¿Cuán importante le es a usted la buena asociación?
CUANDO el apóstol Pedro se refirió en el primer siglo a los cristianos como “toda la asociación de sus hermanos en el mundo,” su alusión fue exacta en cuanto a una de las características sobresalientes de los seguidores de Cristo. (1 Ped. 5:9) Se asociaban unos con otros. No estaban contentos con quedarse en casa y disfrutar de una religión secreta, personal. Sentían la necesidad de tanta asociación como fuera posible con otros de la misma fe. Tenían que hablar acerca de su fe.
Aquellos cristianos necesitaban la asociación unos con otros. Ninguna otra asociación podía satisfacer. Además, recordaban la advertencia del apóstol: “Las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles.” (1 Cor. 15:33) Por medio de reunirse regularmente con buena asociación, podían prestar atención al consejo apremiante del escritor bíblico Judas de estar “edificándose sobre su santísima fe.” (Jud. 20) Tan vital para ellos era este eslabón con la congregación cristiana que persecuciones, disturbio político, distancia, penalidades, clima... nada de esto podía disuadir a los cristianos celosos de reunirse. ¿Es ésa la actitud de usted también?
DISTANCIA Y VENCIENDO OBSTÁCULOS
El hecho de que la casa de ellos está lejos del lugar más cercano donde se reúnen con otros cristianos, además de la falta de transporte, quizás sea un gran obstáculo para algunos, pero no lo es para muchos testigos de Jehová en Panamá. A través de escabrosos caminos montañosos un grupo de ocho viaja tres horas y media a caballo. Llueva o haga sol están regularmente en el Salón del Reino a la hora señalada, ansiosos de tener compañerismo y recibir alimento espiritual. En otra región de colinas dentadas Testigos caminan por horas, atravesando ríos sobre troncos angostos, a menudo vadeando, cargando sus zapatos. Al llegar al lugar de reunión se lavan las piernas y los pies, se ponen los zapatos y disfrutan del programa, impertérritos ante la perspectiva de un viaje de retorno semejante, solo que esta vez en la oscuridad.
¿Se halla usted sin transporte, y está el Salón del Reino de los testigos de Jehová a gran distancia de su casa? Bueno, piense en algunos de los Testigos en Colombia, América del Sur, que a menudo tienen que ir a pie, con sol o lluvia, treinta y dos kilómetros para llegar a un lugar de reunión, y no por caminos pavimentados y bien alumbrados, sino a lo largo de senderos angostos, vadeando ríos hasta la cintura, aguantando el calor o los aguaceros torrenciales. Y todo esto, no por alguna reunión especial, sino para llegar a las sesiones semanales regulares para el estudio de la Biblia con la ayuda de La Atalaya.
En muchas partes de México el único medio de transporte son los propios pies de uno. No obstante los testigos de Jehová en ese país aprecian profundamente las reuniones. La asistencia al estudio semanal de La Atalaya tiene un promedio de 119 por ciento del número total de Testigos, 91 por ciento asiste a las reuniones semanales más pequeñas en casas particulares, y 82 por ciento a la reunión de mediados de semana para discutir y mejorar el ministerio de la predicación. Tampoco son estas elevadas cifras de la asistencia solo la regla en las ciudades más grandes; aplican a través de todo el país.
En las zonas rurales del Paraguay los testigos de Jehová mantienen regular la asistencia a las reuniones a pesar de muchas dificultades. Unos cuantos pueden viajar a caballo o en carretas tiradas por caballos, pero la mayoría viaja a pie. De hecho, cuando llueve no tienen alternativa, porque por ley se cierran todas las carreteras hasta que escurra el agua. De modo que los Testigos se abren paso a pie por caminos muy lodosos, y al llegar al Salón del Reino se lavan los pies y se ponen de nuevo los zapatos.
En Costa Rica, donde tres cuartas partes de los Testigos viven en las secciones rurales, centenares de ellos caminan o viajan a caballo hasta seis horas por caminos lodosos para asociarse unos con otros. Una Testigo conduce doce estudios bíblicos en varios sitios, además de andar las seis horas para asistir a las reuniones de congregación. Una vez al mes viaja en canoa ocho horas a fin de llegar a una parte remota del territorio donde personas interesadas ansiosamente aguardan las lecciones bíblicas que conduce con ellas.
