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La comunicación con el mundo de los espíritus¡Despertad! 1996 | 22 de noviembre
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La comunicación con el mundo de los espíritus
EN EL centro de una ciudad típica del oeste africano se hallaba un bonito edificio de una planta pintado de blanco y verde. En la recepción había dos secretarias escribiendo a máquina. Varias personas, sentadas cómodamente, esperaban para ver al babaláwo, el adivino.
En la habitación contigua, detrás de un escritorio y junto a un fax, se encontraba el babaláwo. Era un hombre corpulento, de cabello canoso, y llevaba unas costosas vestiduras largas, blancas y bordadas. “Mi padre era adivino —dijo—. Yo nací en la tradición. Crecí en ella. A partir de los cinco años de edad, cada vez que mi padre iba a practicar la adivinación, yo le acompañaba. Observaba cómo lo hacía y lo imitaba hasta que llegó a formar parte de mi ser.”
El babaláwo señaló hacia un amplio tablero de madera en el que se exponía el intrincado sistema de adivinación utilizado por su pueblo generación tras generación. Dicho sistema, que se basa en el resultado de echar dieciséis nueces de palma, está extendido por toda África occidental y territorios limítrofes. “La gente acude a mí con todo tipo de problemas —explicó—. Problemas de relaciones con mujeres, esterilidad, desempleo, demencia, salud, etcétera. Dependiendo de los resultados de la adivinación, se apela, bien a los antepasados, bien a los cuerpos [divinidades] del cielo. Sea cual sea el caso, debe realizarse algún tipo de sacrificio.”
Las prácticas religiosas tradicionales, incluida la adivinación, están muy arraigadas en la zona, pero también lo están las iglesias de la cristiandad. No muy lejos del consultorio del babaláwo se erigen edificios blanqueados en cuyas fachadas se lee: Iglesia del Rey Salomón II, Querubines y Serafines, Iglesia Celestial de Cristo, Iglesia Apostólica de Cristo, Iglesia de los Pregoneros de Cristo. Estas iglesias coexisten con la religión tradicional y a veces adoptan sus prácticas. El babaláwo contó: “Hace poco vino aquí el obispo y hablamos. Cuando llevábamos una media hora cambiando impresiones, dijo que deseaba que organizáramos algún tipo de coloquio en el que los cristianos y los tradicionalistas pudieran intercambiar ideas y aclarar malentendidos”.
Las puertas al mundo de los espíritus
Los malentendidos generalmente tienen que ver con la identidad de los que habitan el mundo de los espíritus. Por toda el África subsahariana predomina la creencia de que en dicho mundo existen dos grupos de seres. El primero se compone de divinidades que jamás han tenido naturaleza humana, y el segundo, de los antepasados, o espíritus de los muertos, cuya misión es asegurar la supervivencia y prosperidad de sus familias en la Tierra. Se cree que tanto las divinidades como los antepasados tienen poder para ayudar o perjudicar a los seres humanos. Por consiguiente, a ambos grupos se les debe mostrar la debida honra.
En muchas partes del mundo existen creencias parecidas. La gente se vale de diversos medios para ponerse en contacto con las fuerzas sobrenaturales, a fin de conocer el futuro y obtener ayuda y guía para afrontar los problemas del diario vivir. Pero ¿es posible conseguir ayuda del mundo de los espíritus? Jesucristo, que había vivido allí, mostró que sí. Dijo: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá”. (Mateo 7:7.) No obstante, para recibir tal ayuda, debemos pedirla a la persona adecuada, buscarla de la manera adecuada y tocar a la puerta adecuada. Si tocamos a la puerta equivocada, puede abrirnos alguien que nos perjudique en lugar de beneficiarnos.
De manera que es vital saber quiénes viven en el mundo de los espíritus y quiénes no. También necesitamos distinguir los espíritus que pueden ayudarnos de los que pueden perjudicarnos. Por último, debemos saber lo que hay que hacer para recibir ayuda de quienes están en condiciones de darla. Los siguientes artículos examinan estas cuestiones.
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¿Quiénes habitan el mundo de los espíritus?¡Despertad! 1996 | 22 de noviembre
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¿Quiénes habitan el mundo de los espíritus?
NUESTRO planeta se ha convertido en un “supermercado” de creencias e ideologías religiosas. Tan solo en África existen miles de grupos religiosos, cada uno de ellos con sus propias opiniones respecto a lo que sucede en el mundo de los espíritus. Pero para tener una visión clara y verídica del asunto, necesitamos acudir a la Biblia. Esta identifica a los espíritus —tanto buenos como malos— que habitan dicho mundo. También muestra a quién podemos pedir ayuda y protección con la seguridad de recibirlas.
