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El estrés: “asesino silencioso”¡Despertad! 1998 | 22 de marzo
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El estrés: “asesino silencioso”
“El primer síntoma que noté fue una presión intensa cerca del esternón. El dolor se irradió a los hombros, el cuello y las mandíbulas, y luego bajó por los brazos. Era como si me hubiese caído un elefante encima del pecho. Apenas podía respirar. Me entraron sudores, retortijones y terribles náuseas. [...] Luego, cuando las enfermeras me ayudaron a acostarme en el hospital, recuerdo que dije atónito: ‘Me está dando un infarto’. Tenía 44 años.”
ASÍ describe el doctor Robert S. Eliot en su libro From Stress to Strength (Del estrés a la fortaleza) la ocasión en que estuvo al borde de la muerte hace más de veinte años. Poco antes, aquella misma mañana, había asistido a una conferencia en la que, irónicamente, había disertado sobre el infarto. De repente, el cardiólogo se halló en lo que llama “el lado equivocado de las sábanas en la unidad de cuidados coronarios”. ¿A qué atribuye el inesperado ataque? “Las reacciones físicas al estrés me estaban matando por dentro”, señala el doctor Eliot.a
Como indica el caso del doctor Eliot, el estrés supone una grave amenaza para la vida. En Estados Unidos se ha relacionado con varias causas principales de muerte. Sus efectos se acumulan calladamente con el paso del tiempo y afloran sin previo aviso. Con razón se le ha llamado el “asesino silencioso”.
Por sorprendente que parezca, las personalidades del tipo A —impacientes, agresivas y competitivas— no son las únicas que están expuestas a las catástrofes vinculadas al estrés. También corren peligro quienes manifiestan serenidad, sobre todo si esta no es más que una endeble fachada, como una tapa débil en una olla de presión. El doctor Eliot opina que así ocurrió en su caso. Ahora da esta advertencia: “Uno pudiera caer muerto mañana sin haberse percatado de que lleva años con una bomba de tiempo en el corazón”.
Pero el infarto y la muerte súbita no son los únicos males vinculados al estrés, como indica el siguiente artículo.
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El estrés: “asesino silencioso”¡Despertad! 1998 | 22 de marzo
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[Nota]
a Aunque la tensión nerviosa contribuye a que se produzcan infartos, la mayoría de las veces hay un grave deterioro de las arterias coronarias por la aterosclerosis. No es prudente, pues, restar importancia a los síntomas de una enfermedad coronaria, pensando tal vez que bastará con aminorar el estrés (véase ¡Despertad! del 8 de diciembre de 1996, páginas 3-13).
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El estrés: “veneno de acción retardada”¡Despertad! 1998 | 22 de marzo
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El estrés: “veneno de acción retardada”
“A menudo la gente dice: ‘Como sigas con tanto estrés, vas a enfermar’. Es probable que ignoren que esta afirmación cuenta con el respaldo de la biología.”—Doctor David Felten.
JILL, que afronta sola la crianza de un hijo adolescente, la mengua de sus ahorros y los roces con sus padres, tenía sobradas razones para sentirse agobiada. Cuando le salió en el brazo una erupción que le producía picor y quemazón, de nada valieron antibióticos, cremas con cortisona y antihistamínicos; se le extendió por todo el cuerpo, rostro incluido. Eran los estragos del estrés.
Se le mandó a una clínica dermatológica que examina el estado emocional de los pacientes. “Procuramos saber qué ocurre en sus vidas”, señala el doctor Thomas Gragg, cofundador del centro. Este facultativo descubre muchas veces que los afectados de enfermedades cutáneas persistentes requieren, además de tratamiento médico, ayuda contra la tensión nerviosa. “Caeríamos en el simplismo si dijésemos que los sentimientos o las acciones causan las afecciones cutáneas —admite el doctor Gragg—. Pero es innegable que el estado emocional repercute a buen grado en las enfermedades de la piel, y no debemos seguir recetando cremas con esteroides sin ayudar primero al paciente a afrontar el estrés que sufre.”
