“La ciudad que tiene fundamentos verdaderos”
TODA ciudad tiene fundamentos; por eso, si se habla de una ciudad con fundamentos verdaderos, debe ser de una naturaleza extraordinariamente duradera. Capitales antiguas, como Babilonia, Petra, Asur y Teotihuacán, difícilmente encajarían en esa descripción. Aunque en su día vibraron con el sonido de las multitudes, hoy son ciudades muertas, cubiertas por un manto de silencio; al igual que las naciones que representaron.
Por lo general, las capitales modernas suelen estar seguras de la solidez de sus fundamentos. Quizás no siempre sean las ciudades más grandes de sus respectivos países, pero tener la capitalidad de la nación les confiere cierta importancia, independientemente de su tamaño. Veamos cuatro ejemplos.
Un poco esquizofrénica
En 1790 el Congreso de Estados Unidos decretó que la sede permanente del gobierno de la nación no debería encontrarse dentro de las fronteras de ningún estado ya existente. Para este propósito se creó el Distrito de Columbia. No ha de confundirse la ciudad de Washington, ubicada en el Distrito de Columbia, al este de Estados Unidos, con el estado de Washington, situado al oeste del país, en la costa del Pacífico y a muchos miles de kilómetros de distancia de la capital de la nación.
El proyecto original, finalizado en 1791 por el ingeniero francés Pierre L’Enfant, concebía un conjunto muy bien estudiado de parques públicos y espacios abiertos que sirviera de fondo sobre el cual pudieran destacar el Capitolio y el resto de los edificios federales. Algún tiempo después, el arquitecto irlandés James Hoban proyectó la residencia presidencial. El edificio, construido con piedra arenisca blanca grisácea, resaltaba tanto entre las construcciones de ladrillo rojo de su entorno que enseguida se le empezó a llamar la Casa Blanca, nombre que recibió oficialmente en 1902.
Washington es única en muchos sentidos. Los edificios federales y más de trescientos monumentos y estatuas adornan una ciudad que sirve de hogar por temporadas a centenares de políticos. Según cierta fuente, en esta ciudad viven también unos 55.000 abogados y 10.000 periodistas.
Se ha dicho que Washington “refleja lo mejor y lo peor de Estados Unidos”. Lo peor incluye problemas comunes a las ciudades del país: desempleo, contaminación, crimen, vivienda deficiente y tensión racial, solo por nombrar unos pocos. Una obra de consulta definía Washington como “una metrópolis un poco esquizofrénica, tan notoria por su fealdad y crimen como famosa por su diversidad y extraordinarias bellezas”.
¿Una tercera Roma?
Hasta hace poco, Washington y Moscú tenían en común poco más que una Casa Blanca (al edificio del Parlamento de la República Rusa también se le llama así por su fachada de mármol blanco) y un excelente servicio de metro.
El metro de Moscú es rápido y barato, de una belleza difícil de encontrar en otros ferrocarriles subterráneos. En agosto de 1993, el precio de un billete, sin importar el recorrido, era el equivalente a un centavo estadounidense. Algunas estaciones son de mármol, y están adornadas con estatuas y pinturas de asombrosa belleza y hermosos frescos en los techos. Unas escaleras mecánicas muy veloces transportan a los pasajeros de la superficie a los andenes y viceversa.
Moscú es una de las ciudades más antiguas de Rusia. Según la tradición, se fundó en el año 1147, y en el siglo XV se convirtió en la capital del recién creado estado ruso. No obstante, en 1712 perdió la capitalidad en beneficio de San Petersburgo. Dos siglos más tarde, en 1918, tras la revolución bolchevique, recuperó la capitalidad de Rusia y se convirtió además en capital de la entonces nueva Unión Soviética.
La Plaza Roja se encuentra al este del Kremlin, centro mismo de la ciudad y, por décadas, símbolo del comunismo.
