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  • ¡Se acerca un nuevo mundo!

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  • ¡Se acerca un nuevo mundo!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
w90 1/10 págs. 6-7

¡Se acerca un nuevo mundo!

SE PROPONEN muchísimas soluciones para los males del mundo. En general, para esto se requiere el interés y la cooperación de todas las naciones del mundo, así como un enorme esfuerzo unido de ellas. Algunos creen que al empeorar las condiciones el deseo de sobrevivir obligará a las naciones a evaluar de nuevo lo que hacen y a colaborar para formar un mundo nuevo y que se pueda conservar. Se prevé que los presupuestos de defensa se reducirán drásticamente para usar los recursos en una lucha contra las amenazas ambientales, y que, según se indica en State of the World 1990, “en vez de mantener sus propios establecimientos grandes para la defensa, puede que los gobiernos confíen en un ejército pro paz de la ONU muy ampliado y fortalecido, uno que tendría poder y autoridad para defender de un agresor a cualquier país miembro”.

Pero planes como esos no pueden traer las condiciones anheladas que mencionamos en las primeras páginas de esta revista. Simples estrategias humanas de ninguna manera pueden eliminar el pecado ni la codicia del hombre; no pueden acabar con el prejuicio ni las contiendas étnicas; no pueden engendrar amor altruista en toda la humanidad; tampoco pueden garantizar el fin de las enfermedades ni de la muerte. No es fácil combatir el crimen, y no se ha dicho nada de eliminar las diferencias ni los odios religiosos. Y el poner fin a los desastres naturales ni siquiera puede considerarse. Se tolera el nacionalismo, con sus posibilidades de crear dificultades. Lamentablemente, tenemos que concluir que los humanos no han producido ninguna solución que dé resultado.

Sin embargo, ¡hay una solución! En efecto, todas estas cosas que la humanidad anhela se han prometido, y la promesa proviene del Dios “que no puede mentir”. (Tito 1:2.) Él sabe exactamente lo que se tiene que hacer y posee la sabiduría, el poder y la capacidad para cumplir lo que se ha propuesto. (Revelación 7:12; 19:1.)

Dios promete: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar, y él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (Salmo 37:10, 11.)

¿Cómo se logrará eso? Isaías 11:9 contesta: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar”. Sí, toda la humanidad será instruida en el “conocimiento de Jehová”, y a nadie que rehúse actuar en armonía con ese conocimiento se le permitirá permanecer para perturbar la paz de los demás. Nuestra hermosa Tierra ya no será arruinada.

“Contemplen las actividades de Jehová [...] hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra”, promete Salmo 46:8, 9. (Véase también Miqueas 4:3, 4.) Un factor importante en lograr la paz mundial es acabar con las diferencias nacionalistas. La cooperación está garantizada, pues existirá un solo gobierno en toda la Tierra... el de Dios. Y el gobierno de él es un Reino “que nunca será reducido a ruinas”. (Daniel 2:44.) Además, su Rey es el resucitado e inmortal Jesucristo, que gobernará mediante justicia y rectitud. (Isaías 9:6, 7; 32:1.)

Pero ¿echarían a perder esto la imperfección inherente del hombre y el que siguieran el dolor, las enfermedades, el sufrimiento y la muerte? No, porque estas dificultades también serán cosas del pasado. Revelación 21:4 nos asegura: “Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. Sobre la base del sacrificio de rescate de Jesús habrá perdón para el pecado heredado, y la humanidad será elevada de nuevo a la perfección. (Romanos 6:23; Efesios 1:7.) ¿Y quién mejor que el Creador puede controlar las fuerzas naturales y evitar que causen daño a la humanidad? (Salmo 148:5-8; Isaías 30:30.)

Lo que el hombre tan solo puede anhelar e imaginarse, Dios lo realizará. Pero ¿cuándo? La profecía bíblica muestra que los cambios vendrían cuando las naciones estuvieran “airadas” y el hombre estuviera “arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Los últimos días del viejo mundo se caracterizarían por “tiempos críticos, difíciles de manejar”... que tendrían como resultado las condiciones en deterioro que vemos alrededor. (2 Timoteo 3:1-5, 13.) Y Jesús predijo que la generación que viera esas cosas sería la misma generación que vería el cumplimiento de las promesas de Dios. (Mateo 24:3-14, 32-34.)

Aparte tiempo para examinar esas promesas registradas en la Biblia. Pues en este punto concuerdan tanto hombres informados como Dios: ¡Ha llegado el tiempo para un nuevo mundo!

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