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  • ¿Qué hay de malo en robar?
  • ¡Despertad! 1995
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  • ¿Síntoma de angustia?
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¡Despertad! 1995
g95 22/6 págs. 17-19

Los jóvenes preguntan...

¿Qué hay de malo en robar?

“Soy una joven de 16 años y tengo un grave problema. He robado mucho últimamente. Hace poco entré en un centro comercial y hurté varios pares de aretes. No me atrevo a contarle a nadie mi problema. ¡Por favor, ayúdenme!”

ESTAS palabras de una adolescente angustiada aparecieron en el consultorio sentimental de una revista. Un escritor informó: “[En Estados Unidos] cada año [...] se roban de los comercios, de una forma u otra, bienes de consumo por un valor aproximado de diez mil millones de dólares. Casi la mitad de los detenidos por hurtar en tiendas son adolescentes”.

Según una encuesta reciente, más de un tercio de los estudiantes de secundaria admiten haber robado en alguna tienda. Y de acuerdo con otra encuesta, dirigida por los investigadores Jane Norman y Myron Harris, “casi todos [los jóvenes] reconocen que en un momento u otro se han apropiado de algo sin pagarlo”.

Por qué roban

Por definición, ladrón es el que deliberadamente le quita a otro algo que le pertenece sin su permiso. A veces el hurto parece estar justificado por la necesidad. “Me hallaba en una situación muy apurada —recuerda un joven indigente—. Iba a la parte trasera de un [restaurante de comida rápida], abría la puerta de una patada y tomaba varios trozos de pollo. Pero nada más. Lo hacía porque tenía hambre.”

Un proverbio bíblico dice: “La gente no desprecia al ladrón simplemente porque comete robo para llenarse el alma cuando tiene hambre”. No obstante, robar es incorrecto. El siguiente versículo bíblico muestra que quien hurtaba, aunque fuera para comer, debía ‘resarcir’ al perjudicado con un cuantioso pago. (Proverbios 6:30, 31.)

Pero, aunque parezca mentira, solo una minoría de adolescentes roban por necesidades legítimas. Un caso típico es el de Mónica, que admitió: “Sí, robé en una tienda, y lo extraño es que no entiendo por qué lo hice. Mis padres me dan dinero para todo. No necesitaba nada”.a La revista Seventeen comentó igualmente: “En una encuesta llevada a cabo por el Consejo Nacional de Prevención del Crimen, la principal razón presentada por los infractores fue que querían conseguir algo gratis”. Algunos jóvenes incluso justificaron sus hurtos argumentando que los comercios ‘tienen los precios muy altos’.

Muchos jóvenes roban para combatir el aburrimiento. “Era una forma de matar el tiempo al salir de la escuela”, explicó un ex ladrón llamado Jeremy. Parece que robar también hace las veces de deporte de alto riesgo; algunos, por lo visto, disfrutan de la subida de adrenalina que experimentan al meter aceleradamente una blusa robada en el bolso de mano o al deslizar un disco compacto hacia dentro de la mochila.

¿Síntoma de angustia?

Hay formas mucho mejores de combatir el aburrimiento, evidentemente, que arriesgarse a acabar en la cárcel. ¿Cabría, pues, la posibilidad de que haya otros factores que expliquen el ansia de emociones fuertes? Muchos entendidos creen que sí. La revista Ladies’ Home Journal observó que a algunos jóvenes “les cuesta hacer frente a las presiones de su desarrollo. Una pelea con los padres, la ruptura de una amistad o una calificación baja en un examen pueden hacerlos sentir que no tienen dominio sobre su vida; al quebrantar las reglas recobran la sensación de poder”.

En efecto, tras la bravuconería de un ladrón pueden esconderse gran dolor y angustia. Como dice la Biblia, “Aun en la risa el corazón puede estar con dolor”. (Proverbios 14:13.) Las pruebas indican que hurtar en las tiendas por costumbre puede ser un síntoma de depresión. Algunos ladrones jóvenes sufrieron abuso sexual en la niñez. Independientemente de la causa de la angustia, parece que la emoción de robar la elimina, por lo menos momentáneamente.b Toma, por ejemplo, el caso de un joven estadounidense que se divierte robando automóviles para dar un paseo alocado. “Es fabuloso —dice—. Te entra como un miedo... es superexcitante.”

Los compañeros y su influencia

La Biblia dice: “Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles”. (1 Corintios 15:33.) Esta verdad se reconoce en todas partes. La escritora Denise V. Lang observó: “Los jóvenes casi nunca se meten en problemas por sí solos”. A menudo los amigos se desafían a cometer un robo, y lamentablemente algunos ceden a la presión.

“Empecé a relacionarme con un grupo de chicas en la escuela secundaria”, dice una joven llamada Kathy. ¿Cuál era el requisito para entrar en su exclusivo círculo? Robar un suéter caro. “Yo quería pertenecer a su grupo, así que fui a una tienda y me llevé uno”, confiesa.