Jehová, el Dios Todopoderoso
La religión tradicional africana enseña que por encima de los antepasados y las divinidades hay un Dios todopoderoso. El libro African Mythology afirma: “No hay duda de que casi todos los pueblos africanos, si no todos, creen en un Ser Supremo, creador de todas las cosas”. Dice el libro African Religion in African Scholarship (La religión africana en la erudición africana): “Puesto que Dios tiene el dominio absoluto del universo, todos los demás seres y todo el poder existen a causa de Él. Dios posee autoridad y poder absolutos”.
La Biblia está de acuerdo en que hay un Ser que ostenta el poder supremo en el mundo de los espíritus. Lo describe como “el Dios de dioses y el Señor de señores, el Dios grande, poderoso e inspirador de temor, que no trata a nadie con parcialidad ni acepta soborno”. (Deuteronomio 10:17.)
En África se le atribuyen cientos de nombres y títulos al Dios considerado supremo. ¿Qué dice, sin embargo, la Palabra de Dios sobre el nombre divino? El salmista escribió: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. (Salmo 83:18.) Este nombre sagrado aparece más de siete mil veces en la Biblia, aunque algunos traductores bíblicos lo han sustituido por títulos como “Dios” o “Señor”.
Dado que Jehová es todopoderoso, puede ayudarnos. Él se describe a sí mismo como “un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad, que conserva bondad amorosa para miles, que perdona error y transgresión y pecado, pero de ninguna manera dará exención de castigo”. (Éxodo 34:6, 7; 1 Samuel 2:6, 7.)
Los ángeles, ministros poderosos de Dios
Mucho antes de que Jehová creara a los seres humanos o incluso la Tierra, creó espíritus en el cielo. La Biblia dice que cuando Dios “fund[ó] la tierra [...,] todos los hijos [angélicos] de Dios empezaron a gritar en aplauso”. (Job 38:4-7.) Hay millones de ángeles. Daniel, siervo de Jehová, escribió sobre una visión celestial que tuvo en la cual contempló “mil millares que seguían ministrándole [a Dios], y diez mil veces diez mil que seguían de pie directamente delante de él”. (Daniel 7:10.)
El primer espíritu creado por Jehová fue quien llegó a conocerse como Jesucristo. (Juan 17:5; Colosenses 1:15.) Antes de morar en la Tierra en cuerpo humano, Jesús vivió en el cielo como poderosa criatura espiritual. Después de su muerte humana, resucitó y fue al cielo, donde reanudó su vida como poderosa criatura espiritual. (Hechos 2:32, 33.)
Jesús tiene gran poder en el cielo. En Judas 9, a Jesús, también conocido como Miguel, se le llama “el arcángel”, lo cual significa que es el ángel principal. (1 Tesalonicenses 4:16.) También posee autoridad sobre la Tierra. Jehová le otorgó “gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él”. (Daniel 7:13, 14.) Pese a su gran autoridad, Jesús continúa sujeto a su Padre, Jehová. (1 Corintios 11:3.)
Aunque los ángeles fieles ministran a Jehová, también ministran a los siervos de Dios en la Tierra. El apóstol Pablo escribió: “¿No son todos [los ángeles] espíritus para servicio público, enviados para servir a favor de los que van a heredar la salvación?”. (Hebreos 1:14.) Ellos están particularmente interesados en que la gente conozca la verdad sobre Jehová. El apóstol Juan contempló en una visión a un “ángel que volaba en medio del cielo, y tenía buenas nuevas eternas que declarar como noticias gozosas a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo, y decía con voz fuerte: ‘Teman a Dios y denle gloria’”. (Revelación [Apocalipsis] 14:6, 7.)
Satanás y los demonios, enemigos de Dios y del hombre
Lamentablemente, no todos los ángeles han sido fieles a Dios. Algunos se rebelaron contra él, convirtiéndose en enemigos de Dios y de la humanidad. El principal rebelde es Satanás el Diablo.
Aunque hoy muchos niegan la existencia de Satanás, nadie niega la existencia del mal. El libro The Death of Satan (La muerte de Satanás) indica que creer en el mal y a la vez negar que tenga una causa nos conduce a “un problema inevitable: notamos la existencia de algo, pero nuestra cultura nos ha desprovisto del vocabulario necesario para expresarlo”.
