Los jóvenes preguntan...
¿Debería ir al baile de fin de curso?
“La noche del baile de fin de curso suele ser también la primera vez que tus padres te dicen: ‘Cielo, diviértete. Nos veremos por la mañana’.”
“Recuerdo un baile estudiantil al que asistí en el que solo nos acompañaban dos adultos, y ni siquiera prestaban atención a los jóvenes.”
TUS compañeros llevan meses hablando de ello. Al fin y al cabo, el baile de gala que se celebra en algunos países al terminar la enseñanza secundaria es una ocasión única en la vida. Y como vas a despedirte de condiscípulos que has conocido durante años, sería natural que desearas asistir. “He deseado ir al baile de fin de curso desde los primeros años de enseñanza secundaria”, dice una joven de 18 años.
En los países donde existe esta costumbre, los jóvenes consideran el baile de fin de curso como un verdadero hito en su vida. No es sencillamente una reunión social de gala, es un antiguo ritual que señala el paso del joven a la vida adulta. La revista Seventeen comenta lo siguiente al respecto: “La noche del baile de fin de curso suele ser también la primera vez que tus padres te dicen: ‘Cielo, diviértete. Nos veremos por la mañana’. Estar fuera toda la noche no solo está permitido, es lo que se espera que hagas”.
No queremos decir con esto que todos los jóvenes piensen pasarse la noche entera participando en conducta de dudosa moralidad. Muchos simplemente anhelan vivir un hermoso idilio: la posibilidad de ser una Cenicienta o un Príncipe Azul del día moderno. “Es como un sueño —dice Darcey, una joven de 19 años—. Bajan de sus limusinas alquiladas, sacan fotografías y presumen delante de sus amigos. Es su día para convertirse en el blanco de las miradas.”
También se celebran otros bailes escolares que, aunque más sencillos, gozan de bastante popularidad. “De vez en cuando hay que celebrar una fiesta simplemente para pasar un buen rato”, dice Jamey, un muchacho de 15 años. Prescindiendo de lo que les atraiga —sea el baile, la cena o vestirse de etiqueta—, la mayoría de los jóvenes piensan que asistir a esas fiestas es casi una obligación. Lo único que les interesa es con quién irán, qué se pondrán y cómo conseguirán el dinero para sufragar los gastos de esa noche. Sin embargo, hay otros detalles que quizás debas tomar en cuenta.
No es oro todo lo que reluce
El propio Jesucristo asistía a reuniones sociales respetables. (Compara con Lucas 5:29; Juan 2:1, 2.) Pero en la Biblia se condenan las “diversiones estrepitosas”, u “orgías”. (Gálatas 5:21; Biblia de Jerusalén.) En el siglo primero eran comunes las orgías, durante las cuales los paganos participaban abiertamente en “hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales”. Por eso a los cristianos se les advertía que no asistieran a dichas fiestas desenfrenadas. (1 Pedro 4:3, 4.)
¿Qué puede decirse de los bailes escolares y, en especial, del baile de fin de curso? Puede que algunas de esas ocasiones estén bien organizadas y supervisadas, de modo que sean relativamente tranquilas. Quizás no se fomente conducta pendenciera, y se controle de inmediato en caso de producirse. Pero tras la atractiva y encantadora fachada de muchos de esos bailes —por no decir de la mayoría—, con frecuencia se esconde un espíritu de desenfreno. Un adolescente dijo a ¡Despertad!: “Hay mucha inmoralidad sexual y excesos en la bebida”. Aunque quizás no se permita oficialmente el consumo de bebidas alcohólicas, puede que en los baños, las escaleras y los aparcamientos haya jóvenes que abusen del alcohol.
La Biblia advierte: “El vino es burlador, el licor embriagante es alborotador”. (Proverbios 20:1.) Si a eso le añades un poco de música alocada o sensual, baile licencioso, una luz tenue y una multitud de jóvenes con poco aprecio por los principios bíblicos, ya tienes los ingredientes para una fiesta desenfrenada. ¿Puedes contar con que los adultos que vigilan el orden mantengan la situación bajo control? No siempre. Un adolescente llamado Charles dice sin rodeos: “Los que supervisan no hacen nada”. ¿Exagerado? No, según una joven llamada Darcey, quien dice: “Recuerdo un baile estudiantil al que asistí en el que solo nos acompañaban dos adultos, y ni siquiera prestaban atención a los jóvenes”.
Hay que admitir que hasta al supervisor más concienzudo puede resultarle casi imposible controlar a una multitud de jóvenes decididos a divertirse en un salón de baile o un gimnasio semioscuro. Como resultado, el sueño de vivir una noche romántica puede convertirse rápidamente en una pesadilla. “Hay muchas peleas”, dice una adolescente.
Situaciones comprometedoras
Es cierto que no en todos los bailes se producen actos violentos. De todas formas, existe el peligro —y muy real— de que te metas en una situación comprometedora. Una joven recuerda: “En los bailes en que la pareja baila junta, los muchachos empiezan a tocar por todos lados, ¡y esperan que una se deje!”. ¿No podrías evitar ese problema manteniéndote un poco alejada? Quizás. Pero generalmente es más fácil decirlo que hacerlo.
