-
Apoplejía¡Despertad! 1998 | 8 de febrero
-
-
Apoplejía
UNA de las principales causas de incapacidad crónica y muerte en el mundo occidental industrializado es la apoplejía, llamada también accidente cerebrovascular. El término “accidente” indica el carácter inesperado de este trastorno. La persona se encuentra bien y de repente se siente como si le hubiera caído un rayo. Una gran apoplejía puede cambiar abrupta y radicalmente la vida, lisiando e incapacitando cruelmente a la víctima. Puede dejarla sin habla, causar estragos en sus emociones, alterarle la personalidad y las facultades cognitivas, y condenarla a una lucha aparentemente interminable para recuperar la vida normal que ella y su familia disfrutaban.
Tomemos el caso de Ellen Morgan, de 64 años de edad.a Un miércoles, Ellen era una persona saludable y activa, y el jueves, mientras hacía las compras con su esposo, perdió súbitamente el habla y se le desfiguró el rostro. Se quedó sin fuerzas y comenzó a tambalearse como si estuviera ebria. Estaba sufriendo una gran apoplejía.
Después de padecer el accidente cerebrovascular, Ellen quedó tan imposibilitada que no podía realizar las tareas más simples, como bañarse o vestirse. Tampoco podía escribir, tejer ni coser, y sufría ataques de llanto incontenible y una fatiga extrema. A todo esto, sus procesos intelectuales se mantenían intactos; cuando pensaba que otros tal vez la consideraban una retrasada, sentía vergüenza. Más adelante explicó: “Pocos se dan cuenta de cuánto afecta en el aspecto emocional y psicológico el trauma de este cambio tan repentino. Sentía prácticamente que había dejado de existir como persona”.
¿Qué causa la apoplejía? ¿Afecta a todas sus víctimas del mismo modo? ¿Cómo han salido adelante los sobrevivientes de esta enfermedad? ¿Cómo la han afrontado sus familias? ¿Qué podemos hacer todos nosotros para dar apoyo? ¡Despertad! examina tales cuestiones y le acerca a la vida de sobrevivientes de ataques apopléticos y sus familiares, quienes comparten la lucha.
-
-
Apoplejía: las causas¡Despertad! 1998 | 8 de febrero
-
-
Apoplejía: las causas
“EL CEREBRO es el órgano más delicado del cuerpo”, afirma el neurólogo Vladimir Hachinski, de la Universidad de Ontario Occidental (London, Canadá). El cerebro, cuyo peso representa únicamente el 2% del peso total del cuerpo, contiene más de diez mil millones de neuronas, que están en constante comunicación para producir todos los pensamientos, movimientos y sensaciones. El cerebro obtiene la energía a partir del oxígeno y la glucosa, que recibe en suministro constante por medio de un intrincado sistema de arterias.
Cuando una parte del cerebro queda privada de oxígeno por siquiera unos segundos, las delicadas funciones neuronales se alteran. Si la carencia se prolonga más de unos cuantos minutos, se produce una lesión cerebral, pues las neuronas empiezan a morirse, y se pierden las funciones que controlan. Esta anomalía se conoce como isquemia, la falta de aporte de oxígeno causada principalmente por una obstrucción arterial. La privación de oxígeno desencadena una cascada de reacciones químicas que intensifica la lesión de los tejidos cerebrales, dando por resultado una apoplejía. También se produce un ataque apoplético cuando se rompen los vasos sanguíneos y la sangre inunda el cerebro, lo cual bloquea los circuitos o vías de conexión. De esta forma se interrumpe el flujo eléctrico y químico hacia los músculos y se lesiona el tejido cerebral.
Los efectos
Cada accidente cerebrovascular es diferente y puede afectar a la persona de una multitud de maneras. Aunque nadie padece todas las posibles consecuencias, los efectos pueden oscilar desde leves y apenas perceptibles hasta graves y penosamente obvios. La zona del cerebro donde tiene lugar la apoplejía determina qué funciones corporales se alteran.
