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  • g99 8/11 págs. 8-10
  • Vidas arruinadas y vidas perdidas

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  • Vidas arruinadas y vidas perdidas
  • ¡Despertad! 1999
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  • “Una forma de huir de la realidad”
  • ‘Inmersa en el mundo de las drogas’
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¡Despertad! 1999
g99 8/11 págs. 8-10

Vidas arruinadas y vidas perdidas

“LAS drogas funcionan como un mazo”, señala el doctor Eric Nestler. De hecho, un solo golpe con estos mazos químicos puede ser mortal. “Por ejemplo, se sabe que el crack ha matado a algunas personas la primera vez que lo tomaban”, indica el libro Drugs in America.

La nueva oleada de drogas sintéticas puede ser igual de peligrosa. “Los jóvenes incautos que compran drogas en una fiesta rave no tienen ni idea del cóctel químico que va a bombardear su cerebro”, dice la publicación World Drug Report, de las Naciones Unidas. Sin embargo, para la mayoría de los jóvenes, el descenso a las profundidades de la drogadicción es gradual, como lo ilustran los siguientes ejemplos.

“Una forma de huir de la realidad”

Pedroa se crió en una familia de nueve hijos, en un barrio peligroso de la ciudad española de Córdoba. Tuvo una infancia traumática debido al alcoholismo de su padre. Cuando tenía 14 años, su primo le dio a fumar hachís, y en un mes ya estaba enviciado.

“Tomar drogas era un pasatiempo —explica Pedro—, una forma de huir de la realidad y de formar parte del grupo. A los quince años empecé a complementar el hachís con LSD y anfetaminas. El LSD era mi droga favorita, y con el fin de obtener dinero para comprarla, comencé a vender droga en pequeñas cantidades, principalmente hachís. Una vez, después de tomar una sobredosis de LSD, no pude dormir en toda la noche y sentí que me había vuelto loco. Esta experiencia me asustó. Me di cuenta de que si seguía drogándome, acabaría preso o muerto. Pero mi ansia de drogas dejó este miedo a un lado. Llegué a tener una grave adicción al LSD, hasta el punto de que cada vez necesitaba una dosis mayor para alcanzar el estado de euforia. A pesar de los atemorizadores efectos secundarios, no podía parar. No veía una salida.

”El LSD no era barato, así que aprendí a robar en joyerías, arrebatar carteras a los turistas y sustraer relojes y billeteras a los transeúntes. A los diecisiete años me había convertido en un reconocido traficante en mi zona de la ciudad, y a veces participaba en atracos a mano armada. En el barrio tenía la reputación de ser un delincuente violento, por lo que me gané el apodo de el Torcido.

”Cuando combinas las drogas con el alcohol, cambia tu personalidad, a menudo se vuelve violenta. El deseo de conseguir más drogas es tan fuerte que anula por completo tu conciencia. La vida llega a ser como una montaña rusa en la que se pasa de un estado de euforia a otro.”

‘Inmersa en el mundo de las drogas’

Ana, la esposa de Pedro, se crió en España, en un entorno familiar agradable. Cuando tenía 14 años conoció a unos chicos de una escuela cercana que fumaban hachís. Al principio, su comportamiento extraño le repelía, pero a Rosa, una de sus amigas, le gustaba uno de los muchachos. Este convenció a Rosa de que fumar hachís no era perjudicial y de que le encantaría, así que lo probó y después pasó el cigarrillo a Ana.

“Me sentí muy bien, por lo que al cabo de unas semanas lo fumaba diariamente —dice Ana—. Como un mes después, empecé a tomar también anfetaminas, puesto que el hachís ya no me proporcionaba tanto placer.

”En poco tiempo, mis amigos y yo estábamos completamente inmersos en el mundo de las drogas. Hablábamos de quién podía tomar más droga sin efectos secundarios y quién disfrutaba del mejor ‘viaje’. Fui abandonando poco a poco la vida normal, casi nunca asistía a clase. Y cuando el hachís y las anfetaminas no me bastaron, empecé a inyectarme un derivado de la morfina que obtenía en diferentes farmacias. Durante el verano acudíamos a conciertos de rock al aire libre, donde siempre resultaba fácil conseguir drogas como el LSD.

”Un día mi madre me sorprendió fumando hachís. Mis padres hicieron todo lo que pudieron por protegerme. Me hablaron de los peligros que entrañaba tomar drogas y me aseguraron que me amaban y que se preocupaban por mí. No obstante, yo no deseaba su ayuda, pensé que se estaban entrometiendo en mi vida. A los dieciséis años decidí marcharme de casa. Me uní a un grupo de jóvenes drogadictos que recorrían España vendiendo collares hechos a mano. Dos meses más tarde, la policía me detuvo en Málaga.