POBREZA NO ES DESVENTAJA
Algunos quizás consideren la pobreza como una razón para perderse las reuniones en el Salón del Reino. Los gastos de transporte son fuertes. Pero esto no se considera un problema insuperable en la América Central ni en la América del Sur. Considere, por ejemplo, el caso de una madre y sus siete hijos en Asunción, Paraguay. Regularmente asisten a las reuniones del Salón del Reino dos veces a la semana, aunque el largo viaje en autobús les cuesta 36 por ciento del salario mensual medio de la familia. Para ellos las bendiciones de la asociación cristiana bien valen la pena el gasto.
Luego hay el excelente ejemplo de una Testigo anciana en Panamá que es fuente de gran estímulo a todos los que asisten a la misma congregación. Saben que para que esté en el Salón del Reino tiene que remar a través del lago Gatún en un cayuco, y luego caminar unos tres kilómetros para viajar en autobús por dieciséis kilómetros más. ¿Cómo paga su viaje en autobús? Trae consigo huevos envueltos individualmente en hojas de palma y los vende a otros pasajeros.
En Venezuela los que viven en el interior tienen que hacer un verdadero esfuerzo para disfrutar regularmente de los beneficios de la asociación en el Salón del Reino. Pero lo hacen. Muchos viven en conucos y tienen muy pocos ingresos en efectivo; de modo que es difícil ahorrar dinero para pagar el viaje en autobús. Una anciana que vive en una región aislada a menudo anda a pie treinta y dos kilómetros hasta el Salón del Reino más cercano. Trae consigo algunos productos para venderlos en el mercado a fin de pagar su viaje de regreso en el autobús. A pesar de desventajas como éstas, la asistencia a los Salones del Reino en Venezuela es buena... 95 por ciento de los Testigos asiste al estudio semanal de La Atalaya.
A lo largo del litoral de Costa Rica frente al Atlántico la United Fruit Company construyó un ferrocarril de vía estrecha hace años para transportar el plátano. Aunque ahora los rieles ya casi no se usan, los Testigos y otros usan la vía, viajando en plataformas tiradas por mulas. Por supuesto, tienen que esquivar el lodo que salpica desde los cascos de las mulas, y a menudo al llegar a su destino los Testigos varones tienen que bañarse y cambiarse de ropa antes de participar en el programa de la noche en el Salón del Reino. Pasan por todo eso solo para tener compañerismo con otros de la misma fe. ¿Lo haría usted?
En Honduras, también, los cristianos fieles tienen ese deseo fuerte de asociarse con hermanos en la fe. Una señora, cuyo esposo no es Testigo y que tiene ocho hijos, rara vez deja de asistir a las reuniones de la congregación, aunque tiene que andar a pie unos tres kilómetros de ida y vuelta. Y un matrimonio viaja a pie un poco más de seis kilómetros hasta el Salón del Reino. Después de cada reunión emprenden el viaje a casa a través de territorio semejante a selva en la oscuridad, llegando a casa muy a menudo a la una o las dos de la mañana. No obstante, nunca pensarían en perder una de esas sesiones edificantes con compañeros cristianos.
OTRAS DIFICULTADES VENCIDAS
Quizás la fatiga después de un día de trabajo les parezca a algunos buena razón para quedarse en casa la noche de reunión. No sucede así con el padre de dos niñitos en Honduras Británica. Trabaja desde el amanecer hasta el anochecer, a veces tan tarde como las siete de la noche. Pero ha organizado a su casa para que no pierdan los muchos beneficios de las reuniones semanales. Su esposa prepara a los hijos con anticipación y sale temprano para el Salón del Reino, puesto que el paso de los niños es lento y tienen que andar a pie unos tres kilómetros. Antes de salir ella se encarga de que todo esté listo para que su esposo se cambie de ropa rápidamente y se apresure tras ella a lo largo del camino.
Y a menudo hay necesidad de que él acompañe a la familia, pues las lluvias fuertes a veces hacen salir culebras al camino. De modo que tiene que estar vigilante entonces para proteger a la familia. No obstante, el llegar a la asamblea de los hermanos en la fe es la meta fija. Él sabe cuán ricos son los banquetes espirituales de los que se participa en esas ocasiones.
