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  • 1915-1947 Los comienzos (Parte 1)
    Anuario de los testigos de Jehová 2014
    • En 1923, Alfred escribió a la sede mundial en Nueva York diciendo que en Sierra Leona había muchas personas interesadas en la Biblia. “¿Podrían enviar a alguien que se encargue de ellas y ayude a organizar la predicación aquí?”, preguntó. La respuesta fue: “Enviaremos a alguien”.

      Ilustración de la página 88

      Brown el de la Biblia y su esposa, Antonia

      “Pasaron varios meses —relató Alfred—. Un sábado, tarde en la noche, recibí una llamada inesperada:

      —¿Es usted el que escribió a la Sociedad Watch Tower pidiendo predicadores? —preguntó una voz.

      —Sí —respondí.

      —Bueno, me han enviado a mí —retumbó la voz.

      ”Era William R. Brown. Él y su esposa, Antonia, junto con su pequeña hija, habían llegado ese día y se estaban quedando en el Hotel Gainford.

      ”A la mañana siguiente, mientras Leonard y yo realizábamos nuestro estudio semanal de la Biblia, apareció en la puerta una figura imponente: era William R. Brown. Tenía tanto celo por la verdad, que propuso dar un discurso público al otro día. Enseguida reservamos el salón más grande de Freetown —el Wilberforce Memorial Hall— y programamos el primero de cuatro discursos para el siguiente jueves por la noche.

      ”Nuestro grupito se dio a la tarea de anunciar los discursos mediante la prensa, hojas sueltas y corriendo la voz. Nos preocupaba cómo reaccionaría la gente, pero no hacía falta. Unas quinientas personas abarrotaron el salón, entre ellas un buen número de ministros religiosos. Estábamos rebosantes de alegría.”

      Durante el discurso, que duró una hora, Brown citó continuamente de las Escrituras y proyectó diapositivas con textos bíblicos. Una y otra vez repetía: “No lo digo yo, lo dice la Biblia”. Los asistentes aplaudían asombrados cada vez que oían algo nuevo. Pero no fue la brillante oratoria de Brown lo que los impresionó, sino las contundentes pruebas bíblicas que presentó. Un joven seminarista que estaba allí exclamó: “¡El señor Brown sí que conoce la Biblia!”.

      Ilustración de la página 90

      1930

      Brown despertó mucho entusiasmo con sus discursos, y la gente acudía a raudales para oírlos. El siguiente domingo pronunció ante una sala nuevamente abarrotada el discurso “Ida y vuelta al infierno. ¿Quiénes están allí?”. Las poderosas verdades que expuso esa noche provocaron que hasta miembros destacados de las iglesias renunciaran a ellas.

      El cuarto y último discurso, titulado “Millones que ahora viven no morirán jamás”, atrajo tanto público que, tiempo después, un vecino de Freetown recordó: “Las iglesias tuvieron que suspender sus servicios nocturnos porque todos sus miembros se fueron a escuchar el discurso de Brown”.

      Debido a que Brown siempre citaba la Biblia como máxima autoridad, la gente empezó a llamarlo Brown el de la Biblia. Se le quedó ese apodo, y así lo conocieron en toda África occidental. William R. Brown lo llevó con orgullo hasta el final de su vida en la Tierra.

  • 1915-1947 Los comienzos (Parte 1)
    Anuario de los testigos de Jehová 2014
  • 1915-1947 Los comienzos (Parte 2)
    Anuario de los testigos de Jehová 2014
    • La lucha contra los Gladiadores

      Cuando el clero de Freetown vio lo mucho que sus rebaños disfrutaban con los discursos del hermano Brown, se llenó de envidia y rabia. La edición en inglés de La Torre del Vigía (conocida ahora como La Atalaya) del 15 de diciembre de 1923 señaló: “El clero ha pasado a la acción atacando la verdad a través de la prensa. El hermano Brown siempre responde a los ataques, y los periódicos publican los argumentos de ambos bandos”. Finalmente, las voces del clero se silenciaron: sus razonamientos falsos habían quedado al descubierto. Como resultado de la amplia difusión que alcanzó la verdad, muchos lectores que seguían la controversia pedían publicaciones bíblicas. El clero había tramado acallar al pueblo de Dios, pero Jehová hizo volver sobre ellos su maldad (Sal. 94:21-23).

