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  • ¡Despertad! 1997
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¡Despertad! 1997
g97 8/7 págs. 16-19

Matera: ciudad de singulares viviendas troglodíticas

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN ITALIA

HACE unos cincuenta años había quienes pensaban que las extrañas viviendas se habían convertido en una especie de infierno de Dante, lo que motivó a las autoridades a decretar su evacuación. Hoy la zona está parcialmente repoblada e incluso ha sido incluida en la lista del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, que cuenta con la protección de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).

¿A qué viviendas nos referimos? ¿Y por qué han provocado reacciones tan diversas a lo largo de los años? La respuesta a la primera pregunta es muy sencilla: Se trata de los Sassi (literalmente, “Peñascos” en italiano) de Matera, en el sur de Italia, un poco más arriba del tacón de la “bota”. Ahora bien, para responder a la segunda pregunta, tenemos que saber lo que son y familiarizarnos un poco con su historia. ¿Por qué no nos acompaña a visitar los Sassi y conocer algo de esta zona?

Según el escritor Guido Piovene, los Sassi son uno “de los paisajes italianos que generan más estupor” y constituyen, de hecho, una ciudad dotada del “atractivo de lo inverosímil”. Para conseguir una vista panorámica, nos dirigimos a un mirador natural desde donde se domina un profundo desfiladero. En el lado opuesto del barranco, delante de nosotros, se encuentra la ciudad de Matera. Bajo el radiante sol del verano observamos casas pegadas a la roca; parece que estén una encima de otra. Las estrechas calles que serpentean entre ellas y descienden hasta el fondo del desfiladero forman un enmarañado laberinto con cierto parecido a las gradas de un inmenso anfiteatro. Las muchas cavidades que vemos en la pared rocosa son, o han sido, viviendas. Ya sabemos, en líneas generales, qué son los Sassi: viviendas troglodíticas perforadas en la roca.

Un ambiente surrealista

Para llegar a los Sassi —el antiguo centro urbano de Matera— tenemos que atravesar la ciudad moderna, con su tráfico y su ruido. Entrar en la ciudad vieja es como pasar por un túnel del tiempo: salimos a un ambiente surrealista en el que el caos del presente se convierte gradualmente en imágenes de tiempos pasados.

No espere ver a ningún troglodita saliendo de su cueva. Hoy día apenas pueden distinguirse las antiguas cavernas originales, pues delante de ellas se han construido fachadas y hasta edificios completos de piedra caliza, siguiendo estilos de diversas épocas: medieval, barroca y moderna. A medida que avanzamos, la escena cambia continuamente ante nuestros ojos.

Según los arqueólogos, hace varios miles de años se asentaron en esta zona grupos de nómadas, probablemente pastores. Las muchas cavidades naturales que existían en las laderas ofrecían refugio contra los elementos y los depredadores. Pronto, muchas cuevas empezaron a habitarse. Los hallazgos arqueológicos parecen indicar que desde aquel entonces la región ha estado siempre poblada.

Ahora bien, los Sassi en sí fueron habitándose de forma gradual. En tiempos grecorromanos existía un pequeño asentamiento en la cima de un espolón rocoso, donde hoy está el centro de la ciudad antigua. Raffaele Giura Longo escribe que en aquellos tiempos los Sassi eran “dos valles agrestes, dos cuencas que se abrían a los lados de la colina de la ciudad antigua y descendían abruptamente hacia el desfiladero; no estaban habitados, sino que [...] se encontraban recubiertos de espesa vegetación”. Los Sassi empezaron a adquirir su característico aspecto a principios de la Edad Media, con la excavación sistemática de la caliza blanda y la construcción de calles, plazas y casas utilizando la roca extraída.

Aunque hacían falta casas y lugares para albergar animales y para llevar a cabo las actividades relacionadas con la cría de ganado, como, por ejemplo, la fabricación de queso, la principal ocupación de los habitantes era la agricultura. Por ello, en la ladera del profundo barranco al que se asoman los Sassi se excavaron amplias terrazas para el cultivo de huertos. Hoy todavía se aprecian vestigios de aquellas terrazas. Casi toda la vida social se centraba en lo que se conoce como patios de vecinos, es decir, grupos de viviendas con acceso a un mismo patio central.

Un imponente sistema de recogida de agua

También podría decirse que la historia de los Sassi se caracteriza por la simultánea lucha y simbiosis del hombre con su entorno (las rocas y el agua). Durante la estación lluviosa, el agua que descendía por las laderas del barranco, pese a no ser muy abundante, erosionaba la tierra de cultivo de las terrazas, que con tanto trabajo habían preparado. Así que los habitantes de los Sassi vieron la necesidad de canalizar y recoger el agua de lluvia.