Supón que no llevas acompañante o que vas con un grupo de amigos. Una adolescente explica: “Algunos de los muchachos no llevan pareja y tratan de ir tras el mayor número de chicas posible”. Una cantidad considerable de muchachas atrevidas también pudiera hallarse presente. Un joven o una joven que vaya al baile sin acompañante fácilmente puede convertirse sin quererlo en el blanco de las miradas.
Por otro lado, el que te acompañe un compañero de creencia puede crear otro tipo de complicaciones. Recuerda que los testigos de Jehová toman muy en serio el salir en pareja.a Y aunque estés segura de que tu acompañante no tiene ningún interés romántico en ti, ¿hasta qué grado puede él (o, si eres un muchacho, ella) servirte realmente de protección? Lora, joven de 19 años, comenta: “¿Qué puede impedir que durante el baile haya cambio de parejas o que algún muchacho te pida que salgas con él? ¿Qué haces en ese caso?”. Puede presentarse una situación tensa, realmente embarazosa.
Tampoco debe pasarse por alto el peligro de bajar la guardia y verse atrapado en el ambiente de la fiesta. Está comprobado que las malas compañías “echan a perder los hábitos útiles”. (1 Corintios 15:33.) Un joven de 18 años llamado Nick admite: “Aunque dos testigos de Jehová asistieran juntos, fácilmente podrían sentirse incitados a hacer lo mismo que los demás”.
Cuando termina la fiesta
Pero muchas veces los verdaderos problemas surgen después de la fiesta. “Algunos se van a un hotel o a casa de alguien”, dice Tanya. Yolanda añade: “Se espera que te pases ahí toda la noche. Forma parte de la tradición”. Drogas, alcohol y relaciones sexuales pueden ser parte también de la tradición del baile de fin de curso. Sin embargo, al día siguiente, el joven o la joven puede amanecer con remordimientos de conciencia, falta de amor propio y el temor a un embarazo... o a haber contraído sida.
Con mucha frecuencia los bailes estudiantiles no satisfacen las expectativas de vivir un idilio y pasar unas horas de diversión sana, sino que degeneran en diversiones estrepitosas y desenfrenadas. Debemos recordar que el profeta Isaías indicó en su día que Dios desaprobaba las fiestas que duraban “hasta tarde en la oscuridad nocturna”. Eran fiestas en las que había música de “arpa e instrumento de cuerdas, pandereta y flauta”. ¿Divertidas? Seguro que sí, pero Isaías dijo respecto a los que asistían a ellas: “La actividad de Jehová no miran, y la obra de sus manos no han visto”. (Isaías 5:11, 12.)
En efecto, asistir a una fiesta con jóvenes que no reconocen las normas bíblicas puede ponerte en serio peligro. También es cierto que no todas las fiestas se convierten en diversiones estrepitosas y que las circunstancias varían en diferentes partes del mundo. Por eso la decisión de si será o no apropiado que asistas a un baile estudiantil depende de ti y de tus padres. “Es difícil —admitió una jovencita—, porque el baile de fin de curso es una ocasión de gala y muy tentadora. Se habla de él durante todo el curso.”
De todas formas, tus padres o un cristiano maduro pueden ayudarte a ver las cosas con más claridad. Piensa: ¿Quiénes irán al baile? ¿Qué tipo de supervisión habrá? ¿Se servirán bebidas alcohólicas? ¿Qué clase de música se tocará? ¿Ha habido problemas en años anteriores? ¿Cómo verán otros —especialmente tus compañeros de creencia— el que asistas a ese tipo de fiesta? ¿Podría ser causa de tropiezo para algunos? (1 Corintios 10:23, 24, 32.)
En vista de todos los problemas relacionados con los bailes de fin de curso y otros bailes estudiantiles, los jóvenes cristianos deberían consultar con sus padres, y quizás lleguen a la conclusión de no asistir. Pero ¿no deberías sentirte orgulloso de graduarte? ¡Por supuesto! Sin embargo, es muy probable que puedas encontrar una manera más segura de celebrarlo, quizás compartiendo tu alegría con compañeros de creencia. Tal vez tu familia decida organizar una fiesta o una cena sencillas. Cuando se controla la cantidad de los que asisten a esas celebraciones y la organización es buena, rara vez surge algún problema serio.b
Este tipo de celebraciones quizás carezca del atractivo y el encanto de los bailes de gala de la escuela. Pero todavía puede ser una ocasión muy feliz, sin los peligros que podrían surgir en un baile estudiantil. Además, lo mejor de todo es que obrarás en armonía con lo que dijo el apóstol Pablo en 1 Corintios 10:31: “Sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios”.
[Notas a pie de página]
a Ve el capítulo 30 del libro Lo que los jóvenes preguntan.—Respuestas prácticas, publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
b Ve el artículo “Entretenimiento en grupo: Disfrute de los beneficios, evite las trampas”, publicado en La Atalaya del 15 de agosto de 1992.
[Fotografía en la página 21]
A los que supervisan puede resultarles casi imposible controlar la conducta de todos los presentes