Los jóvenes preguntan...
¿Debería unirme a un equipo?
“¿QUÉ tiene de especial formar parte de un equipo?”, fue la pregunta en la revista Seventeen. El artículo contestaba: “Se trabaja con otras personas en un objetivo común, de modo que llegan a formarse buenas amistades. También se aprende a tratar con la gente: a resolver problemas en grupo, a ser flexible y considerado, y a ceder”.
De modo que jugar en un equipo deportivo parece reportar beneficios, entre los que se incluyen la diversión y el ejercicio.a Algunos incluso afirman que jugar con un equipo ayuda a forjar el carácter. Cierta liga juvenil de béisbol tiene el lema: “Carácter, valor y lealtad”.
El problema es que las agrupaciones deportivas no siempre se mantienen a la altura de sus nobles ideales. El libro Kidsports (Deportes para jóvenes) dice: “Algunos jóvenes influenciables aprenden a decir palabrotas, a hacer trampas, a pelear, a intimidar y a hacer daño a otros”.
Ganar a toda costa
Un artículo de la revista Seventeen admitió: “Los deportes tienen su lado oscuro: se da una importancia excesiva a ganar”. Este modo de pensar se opone diametralmente al consejo bíblico: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”. (Gálatas 5:26.) Aunque un poco de competencia amistosa puede hacer que un partido sea más interesante y divertido, una actitud excesivamente competitiva puede crear antagonismo y aguar la diversión.
Jon, que antes jugaba a fútbol americano en la escuela secundaria, recuerda: “Teníamos un entrenador que era verdaderamente obsesivo; siempre estaba gritándonos [...]. Me daba pánico ir a entrenar [...]. Me parecía estar en un campo de concentración”. Aunque no todos los entrenadores son tan exigentes, muchos conceden una importancia exagerada a ganar. Un escritor llegó a esta conclusión: “Muchos jugadores [...] llegan al extremo de perder el gozo de competir debido a la presión insoportable de ganar”. ¿A qué puede llevar esto?
La revista Science News publicó un estudio que revelaba que el 12% de los jugadores universitarios de fútbol y baloncesto “tenían problemas en por lo menos dos de estos cinco aspectos: angustia, dolor, consumo de alcohol y drogas, maltrato físico y mental, y un pobre rendimiento académico”. El libro On the Mark (En la marca) sigue esta misma línea al decir: “Casi toda persona relacionada con los equipos deportivos concuerda en que hay un gran problema de drogadicción en el deporte en todos los niveles”.
Pruebas morales
La presión por ganar también puede hacer que un joven sacrifique normas aceptables de justicia y honradez. El libro Your Child in Sports (Su hijo y el deporte) dice: “En el mundo deportivo de hoy, ganar no solo es bueno; es lo único. Perder no solo es malo; es imperdonable”.
Otra cruda realidad: frecuentemente los entrenadores presionan a sus jugadores para que lesionen al adversario. Un artículo de Psychology Today dijo: “Para ser bueno en el deporte, hay que ser malo. Al menos eso creen muchos deportistas, entrenadores y aficionados”. Un jugador profesional de fútbol americano afirma que normalmente él es “dulce, considerado y amigable”, pero en el terreno de juego se transforma por completo. Describe su personalidad en el campo de la siguiente manera: “Me vuelvo cruel y despreciable. [...] Doy asco. No siento ningún respeto por el tipo con el que voy a chocar”. Los entrenadores suelen alentar esta forma de pensar.
La Biblia exhorta a los cristianos: “Vístanse de los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia”. (Colosenses 3:12.) ¿Puedes cultivar dichas cualidades si todos los días en una arenga se te aconseja herir, aplastar o lisiar a tu adversario? Robert, de 16 años, admite: “Jugué en varios equipos, y sé que a nadie le importaba hacer daño con tal de ganar”. Ahora que es cristiano bautizado ha cambiado su punto de vista. Dice: “Nunca volvería a hacerlo”.
¿Entrenamiento, o lesiones?
Tampoco deben pasarse por alto los riesgos físicos. Es cierto que algunos deportes entrañan riesgos aun cuando se juegan entre amigos para pasar el rato. Pero los peligros son mucho mayores cuando a los jóvenes se les entrena para jugar a nivel casi profesional.