Una consecuencia común es la debilidad o parálisis de las extremidades superiores e inferiores, que se limita generalmente a un lado del cuerpo, el opuesto al lado del cerebro (hemisferio) afectado. Así pues, las lesiones en el hemisferio derecho provocan parálisis en el lado izquierdo del cuerpo, y las lesiones en el hemisferio izquierdo, parálisis en el lado derecho. Algunas personas conservan la fuerza en las extremidades, pero les tiemblan tanto los músculos que parece que cada miembro se mueve en una dirección distinta. La víctima se asemeja a un patinador novato tratando de mantener el equilibrio. El doctor David Levine, del Centro Médico de la Universidad de Nueva York, dice: “Han perdido el tipo de sensación que les indica si la extremidad está en movimiento o no y dónde se halla en el espacio”.
Más del quince por ciento de los sobrevivientes experimentan crisis convulsivas y, con frecuencia, pérdida de conocimiento. También es común sentir dolor, y que se produzcan cambios en la percepción sensorial. Una víctima de apoplejía que tiene las manos y los pies entumecidos constantemente dice: “Algunas noches, si algo me toca las piernas, me despierto con la sensación de que estoy recibiendo descargas eléctricas”.
Otras secuelas de los accidentes cerebrovasculares son la visión doble y las dificultades para tragar. Si los centros sensitivos de la boca y la garganta están lesionados, se pueden experimentar más indignidades, como la de babear. Cualquiera de los cinco sentidos puede verse afectado, y como resultado puede haber alteraciones en la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
Problemas de comunicación
Imagínese que se encuentra en una calle poco iluminada y dos extraños de tamaño gigantesco empiezan a seguirlo. Mira hacia atrás y ve que corren hacia usted. Intenta gritar para pedir auxilio, pero no le sale ningún sonido. ¿Se imagina la frustración tan grande que le produciría tal situación? Pues así se sienten muchas víctimas de apoplejía cuando pierden repentinamente la facultad del habla.
La imposibilidad de comunicar pensamientos, sentimientos, esperanzas y temores —quedar aislado figuradamente de amigos y familiares— es una de las consecuencias más trágicas de los ataques apopléticos. Un paciente que sobrevivió a un ataque lo describió así: “Cada vez que trataba de expresarme, no salía ninguna palabra. Me veía obligado a permanecer callado y no podía seguir instrucciones verbales ni escritas. Las palabras sonaban [...] como si la gente que me rodeaba hablara un idioma extranjero. No comprendía el lenguaje ni podía usarlo”.
Charles, en cambio, entendía todo lo que le decían. Pero él nos escribe lo que sucedía cuando iba a responder: “Escogía las palabras que quería decir, pero me salían revueltas y distorsionadas. En ese momento sentía que estaba atrapado dentro de mí mismo”. Arthur Josephs explica en su libro Stroke: An Owner’s Manual (La apoplejía: manual de instrucciones): “Para producir el habla deben controlarse y coordinarse más de cien músculos diferentes, y cada uno de estos músculos es controlado por un promedio de más de cien motoneuronas. [...] Se necesita la increíble cantidad de 140.000 acciones neuromusculares para cada segundo de habla. ¿Es de sorprender que una lesión en una parte del cerebro que controla estos músculos tenga como resultado habla confusa?”.
Los accidentes cerebrovasculares causan muchos fenómenos desconcertantes en la zona del habla. Por ejemplo, es posible que un paciente que no habla pueda cantar. Otro tal vez pronuncie palabras espontáneamente, pero no cuando desea hacerlo, o, por otra parte, quizás hable sin parar. También hay quienes repiten las palabras o las frases una y otra vez, o utilizan las palabras incorrectamente y, por ejemplo, dicen sí cuando quieren decir no, y viceversa. Algunos saben qué términos quieren emplear, pero el cerebro no puede hacer que la boca, los labios y la lengua los pronuncien. O es posible que articulen mal a causa de debilidad muscular. Otros hablan entrecortadamente, a trompicones.
El ataque apoplético también puede lesionar la zona del cerebro que controla el tono emocional, lo que da lugar a un habla monótona o a dificultades para comprender el tono emocional de los demás. Barreras de comunicación como estas y las descritas antes pueden abrir una brecha entre los familiares, lo que incluye al matrimonio. Georg explica: “Como la apoplejía afecta a las expresiones faciales y los gestos, de hecho, a toda la personalidad, de repente dejamos de compenetrarnos. Me parecía que estaba casado con una mujer totalmente diferente, a quien tenía que volver a conocer desde el principio”.
