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  • ¿Cómo puedo protegerme del abuso sexual?
    Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas (volumen 1)
    • ¿De quién fue la culpa?

      Annette todavía lucha contra los sentimientos de culpa. “No dejo de torturarme. Vez tras vez revivo aquella noche en mi mente, tratando de ver qué más podría haber hecho para resistirme. Es verdad que me quedé paralizada de miedo tras la cuchillada. Pero aun así, sigo pensando que debí hacer algo.”

      Noelia se siente igual. “No tendría que haberme confiado tanto —cuenta—. Mis padres nos dejaban jugar fuera solo si mi hermana y yo nos quedábamos juntas. Pero como no les hice caso, siento que se lo puse fácil a mi vecino. Por culpa mía, mi familia sufrió mucho. Eso es lo que más me duele.”

      ¿Qué puedes hacer tú si te sientes igual que ellas? Antes de nada, recuerda que si te violaron, no fue porque tú lo quisiste. Hay quienes justifican una violación diciendo que los hombres son así y que la víctima se lo buscó. Sin embargo, nadie quiere que lo humillen de esa manera. Así que puedes tener la seguridad de que no fue culpa tuya.

      Decirlo es fácil, pero creerlo, no tanto. Algunas víctimas se encierran en sí mismas y prefieren luchar solas contra la culpa y otros sentimientos negativos. Pero piensa: ¿A quién beneficia ese silencio? ¿A la víctima, o al agresor? ¿No crees que si alguien merece consideración es la víctima?

      Habla de lo que pasó

      Cierto hombre de tiempos bíblicos llamado Job sufrió muchísimas injusticias. ¿Sabes qué fue lo que lo ayudó? “Ciertamente daré salida a mi preocupación [...] —dijo él—. ¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma!” (Job 10:1.) ¿Por qué no hablas tú también? Desahogarte con alguien en quien confíes te ayudará a asumir poco a poco lo que pasó y a aliviar tu angustia.

      Si eres testigo de Jehová, cuentas con otra ayuda muy valiosa: los ancianos de la congregación. Ellos sabrán consolarte y te harán comprender que no tienes motivos para sentirte mal, pues el pecado lo cometió el agresor, y no tú. “Una amiga me animó a hablar con dos ancianos cristianos de mi congregación —explica Annette—. Fue lo mejor que pude hacer. Se sentaron conmigo en varias ocasiones y me dijeron exactamente lo que necesitaba oír: que yo no había tenido la culpa de nada.”

      Hablar con otros de lo que pasó y de cómo te sientes impedirá que la rabia y el resentimiento te enfermen (Salmo 37:8). Además sentirás un gran alivio, quizás por primera vez en años. Cuando Noelia les contó lo sucedido a sus padres, se sintió mucho mejor. “Me dieron todo su apoyo y me animaron a hablar del tema, lo cual contribuyó a que no estuviera tan triste y enfadada.” También la consoló mucho orar. “Desahogarme con Dios me resultó muy liberador, sobre todo cuando sentía que jamás podría abrirme a alguien. La oración me permite expresarme libremente y sentirme más tranquila.”e

      No te desanimes: existe un “tiempo de sanar”, y tú también lo comprobarás (Eclesiastés 3:3). Mientras tanto, confía en amigos leales y en los ancianos cristianos, que según la Biblia, son “como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia” (Isaías 32:2). Cuida tu salud física y emocional, y descansa lo necesario. Pero más importante aún, busca al Dios de todo consuelo, que pronto cumplirá esta promesa: “Los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra” (Salmo 37:9).

  • ¿Cómo puedo protegerme del abuso sexual?
    Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas (volumen 1)
    • e Cuando las víctimas caen en una depresión grave, conviene consultar a un profesional de la salud. Encontrarás más información en los capítulos 13 y 14 de este libro.

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