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Dando el lugar de primera importancia a los intereses del ReinoLa Atalaya 1961 | 1 de noviembre
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Dando el lugar de primera importancia a los intereses del Reino
SE HA recibido con gran aprecio el entrenamiento especial que se provee a los superintendentes de las congregaciones de los testigos de Jehová en un curso de un mes en las Escuelas del Ministerio del Reino de la Sociedad Watchtower. Pero para los hombres que tienen familias que sostener, y en una época cuando el empleo es escaso, el hacer arreglos para asistir a la escuela ha demandado una fe fuerte.
Los que han asistido han tenido que enfrentarse a una pregunta. No, no era de si irían a la escuela o no; sabían la respuesta a eso. Pero la pregunta era: ¿Estaría anuente su empleador seglar a permitirles dejar el empleo por un mes entero o más y aun darles su trabajo cuando volvieran? No importaba cuál fuera la respuesta, sabían que estarían haciendo lo correcto si daban el lugar de primera importancia a su servicio a Dios.
Algunos patronos, al saber que se le iba a dar entrenamiento gratuito al siervo de congregación para equiparlo para una superintendencia más eficaz, se maravillaron por el interés que mostraba la organización en los que la representan. Tan solo la idea de que no se cobraba nada por el entrenamiento o aun por alojamiento y comida en la escuela les sorprendía. ¿Y cuál era el objetivo del entrenamiento? No uno comercial; no para que el superintendente pudiera hacer más dinero para alguna organización, ni siquiera para que pudiera hacer dinero para sí mismo; sino para que pudiera cuidar las necesidades espirituales de los de su congregación de manera más eficaz. El hecho de que la Sociedad Watchtower da el entrenamiento gratis y el superintendente está dispuesto a dar de su tiempo para recibirlo ha hecho que algunos patronos opinen que lo menos que pueden hacer ellos es cooperar un poco.
En otros lugares de empleo no ha habido demostración espontánea de buena voluntad. Esto ha resultado en someter a prueba la fe del siervo de congregación, pero una prueba que él ha superado con la ayuda de Jehová.
Un superintendente de congregación de Fort Worth, Tejas, relata esta experiencia que tuvo: “Cuando recibí mi invitación para asistir a la Escuela del Ministerio del Reino en South Lansing, Nueva York, me apersoné al dueño del negocio donde trabajaba y le pedí permiso para ausentarme por seis semanas. La respuesta fue un No muy claro, y cuando le informé a mi patrono que iba a ir de todas maneras, comenzó a poner avisos para reemplazarme como superintendente en su organización comercial....
“El lunes antes de mi partida el dueño envió notas internas a las dieciséis cabezas de departamento para que se pusieran en comunicación conmigo de inmediato si su negocio lo requería, dado que yo estaría ausente con permiso durante las próximas seis semanas.
“Cuando recibí mi último cheque de pago antes de irme, le pregunté si podía tener mi pago de vacaciones, dado que mi familia lo necesitaría. Replicó mi patrono: ‘Qué le parece si simplemente le envío a su esposa su próximo cheque de pago y le guardamos su pago de vacaciones para este verano, dado que usted probablemente deseará irse como lo hace todos los veranos.’”
El superintendente de Burlington, Carolina del Norte, tuvo esta experiencia: “Cuando pedí permiso para ausentarme por un mes para poder venir a la Escuela del Ministerio del Reino, mi superintendente me informó que no se interpondría en el camino de nadie que tratara de servir al Señor. Al día siguiente, no obstante, nuestro gerente de personal me informó que perdería mi antigüedad y el seguro si tomaba un extenso permiso de ausencia, y en caso de que surgiera una emergencia tendrían que emplear a alguien para que me reemplazara. De todas maneras, estaba determinado a venir a la escuela y así lo declaré.