Jill opina que salvó la piel cuando aprendió a afrontar la tensión emocional. “A veces aún resurge la irritación —señala—, pero no se me pone la piel tan horrible como antes.” ¿Será un caso anecdótico? No. Muchos médicos entienden que el estrés es un factor que influye en bastantes afecciones dermatológicas, como la urticaria, la psoriasis, el acné y el eccema. Sin embargo, no solo afecta a la piel.
El estrés y el sistema inmunológico
Las últimas investigaciones revelan que la tensión puede inhibir el sistema inmunológico, abriendo la puerta a las infecciones. “El estrés no causa las enfermedades —comenta Ronald Glaser, virólogo—, pero como actúa sobre el sistema inmunológico, sí aumenta el riesgo de padecerlas.” Hay pruebas muy persuasivas que vinculan la tensión emocional a los resfriados, la gripe y el herpes. Aunque vivimos siempre expuestos a los virus causantes de estos males, el sistema inmunológico normalmente los vence. Según los especialistas, estas defensas fallan cuando se sufre estrés.
Aún no se comprenden a plenitud los mecanismos biológicos implicados, pero según ciertas teorías, las hormonas que preparan al individuo para actuar en circunstancias estresantes pueden estorbar el funcionamiento del sistema inmunológico cuando fluyen por el torrente sanguíneo. Por lo común, este hecho no es inquietante, pues las hormonas tienen un cometido temporal. Ahora bien, hay expertos que afirman que si el estrés es constante e intenso, el sistema inmunológico pierde eficacia, al grado de que la persona se vuelve más vulnerable a las enfermedades.
Este hecho pudiera explicar por qué opinan algunos médicos canadienses que entre el 50% y el 70% de las consultas que atienden están relacionadas con la tensión nerviosa, y son, por lo general, motivadas por dolores de cabeza, insomnio, agotamiento y problemas gastrointestinales. En Estados Unidos se estima que la proporción es de un 75% a un 90%. La doctora Jean King no cree exagerar cuando dice: “El estrés crónico es un veneno de acción retardada”.
Ni una única causa, ni un único remedio
A pesar de los datos anteriores, los científicos no tienen la certeza de que la tensión, por sí sola, afecte al sistema inmunológico al grado de ser nociva para la salud. Por lo tanto, no se puede afirmar de forma tajante que el estresado crónico sucumbirá a la enfermedad, ni que la ausencia de estrés garantice la buena salud; tampoco es prudente negarse a recibir atención médica con la idea errónea de que es posible eliminar las dolencias mediante el optimismo y los pensamientos positivos. El doctor Daniel Goleman da la siguiente advertencia: “El resultado de esta [retórica de que la] actitud [...] todo lo cura ha sido crear una extendida confusión y equívoco acerca del grado en que la enfermedad puede quedar afectada por la mente y, tal vez lo peor, a veces hacer sentir a la gente culpable por padecer una enfermedad, como si eso fuera una señal de algún desliz moral o una indignidad espiritual”.
Así pues, hay que entender que, por lo general, la causa de un padecimiento no puede reducirse a un solo factor. Con todo, la conexión existente entre el estrés y la enfermedad muestra la utilidad de combatir, en la medida de lo posible, este “veneno de acción retardada”.
Antes de analizar cómo se realiza este combate, veamos con más detalle la naturaleza del estrés y las ocasiones en las que este puede resultar beneficioso.
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El estrés: “veneno de acción retardada”¡Despertad! 1998 | 22 de marzo
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[Recuadro de la página 5]
Afecciones vinculadas al estrés
• alergias
• artritis
• asma
• cardiopatías
• depresión
• diarrea
• disfunciones sexuales
• dolores de cabeza
• dolores de espalda, cuello y hombro
• enfermedades cutáneas
• gripe
• insomnio
• migrañas
• resfriados
• trastornos gastrointestinales
• úlceras pépticas
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