La visita del Papa a Australia... ¿fue solo una peregrinación?
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Australia
EL LUNES 24 de noviembre de 1986, aterrizó en Canberra, la capital de Australia, un reactor Boeing 767 de las líneas aéreas Air New Zealand. A bordo se encontraba el papa Juan Pablo II, quien visitaba el continente más pequeño del mundo como parte de la gira más larga que haya realizado nunca.
Para recibirle, se hallaban presentes el gobernador general y el primer ministro de Australia, junto con sus respectivas esposas, y, por supuesto, muchos dignatarios de la iglesia católica romana, puesto que no se trataba solo de una visita de un líder religioso, sino también de un jefe de estado.
Después del protocolo, Juan Pablo dirigió su primer discurso a todos los australianos, no solo a los católicos romanos. Sus palabras iniciales fueron: “Vengo como amigo de todos los australianos, personas de indudable buena voluntad. [...] Incluyo al país entero: a los jóvenes y a los mayores, a los débiles y a los fuertes, a aquellos que creen y a aquellos cuyo corazón está abrumado por la duda”.
Si al decir “aquellos que creen” se refería a los católicos romanos, la cantidad de ellos en Australia es aproximadamente de cuatro millones, el 25% de la población. Y aunque a Australia se la ha considerado desde hace mucho tiempo una sociedad seglar, la proporción de católicos practicantes en este país es bastante alta. De hecho, entre el 35 y el 38% de los católicos australianos va regularmente a misa.
No obstante, la iglesia católica de Australia tiene sus problemas. En la década de los cincuenta la Iglesia quedó dividida por un conflicto laboral, lo cual resultó en el desarrollo de facciones cada vez más encontradas. También está disminuyendo la asistencia a misa, y cada vez hay menos sacerdotes. Además, aumenta el número de católicos laicos que pasan por alto las enseñanzas de la Iglesia acerca del control de la natalidad, el aborto y el divorcio.
“Miren, escuchen y, luego, juzguen”
El tema que se había escogido para la visita papal era: “Cristo: el camino, la verdad y la vida”. Este era un buen tema bíblico y muchas personas esperaban que el papa diera orientación y guía con respecto a los problemas actuales de los católicos y de los australianos en general. Algunas personas esperaban que condenara las pruebas nucleares en el Pacífico... un problema que afecta a Australia directamente. Otras estaban ansiosas de oírle expresarse en apoyo de los derechos territoriales de los aborígenes o que hablase de los conflictos laborales y quizá se pronunciase sobre los derechos de la mujer.
El organizador de la gira, el monseñor australiano Brian Walsh, sacerdote desde hace treinta años, confiaba en que se abarcarían asuntos importantes en algunos de los discursos papales. De manera que instó a todos, incluso a los escépticos, diciendo: “Miren, escuchen y, luego, juzguen”.
“Se secarán las manos en el rostro del Papa”
El papa Juan Pablo había efectuado más de treinta giras al extranjero antes de venir a Australia, y en los más de sesenta países que visitó se habían fabricado recuerdos de toda clase para conmemorar la ocasión y también con miras a proporcionar ganancias a los promotores. Australia no fue una excepción. La Iglesia trató de ejercer cierto grado de control sobre tales ventas con la esperanza de que “no apareciese nada de muy mal gusto”. Pero esta es siempre una cuestión delicada. Por ejemplo, una monja católica muy conocida se quejó a causa de los paños de cocina conmemorativos, ya que las personas “se secarán las manos en el rostro del Papa”. La misma monja también dijo: “Imagínense que el Sermón del Monte se hubiese pronunciado en medio de vendedores de recuerdos, vendedores de perritos calientes, cámaras de televisión y excusados portátiles”.
Sin embargo, lo que suscitó más comentarios no fue la gran cantidad de medallones, cucharillas, camisetas y carteles, sino el patrocinio global. Uno de los patrocinadores fue una empresa cervecera que distribuyó latas de cerveza que llevaban la mitra papal. Puesto que los australianos se encuentran entre los mayores bebedores de cerveza del mundo, esta empresa obtuvo muchas ganancias. Pero también fue causa de controversia y de mucha crítica.