En el extremo sur de la Plaza Roja se halla la catedral de San Basilio, erigida a mediados del siglo XVI por el zar Iván IV, más conocido como Iván el Terrible. Su estructura y sus vivos colores la hacen única. Cuentan que al terminar la obra, cegaron al arquitecto que la construyó para impedir que volviera a crear algo parecido.
Las catedrales que están situadas tras las murallas del Kremlin han sido testigos mudos de la estrecha relación que han mantenido por siglos la política y la religión, en especial después de que Moscú se convirtió en la sede de la Iglesia Ortodoxa Rusa, en 1326. Con el tiempo se llegó a conocer a Moscú como “la tercera Roma”, y “los rusos estaban convencidos de que tenían una posición especial: el favor de Dios como defensor final de la verdad religiosa”. Sin embargo, el mausoleo de la Plaza Roja, donde yace embalsamado el cuerpo de Lenin, y las tumbas de otros comunistas ateos en la muralla del Kremlin, desmienten tal presunción.
¿Capital de la esperanza?
La idea de situar una capital en el interior de Brasil se propuso ya en 1789 y se incluyó en la Constitución de 1891. No obstante, el emplazamiento definitivo no se escogió hasta 1956. Cuatro años después el gobierno federal de Brasil iniciaba su viaje: un recorrido de 1.000 kilómetros desde Río de Janeiro hasta su nuevo hogar.
La construcción de toda una ciudad en un tiempo relativamente tan corto fue de por sí sobresaliente. Muchos brasileños señalaron con orgullo a la ciudad como símbolo de la futura grandeza de la nación y la elogiaban como la capital más moderna del mundo; llegaron a llamarla la “capital de la esperanza”. Brasilia posee un trazado arquitectónico impresionante y moderno, y su ordenada expansión la convierte en un ejemplo sobresaliente de planificación urbana a gran escala.
“Brasilia se construyó con el fin de dirigir la atención al interior del país —dice The New Encyclopædia Britannica—, para acelerar así la colonización de la región y el aprovechamiento de sus recursos sin explotar.” Hasta cierto grado, dichos objetivos se han cumplido. Pero al igual que Washington —cuya área metropolitana es ahora 40 veces mayor que el Distrito de Columbia—, Brasilia también ha crecido. En vez de los 600.000 habitantes para los que fue diseñada, ya viven en la capital y en las ciudades satélites más de 1.600.000 personas. En algunas zonas el nivel de vida deja mucho que desear.
Incluso en algunos aspectos, las características positivas de la ciudad han resultado ser un inconveniente. “El carácter de Brasilia —observa la revista National Geographic— es una mezcla de un jardín de estatuas y una base lunar.” El libro Das Bild unserer Welt (Un cuadro de nuestro mundo) dice: “Hasta el momento presente ha sido imposible crear un ambiente urbano en Brasilia, la nueva capital. En su lugar, el ocultismo, los grupos esotéricos y las sectas han prendido más en esta ciudad probeta que en ningún otro sitio, una reacción de la gente ante el vacío y la soledad”.
Así, “la capital de la esperanza” tiene claras deficiencias. Su atmósfera fría y estéril y sus grandes espacios abiertos, tan deseados en otras ciudades, se vuelven especialmente perceptibles cuando los políticos y oficinistas abandonan la ciudad los fines de semana y los días festivos.
Arriba en las montañas
Ocho de las diez montañas más altas del mundo se encuentran en parte o por completo en el territorio de Nepal. No sorprende, entonces, que su capital se halle a más de 1.300 metros sobre el nivel del mar. En comparación con otras grandes ciudades, los 235.000 habitantes de Katmandú son pocos. Por cada uno de ellos, hay ochenta nepaleses que viven en otras partes del país.a
La capital está situada en el valle de Katmandú, que en otro tiempo fue un lago. El tamaño del valle, unos 19 por 24 kilómetros, no le resta importancia. Durante siglos fue un poderoso centro comercial de las principales rutas que unían la India con China y el Tíbet. En los países montañosos el terreno cultivable siempre es escaso, así que existe el temor de que las ciudades crezcan demasiado y priven a la nación del valioso terreno fértil. No se trata de un temor infundado, pues la población de Katmandú se ha duplicado desde 1960. Se calcula que para el año 2020, cerca del 60% del valle estará ocupado por extensiones urbanas.