Cambios emocionales y de personalidad
Algunos de los desconcertantes trastornos emocionales y de personalidad que afrontan los sobrevivientes de una apoplejía y sus familias son: cambios de humor inoportunos, ataques de llanto o risa, arrebatos de cólera, sentimientos desacostumbrados de desconfianza y una tristeza inmensa.
Gilbert, que fue víctima de un ataque apoplético, cuenta: “En ocasiones me emociono y me echo a reír o a llorar por cualquier insignificancia. De vez en cuando alguien me pregunta: ‘¿Por qué te ríes?’ y no sé qué decirle”. Esto, aunado a la dificultad para mantener el equilibrio y a una cojera leve, impulsan a Gilbert a decir: “Me siento como si estuviera metido dentro de otro cuerpo, como si fuera otra persona diferente a quien era antes de la apoplejía”.
Para la mayoría de los pacientes es muy traumático ver alteradas sus funciones mentales y corporales. Hiroyuki, que sufre un defecto del habla y parálisis parcial como resultado de esta enfermedad, comenta: “Ni siquiera con el tiempo fui mejorando. Al darme cuenta de que no podría continuar trabajando como antes, me desesperaba. Culpaba a las cosas y a las personas, y estaba tan tenso emocionalmente que me parecía que iba a estallar. No me portaba como un hombre”.
Gran parte de las víctimas de apoplejía experimentan temor y ansiedad. Ellen comenta: “Me siento insegura cuando noto una presión en la cabeza que pudiera presagiar un ataque apoplético. Si no me esfuerzo por dejar de pensar negativamente, me entra pánico”. Ron habla de la inquietud que siente él: “A veces me resulta casi imposible llegar a conclusiones correctas. Cuando trato de solucionar dos o tres problemas pequeños al mismo tiempo, me frustro. Se me olvidan las cosas tan deprisa que a veces no me acuerdo de una decisión que tomé unos minutos antes. Como consecuencia, cometo errores atroces que me abochornan a mí y a los demás. ¿Cómo estaré dentro de unos años? ¿Seré incapaz de conversar coherentemente o de conducir? ¿Me convertiré en una carga para mi esposa?”.
Los familiares también son víctimas
Como puede verse, los pacientes de apoplejía no son los únicos que deben afrontar los estragos de la enfermedad. Los familiares también lo hacen. En algunos casos, estos tienen que hacer frente al terrible golpe de ver cómo una persona que antes era elocuente y capaz degenera súbitamente ante sus ojos y queda reducida a un estado de dependencia infantil. Los nuevos papeles que deben asumir los familiares pueden deteriorar las relaciones.
Haruko cuenta así los trágicos efectos: “Mi esposo perdió la memoria de casi todo lo importante. Tuvimos que dejar rápidamente la empresa que él dirigía y perdimos nuestra casa y posesiones. Lo que más me dolía era que ya no podía hablar francamente con mi esposo ni acudir a él en busca de consejo. Como confunde la noche con el día, muchas veces se quita los pañales protectores que necesita durante la noche. Aunque sabíamos que llegaría el momento en el que quedaría reducido a este estado, se nos hace difícil aceptar la realidad de su enfermedad. Nuestra situación se ha invertido por completo, pues ahora somos mi hija y yo quienes cuidamos de él”.
“Cuidar de una víctima de apoplejía, sin importar cuánto se la ame, a veces puede agotar —observa Elaine Fantle Shimberg en el libro Strokes: What Families Should Know (La apoplejía: lo que deben saber las familias)—. La presión y la responsabilidad no disminuyen.” En algunos casos, los familiares dedican tanta atención al enfermo que su propia salud, emociones y espiritualidad se ven afectadas. María explica el terrible impacto que ha tenido en su vida el ataque apoplético que sufrió su madre: “La visito todos los días e intento fortalecerla espiritualmente leyéndole y orando con ella, además de prodigarle amor, abrazos y besos. Cuando llego a mi casa, estoy agotada emocionalmente, algunos días hasta el grado de vomitar”.
Lo más difícil para algunos cuidadores es hacer frente a los cambios de comportamiento. El neuropsicólogo Ronald Calvanio explica a ¡Despertad!: “Cuando una enfermedad afecta a las funciones corticales superiores —es decir, al pensamiento, la conducta y las reacciones emocionales— estamos tratando con la esencia misma de la persona, así que en cierto modo las alteraciones psicológicas que se producen cambian el mundo de la familia de manera bastante drástica”. Yoshiko relata: “Parece como si mi esposo hubiera cambiado por completo desde que enfermó; se enfurece por cualquier cosa. Me deprimo mucho cuando se pone así”.