Piense, también, en el caso de una señora en Venezuela. Ella vive a diecinueve kilómetros del Salón del Reino más cercano. Cuando llueve las carreteras llegan a ser intransitables para los autos, los ríos se desbordan y en lugares ella tiene que vadear casi con el agua hasta las axilas. Hay otros peligros también. En una ocasión mientras se abría paso hasta el Salón del Reino, ubicado en una región de matorrales, sintió una punzada en la pierna, pero no se preocupó por eso pensando que era una ramita aguda que la rozó. Después de un rato comenzó a sentir una sensación de adormecimiento. Buscó tratamiento para una picadura de culebra en el Puesto de Socorro local. Ahora está bastante bien y no está desanimada en lo más mínimo de seguir como de costumbre su horario de asistir a las reuniones.
El tener una familia grande quizás tienda a estorbar a algunos de asistir con regularidad a las reuniones semanales de la congregación. Sin embargo, en la América Central y en la América del Sur hay muchas familias grandes, y no obstante esto no presenta ningún problema insuperable. En un pueblo de Venezuela, por ejemplo, el grupo de familia de seis vive a una hora de caminar a pie del Salón del Reino más cercano, no obstante siempre están presentes en las reuniones. Otro grupo de familia camina ocho kilómetros hasta las reuniones de la congregación cristiana tres veces a la semana, la mitad de esa distancia por terreno escabroso.
Aun la barrera del idioma no basta para desanimar a los que aprecian el valor de asociarse con otros que aman a Dios. En México sucede a menudo que los indígenas que vienen a las reuniones no entienden español. No obstante vienen regularmente y se sientan en la reunión de idioma español hasta que llega el tiempo para que los puntos sobresalientes del programa sean interpretados en su propia lengua. Es satisfactorio notar su placer evidente de estar presentes, aunque no entienden todo lo que se está diciendo. ¡Y cuán ávidamente absorben la explicación del intérprete!
En la República Dominicana durante los recientes disturbios políticos los Testigos continuaron asociándose a pesar de grandes dificultades. A veces tenían que hacer largas desviaciones para llegar al Salón del Reino a causa de las barricadas. Luego, cuando la capital fue dividida en dos por las fuerzas contrarias, a muchos Testigos se les impidió acceso a los Salones del Reino. ¿Se rindieron? No. Se reunieron en casas particulares, reduciendo al mínimo así la pérdida de asociación edificante.
En algunos países a los cristianos hasta se les prohíbe leer la Biblia y reunirse con otros para estudiarla. ¿Los llena eso de temor al grado de abandonar la asociación con otros de la misma fe? Ni pensarlo. A pesar de las disposiciones humanas a lo contrario, cumplen con el derrotero que aconsejó el inspirado apóstol de Jesucristo: ‘No abandonen el reunirse.’ (Heb. 10:25) Los desenvolvimientos subsecuentes prueban que están emprendiendo el derrotero correcto, porque Jehová los protege y los bendice, y aunque son aprehendidos y castigados injustamente, él les da fortaleza y esperanza para vencer y sobrepujar los sufrimientos mentales y físicos por los que quizás tengan que pasar.
Con tan inspirador conjunto de testimonio acerca del amor duradero de los compañeros cristianos, como se ve en su evaluación de la asociación con regularidad, ¿no es apropiado el que cada uno analice su propio punto de vista del reunirse semanalmente con la congregación cristiana? Hay peligro de dar este asunto por sentado. Hay peligro de que la comodidad de uno pudiera hacernos retraer de las incomodidades, considerando nuestros deseos materiales más bien que nuestro bienestar espiritual. ¿Se necesita el que se nos niegue el derecho de reunirnos con los compañeros cristianos para despertarnos al aprecio más pleno del privilegio? Ciertamente que no.
Es obvio que si deseamos algo con bastante avidez haremos el esfuerzo por alcanzarlo. Pues, hasta personas enfermizas, fatigadas, ancianas, sí, inválidas y ciegas llegan con regularidad a las reuniones de la congregación cristiana. ¿A qué se debe esto, a pesar de sus desventajas? Se debe a que están convencidos de su necesidad de la asociación y de la fuerza espiritual que ha de obtenerse del intercambio de expresión en cuanto a la voluntad de Dios. (Rom. 1:12) Sin falta, entonces, edifique el buen hábito de la asociación sana. Sea una bendición para los compañeros cristianos, y ellos serán una bendición para usted.