      Un grupo de jóvenes eclesiásticos, llamado los Gladiadores, salió en defensa del clero y organizó una serie de reuniones públicas para desprestigiar al “russelismo”, como se referían al mensaje del Reino. En respuesta, el hermano Brown los retó públicamente a una serie de debates. Los Gladiadores no aceptaron el reto y reprendieron al director del periódico por haberlo publicado. Además, le negaron a Brown la entrada a sus reuniones, así que Alfred Joseph asistió en su lugar.

      Las reuniones tuvieron lugar en la Buxton Memorial Chapel, una prestigiosa iglesia metodista de Freetown. Alfred recordó: “Durante la sesión de preguntas y respuestas cuestioné el credo anglicano, la doctrina de la Trinidad y otras enseñanzas que no están en la Biblia. Al final, el presidente dijo que ya no aceptaba más preguntas”.

      Melbourne Garber, uno de los Gladiadores que estuvo presente aquella noche, había asistido a los discursos de Brown. De hecho, él había sido el joven seminarista que exclamó: “¡El señor Brown sí que conoce la Biblia!”. Tras analizar detenidamente lo que había oído, se convenció de que esa era la verdad y le pidió al hermano Brown que le diera clases de la Biblia. Este lo invitó al Estudio de La Atalaya que se celebraba en su casa todas las semanas. A pesar de que su familia renegó de él, Garber progresó muy rápido y, junto con otros, se bautizó al poco tiempo.

      Las maniobras de Satanás para acabar con la predicación, que aún estaba en pañales, no surtieron efecto. Ocurrió tal como les había dicho el alcalde de Freetown a los Gladiadores: “Si esto es cosa de los hombres, fracasará; pero si es cosa de Dios, no podrán detenerla” (Hech. 5:38, 39).

      La religión de los Brown

      A principios de mayo de 1923, el hermano Brown telegrafió a la sucursal de Londres para pedir más publicaciones. Pronto llegó un envío de 5.000 libros, al que siguieron otros. Miles de personas interesadas acudían a las reuniones públicas que Brown siguió celebrando.

      Unos meses más tarde, La Torre del Vigía informó: “La obra [en Sierra Leona] ha aumentado con tanta rapidez que el hermano Brown pidió un ayudante, y Claude Brown, de origen antillano, va desde Winnipeg a fin de colaborar allí”.

  • 1915-1947 Los comienzos (Parte 2)
    Anuario de los testigos de Jehová 2014
    • Brown el de la Biblia también se preocupó por ayudar a otros a desarrollar buenos hábitos espirituales. Alfred Joseph relató: “Cuando me encontraba con él por la mañana, la conversación iba más o menos así: ‘Hola, Alfred. ¿Cómo estás? ¿Cuál es el texto para hoy?’. Si no lo sabía, me recalcaba lo importante que era leer el texto en el Maná diario (llamado ahora Examinando las Escrituras diariamente). Entonces, lo primero que hacía a la mañana siguiente era leer el texto para que no me tomara desprevenido. Al principio no me daba cuenta de lo valiosa que era la preparación que estaba recibiendo, pero luego lo agradecí”.

  • 1915-1947 Los comienzos (Parte 3)
    Anuario de los testigos de Jehová 2014
    • Por aquel entonces, el hermano Brown visitó las Antillas y regresó con un automóvil, uno de los primeros en Sierra Leona. El vehículo venía equipado con un potente sistema de sonido diseñado para usarlo en la predicación. Brown lo estacionaba en una zona pública y ponía música para atraer a la gente; después pronunciaba un breve discurso o ponía una grabación, e invitaba a los presentes a obtener publicaciones bíblicas. El auto parlante —como llegó a conocérselo— era toda una sensación, y las personas se aglomeraban para oírlo.

      Ilustración de la página 95

      Dando testimonio con valentía

      Luego, Brown dirigió su mirada a un territorio que no se había tocado en sentido espiritual: el resto de África occidental de habla inglesa. De modo que a finales de la década de 1920 emprendió una serie de giras de predicación por Gambia, Ghana, Liberia y Nigeria. En todos estos países halló interés, pero Nigeria parecía ser un terreno excepcionalmente fértil. En 1930 se mudó con su familia de Freetown a Lagos, desde donde siguió supervisando la obra del Reino en África occidental.

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