En muchas ocasiones, los cambios de personalidad no se reconocen fuera del círculo familiar, por lo que algunos cuidadores se sienten solos y llevan la carga sin ayuda. Midori explica: “Los ataques apopléticos han creado deficiencias mentales y emocionales en mi esposo. Aunque necesita mucho estímulo, no quiere hablar de ello con nadie, y sufre él solo. Así que soy yo quien tiene que hacer frente a sus cambios de ánimo. Verlo así todos los días me causa inquietud y a veces hasta me asusta”.
¿Cómo han afrontado muchos sobrevivientes de apoplejía y sus familias los cambios que esta enfermedad ocasiona en su vida? ¿Cómo podemos cada uno de nosotros apoyar a los que padecen las graves secuelas de una apoplejía? El siguiente artículo da las respuestas.
-
-
Apoplejía: las causas¡Despertad! 1998 | 8 de febrero
-
-
SÍNTOMAS
• Debilidad, adormecimiento o parálisis súbitos de la cara, el brazo o la pierna, generalmente en un lado del cuerpo
• Visión borrosa o nublada repentina, sobre todo en un solo ojo; episodio de visión doble
• Dificultad para hablar o entender aun las oraciones más sencillas
• Mareos o falta de equilibrio o coordinación, especialmente en combinación con otro síntoma
Síntomas menos comunes
• Dolor de cabeza agudo, súbito e inexplicable, descrito frecuentemente como “el peor dolor de cabeza que jamás he tenido”
• Náuseas y fiebre repentinas (distintas de las que acompañan a las enfermedades virales por su velocidad de aparición: minutos u horas en lugar de varios días)
• Pérdida breve de la conciencia o un período de aturdimiento (desmayos, confusión, convulsiones, coma)
No haga caso omiso de los síntomas
El doctor David Levine insta a que cuando aparezcan los síntomas “se acuda lo antes posible a la sala de urgencias de un hospital. Hay pruebas de que si se trata una apoplejía en las primeras horas, el daño puede reducirse al máximo”.
A veces los síntomas duran un breve período de tiempo y desaparecen. Estos episodios reciben el nombre de ataques isquémicos transitorios (AIT). No los pase por alto, pues pueden indicar que existe un alto riesgo de sufrir una apoplejía completa. El médico puede tratar las causas y ayudar a reducir el riesgo.
[Reconocimiento]
Adaptación de las pautas suministradas por la Asociación Nacional de la Apoplejía, Englewood (Colorado, E.U.A.)
-
-
Cómo afrontar los efectos¡Despertad! 1998 | 8 de febrero
-
-
Cómo afrontar los efectos
TENDIDO en la cama de un hospital, con las extremidades de un lado del cuerpo paralizadas, Gilbert preguntó al médico: “¿Alguna vez podré mover de nuevo el brazo y la pierna?”. Gilbert obtuvo la estimulante contestación: “Cuanto más se esfuerce, más movimiento recuperará y con mayor rapidez”, a lo que respondió: “¡Estoy listo!”. A sus 65 años, gracias a la terapia física y a su actitud optimista, pasó de la silla de ruedas a un andador, de este a un bastón y finalmente pudo regresar al trabajo.
“Actualmente, la mayor parte de la rehabilitación de las víctimas de la apoplejía se basa en la idea de que si una zona del cerebro está lesionada, otros centros cerebrales pueden asumir el papel del tejido dañado. Un objetivo de la terapia es desarrollar el potencial de estos centros y dar el estímulo necesario para que el cerebro se reorganice y se adapte”, afirman los investigadores Weiner, Lee y Bell. No obstante, la recuperación también está determinada por otros factores, como la localización y la gravedad del ataque apoplético, la salud general del paciente, la calidad de la asistencia médica y el apoyo de los demás.
Apoyo de familiares y amigos
Erikka realizó ejercicios de rehabilitación durante tres años, a lo largo de los cuales aprendió a caminar y a utilizar la mano derecha para compensar la pérdida de movilidad de la mano izquierda. Ella cuenta qué la ayudó a salir adelante: “Lo más importante fue que mi esposo y mis amigos siempre me fueron leales. Saber que me querían me daba fuerzas, y cuando me animaban a no rendirme, me sentía motivada”.
