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Puntos sobresalientes del libro de El Cantar de los CantaresLa Atalaya 2006 | 15 de noviembre
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‘NO TRATEN DE DESPERTAR AMOR EN MÍ’
(El Cantar de los Cantares 1:1–3:5)
“Béseme él con los besos de su boca, porque tus expresiones de cariño son mejores que el vino.” (El Cantar de los Cantares 1:2.) Con estas palabras de una humilde campesina, a quien se lleva a la tienda de Salomón, comienza el diálogo de este cantar. Pero ¿cómo fue que llegó ante la presencia del rey esta joven?
“Los hijos de mi propia madre se encolerizaron conmigo —explica ella—; me nombraron guardiana de las viñas.” Sus hermanos están molestos porque un pastor —el joven del que ella está enamorada— la ha invitado a pasear ese precioso día de primavera, pero ellos no quieren que vaya. Por esta razón, la han enviado a proteger las viñas de “las zorras pequeñas que [las] están echando a perder”. Esta tarea lleva a la joven cerca del campamento de Salomón. Cuando baja “al jardín de los nogales”, su belleza no pasa desapercibida y, por eso, la introducen en el campamento (El Cantar de los Cantares 1:6; 2:10-15; 6:11).
Cuando la joven les cuenta a las damas de la corte cuánto extraña a su amado pastor, estas le dicen que ‘salga a andar ella misma en las huellas del rebaño’ hasta encontrarlo. Sin embargo, Salomón no lo permite. Admirado por su belleza, le promete “adornos circulares de oro [...] junto con tachones de plata”. Pero la joven no se deja impresionar. Mientras tanto, el pastor, que ha estado buscándola, consigue entrar en el campamento de Salomón y, cuando la encuentra, exclama: “¡Mira! Eres hermosa, oh compañera mía. ¡Mira! Eres hermosa”. La joven sulamita, por su parte, pide a las damas de la corte: “No traten de despertar ni excitar amor en mí sino hasta que este se sienta inclinado” (El Cantar de los Cantares 1:8-11, 15; 2:7; 3:5).
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Puntos sobresalientes del libro de El Cantar de los CantaresLa Atalaya 2006 | 15 de noviembre
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“¿QUÉ CONTEMPLAN USTEDES EN LA SULAMITA?”
(El Cantar de los Cantares 3:6–8:4)
A lo lejos se observa algo que “viene subiendo del desierto como columnas de humo” (El Cantar de los Cantares 3:6). ¿Qué será? Las mujeres de Jerusalén salen a ver y entonces lo descubren. ¡Son Salomón y sus servidores que regresan a la ciudad! Y lo que es más, el rey trae a la doncella sulamita con él.
El pastor ha seguido a la joven y pronto encuentra la forma de verla y confirmarle su amor. Entonces, ella le expresa su deseo de abandonar la ciudad: “Hasta que respire el día y hayan huido las sombras, proseguiré a la montaña de mirra y a la colina de olíbano”. Luego invita al pastor a ‘entrar en su jardín y comer los frutos más selectos’. “He entrado en mi jardín, oh hermana mía, novia mía”, le contesta él. Y las mujeres de Jerusalén les dicen: “¡Coman, oh compañeros! ¡Beban y embriáguense con expresiones de cariño!” (El Cantar de los Cantares 4:6, 16; 5:1).
Después de contarles a las damas de la corte un sueño que tuvo, la joven sulamita les confiesa que está “enferma de amor”. Entonces ellas le preguntan: “¿De qué manera es tu amado más que cualquier otro amado[?]”. “Mi amado es deslumbrante y colorado, el más conspicuo de diez mil”, responde la sulamita (El Cantar de los Cantares 5:2-10). Incluso cuando Salomón la colma de alabanzas, ella pregunta con humildad: “¿Qué contemplan ustedes en la sulamita?” (El Cantar de los Cantares 6:4-13). Viendo aquí la oportunidad de ganarse su corazón, el rey le dedica otra larga lista de elogios. Con todo, el amor de la joven por su pastor no se tambalea ni por un instante. Y al final, Salomón la deja regresar a su hogar.
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Puntos sobresalientes del libro de El Cantar de los CantaresLa Atalaya 2006 | 15 de noviembre
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“LA LLAMA DE JAH”
(El Cantar de los Cantares 8:5-14)
“¿Quién es esta mujer que viene subiendo del desierto, apoyada en su amado?”, preguntan los hermanos de la sulamita cuando la ven regresar a casa. Poco tiempo antes, uno de ellos había dicho: “Si ella es un muro, edificaremos sobre ella un almenaje de plata; pero si es una puerta, la atrancaremos con un tablón de cedro”. Ahora, cuando ya ha demostrado la constancia de su amor, la sulamita declara: “Soy un muro, y mis pechos son como torres. En este caso he llegado a ser a los ojos de él como la que está hallando paz” (El Cantar de los Cantares 8:5, 9, 10).
El amor verdadero es “la llama de Jah”. ¿Por qué? Porque Jehová fue quien dio origen a ese amor al dotarnos con la capacidad de amar. Además, es una llama que nunca se apaga. Como se ilustra magníficamente en El Cantar de los Cantares, el amor entre un hombre y una mujer puede ser inquebrantable, “tan fuerte como la muerte” (El Cantar de los Cantares 8:6).
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