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    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Se aprovechan del furor bélico para lograr sus objetivos

      La fiebre nacionalista que cundió por el mundo durante la primera guerra mundial fue una nueva arma contra los Estudiantes de la Biblia. Las jerarquías católica y protestante podían encubrir su enemistad bajo un manto de patriotismo. Se aprovecharon de la histeria de la guerra para tildar a los Estudiantes de la Biblia de sediciosos, acusación idéntica a la que lanzaron contra Jesucristo y el apóstol Pablo los guías religiosos de la Jerusalén del siglo I. (Luc. 23:2, 4; Hech. 24:1, 5.) Claro, para hacer esta acusación los clérigos tuvieron que ser defensores activos del esfuerzo bélico, algo que a la mayoría no pareció importarle en absoluto, a pesar de que significaba enviar a los jóvenes a matar a sus correligionarios de otros países.

      En julio de 1917, ya muerto el hermano Russell, la Sociedad Watch Tower publicó el libro The Finished Mystery (El misterio terminado), un comentario de Revelación (Apocalipsis), Ezequiel y El Cantar de los Cantares. Este libro denunciaba sin ambages la hipocresía del clero de la cristiandad. Se distribuyó extensamente en un período relativamente breve. A finales de diciembre de 1917 y comienzos de 1918, los Estudiantes de la Biblia de Estados Unidos y Canadá también emprendieron la distribución de 10.000.000 de ejemplares del ardiente mensaje que aparecía en el tratado The Bible Students Monthly (Mensuario de los Estudiantes de la Biblia). Este tratado de cuatro páginas, del tamaño de un periódico pequeño, se titulaba “La caída de Babilonia” y llevaba el subtítulo “Por qué tiene que sufrir ahora la cristiandad. El resultado final”. Identificaba al conjunto de organizaciones religiosas católicas y protestantes como la Babilonia moderna que debe caer en breve. Para apoyar lo que afirmaba, reproducía un comentario del libro The Finished Mistery referente a profecías que expresaban la condena divina de la “Babilonia mística”. En la última página aparecía un dibujo satírico de un muro desmoronándose. Sus enormes piedras llevaban inscritas frases como “Doctrina de la Trinidad (‘3 × 1 = 1’)”, “Inmortalidad del alma”, “Teoría del tormento eterno”, “Protestantismo: credos, clero, etc.”, “Papismo: papas, cardenales, etc.”, y todas se derrumbaban.

      Los eclesiásticos montaron en cólera por esta denuncia, como ocurrió cuando Jesús denunció la hipocresía del clero judío. (Mat. 23:1-39; 26:3, 4.) El clero de Canadá reaccionó con rapidez. En enero de 1918 más de seiscientos clérigos canadienses suscribieron una petición al gobierno en la que solicitaron que se prohibieran las publicaciones de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Según informó el periódico Winnipeg Evening Tribune, después de que Charles G. Paterson, pastor de la Iglesia de St. Stephen, en Winnipeg, denunció desde el púlpito el tratado The Bible Students Monthly, que contenía el artículo “La caída de Babilonia”, el ministro de Justicia Johnson se puso en contacto con él para obtener un ejemplar. Poco después, el 12 de febrero de 1918, un decreto del gobierno canadiense convirtió en delito con pena de multa y prisión la posesión del libro The Finished Mystery o del tratado que se muestra arriba.

      Aquel mismo mes, el 24 de febrero, el hermano Rutherford, recién elegido presidente de la Sociedad Watch Tower, habló en el “Temple Auditorium” de Los Ángeles (California, E.U.A.). El tema era fascinante: “El mundo ha terminado: Millones que ahora viven quizás nunca mueran”. Entre las pruebas de que el mundo tal como se había conocido hasta entonces había terminado en 1914, señaló a la guerra en curso, con la secuela del hambre, y mostró que era parte de la señal que predijo Jesús. (Mat. 24:3-8.) Luego enfocó la atención en el clero y dijo:

      “Según muestran las Escrituras, los clérigos son, como clase, los hombres más reprensibles de la Tierra por la gran guerra que hoy aflige a la humanidad. Durante mil quinientos años han enseñado la doctrina satánica de que los reyes gobiernan por derecho divino. Han mezclado la política y la religión, el estado y la iglesia; han sido desleales a su privilegio encomendado por Dios de proclamar el mensaje del reino del Mesías, y se han dedicado a hacer creer a los gobernantes que el rey rige por derecho divino, de forma que todo lo que hace está bien.” Luego explicó las consecuencias de esta enseñanza: “Los ambiciosos reyes de Europa se armaron para la guerra, pues deseaban apoderarse del territorio de otros pueblos; y el clero les dio una palmadita en la espalda y les dijo: ‘Adelante, no podéis equivocaros; todo lo que hagáis está bien’”. Sin embargo, los clérigos europeos no eran los únicos que actuaban así, como bien sabían los predicadores estadounidenses.