Otro de los patrocinadores fue una compañía minera australiana bien conocida por su inflexible oposición a los derechos territoriales de los aborígenes, una de las cuestiones que se sabía que el Papa iba a defender firmemente. Por lo tanto, es lógico que extrañara el que a esta compañía se le permitiera ser una de las patrocinadoras. De hecho, algunos incluso cuestionaron la necesidad de patrocinadores. Otra monja expresó su objeción de esta manera: “Si viniese Jesús, nadie lo patrocinaría. Él posiblemente lucharía contra el mismo concepto de patrocinio empresarial”.
¿Quién sufragó los gastos?
Aunque muchas invitaciones proceden de la misma iglesia católica, parece ser que el pontífice sólo visita a los países que le invitan por medio de sus gobiernos o jefes de estado. Esto quiere decir que parte de los gastos de la gira del Papa por Australia fueron sufragados tanto por el gobierno federal como por el estatal.
Algunos no católicos pensaron que no era justo que ellos también tuvieran que sufragar los gastos, especialmente debido a que algunos opinaban que una visita reciente del arzobispo de Canterbury había pasado casi inadvertida. Lo que más les molestó a otros fue el hecho de que los gastos calculados superaran en doce veces los que ocasionó una anterior visita de la reina Isabel II.
Unidad... ¿bajo qué condiciones?
No obstante, en un esfuerzo por dar un sabor ecuménico a la visita, el Papa habló en Melbourne a un grupo de 14 representantes de otros grupos religiosos y ofició un servicio interconfesional en ese lugar, instando a todos a que dejasen a un lado sus diferencias y orasen en pro de la paz. En esa misma ciudad, visitó la catedral anglicana de San Pablo, ofreció una oración por la paz y encendió una vela que simbolizaba la esperada reunificación de las iglesias cristianas.
En términos generales, los protestantes australianos fueron corteses y mesurados durante la estancia del pontífice en el país. Pero algunas confesiones, como los anglicanos, los presbiterianos y los bautistas, dejaron claro que ellos no aceptaban al Papa como cabeza de todos los cristianos ni tampoco la afirmación de que el apóstol Pedro fuera el obispo de Roma. Pusieron de relieve que tales aseveraciones no tienen apoyo ni en las Escrituras ni en la historia de la Iglesia. Por otra parte, la Uniting Church, Iglesia que tiene muchos seguidores en Australia, recibió con gusto la visita, diciendo que para muchas personas de su Iglesia el pontífice también era, en cierto sentido, su Papa.
“Quizá necesite que otra persona le redacte los discursos”
Parece ser que todos los discursos del Papa fueron escritos en Australia y luego enviados a Roma, donde el Papa mismo los tradujo al polaco, haciendo los retoques que consideró necesarios. Luego, otra persona los tradujo de nuevo al inglés, y un obispo australiano les dio un repaso final. Después, el Papa ensayó los discursos delante del actual maestro de ceremonias pontificias, de origen irlandés.
Los corresponsales habituales del Vaticano han escuchado muchas veces los discursos preparados del Papa. No obstante, el idioma apodado “papalés” puede ser un hueso duro de roer, incluso para los periodistas experimentados. Un portavoz de una agencia de noticias italiana indicó que los discursos del Papa frecuentemente eran oscuros y demasiado largos. Un reportero australiano expresó su desencanto al decir que las homilías eran blandas y llenas de axiomas evidentes. Otro periodista, que escribe para el Sunday Telegraph, dijo: “Sus discursos han sido conservadores, a menudo abundando en lo obvio y, a veces, oscuros. [...] Quizá necesite que otra persona le redacte los discursos [...]. Si sus discursos confunden a los corresponsales con experiencia, deben de desconcertar a la persona común que busca esclarecimiento”.
“La Iglesia les abre sus brazos”
Sin embargo, a pesar de todas las afirmaciones de confusión hechas por algunos corresponsales, la Iglesia confiaba en que los discursos no desconcertarían a la persona común que buscase esclarecimiento. Se había instado a la población a ‘venir, mirar y escuchar’, y acudieron a miles. La mayor asistencia que hubo en un solo lugar se calculó en un cuarto de millón de personas, congregadas en el hipódromo Sydney Randwick. En el sermón que pronunció allí, Juan Pablo se concentró principalmente en aquellos que él consideraba católicos extraviados. Con los brazos ampliamente extendidos, hizo este ruego: “A todos aquellos que se han apartado de su casa espiritual quiero decirles: ¡Regresen! La Iglesia les abre sus brazos, la Iglesia les quiere”.
