Dios.

Pero, ¿qué hay si su cónyuge no responde? En tal caso, es el amor a las leyes de Dios lo que debe tener para usted interés prioritario. El salmista, quien entonces se hallaba bajo una extremada presión mental, escribió: “El camino de la fidelidad he escogido. [...] Correré por el mismísimo camino de tus mandamientos, porque haces que mi corazón tenga el espacio”. (Salmo 119:11, 30, 32.) Él atesoraba las leyes de Dios, y no solo aumentó en su corazón el conocimiento de Dios, sino que también desarrolló mayor confianza en el poder sustentador de Dios. Por eso Dios lo ayudó para que tuviera “el espacio” en su corazón a fin de soportar la tensión emocional.

Del mismo modo, Jehová también tiene el poder para ayudarle a tener espacio en su corazón para soportar hasta a un cónyuge difícil. El agradar a Dios mediante guardar sus mandamientos produce paz interior.

¡Verdaderamente surte efecto!

Felizmente, hace casi diez años que Sherry y Allen se han reconciliado. Ambos, aunque imperfectos, han procurado aplicar el consejo de la Biblia. “A veces vuelvo a algunas de mis maneras de actuar anteriores —confesó Allen—. Pero sigo esforzándome por cambiar.”

Por otra parte, Sherry procura no alterarse. “Uno tiene que aprender a aceptar algunas de las cosas de la persona —dijo Sherry—. Esa es su forma de ser. No se le puede hacer cambiar completamente... al menos, no más de lo que yo podría hacer cambiar todas mis imperfecciones.” Por un análisis franco, Sherry llegó a una conclusión esencial: la necesidad de perdonar errores insignificantes. (Mateo 18:21, 22.) “Después de ver cómo Allen ha respondido a mi cambio de actitud —confesó Sherry al reflexionar sobre los siete años de hostilidad en su matrimonio antes de la separación—, me he dicho a mí misma, ‘¿por qué no lo hice antes?’. Esos años hubiesen sido mucho más soportables.”

Por lo tanto, no espere que su cónyuge sea casi perfecto. El matrimonio, aun entre los mejores cónyuges, produce “tribulación en la carne”. (1 Corintios 7:28.) Enfréntese firmemente a los problemas, más bien que huir de ellos mediante separarse o divorciarse a la ligeraa. Fortalezca su resolución personal de obedecer las leyes de Dios, y experimentará la veracidad del Salmo 119:165: “Paz abundante pertenece a los que aman [la ley de Dios], y no hay para ellos tropiezo”.

[Nota a pie de página]

a La Biblia permite el divorcio sobre la base de la inmoralidad sexual, lo cual deja al cónyuge inocente en libertad para volver a casarse. (Mateo 19:9.) Para una consideración sobre algunas de las razones serias que pudieran resultar en la separación, véase el artículo “Cuando los lazos matrimoniales están a punto de romperse”, en el número del 1 de febrero de 1964 de nuestra revista La Atalaya.

Ilustración en la página 11]

Cuando aumenta la tensión, ¿tienden sus palabras a mejorar, o a empeorar la situación?

[Recuadro en la página 12]

“Solo en ocasiones muy poco comunes, como cuando un cónyuge —sin que el otro lo sepa al tiempo de casarse— es alcohólico o enfermo mental, puede atribuirse la mayor parte de la culpa por la aflicción de un matrimonio a un solo cónyuge más bien que a los dos.” Esta fue la conclusión a la que llegó Gary Birchler, de la Escuela de Medicina de la Universidad de California (E.U.A.), después de efectuar una profusa investigación en el campo del matrimonio.

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