Los familiares desempeñan un papel importante en el proceso de recuperación de sus seres amados. Tienen que hacer preguntas al personal médico y llegar a conocer bien las terapias que deban continuarse en casa a fin de no perder lo que ya se haya ganado. La paciencia, la bondad, la comprensión y el cariño de los familiares y amigos crean un ambiente de seguridad propicio para aprender nuevamente a hablar y a leer, y recuperar las destrezas necesarias para el vivir diario.
Tratando de equilibrar la firmeza con los mimos, John hizo todo lo posible por ayudar a su esposa, Ellen, mediante ejercicios y terapia. Él describe los esfuerzos de su familia: “No permitíamos que se sumiera en la autocompasión. A veces éramos muy estrictos, pero siempre estábamos al tanto de sus limitaciones y le prestábamos ayuda. Ellen está muy sensible, así que procuro no causarle tensión”.
Cuando Ellen estaba aprendiendo de nuevo a hablar con la asistencia de un logopeda, John también colaboraba. “En vista de que se animaba cuando hacíamos cosas juntos, nos leíamos la Biblia en voz alta el uno al otro, y eso contribuía a mejorar su habla. Además, poco a poco empezamos a salir a predicar, ya que somos testigos de Jehová. Así mi esposa compartía con otras personas la esperanza que tenemos respecto al futuro. Esto de por sí le servía de terapia.” Al cabo de tres años Ellen había mejorado muchísimo.
Nunca deben subestimarse el ánimo y las fuerzas que los amigos imparten, pues pueden tener un efecto formidable en la recuperación de una víctima de apoplejía. La revista médica Stroke informó que cuanto más “apoyo social se recibe, más rápida es la recuperación y mayor es el restablecimiento general de las funciones, aun en pacientes con las apoplejías más graves”.
Bernie agradecía mucho el apoyo que le daban sus amigos. Él nos recuerda: “Las visitas de los amigos son fundamentales para la recuperación. Una voz comprensiva y una actitud afectuosa levantan la moral. Aunque no hay que pasar largo tiempo hablando del problema de la persona, anima mucho que se reconozca cualquier mejora”. ¿Qué podemos hacer todos nosotros para dar apoyo a los que están luchando contra los efectos de un accidente cerebrovascular? “Lléveles flores —sugiere Bernie—, hábleles de un texto bíblico o cuénteles una experiencia. Todo eso me hizo mucho bien a mí.”
A Melva, una anciana que sobrevivió a una apoplejía, le ayudó el que uno de sus hermanos espirituales orara con ella. Gilbert recomienda lo mismo y explica: “Cuando se ora junto con alguien se le demuestra verdadero interés”. Peter, que tiene problemas de la vista desde que sufrió un ataque apoplético, agradece que los demás comprendan sus limitaciones y dediquen algún tiempo a leerle.
También constituye una muestra de amor ayudar al enfermo en los desplazamientos de ida y vuelta al centro de rehabilitación. Igualmente necesario es comprobar que su casa sea un lugar seguro, pues cuando se tienen problemas con el equilibrio existe el riesgo constante de sufrir caídas. Gilbert, por ejemplo, agradecía la asistencia cariñosa de amigos que, entre otras cosas, le instalaron una barra en la ducha para evitarle caídas.
Aprendamos a dar apoyo
Los cambios de ánimo y la mayor tendencia a llorar pueden abochornar a la víctima de apoplejía y desconcertar a otras personas, que tal vez no sepan cómo responder. Sin embargo, si los amigos aprenden a dar apoyo, pueden impedir que el enfermo se aísle. Por lo general, los ataques de llanto van haciéndose menos frecuentes con el tiempo. Pero cuando asomen las lágrimas, mantenga la calma y permanezca junto a la persona. Dígale lo que a usted le gustaría oír si estuviera en el lugar de ella.
Sobre todo, cultive amor cristiano hacia aquellos que hayan sufrido un cambio de personalidad a consecuencia de la apoplejía. Ellos perciben cómo se siente usted, lo cual, a su vez, repercute en la respuesta que le dan. Erikka comenta: “Tal vez no vuelva a ser la misma persona nunca más. Pero nadie debe exigir tal cosa de una víctima de apoplejía. Los familiares y amigos deben aprender a amar a la persona tal como es. Si rebuscan cuidadosamente en su personalidad, descubrirán que todavía conserva sus cualidades más atractivas”.