El libro Your Child in Sports dice: “Los jugadores profesionales pueden lesionarse, pero son adultos maduros muy diestros y están preparados físicamente; voluntariamente corren el riesgo de lesionarse y se les paga bien por ello. Además, el entrenamiento que reciben es el mejor y el más especializado, tienen las mejores instalaciones y reciben atención médica constante de primerísima categoría, ventajas con las que no cuentan los jóvenes que van a la escuela”. A los cristianos se les pide que “presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios”. (Romanos 12:1.) ¿No deberías pensar muy bien si realmente es necesario que sometas tu cuerpo a riesgos innecesarios o irrazonables?
Otros factores
Aun cuando los peligros para la salud parecen mínimos, jugar en un equipo consume mucho tiempo. Los entrenamientos no solo te obligan a tener menos vida social, sino que también te quitan tiempo que debe apartarse para el estudio y las tareas. La revista Science News informó que los deportistas universitarios tienen, por lo general, “calificaciones un poco más bajas” que otros estudiantes que participan en actividades extraescolares. Y algo más importante: quizá descubras que al formar parte de un equipo te resulte muy difícil ir en pos de lo que la Biblia llama “las cosas más importantes”, los intereses espirituales. (Filipenses 1:10.) Pregúntate: “¿Tendré que perderme algunas reuniones cristianas o salir menos a predicar por estar en un equipo?”.
Piensa también con cuidado en los posibles resultados de pasar muchas horas con jóvenes y adultos que no comparten tus puntos de vista sobre la moralidad, el habla y la competencia. La Biblia dice que “las malas compañías echan a perder los hábitos útiles”. (1 Corintios 15:33.) Por ejemplo, fíjate en lo que dijo un artículo de la revista The New York Times: “El vestuario [...] es un lugar donde los hombres hablan del cuerpo de la mujer en términos sexuales muy explícitos, donde presumen de sus experiencias sexuales y bromean acerca de golpear a las mujeres”. ¿Cómo te iría espiritualmente si decidieras estar en un ambiente así? (Compáralo con Santiago 3:18.)
Decide bien
¿Estás pensando en formar parte de un equipo? Entonces es posible que la información anterior te ayude a tomar la decisión apropiada. Además, toma en consideración la conciencia ajena. (1 Corintios 10:24, 29, 32.) Desde luego, no puede establecerse una regla rígida, puesto que las circunstancias varían de un país a otro. Probablemente en algunos lugares hasta se exija a los estudiantes que formen parte de un equipo. Pero si tienes dudas, habla del asunto con tus padres o con un cristiano maduro.
Muchos jóvenes cristianos han tomado la difícil decisión de no formar parte de un equipo deportivo, aunque les gusten los deportes y tengan la condición física idónea. La presión de los profesores, entrenadores y padres hasta pudiera despertar sentimientos de frustración. Un joven llamado Jimmy admite: “Para mí supone una lucha no participar. Mi padre, que no es creyente, fue un gran deportista cuando estuvo en la secundaria. A veces me resulta duro no formar parte de un equipo”. Aun así, el apoyo de los padres creyentes y de cristianos maduros de la congregación puede ayudarte mucho a apegarte a tu resolución. Jimmy dice: “Estoy muy agradecido a mi madre porque, cuando a veces me deprimo por la presión de jugar en un equipo, ella siempre me recuerda las verdaderas metas que tengo en la vida”.
Los deportes de equipos pueden enseñar a sus jugadores a cooperar y a resolver problemas. Pero hay muchas oportunidades de aprender eso mismo en el marco de la congregación cristiana. (Compáralo con Efesios 4:16.) Los deportes de equipos también son divertidos, pero no es imprescindible ingresar en un equipo para disfrutar de ellos. Algunos deportes pueden practicarse con amigos cristianos en algún patio o parque de la localidad. Las excursiones familiares proporcionan más oportunidades para jugar de modo sano. “Es mucho mejor jugar con otros jóvenes de la congregación —dice Greg, de 16 años—. Juegas solo para divertirte y al mismo tiempo estás con tus amigos.”
Es cierto que jugar en un patio quizá no te proporcione la emoción de estar en un equipo ganador. Pero no olvides que, en el mejor de los casos, “el entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas”. (1 Timoteo 4:8.) Cultiva la devoción piadosa, y a los ojos de Dios serás un verdadero ganador.
[Nota]
a Ve el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Me conviene jugar en equipo?”, que apareció en el número del 22 de febrero de 1996.
[Comentario de la página 22]
“Teníamos un entrenador que era verdaderamente obsesivo; siempre estaba gritándonos [...]. Me daba pánico ir a entrenar”
[Ilustración de la página 23]
Con demasiada frecuencia los entrenadores insisten en ganar, aun si para lograrlo hay que lesionar al adversario