¿Cómo iban a hacerlo, y dónde la recogerían? Excavaron cisternas en las mismas terrazas y las impermeabilizaron. Crearon un sistema de canales y conductos para conducir toda el agua hacia las cisternas, que al principio se destinaban más que nada a fines agrícolas. Según el arquitecto Pietro Laureano, la cantidad de cisternas, “muy superior a la de cuevas habitadas o a la que se necesitaría tan solo para almacenar agua potable”, es prueba de que “originalmente las cisternas de los Sassi constituían un imponente sistema de recogida de agua para el riego”.

El sistema también proporcionaba suficiente agua potable, que, con el aumento de la población, constituía una necesidad cada vez más apremiante. Por ello se adoptó una ingeniosa técnica: se conectaron las cisternas unas a otras, tanto las que estaban en el mismo nivel como las que se encontraban en las terrazas de otros niveles. “Como un sistema de enormes alambiques, estas hacían que el líquido se fuera purificando a medida que pasaba de una a otra.” El agua podía extraerse de cualquiera de los muchos pozos que tachonaban los Sassi. Hoy día aún puede verse la boca de algunos de estos pozos. Desde luego, tanta agua en una zona por lo demás árida era algo excepcional.

Una casa en la roca

A medida que bajamos por las escaleras y seguimos el laberinto de callejas, nos damos cuenta de que estos antiguos grupos de viviendas están organizados en niveles descendientes, de modo que a menudo nos encontramos caminando sobre el techo de las casas con entrada en las terrazas de abajo. En ciertos lugares hay diez niveles de viviendas, uno encima del otro. Aquí el hombre vive en estrecho contacto con la roca. Documentos oficiales del siglo XIII ya dan a estos grupos de viviendas el nombre de Sassi.

Nos detenemos frente a una vivienda. La elaborada fachada, relativamente moderna, no debe engañarnos pues, en este caso, a la entrada original se le ha añadido una más reciente hecha de piedra caliza. Esta es una morada típica de los Sassi. Tras cruzar el umbral bajamos unos escalones y llegamos a una habitación grande donde antiguamente la familia llevaba a cabo casi todas las actividades domésticas. Bajamos otros escalones y entramos en una segunda habitación, y al fondo hay otra más. Algunas habitaciones habían sido cisternas que se aprovecharon tapando la abertura superior, por donde entraba el agua, y abriendo una entrada en la pared de la terraza. En su día las habitaciones interiores solo se utilizaban para cuadra de bestias de carga, y la familia vivía en las que quedaban más cerca de la entrada. La luz y el aire penetraban por una gran abertura practicada sobre la puerta. Huelga decir que los habitantes actuales de los Sassi ya no albergan bestias de carga dentro de su casa.

Muchas de las viviendas están por debajo del nivel de la calle. ¿Por qué? Porque las entradas y algunas de las casas troglodíticas en sí, se excavaron con un ligero desnivel, teniendo en cuenta los rayos del sol. En invierno, cuando el Sol alcanza su punto más bajo en el horizonte, los rayos solares podían entrar en la casa, e iluminarla y calentarla; pero en verano los rayos del sol no pasaban de la entrada, con lo que el interior permanecía fresco y húmedo. En la pared del fondo de la cueva que estamos visitando vemos un nicho esculpido con varios “estantes”. Es un reloj de sol, concebido para señalar el movimiento de ese astro durante el transcurso del año. Cuando finalmente salimos de la cueva, notamos una sensación extraña. El frescor de dentro nos había hecho olvidar el calor que hacía fuera.

Deterioro y restauración

Con la excepción de su ambiente surrealista, los Sassi han sufrido varios cambios. Aunque por siglos se mantuvieron como un núcleo urbano armonioso y relativamente eficiente, durante el siglo XVIII la situación se alteró. Con la construcción de nuevos edificios y calles se obstruyó el eficiente sistema de distribución de agua y surgieron problemas en la eliminación regular de los desechos. Aquello fomentó la propagación de enfermedades. Además, la economía de la zona cambió y las familias agricultoras de los Sassi, que cada vez estaban más poblados, fueron sumiéndose en la pobreza.

El deterioro progresivo de esta zona antes hermosa parecía inevitable. De ahí que, con la idea de resolver el problema de una vez por todas, a principios de la quinta década de este siglo se tomara la decisión oficial de evacuar los Sassi. Para los más de quince mil habitantes de Matera que moraban en esas viviendas fue un verdadero trauma, particularmente desde el punto de vista social, pues los fuertes lazos de amistad que habían formado con sus vecinos se deshicieron.

No obstante, muchos creen que este increíble paisaje urbano no debe perderse. Por eso, gracias a un eficiente trabajo de reconstrucción, los Sassi están siendo restaurados y rehabitados poco a poco. A muchos turistas les gusta el ambiente que se respira en sus antiguas plazas y en sus laberínticas calles. Si algún día viene a esta parte del mundo, ¿por qué no visita esta secular ciudad que surgió de la roca?

[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]

1. Vista panorámica de los Sassi de Matera; 2. los “patios de vecinos”, con el pozo en primer plano a la izquierda; 3. interior de una vivienda típica; 4. nicho con la función de un reloj de sol; 5. canal que se utilizaba para conducir agua a las cisternas

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