La autoestima sufre considerablemente cuando se es incapaz de hablar o de ser entendido. Los amigos pueden confirmar la valía de la persona haciendo el esfuerzo de hablar con ella. Takashi asevera: “Mis pensamientos y sentimientos más profundos no han cambiado. Sin embargo, la gente tiende a evitarme porque no puede mantener una conversación normal conmigo. A mí me resulta difícil dirigirme a los demás, pero cuando alguien se me acerca para hablarme, recibo muchísimo estímulo y me siento muy, muy feliz”.
A continuación se ofrecen algunas pautas que pueden ayudarnos a todos a apoyar y animar a los que padecen trastornos del lenguaje.
La mayor parte de los ataques apopléticos no afectan al intelecto. Casi todos los que sobreviven a una apoplejía mantienen la lucidez, aun cuando su habla sea difícil de entender. Nunca les hable como si fueran niños pequeños. Trátelos con dignidad.
Escuche pacientemente. Quizá necesiten tiempo para reorganizar un pensamiento o terminar una palabra o una oración. Recuerde que para mostrar verdadero interés hay que escuchar sin impacientarse.
No finja que comprende si no es así. Admita con tono afectuoso: “Lo siento, pero parece que no soy capaz de comprenderte. ¿Por qué no lo intentamos más tarde?”.
Hable lenta y claramente con entonación normal.
Utilice oraciones cortas y palabras conocidas.
Haga preguntas que requieran un sí o no por respuesta, y anímeles a contestar. Tenga presente que tal vez sean incapaces de comprender sus palabras.
Reduzca al máximo el ruido de fondo.
Sobreponerse con la ayuda amorosa de Jehová
Aunque es importante conocer la causa del accidente cerebrovascular a fin de tomar medidas para reducir el riesgo de ataques futuros, también es importante que el enfermo logre controlar el temor. Ellen cuenta: “Las palabras de Dios en Isaías 41:10 me consolaron mucho. Allí dice: ‘No tengas miedo, porque estoy contigo. No mires por todos lados, porque soy tu Dios. Yo ciertamente te fortificaré. Yo cierta y verdaderamente te ayudaré. Sí, yo verdaderamente te mantendré firmemente asido con mi diestra de justicia’. Jehová se ha convertido en alguien muy real para mí, y no siento miedo”.
Es también la Biblia lo que ayuda a Anand a vencer la desesperación. Dice él: “Me infunde muchas fuerzas; constantemente me reanima y me reconforta”. El problema de Hiroyuki consistía en que no se beneficiaba de las Escrituras porque no podía concentrarse. Nos informa: “Encontré consuelo al escuchar la lectura de los libros bíblicos en casete”.
El apóstol Pablo afirmó: “Cuando soy débil, entonces soy poderoso” (2 Corintios 12:10). Fue el espíritu de Jehová lo que facultó a Pablo para hacer lo que no podía por sí mismo. Los que sobreviven a una apoplejía también pueden confiar en que Jehová les dará fuerza espiritual. Erikka explica: “Cuando estamos sanos y hacemos todo con nuestras propias fuerzas, no le concedemos a Jehová muchas oportunidades de ayudarnos. Pero mi impedimento me ha servido para fortalecer mi relación con él de una forma muy especial”.
Apoyo para los cuidadores
Los que cuidan de los enfermos necesitan apoyo para desempeñar su importante papel. ¿Dónde pueden encontrarlo? Uno de los lugares es el círculo familiar. Todos los miembros de la familia deben compartir la carga de atender al enfermo. Yoshiko explica cómo le dieron apoyo moral sus hijos: “Cuando les contaba mis problemas, me escuchaban con tanto interés como si se tratara de los suyos propios”. Los familiares tienen que obtener cuanta información puedan para aprender a cuidar de la víctima de apoplejía, así como a afrontar los cambios de personalidad del ser amado.
¿Quiénes más pueden dar apoyo a los cuidadores? David y su familia solicitaron ayuda para cuidar de Víctor a la familia espiritual que tienen en la congregación de testigos de Jehová. “Respondieron a nuestra necesidad —dicen—. Se turnan para pasar de vez en cuando una noche en casa atendiendo a Víctor por nosotros.”