      Al día siguiente se publicó un amplio informe de este discurso en el periódico Morning Tribune, de Los Ángeles. El clero se enfureció tanto que la asociación de ministros religiosos se reunió aquel mismo día y envió a su presidente para que comunicara a los directores del periódico su más profunda indignación. Tras esto, hubo un período en que miembros del servicio secreto del gobierno estuvieron importunando de continuo en las oficinas de la Sociedad Watch Tower.

      Durante esta fase de exaltación nacionalista se celebró en Filadelfia (Estados Unidos) una conferencia de clérigos en la que se adoptó una resolución que pedía la revisión de la Ley contra el Espionaje a fin de que a los presuntos infractores se les hiciera un consejo de guerra, lo que podría resultar en la pena capital. Se eligió a John Lord O’Brian, ayudante especial del ministro de Justicia en lo referente a actividades bélicas, para que presentara el asunto en el Senado. El presidente estadounidense no permitió que se aprobara aquel proyecto de ley. No obstante, en un arrebato de cólera, el general de división James Franklin Bell, del ejército de Estados Unidos, reveló a J. F. Rutherford y W. E. Van Amburgh lo que había ocurrido en la conferencia y el hecho de que se planeaba emplear aquella ley contra los principales directores de la Sociedad Watch Tower.

      Los archivos oficiales del gobierno estadounidense revelan que, por lo menos desde el 21 de febrero de 1918, John Lord O’Brian estuvo directamente implicado en el intento de procesar a los Estudiantes de la Biblia. Las Actas del Congreso del 24 de abril y del 4 de mayo contienen memorandos de John Lord O’Brian en los que explica ardorosamente que si la ley permitía expresarse tocante a “lo que es verdad, si se hace con buenos motivos y con fines justificables”, como decía la llamada “Enmienda France” a la Ley contra el Espionaje, ratificada por el Senado estadounidense, él no lograría encausar a los Estudiantes de la Biblia.

      En Worcester (Massachusetts), el “reverendo” B. F. Wyland se aprovechó aún más del furor bélico afirmando que los Estudiantes de la Biblia difundían propaganda en favor del enemigo. Publicó en el Daily Telegram un artículo en el que decía: “Uno de los deberes patrióticos que ustedes deben asumir como ciudadanos es proscribir a la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, con sede en Brooklyn. Al amparo de la religión, han distribuido en Worcester propaganda alemana con la venta del libro ‘The Finished Mystery’”. Sin contemplaciones, dijo a las autoridades que tenían el deber de arrestar a los Estudiantes de la Biblia e impedir que siguieran reuniéndose.

      Durante la primavera y el verano de 1918 tuvo lugar una gran persecución de los Estudiantes de la Biblia en América del Norte y Europa. Entre los instigadores había clérigos de las Iglesias Bautista, Metodista, Episcopaliana, Luterana y Católica, y de otras. Las autoridades confiscaban las publicaciones bíblicas sin orden de registro, y muchos Estudiantes de la Biblia fueron encarcelados. A otros los persiguieron chusmas, los golpearon, azotaron y emplumaron con brea, o les rompieron las costillas o hasta los decapitaron. Algunos quedaron tullidos. Hombres y mujeres cristianos fueron encarcelados sin acusación ni juicio. La revista The Golden Age del 29 de septiembre de 1920 relata más de cien de estas atrocidades.

      Acusados de espionaje

      El golpe maestro se produjo el 7 de mayo de 1918, fecha en que en Estados Unidos se dieron las órdenes federales de detener a J. F. Rutherford, presidente de la Watch Tower Bible and Tract Society, y a sus colaboradores más allegados.