En sentido físico, fue ciertamente un viaje duro para una persona de sesenta y seis años. En total, el Papa viajó unos once mil kilómetros (seis mil ochocientas millas) en casi una semana y asistió a más de cincuenta acontecimientos distintos, incluyendo la celebración de la Eucaristía (misa) en capitales estatales, como también en Darwin y Alice Springs. Para muchos fieles fue una experiencia emotiva. Un hombre de Australia Occidental dijo: “Cuando llegó el Papa [a Perth] fue como cuando Cristo entró en Jerusalén”. En Melbourne otra persona comentó acerca de su presencia: “Tiene el lenguaje corporal como algunos de los místicos de la India”. Muchos lloraban abiertamente.
Los organizadores de la gira estaban en general satisfechos con las grandes asistencias a las concentraciones. Muchos de los asistentes disfrutaron del espectáculo de un conjunto de rock de 14 instrumentos, coros bien preparados, el saludo de bienvenida con 21 cañonazos, la guardia pontificia, las procesiones y las banderas. Hasta hubo payasos, enviados “para poner una sonrisa en el rostro de la gente”.
Un sacerdote católico, que es columnista del Sunday Telegraph de Sydney, escribió: “De modo que esta es la manera en que el Papa peregrino viene para encontrarse con los australianos, católicos y no católicos, en un movido y colorido espectáculo ambulante de presupuesto multimillonario”. “El Papa vino como un peregrino con toda la suntuosidad y vistosidad de una superestrella.” Un artículo de fondo del Sydney Morning Herald hizo un comentario acerca del énfasis en el aspecto “espectáculo”: “Y aquí tenemos el riesgo que está corriendo el Papa peregrino. Parece que el espectáculo es en realidad el mensaje. [...] La pregunta que queda es: ¿cuán duradero será el impacto?”.
El mensaje para el pueblo australiano
¿Qué mensaje contenían los discursos (preparados en Australia) para las miles de personas que acudieron a escucharlos?
Para los inválidos: Las limitaciones físicas pueden ser transformadas, por el amor de Cristo, en algo bueno y hermoso, y pueden hacer que uno sea digno del destino para el cual fue creado.
Para los desempleados: Es necesario que el orden social reconozca que los humanos son más importantes que las cosas. Las personas siempre deben recordar que el trabajador es más importante que las ganancias o las máquinas.
Para los medios informativos: Deben darse cuenta de la responsabilidad que tienen de no solamente informar del mal, sino de ayudar a eliminarlo; el desafío no es solamente informar sobre buenos actos, sino fomentarlos.
A los aborígenes: Lo que se ha hecho no puede deshacerse. Las reservas aborígenes todavía existen actualmente y es necesario un acuerdo adecuado y justo que todavía no se ha alcanzado.
Juan Pablo también habló de la necesidad de paz a medida que concluía 1986, el Año Internacional de la Paz. Dirigiéndose a una multitud predominantemente joven de más de treinta mil personas en una celebración para la juventud en Sydney, el pontífice dijo: “Si quieren paz, trabajen por la justicia, [...] defiendan la vida, [...] proclamen la verdad, [...] traten a otros de la manera que les gustaría que les tratasen a ustedes”.
En su discurso de despedida, el Papa instó al pueblo australiano a que recordase quiénes eran y adónde iban, diciéndoles que componían una nación llamada a la grandeza. Luego, con la música de fondo de las canciones “Dios bendiga a Australia” y “En camino a Gundagai”, Juan Pablo II subió las escalerillas del brillante reactor blanco de la compañía Qantas rumbo a Roma, vía Islas Seychelles.
¿Resultados duraderos?
¿Cuáles fueron los resultados de la visita papal? El Courier Mail de Brisbane llegó a la siguiente conclusión: “Ha sido una gira con momentos buenos y malos, sorpresas y desengaños. [...] La iglesia católica australiana tendrá que reflexionar seriamente. Si el papa Juan Pablo II, un hombre de considerable carisma, no puede motivar a los católicos a que regresen a la Iglesia, parece improbable que cualquier cosa que hagan sus obispos locales pueda lograrlo”.
[Comentario en la página 13]
“Si viniese Jesús, nadie lo patrocinaría”
[Comentario en la página 14]
“El Papa vino como un peregrino con toda la suntuosidad y vistosidad de una superestrella”
[Fotografía en la página 15]
Aborígenes en fila para besar la mano del papa Juan Pablo II
[Reconocimiento]
Reuters/Bettmann Newsphotos