Todos los que se ocupan de un paciente necesitan sentir el cariño y el apoyo de su familia espiritual. Pero a algunos se les hace difícil pedir ayuda. Haruko explica: “Muchas veces me dicen: ‘Si te podemos ayudar en algo, no dudes en decírnoslo’. Pero sabiendo lo ocupado que está todo el mundo, no me atrevo a pedir ayuda. Agradecería mucho que se me ofrecieran a hacer cosas concretas. Por ejemplo: ‘Me gustaría ayudarte a limpiar. ¿Qué día te va mejor?’ ‘Puedo hacerte la compra. ¿Te parece bien que pase por tu casa ahora?’”.
A la esposa de Kenji le dio un ataque de apoplejía; no obstante, él pudo hacerse cargo de su cuidado. Descubrió que mediante la oración podía arrojar sus cargas sobre Jehová. Finalmente, su esposa perdió el habla, y con ello, Kenji perdió una compañera con quien conversar. Pero él lee la Palabra de Dios todos los días. Dice: “La Biblia me recuerda que Jehová cuida con ternura a los que están abatidos, y esto ha impedido que me deprima y me sienta solo”.
La confianza en el espíritu de Jehová puede ayudar cuando nos parece que ya no resistimos más. Yoshiko, quien desde que su esposo sufrió una apoplejía hace frente a su cambio de personalidad y sus estallidos de cólera, cuenta: “A veces me entran ganas de gritar con todas mis fuerzas, pero en esas ocasiones siempre le oro a Jehová y su espíritu me infunde paz”. En agradecimiento a la lealtad que Jehová le muestra, no permite que nada se interponga en sus actividades cristianas. Asiste con asiduidad a las reuniones cristianas, participa en el ministerio y estudia la Biblia. “Como yo hago lo que me corresponde —dice Yoshiko—, sé que Jehová nunca me abandonará.”
Cuando nos invade la inquietud, Jehová siempre está dispuesto a escucharnos. Midori, cuyo esposo sobrevivió a una apoplejía, se consuela sabiendo que, en sentido figurado, Jehová ha puesto en Su “odre” todas las lágrimas que ella ha derramado (Salmo 56:8). Recuerda las palabras de Jesús: “Nunca se inquieten acerca del día siguiente”. Dice: “Me he resuelto a ser paciente hasta que llegue el nuevo mundo” (Mateo 6:31-34).
Cuando las limitaciones son graves
Algunos pacientes alcanzan una recuperación significativa, pero otros solo recobran una pequeña parte de sus capacidades perdidas. ¿Qué puede ayudar a los últimos a aceptar sus limitaciones, por graves y duraderas que sean?
Bernie, que perdió mucha movilidad como resultado de un ataque apoplético, responde: “El gozo que me reporta la esperanza de vivir eternamente en la Tierra paradisíaca venidera, y la oración a mi Padre celestial, Jehová, me ayudaron a aceptar con serenidad mis limitaciones”.
Dicha esperanza ayudó a Erikka y a su marido, Georg, a resignarse y, aun así, disfrutar de la vida. Georg explica: “Dios ha prometido que llegará el día en el que habrá una curación total, así que no nos concentramos en los impedimentos. Seguimos haciendo todo lo que podemos por la salud de Erikka, claro está, pero es posible aprender a vivir con la coordinación deficiente de los músculos y concentrarse en cosas más positivas” (Isaías 33:24; 35:5, 6; Revelación [Apocalipsis] 21:4).
En los casos en que la recuperación es muy limitada, el apoyo de familiares y amigos es todavía más importante. Estos pueden ayudar a la víctima a sobrellevar su enfermedad, hasta que llegue el tiempo designado por Dios para remediar todas las dolencias.
El conocimiento de que les aguarda un futuro maravilloso en el que la salud será restablecida, permite a las víctimas de apoplejía y a sus familias enfrentarse a la vida día a día. Así pueden esperar pacientemente el alivio de todo sufrimiento en el nuevo mundo de Dios, que pronto llegará (Jeremías 29:11; 2 Pedro 3:13). Mientras tanto, todos los que acuden a Jehová pueden tener la seguridad de que aun ahora él les ayudará a afrontar las graves secuelas de una apoplejía (Salmo 33:22; 55:22).
-