      El día anterior se habían entablado en Brooklyn (Nueva York) dos procesos contra el hermano Rutherford y sus colaboradores. Si con uno de los procesos no se hubieran obtenido los fines perseguidos, se podría haber intentado con el otro. El primero, en el que se presentaban cargos contra el mayor número de particulares, comprendía cuatro acusaciones: dos los inculpaban de conspirar para infringir la Ley contra el Espionaje del 15 de junio de 1917, y las otras dos de tratar de llevar a cabo sus planes ilegales o de haberlos realizado. Se alegó que conspiraban para crear insubordinación y negativas al cumplimiento del deber en las fuerzas armadas de Estados Unidos y para obstaculizar el reclutamiento e inscripción de hombres para tal servicio en un tiempo en que la nación estaba en guerra. También se alegó que habían tratado de efectuar estas dos cosas o incluso las habían realizado. En el primer proceso se hacía mención específica de la edición y distribución del libro The Finished Mystery. El segundo proceso interpretaba como contrario a los intereses de Estados Unidos el envío a Europa de un cheque (que había de utilizarse para la educación bíblica en Alemania). Cuando se llevó a los acusados ante el tribunal, se siguió el primer proceso, el que constaba de cuatro cargos.

      En Scranton (Pensilvania) aún quedaba pendiente otro proceso contra C. J. Woodworth y J. F. Rutherford con referencia a la Ley contra el Espionaje. No obstante, según una carta de John Lord O’Brian, con fecha 20 de mayo de 1918, algunos miembros del Departamento de Justicia temían que Witmer, el juez de distrito estadounidense que vería el caso, no iba a concordar con que se hubieran valido de la Ley contra el Espionaje para proscribir las actividades de personas que, por razón de sus convicciones religiosas sinceras, hubieran dicho cosas que otros podrían interpretar como propaganda antibélica. Por lo tanto, el Departamento de Justicia dejó pendiente el proceso de Scranton, en espera del resultado del de Brooklyn. Además, el gobierno dirigió los asuntos de modo que el juez Harland B. Howe, de Vermont —de quien John Lord O’Brian sabía que compartía su criterio en este tipo de asuntos—, fuera el juez del Tribunal de Distrito de Estados Unidos, sección oriental de Nueva York. El caso se vio el 5 de junio, y actuaron de fiscales Isaac R. Oeland y Charles J. Buchner, este último católico. Durante el juicio, el hermano Rutherford observó a sacerdotes católicos consultando frecuentemente con Buchner y Oeland.

      Al proseguir la causa se indicó que los directores principales de la Sociedad y los compiladores del libro no tenían ninguna intención de estorbar las actividades bélicas del país. Durante el juicio se presentaron pruebas de que los planes para escribir el libro —e incluso la redacción de la mayor parte del texto— se habían hecho antes de que Estados Unidos declarara la guerra (el 6 de abril de 1917) y pruebas de que el contrato para publicarlo se había firmado antes de que Estados Unidos hubiera promulgado la ley (el 15 de junio) que presuntamente se había violado.

      La parte acusadora señaló a las añadiduras que se habían hecho al libro en abril y junio de 1917, durante la preparación de la copia y la lectura de las pruebas. Entre ellas había una cita de John Haynes Holmes, un clérigo que había declarado con vehemencia que la guerra iba en contra del cristianismo. Como indicó uno de los abogados de la defensa, los comentarios de este clérigo, publicados con el título de A Statement to My People on the Eve of War (Declaración a mi pueblo en vísperas de la guerra), aún estaban a la venta en Estados Unidos para el tiempo del juicio. Ni al clérigo ni al editor se les estaba sometiendo a juicio por aquello. Sin embargo, a los Estudiantes de la Biblia, que habían citado de aquel sermón, se les consideraba culpables por los sentimientos que este manifestaba.

      El libro no les decía a los hombres del mundo que no tenían derecho a guerrear. Sin embargo, al explicar la profecía reproducía extractos de la revista The Watch Tower de 1915 para mostrar la inconsecuencia de los que decían ser ministros de Cristo pero hacían de reclutadores para las naciones en contienda.

      Al tenerse noticia de que el gobierno ponía reparos al libro, el hermano Rutherford mandó de inmediato un telegrama al impresor para detener la producción, y al mismo tiempo envió a un representante de la Sociedad a la sección de servicios secretos del ejército estadounidense para averiguar cuál era la objeción. Al enterarse de que se objetaba a las páginas 247 a 253 debido a la guerra que entonces estaba en marcha, la Sociedad dio instrucciones de que se cortaran esas páginas de todos los libros antes de ofrecerlos al público. Además, cuando el gobierno notificó a los fiscales de distrito que el seguir distribuyendo el libro se consideraría una infracción de la Ley contra el Espionaje (a pesar de que el gobierno había rehusado expresar su parecer a la Sociedad tocante al libro en su forma alterada), la Sociedad mandó suspender su distribución pública.

      ¿Por qué un castigo tan severo?

