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  • ¿Cómo puede sobrevivir en un vecindario peligroso?
    La Atalaya 1995 | 15 de agosto
    • Después de llevar treinta y ocho años en Río de Janeiro, Jorge dice: “Evito transitar por calles y áreas dudosas y no cedo a la curiosidad. Además, procuro no estar en la calle tarde por la noche ni sentir un temor excesivo. Aunque tomo mis precauciones, veo a todas las personas como si fueran honradas y las trato con dignidad y respeto”.

      Sí, evite problemas innecesarios. No se meta en lo que no le incumbe. Nunca subestime el hecho de que el pánico puede afectar los nervios y hacer que hasta personas de buena conducta actúen de modo irracional. Un caballero llamado Odair dice con respecto a su trabajo en zonas peligrosas: “Procuro ser positivo; no alimento la mente con el miedo a males que pudieran suceder, pues eso causa tensión innecesaria y sobresalto. Trato de respetar a todas las personas”. Además de estar alerta y guardar las distancias con gente sospechosa, menciona otra ayuda para controlar las emociones: “Sobre todo, cultivo confianza en Jehová Dios, recordando que nada escapa de sus ojos y que todo lo que ocurre se debe a que él lo permite”.

  • ¿Cuándo terminará el temor?
    La Atalaya 1995 | 15 de agosto
    • Antes de examinar la respuesta concluyente a esta pregunta, conviene recordar que ni siquiera los cristianos verdaderos tienen la garantía de que se les vaya a proteger del crimen. El apóstol Pablo mencionó algunos peligros que afrontó personalmente. Estuvo “en peligros de ríos, en peligros por parte de salteadores, en peligros por parte de [su] propia raza, en peligros por parte de las naciones, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar”. (2 Corintios 11:26.) Pero Pablo sobrevivió a estos peligros. Sucede lo mismo hoy día; si somos cautelosos, podemos desempeñar nuestras tareas con bastante normalidad. Examinemos algunas ideas que pueden ser útiles.

      Si vivimos en un vecindario peligroso, la buena conducta puede protegernos, pues la gente observa atentamente a sus vecinos. Aunque los asaltantes planean y llevan a cabo crímenes, muchos se consideran a sí mismos personas normales. Así que no critique sus acciones ni trate de averiguar lo que hacen. De esa forma puede reducir la posibilidad de que tomen represalias contra usted. Recuerde que los ladrones tratan de averiguar quién ha comprado un aparato nuevo o se va de vacaciones, de modo que sea discreto al revelar sus planes a otras personas.

      Muchos testigos de Jehová han visto que su reputación de ministros los ha protegido de modo especial. Con frecuencia, los delincuentes han respetado a estos cristianos, que dan de sí mismos con el fin de ayudar sin parcialidad a la gente de la comunidad. Los Testigos no son asesinos ni ladrones, ni tampoco son ‘entremetidos en asuntos ajenos’, y por tanto no suponen una amenaza. (1 Pedro 4:15.)

  • ¿Cuándo terminará el temor?
    La Atalaya 1995 | 15 de agosto
    • [Recuadro/Fotografías en la página 6]

      TOME PRECAUCIONES

      Muchos delincuentes trabajan de tiempo completo, y hacen del crimen su profesión. Puede que vayan en grupos de dos o tres, aunque solo uno le apunte con un arma. Cada vez resulta más obvio que cuanto más joven es el delincuente, más peligroso es. ¿Qué puede hacer si la víctima es usted?

      Permanezca calmado para no poner nervioso al ladrón: su inexperiencia puede costarle a usted la vida. Si es testigo de Jehová, dígaselo, pero esté dispuesto a entregar al ladrón lo que pida. Cuanto más se demore, más peligro corre. Después, tal vez pueda pedirle que le devuelva la documentación o el dinero para el autobús.

      Pocas veces puede determinarse quién es un delincuente. Algunos ladrones son drogadictos o profesionales; otros solo roban para comer. En cualquier caso, no lleve encima mucho dinero. No lleve joyas, anillos de oro ni relojes caros. Camine y circule con normalidad, sin mostrar temor. No fije la mirada en ninguna persona, como si quisiera identificarla. En caso de producirse un tiroteo en la calle, arrójese al suelo; la ropa puede limpiarse después. —Anterior policía de Río de Janeiro.

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