”Cuando las autoridades me entregaron a mis padres y estos me recibieron con los brazos abiertos, me avergoncé de lo que había hecho. Mi padre estaba llorando y nunca antes lo había visto hacerlo. Lamenté haberlos herido, pero mi remordimiento no fue lo suficientemente fuerte como para dejar el mundo de la droga. Seguí consumiéndola todos los días. A veces, cuando no estaba bajo sus efectos, pensaba en los riesgos que corría, pero no por mucho tiempo.”

De albañil a traficante

José, un simpático padre de familia, pasó cinco años introduciendo ilegalmente en España cannabis procedente de Marruecos. ¿Cómo se convirtió en narcotraficante? “Cuando trabajaba de albañil, un compañero empezó a traficar con drogas —explica José—. Como necesitaba dinero, me dije a mí mismo: ‘¿Por qué no lo hago yo también?’.

”Era fácil conseguir cannabis en Marruecos, así que compraba tanto como pudiera llevar. Tenía una lancha motora con la que podía evadir sin problemas a la policía. Una vez que introducía el cargamento en España, lo vendía en grandes lotes de unos seiscientos kilogramos cada uno. Tan solo tenía tres o cuatro clientes, pero estos se quedaban con toda la droga que pudiera suministrarles. A pesar de la vigilancia policial, lograba pasar la mercancía. Los traficantes teníamos a nuestra disposición un equipo mucho mejor que el de la policía.

”Hice mucho dinero fácilmente. Un viaje de España al norte de África podía reportar de 25.000 a 30.000 dólares. Enseguida tuve a treinta hombres trabajando para mí. Nunca me detenían, pues pagaba a un soplón para que me avisara cuando la policía estuviese vigilando mis actividades.

”De vez en cuando pensaba en cómo toda esa droga podía perjudicar a otras personas, pero me autoconvencía de que el cannabis era una droga blanda que no iba a matar a nadie. Dado que estaba ganando tanto dinero, realmente no pensé mucho en eso, y en cuanto a mí, nunca llegué a probarla.”

¡La bolsa y la vida!

Como muestran estos ejemplos, las drogas se adueñan de la vida de la gente. Una vez que se es adicto a ellas, resulta difícil y traumático dejarlas. Como señala el libro Drugs in America, “en el antiguo Oeste, los bandidos blandían sus pistolas delante de sus víctimas y exclamaban: ‘¡La bolsa o la vida!’. Las drogas son peores que aquellos forajidos. Te quitan ambas cosas”.

¿Se puede parar al monstruo destructivo de la droga? En el siguiente artículo se analizan algunas soluciones.

[Nota]

a Se han cambiado algunos nombres.

[Comentario de la página 8]

“En el antiguo Oeste, los bandidos blandían sus pistolas delante de sus víctimas y exclamaban: ‘¡La bolsa o la vida!’. Las drogas son peores que aquellos forajidos. TE QUITAN AMBAS COSAS”

[Ilustración y recuadro de la página 10]

¿DIRÁ SU HIJO NO A LAS DROGAS?

¿QUÉ ADOLESCENTES CORREN MAYOR PELIGRO?

a) Los que quieren demostrar que son independientes y que están dispuestos a correr riesgos.

b) Los que tienen poco interés por alcanzar metas académicas o espirituales.

c) Los que están en contra de la sociedad.

d) Los que no tienen un concepto claro del bien y del mal.

e) Aquellos que carecen de apoyo por parte de sus padres y cuyos amigos los incitan a tomar drogas. Algunos investigadores han observado que “la calidad de la relación que tiene el adolescente con sus padres parece ser la mejor protección contra la drogadicción” (cursivas nuestras).

¿CÓMO PUEDE PROTEGER A SUS HIJOS?

a) Manteniendo una estrecha relación con ellos, así como una buena comunicación.

b) Inculcándoles un concepto claro del bien y del mal.

c) Ayudándolos a fijarse metas concretas.

d) Haciéndoles sentir que forman parte de una familia cariñosa y de una afectuosa comunidad.

e) Explicándoles cuáles son los peligros de la drogadicción. Es evidente que los niños necesitan saber por qué deben decir no a las drogas.

[Reconocimiento]

Fuente: World Drug Report, de las Naciones Unidas

[Ilustración de la página 9]

Drogas confiscadas en Gibraltar

[Reconocimientos]

Cortesía de la policía de Gibraltar

Godo-Foto

[Ilustración de la página 10]

Yo tenía una lancha motora como esta, con la que podía evadir sin problemas a la policía

[Reconocimiento]

Cortesía de la policía de Gibraltar

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