      A pesar de todo esto, el 20 de junio de 1918 el jurado dio su veredicto: consideraba a cada uno de los acusados culpable de todos los cargos. Al día siguiente, sieteb de ellos fueron sentenciados, cada uno a cuatro condenas de veinte años, que debían cumplirse al mismo tiempo. El 10 de julio se sentenció al octavoc a cuatro condenas simultáneas de diez años. ¿Fueron severas aquellas sentencias? En una nota al ministro de Justicia, con fecha 12 de marzo de 1919, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, admitió: “Las condenas son claramente excesivas”. De hecho, ni siquiera el hombre que había disparado contra el príncipe heredero del imperio austrohúngaro —incidente que desencadenó los sucesos que llevaron a las naciones a la I Guerra Mundial— había recibido una condena tan severa. La sentencia de este fue de veinte años de prisión, no cuatro condenas de veinte años, como en el caso de los Estudiantes de la Biblia.

      ¿Qué motivo había tras la imposición de condenas tan severas a los Estudiantes de la Biblia? El juez Harland B. Howe declaró: “En opinión del Tribunal, la propaganda religiosa que con tanta vehemencia han defendido y difundido los acusados por toda la nación, y también entre nuestros aliados, supone un peligro mucho mayor que una división del ejército alemán. [...] El predicador religioso suele tener gran influencia, tanto más si es sincero. Este hecho, en vez de mitigar el mal que han cometido, lo agrava. Por lo tanto, como la única medida prudente que se puede adoptar con estas personas, el Tribunal ha decidido que el castigo debe ser severo”. También es de interés que, antes de dictar sentencia, el juez Howe dijo que las declaraciones de los abogados en favor de los acusados no solo habían puesto en tela de juicio y tratado ásperamente al personal jurídico del gobierno, sino a “todos los ministros [religiosos] del país”.

      Se apeló inmediatamente de la sentencia al tribunal de apelación del circuito. Sin embargo, el juez Howed denegó sin justificación la libertad bajo fianza hasta que se escuchara la apelación, y el 4 de julio, antes de poder oírse una tercera y última solicitud de libertad bajo fianza, los siete primeros hermanos fueron trasladados con presteza a la penitenciaría federal de Atlanta (Georgia). Posteriormente se demostró que se habían cometido 130 errores de proceso en aquel juicio tan parcial. La preparación de los documentos para la audiencia de la apelación tomó varios meses. Entretanto, terminó la guerra. El 19 de febrero de 1919 los ocho hermanos encarcelados solicitaron el indulto presidencial de Woodrow Wilson. Muchos ciudadanos enviaron cartas en las que pedían al nuevo ministro de Justicia la liberación de los hermanos. El 1 de marzo de 1919, en respuesta a una consulta del ministro de Justicia, el juez Howe recomendó la “conmutación inmediata” de las sentencias. Aunque esta medida habría reducido las condenas, también habría confirmado la culpabilidad de los acusados. Antes de que se diera este paso, los abogados de los hermanos hicieron que se presentara una orden judicial al fiscal del gobierno, lo que resultó en que se llevara el caso al tribunal de apelación.

      Acabada ya la guerra, el 21 de marzo de 1919 —nueve meses después de ser sentenciados Rutherford y sus colaboradores— el tribunal de apelación decretó la libertad bajo fianza para los ocho acusados, y el 26 de marzo se les puso en libertad en Brooklyn con el pago de una fianza de 10.000 dólares cada uno. El 14 de mayo de 1919 el tribunal de apelación del circuito de Nueva York dictaminó: “Los acusados de este proceso no tuvieron el juicio equilibrado e imparcial al que tenían derecho, y por esta razón se revoca la sentencia”. La causa quedó pendiente de un nuevo juicio. Sin embargo, el 5 de mayo de 1920, después que los acusados comparecieron en cinco ocasiones ante el tribunal en respuesta a las citaciones que recibieron, el fiscal del gobierno, en juicio público celebrado en Brooklyn, anunció la retirada de los cargos.e ¿Por qué? Según muestra la correspondencia que se guarda en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, el Ministerio de Justicia temía que si se presentaban los hechos ante un jurado imparcial, una vez desaparecida la histeria de la guerra, se perdería el caso. El fiscal del gobierno L. W. Ross, declaró en una carta al ministro de Justicia: “A mi juicio, sería mejor para nuestras relaciones con el público que de nuestra propia iniciativa” declarásemos que no es necesario seguir con el proceso.