“Antes de mi partida para la escuela mi superintendente vino y me dijo que no me preocupara mientras estuviera afuera durante el mes, que mi seguro estaría en vigencia para mí y mi familia, y que tendría un ascenso cuando regresara al trabajo. Expresé mi aprecio por todo lo que había hecho por mí, pero le dije que estaba más interesado en mi obra ministerial que lo que lo estaba en asumir cualquier responsabilidad mayor allí, y también que debido a mi actividad ministerial tendría que tomar otras dos semanas durante el verano para asistir a nuestra asamblea en Tejas. Declaró que siempre me había arreglado las cosas antes, y que arreglaría algo para este verano.”
Un siervo de congregación que es también precursor en Carolina del Norte escribe esto: “Mi esposa y yo nos llenamos de gozo cuando llegó mi invitación para asistir a la clase decimoséptima de la Escuela del Ministerio del Reino en South Lansing, Nueva York. Hemos estado en el servicio de precursor regular por varios años, y estaba muy contento de recibir un entrenamiento que mejoraría mi habilidad para presentar el mensaje del Reino de Jehová.
“No obstante, un problema aparecía en el horizonte. He trabajado para la compañía... por cerca de año y medio, y la clase de trabajos que nos permiten a mi esposa y a mí hacer el precursorado son muy escasos en esta zona. Cuando me presenté ante mi superintendente de personal y le hablé acerca de asistir a la escuela bíblica dudó de que pudiera irme y retener mi empleo. Señaló inmediatamente que los últimos tres hombres que tomaron más de dos semanas de licencia habían sido despedidos. A pesar de esto fui a hablar al gerente de distrito concerniente a la escuela. Le expliqué el valor educativo del curso, las clases para conferencias públicas, y el propósito del entrenamiento. Cuando le expliqué que necesitaría cuatro semanas de licencia para concurrir, pensó por unos pocos momentos, y dijo: ‘Sé que usted toma su religión con toda seriedad, y eso es bueno para cualquier hombre. Voy a hacer una excepción y dejarle ir debido a que me gusta su obra y a que tiene un buen registro con nosotros.’ Cuando comencé a solicitarle un pago de vacaciones de una semana, interrumpió diciendo: ‘No se preocupe acerca de dinero. Continuaré su pago regular con tal que no lo diga en la oficina. Después de todo,’ dijo, ‘esta es una rara excepción.’
“Cuando le expliqué acerca de la escuela al gerente del campamento de casas rodantes donde vivo, dijo que no me cobraría un centavo mientras estuviera ausente, y que simplemente dejara la casa rodante donde estaba.
“Por lo tanto, aunque algunas veces nuestros problemas parecen montañas, si confiamos en Jehová y en su habilidad para resolver por nosotros nuestros problemas, nuestra única preocupación mayor será la de alabar su nombre más y más.”
El superintendente de Beaumont, California, escribe esto: “Cuando recibí mi invitación para venir a la Escuela del Ministerio del Reino en South Lansing estaba teniendo dificultades con mis cuerdas vocales, las cuales describió el doctor como ‘garganta irritada de predicador.’ El remedio, dijo, era dejar de hablar tanto. Mi único ingreso provenía de ventas comerciales y eso había sido casi nulo durante los últimos cuantos meses, con la usual acumulación de cuentas. Pero el espíritu de Jehová entró en el asunto, y mi esposa sugirió que quizás ella podía obtener un trabajo. Pudo hacerlo, y aunque su salario no bastaba para todos los gastos y para pagar el viaje, nos dio algún dinero. Así que ella tomó su libreta de apuntes y su lápiz como secretaria, y yo tomé su delantal y ahorré mi voz. Con una contribución de la congregación para compensar lo que resta, puedo, mediante la bondad inmerecida de Jehová, asistir a la Escuela del Ministerio del Reino.”
