Los que van en pos de la paz
SI SU corazón anhela el tiempo cuando la Tierra esté libre de los estragos de la guerra, las palabras inspiradas: “Busque la paz y vaya en pos de ella,” son palabras oportunas para usted. (1 Ped. 3:11) No solo es cosa de tratar de estar en paz con nuestro semejante, sino que primero tenemos que venir a estar en paz con Dios, armonizando nuestra vida con su Palabra. Entonces hallaremos que podemos vivir en paz con nuestro semejante, y llenaremos los requisitos para la vida en el pacífico nuevo sistema de cosas de Dios, que ahora se ha acercado.
Por eso, es con vehemente interés que los amadores de la paz leen lo que la propia Palabra de Dios la Biblia predijo que tendría lugar en nuestro día: “Y [Jehová Dios] ciertamente rendirá juicio entre muchos pueblos, y enderezará asuntos respecto a poderosas naciones lejanas. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”—Miq. 4:3.
Para efectuar un cumplimiento de estas palabras uno pudiera esperar que el clero estuviera tomando la delantera en reaccionar a la dirección de Dios, pero los hechos muestran que los caudillos religiosos repetidas veces han dado su bendición a la matanza desenfrenada de vida humana. El apoyo que recibió Adolfo Hitler de parte del clero católico y luterano es una parte bien conocida del registro moderno. Lo mismo es verdad del sostén dado por el Vaticano al fascista Mussolini; y el clero protestante por todo el mundo no ha mostrado menos renuencia al orar por el éxito de la guerra hecha por sus respectivos países.
Tampoco han estado menos entusiásticos en este respecto los caudillos religiosos “no cristianos.” En países como el Japón el sintoísmo y la mayor parte de los grupos budistas desempeñaron un papel importante en acondicionar la mente de la gente para creer que la matanza atroz al por mayor de humanos en otro país era la voluntad de los dioses, y que el morir por el emperador era el mayor honor que un hombre podía tener. Con razón en las tierras “cristianas” y “paganas” la confianza de las masas en los caudillos religiosos que oran por la paz por una parte y bendicen la guerra por otra ha sido enormemente debilitada.
De manera comprensible, el libro bíblico de Revelación junta a toda esa religión falsa bajo el símbolo de una mujer borracha de sangre humana, la llama “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra,” y dice que ella lleva la responsabilidad de la sangre de “todos los que han sido muertos atrozmente en la tierra.”—Rev. 17:5, 6; 18:24.
Prescindiendo de cuán desilusionador haya sido este fracaso de los caudillos religiosos, hay cristianos alrededor del mundo que han permanecido libres de esta culpabilidad por homicidio y que prestan atención al mandato de Dios de ir en pos de la paz, amoldando su vida a su mandato de “batir sus espadas en rejas de arado.” Sobre esto el South African Voice del 5 de abril de 1964 comenta: “La posición adoptada por las iglesias en Africa del Sur sobre el asunto de servicio militar . . . ha cambiado a tal grado que realmente solo un grupo religioso permanece firme en su ‘rebelión’ contra [él]. . . . Por investigación intensa de parte de Die STEM parece que solo los Testigos de Jehová todavía rehúsan positivamente apoyar el entrenamiento militar y el servicio militar obligatorio . . . [Ellos] permanecen intransigentes en su posición contra el entrenamiento militar o el hacer guerra.”
Realmente, los testigos de Jehová no se hallan en “rebelión” contra las actividades de ningún gobierno, pero ciertamente mantienen neutralidad intransigente en cuanto a los asuntos políticos y militares del mundo, ya que obedecen el mandamiento bíblico de ‘buscar la paz e ir en pos de ella.’ No son pacifistas. No se oponen al programa de reclutamiento militar de ningún gobierno ni protestan contra ello, sino que se someten al arreglo de cosas de Dios. De ellos dice la Biblia: “Aunque andamos en la carne, no guerreamos según lo que somos en la carne. Porque las armas de nuestro guerrear no son carnales.”—2 Cor. 10:3-5.
Al comentar sobre esta posición de los testigos de Jehová al tiempo de sentenciar recientemente a un miembro joven de este grupo a cinco años en la prisión en los Estados Unidos de Norteamérica, un artículo publicado en el Evening Journal (Wilmington, Delaware, 5 de marzo de 1964) dijo francamente: “Es verdad que este grupo religioso no protesta contra tal trato de parte del gobierno federal y espera ser perseguido por sus creencias, pero, ¿cómo nos afecta a nosotros, el resto de la sociedad, el condenar a un hombre por cinco años a causa de la naturaleza de sus convicciones religiosas?
“Este punto en cuestión va hasta el corazón de nuestra Constitución y las libertades civiles y religiosas que proclama. Es un punto en cuestión que doblemente aguijonea nuestra conciencia debido a la elevada integridad y vida ejemplar de hombres jóvenes como el señor Silvernail, y debido a que hay tal acuerdo universal en estos días de que el mundo no podría sobrevivir a otra guerra total. . . . Es importante comprender que para algunas personas la convicción religiosa se ahonda lo bastante que su conciencia no les permite cooperar con ninguna parte del sistema de la guerra ni la preparación para la guerra.” Por causa de su conciencia prestan atención al mandato de la Biblia de ir en pos de la paz.
Su búsqueda de paz sobrepasa el evitar envolverse en las guerras de las naciones del mundo. El observar el consejo sano de la Palabra de Dios los capacita a impedir que conceptos falsos personales den lugar a resentimiento duradero y a un espíritu de falta de cooperación. Hace posible que ellos resuelvan problemas domésticos de tal manera que los vínculos de familia se fortalezcan. Debido a que han sido hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente, no son introducidos en las contiendas raciales del mundo ni en su altercación económica. Gozan de una unidad por todo el mundo que no conoce distinciones sociales, raciales ni nacionales. Por eso es que como un pueblo unido ellos llevan a la gente en todas partes las buenas nuevas concernientes al reino de Dios, por medio del cual Dios mismo hará “cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra.”—Sal. 46:9; Efe. 4:20-24.
Usted, también, puede gozar de tal paz. Es la porción de los que escuchan y se someten a los juicios del “Dios que da paz.” (Rom. 16:20) Esto usted lo puede hacer estudiando su Palabra, compartiendo sus verdades y asociándose con los que se han probado ser los amigos de la paz.