      El mismo día, 5 de mayo de 1920, fue desestimado el otro proceso que se había entablado contra J. F. Rutherford y cuatro de sus colaboradores en mayo de 1918.

      ¿Quiénes fueron los verdaderos instigadores?

      ¿Fueron instigadas por el clero todas estas acciones? John Lord O’Brian negó que fuera así. Pero los que vivieron en aquellos años conocían bien los hechos. El 22 de marzo de 1919 el periódico Appeal to Reason, publicado en Girard (Kansas), escribió la siguiente protesta: “Seguidores del pastor Russell, procesados por la malevolencia del clero ‘ortodoxo’, fueron condenados y encarcelados sin libertad bajo fianza, aunque hicieron todo lo posible por ajustarse a la Ley contra el Espionaje. [...] Declaramos que, sin importar si la Ley contra el Espionaje era o no era constitucional en sentido técnico o moralmente justificable, se obró mal al ampararse en ella para encarcelar a estos seguidores del pastor Russell. Un estudio imparcial de las pruebas convencería enseguida a cualquiera de que ellos no solo no tenían la intención de infringir la ley, sino que no la infringieron”.

      Años más tarde, el Dr. Ray Abrams comentó en el libro Preachers Present Arms (Los predicadores presentan armas): “Es significativo que tantos clérigos adoptaran una postura agresiva al tratar de librarse de los russelistas [apodo dado a los Estudiantes de la Biblia]. Disputas religiosas y odios de antaño, que no recibieron ninguna consideración en los tribunales cuando había paz, se introdujeron en la sala del tribunal bajo la influencia de la histeria bélica”. También explicó: “Un análisis de todo el caso lleva a la conclusión de que las iglesias y el clero estuvieron originalmente detrás del movimiento encaminado a acabar con los russelistas” (páginas 183-185).

  • “Objeto de odio de parte de todas las naciones”
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • [Recuadro en la página 655]

      El clero revela sus sentimientos

      Es de interés la reacción de ciertas publicaciones religiosas ante la sentencia que recibieron en 1918 J. F. Rutherford y sus colaboradores:

      ◆ “The Christian Register”: “En este caso el gobierno arremete de manera terminante contra la idea de que se puede propagar con impunidad toda creencia religiosa, por absurda o perniciosa que sea. Es una vieja falacia, y hasta ahora hemos actuado con mucho descuido al respecto. [...] Parece que le ha llegado el fin al russelismo”.

      ◆ La publicación bautista “The Western Recorder” dijo: “No sorprende en absoluto que se haya encarcelado al cabecilla de esta secta pendenciera en una institución para incorregibles. [...] El único dilema que se plantea es si debían haber mandado a los acusados a un manicomio o a una penitenciaría”.

      ◆ “The Fortnightly Review” destacó el siguiente comentario del diario neoyorquino “Evening Post”: “Esperamos que todos los maestros de religión tengan presente el criterio de este juez, a saber, que enseñar una religión que no esté en plena conformidad con las leyes establecidas es un delito grave, y más aún si el ministro del Evangelio es sincero”.

      ◆ “The Continent” llamó despectivamente a los acusados “seguidores del difunto ‘Pastor’ Russell” y tergiversó sus creencias diciendo que sostenían “que debe eximirse de luchar contra el káiser alemán a toda persona excepto a los pecadores”. Afirmó que, según el ministro de Justicia de Washington, “algún tiempo atrás el gobierno italiano se había quejado a Estados Unidos de que Rutherford y sus compañeros habían difundido entre los ejércitos italianos gran cantidad de propaganda antibélica”.

      ◆ Una semana después, “The Christian Century” reprodujo textualmente la mayor parte del texto supracitado, demostrando así que concordaban plenamente con lo dicho.

      ◆ La revista católica “Truth” dio un breve informe de la sentencia y luego manifestó el parecer de la dirección: “Las publicaciones de esta asociación están plagadas de ataques virulentos contra la Iglesia Católica y su sacerdocio”. Con la intención de colocar la etiqueta de “sedición” en todo el que discrepara en público de la Iglesia Católica, añadió: “Cada vez está más claro que el espíritu de intolerancia y el de sedición están íntimamente unidos”.

      ◆ El Dr. Ray Abrams comentó en su libro “Preachers Present Arms”: “Cuando la noticia de las sentencias de veinte años llegó a los directores de la prensa religiosa, casi todas estas publicaciones, grandes y pequeñas, se regocijaron por el acontecimiento. No he podido descubrir palabras de compasión en ninguna de las publicaciones religiosas ortodoxas”.

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