Katmandú, la única gran ciudad de Nepal, desempeña desde hace tiempo un papel decisivo en la vida social, económica y política de la nación, así como en la vida religiosa. The Encyclopedia of Religion asegura que el valle de Katmandú “ha visto una sucesión de ideologías sofisticadas y estilos artísticos con importantes tintes religiosos. [...] En ninguna otra parte del Himalaya se encuentran tan estrechamente ligados el budismo y el hinduismo”. Cabe mencionar que el lugar de nacimiento de Siddharta Gautama, que llegó a ser llamado el Iluminado, o el Buda, fue probablemente Lumbini, a menos de 240 kilómetros al sudoeste de Katmandú.
Naturalmente, esto ocurrió hace unos dos mil quinientos años más o menos. En tiempos más recientes, durante la década de los sesenta, los hippies también acudieron a Nepal y a Katmandú en busca de “iluminación”.
Una ciudad con fundamentos verdaderos
Por siglos, los humanos han construido ciudades desde las cuales gobernar a su semejante. Pero la trágica lección que nos ha enseñado la historia es que “no pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” correctamente. (Jeremías 10:23; Eclesiastés 8:9.)
Parece que las ciudades se encuentran en serias dificultades. Se esfuerzan por sobrevivir, al igual que los sistemas políticos que representan, pero los débiles fundamentos de la gobernación humana se tambalean. No ocurre lo mismo con “la ciudad que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y hacedor es Dios”. (Hebreos 11:10.)
La Biblia llama a esta ciudad la Jerusalén celestial. (Hebreos 12:22.) Este es un nombre adecuado, pues Jerusalén fue la capital terrestre del antiguo Israel, la nación típica de Dios. Pero la Jerusalén celestial, como capital de la organización universal de Dios, tiene un fundamento verdadero, pues su Edificador es el Dios eterno mismo. Salmo 46:5 dice proféticamente: “Dios está en medio de la ciudad; no se le hará tambalear”.
La gobernación humana se dirige tambaleante hacia su fin. En reconocimiento de este hecho, millones de personas “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” se están sometiendo voluntaria y sabiamente a la gobernación divina. (Salmo 47:8; Revelación 7:9, 10.)
Recuerde, la Nueva Jerusalén está en una posición más elevada que la montañosa Katmandú, pues se halla en los cielos. Y el agua del “río de agua de vida, claro como el cristal”, que fluye de la Nueva Jerusalén, es más pura y eficaz que la del río Potomac, de Washington, o la del río Moscova, que pasa junto al Kremlin. (Revelación 22:1, 2.) En vez de producir sentimientos de vacío y soledad, la Nueva Jerusalén es el medio por el cual Dios ‘satisfará el deseo de toda cosa viviente’. (Salmo 145:16.)
¡Qué maravilloso es saber que, a pesar de los graves problemas que se viven en las penosas ciudades del mundo, no estamos sin esperanza gracias a “la ciudad que tiene fundamentos verdaderos”!—Fin de la serie sobre las ciudades.
[Nota a pie de página]
a En comparación, uno de cada seis nicaragüenses vive en Managua, la capital de Nicaragua, y uno de cada cuatro senegaleses, en Dakar (Senegal).
[Fotografía en la página 24]
La Casa Blanca, Washington, D.C.
[Fotografía en la página 25]
La catedral de San Basilio, en la Plaza Roja, Moscú (Rusia)
[Fotografía en la página 26]
Templo hindú en Katmandú (Nepal)