La opinión de Dios

La idea de poseer artículos inasequibles para ti, de sentir la emoción de las actividades de alto riesgo o de ser aceptado por los compañeros puede hacer que el robo parezca atractivo. No obstante, uno de los Diez Mandamientos de la Biblia es: “No debes hurtar”. (Éxodo 20:15.) El apóstol Pablo escribió que los ‘ladrones no heredarán el reino de Dios’. (1 Corintios 6:10.) La opinión de Dios debe interesar sobre todo a los jóvenes que han recibido una crianza cristiana. ¡Qué hipócrita sería presentar una fachada de honradez y a escondidas ser un ladrón! El apóstol Pablo lo expresó así: “Tú, sin embargo, el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas: ‘No hurtes’, ¿hurtas?”. (Romanos 2:21.)

La humillante posibilidad de ser arrestado es razón suficiente para no caer en este vicio. Tras su detención por robo, un joven dijo: “Quería morirme”. Pero la principal razón para no ceder al impulso o la presión de hurtar es saber que Jehová ‘odia el robo’. (Isaías 61:8.) Aun cuando ni los encargados de los negocios, ni la policía ni los padres descubrieran los hurtos, uno no podría ocultárselos a Jehová. Inevitablemente saldrían a la luz. (Isaías 29:15.)

Recuerda también que el pecado insensibiliza. (Hebreos 3:13.) Los robos de poca importancia tienden a convertirse en acciones más cínicas y temerarias. Por ejemplo, un joven llamado Carlos inició su carrera delictiva robando dinero del portamonedas de su madre. Con el tiempo acabó derribando al suelo a ancianas para quitarles el bolso.

Cómo resistir la tentación

Hay que reconocer que si se ha comenzado a robar en secreto, quizás no sea fácil dejar de hacerlo. “Era como una adicción”, admitió un muchacho. ¿Qué puede ayudar al joven a cambiar su conducta?

Confiesa tu pecado a Dios. Él “perdonará en gran manera” a quienes se arrepientan de sus errores y se los confiesen sinceramente. (Isaías 55:7.)

Busca ayuda. Muchos lectores de esta revista conocen bien la congregación cristiana de testigos de Jehová de su zona. En tal caso pueden acudir a los superintendentes cristianos locales en busca de ayuda espiritual y corrección. (Santiago 5:14, 15.) Los padres que tienen buenos principios morales también pueden proporcionar ayuda y apoyo. Si la mala conducta se debe a dolor, angustia o simple aburrimiento, puede resultar útil hablar con una persona compasiva. (Proverbios 12:25.)

Devuelve lo robado. La Ley mosaica estipulaba que los ladrones devolvieran con intereses los bienes robados. (Levítico 6:4, 5.) Al hacerlo no solo se tranquiliza la conciencia, sino que uno se percata bien del perjuicio que causa a los demás. La Biblia promete que si la persona ‘devuelve la cosa misma tomada en prenda, paga las mismas cosas tomadas por robo, y realmente anda en los estatutos mismos de vida [...], positivamente seguirá viviendo. No morirá’. (Ezequiel 33:15.)

No cedas a la envidia y la codicia. El último de los Diez Mandamientos es: “No debes desear [...] cosa alguna que pertenezca a tu semejante”. (Éxodo 20:17.) Si verdaderamente necesitas o deseas algo pero no está a tu alcance, puedes buscar una manera de ganar dinero para comprarlo. El apóstol Pablo aconsejó: “El que hurta, ya no hurte más, sino, más bien, que haga trabajo duro, haciendo con las manos lo que sea buen trabajo”. (Efesios 4:28.)

Ten cuidado con las compañías. “Si estás con uno o varios amigos, y estos hacen algo malo o cometen un delito —apunta la escritora Denise Lang—, a ti también te acusarán, por haber estado en la escena de los hechos.” Ten el valor de negarte si los amigos te proponen hacer algo ilegal. (Proverbios 1:10-19.)

Piensa en el daño que causas a los demás. El ladrón solo piensa en sí mismo. Pero Jesús nos aconseja: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. (Mateo 7:12.) Cuando uno aprende a preocuparse por los demás, se siente menos inclinado a hacer cualquier cosa que pueda perjudicarlos.

Reflexiona en las repercusiones que tendría en ti mismo. (Gálatas 6:7.) En lugar de pensar en cuánto te gustaría tener ese lujoso aparato o esa chuchería que no está a tu alcance, piensa en la vergüenza que pasarás si te atrapan y te juzgan; piensa en la deshonra que será para tus padres y para Dios. Seguro que concluirás que robar no es tan buena idea como parecía.

[Notas a pie de página]

a Se han cambiado algunos nombres.

b No nos referimos aquí a la cleptomanía, una anomalía psíquica caracterizada por la tendencia obsesiva al hurto. Esta, según los médicos, tiene una incidencia baja, pues afecta a menos del 5% de los rateros conocidos. Normalmente se trata con medicamentos.

[Fotografía en la página 18]

Muchos rateros sufren la vergüenza de ser atrapados

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