La Biblia, en cambio, contiene dicho vocabulario y expone claramente la verdad sobre la fuente del mal. Explica que Jehová creó criaturas angélicas justas y buenas; no creó ningún ángel perverso. (Deuteronomio 32:4; Salmo 5:4.) No obstante, a los ángeles, al igual que a los humanos, se les concedió la facultad de decidir entre el bien y el mal. Uno de estos hijos espirituales perfectos desarrolló el deseo egoísta de recibir la adoración que legítimamente le corresponde a Jehová. De este modo se ganó el nombre Satanás, que significa “resistidor”. (Compárese con Santiago 1:14, 15.) Satanás no es ni un mero embaucador, como enseñan ciertas religiones africanas, ni un “guardaespaldas” que protege a los que le ofrecen sacrificios con regularidad. La Biblia lo presenta como un ser malvado y cruel en grado supremo.
Hubo otros ángeles que se sumaron a la rebelión de Satanás contra Dios. Estos ángeles demoníacos también son enemigos de los habitantes de la Tierra e igualmente manifiestan crueldad y perversidad. En épocas pasadas dejaron mudos y ciegos a algunos seres humanos (Mateo 9:32, 33; 12:22), y a otros, entre ellos niños, los afligieron con enfermedades físicas o demencia. (Mateo 17:15, 18; Marcos 5:2-5.) Obviamente, ninguna persona sensata querría tener nada que ver con Satanás o los demonios.
¿Dónde están los antepasados?
Millones de personas del continente africano y de otros lugares creen que la muerte no le pone fin a la vida, sino que es sencillamente una transición de la vida al mundo de los espíritus, el dominio de las divinidades y los antepasados. El erudito John Mbiti, especialista en religiones africanas, escribe con relación a la creencia en los antepasados, a quienes llama los “muertos vivientes”: “Son los ‘espíritus’ que más preocupan a los pueblos africanos [...]. Están al tanto de lo que sucede en la familia [de la Tierra] y se interesan en ello. [...] Son los guardianes de los asuntos, las tradiciones, la ética y las actividades de la familia. Cualquier transgresión en estas cuestiones representa en el fondo una ofensa contra los ancestros, quienes, como tales, sirven de policías invisibles de las familias y comunidades. Como todavía son ‘personas’, los muertos vivientes constituyen el mejor grupo de intermediarios entre Dios y los hombres: conocen las necesidades de los seres humanos, pues estuvieron ‘recientemente’ entre ellos, y, a la vez, tienen pleno acceso a los canales de comunicación con Dios”.
¿Qué dice la Biblia, sin embargo, respecto a la condición de los muertos? Esta muestra que los “muertos vivientes” no existen. O se está vivo o se está muerto, pero nunca ambas cosas al mismo tiempo. La Palabra de Dios enseña que los difuntos ni oyen ni ven ni hablan ni piensan. No están en condiciones de vigilar a los vivos. La Biblia dice: “Los muertos [...] no tienen conciencia de nada en absoluto, [...] su amor y su odio y sus celos ya han perecido [...;] no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol [la sepultura], el lugar adonde vas”. (Eclesiastés 9:5, 6, 10.) “[El hombre] vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos.” (Salmo 146:4.)
La vuelta al polvo
Si esta idea le parece difícil de aceptar, piense en lo que le sucedió al primer hombre, Adán. Jehová lo formó “del polvo del suelo”. (Génesis 2:7.) Cuando Adán desobedeció el mandato de Jehová, se le sentenció a muerte. Dios le dijo: “[Volverás] al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás”. (Génesis 3:19.)
Antes de que Jehová lo creara del polvo, Adán no existía. De modo que cuando ‘volvió al suelo’, retornó a un estado inerte, como el del polvo. No pasó al mundo de los espíritus ancestrales. No fue ni al cielo ni al infierno. Cuando murió, dejó de existir.
¿Les sucede lo mismo a otros seres humanos al morir? En efecto. La Biblia afirma: “Todos [tanto hombres como animales] van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos, y todos vuelven al polvo”. (Eclesiastés 3:20.) Es cierto que la Biblia promete que Dios resucitará a los muertos en una Tierra paradisíaca, pero todavía no ha llegado el momento. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.) Mientras tanto, no debemos temer a los muertos ni hacerles sacrificios, pues no pueden ni ayudarnos ni perjudicarnos.
Satanás y sus demonios quieren engañar a la gente respecto a la condición de los antecesores muertos, así que fomentan la mentira de que se sigue viviendo después de la muerte. Uno de los métodos que utilizan para ello es el de promover historias falsas. (1 Timoteo 4:1.) También se valen de visiones, sueños y médium espiritistas para hacer creer a las personas que se han comunicado con los muertos. Pero, en realidad, estas no se ponen en contacto con los difuntos, sino con demonios que se hacen pasar por ellos. De ahí que Jehová condene tajantemente a quienes consultan a los muertos, ya sea directamente, o indirectamente a través de diversos medios, como la adivinación. (Deuteronomio 18:10-12.)
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