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Países de la antigua YugoslaviaAnuario de los testigos de Jehová 2009
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De modo que la sucursal de Suiza dispuso que se mudaran a Yugoslavia veinte precursores de experiencia, entre ellos Martin Poetzinger, Alfred Schmidt, Vinko y Josephine Platajs y Willi y Elisabeth Wilke. Aunque estos abnegados hermanos no hablaban ni esloveno ni serbocroata, se valieron de tarjetas de testimonio para predicar con ánimo, abriendo así las puertas al progreso de la obra.
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Países de la antigua YugoslaviaAnuario de los testigos de Jehová 2009
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En cierta ocasión, Willi Wilke, su esposa y Grete Staudinger fueron a un pueblo remoto de Croacia a distribuir el folleto El Gobernante justo, que tenía en la portada una ilustración de Jesucristo. Cada precursor andaba predicando por su lado cuando, de pronto, Willi escuchó una gritería en la plaza y se dirigió hacia allá. “¡Qué susto me llevé al ver a mi esposa rodeada de unas veinte personas furiosas! Y más cuando vi que tenían hoces en las manos —relata él—. Cerca de ahí, otro grupo quemaba nuestros folletos.”
Los precursores no tenían ni la menor idea de por qué aquellos humildes pobladores estaban tan molestos. Y la hermana Wilke no entendía el idioma lo suficiente como para averiguarlo. Pero Grete sí dominaba las lenguas locales, así que se acercó con decisión y preguntó: “Señoras y señores, ¿qué hacen?”.
—¡No queremos al rey Pedro! —contestaron todos casi al mismo tiempo.
—Tampoco nosotros —dijo Grete.
Sorprendidos, algunos señalaron la ilustración del folleto y preguntaron: “Entonces, ¿por qué le hacen propaganda?”.
Grete entendió el problema. Lo que sucedía era que el año anterior, en 1934, habían asesinado al rey Alejandro I de Yugoslavia, y el sucesor era su hijo Pedro. Pero el pueblo no quería tener a un soberano serbio, sino que prefería la autonomía. ¡Y la gente pensaba que el de la ilustración era el rey Pedro!
Una vez aclarado el malentendido, los hermanos dieron un testimonio completo del Rey Jesucristo. Algunos de los que habían quemado su folleto incluso pidieron uno nuevo. Al final, los tres precursores se fueron de allí felices y convencidos de que la mano protectora de Jehová los había cuidado.
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