Un siervo de congregación de Brooklyn, Nueva York, dijo que en tres distintas oportunidades habló a su patrono para pedirle licencia para asistir a la Escuela del Ministerio del Reino. Se le negó las tres veces, y la tercera vez la respuesta fue colérica. Tres días más tarde era tiempo para partir para la escuela, por lo tanto el hermano volvió a hablar a su empleador, esta vez pidiendo toda su paga, dado que iba a tener que decir Adiós. En esta oportunidad, después de una larga conversación en la cual se explicó de nuevo el propósito de la escuela, se concedió la licencia.
Algunos que han concurrido a la escuela han perdido sus empleos seglares al hacerlo, pero ni aun a éstos les parece que el Señor los hubiera abandonado. ¡Nada de eso! Él los bendijo mucho más allá de sus expectativas con cosas buenas en la Escuela del Ministerio del Reino. Tampoco dejará de escuchar sus oraciones, al pedirle: “Danos nuestro pan para el día de acuerdo con las necesidades del día.” (Luc. 11:3) Como Jesús mismo lo aseguro, los que busquen con ahínco primero el reino de Dios hallarán que todas las otras cosas necesarias para la vida les son agregadas.—Mat. 6:33.
El ejemplo de estos superintendentes de dar el lugar de primera importancia a los intereses del Reino es excelente. Ellos son, como dijo el apóstol Pablo que deberían ser: “dechados de la grey.” (1 Ped. 5:3) Otros que están asociados con la sociedad del nuevo mundo emularán su buen ejemplo. Cuando se enfrenten a circunstancias en las cuales el trabajo seglar pudiera hacer que les fuera imposible concurrir a una asamblea del pueblo de Jehová o cuando el trabajo seglar comience a ocupar el tiempo de las reuniones de congregación, recordarán el consejo que se halla en Hebreos 13:7: “Acuérdense de aquellos que los están gobernando, los cuales les han hablado la palabra de Dios a ustedes, y al contemplar los resultados de su conducta imiten la fe de ellos.”
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1961 | 1 de noviembre
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Preguntas de los lectores
● La Atalaya del 15 de marzo de 1961 declaró que la congregación cristiana, al empezar en el Pentecostés, “tenía seis de los ocho creyentes judíos que fueron usados para escribir los restantes veintisiete libros de la Santa Biblia.” Uno de los que no estaban presentes fue, por supuesto, el apóstol Pablo. ¿Quién fue el otro?—M. W., Indonesia.
De Hechos 1:13, 14 se desprende que Mateo, Juan y Pedro, apóstoles y escritores de las Escrituras Cristianas Griegas, estaban presentes, porque allí se menciona a todos los apóstoles fieles. Y puesto que también se dice que allí estaban los hermanos, o hermanastros, de Jesús, también estaban incluidos Santiago y Judas. Existe una razón doble para creer que Marcos fue uno de los primeros creyentes: Primero, parece que él fue el joven que, en escasas vestiduras, huyó en la noche en que Jesús fue traicionado, porque Marcos es el único que menciona este incidente, y si hubiese sido otro y no él, no hay duda de que él lo hubiera mencionado por nombre. Segundo, la congregación incipiente usaba la casa de la madre de Marcos como lugar en que se adoraba, lo que parecería indicar que tanto ella como su hijo Marcos se habían hecho seguidores de Jesús antes de la muerte de éste.—Mar. 14:51, 52; Hech. 12:12.
Esto, entonces, aparte de Pablo, dejaría solamente a Lucas. El hecho de que lo más probable era que él no estaba presente en el Pentecostés lo manifiesta claramente la introducción de su Evangelio, porque él habla de “los que desde el principio llegaron a ser testigos oculares y servidores del mensaje” y que “nos los entregaron,” mostrando así que él no era un testigo ocular. Además, la referencia primera a Lucas, pero solo por medio del pronombre personal “nos,” viene después de la conversión de Saulo, que después llegó a ser el apóstol Pablo.—Luc. 1:2; Hech. 16:10.
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