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Monotonía y futilidad... o estabilidadLa Atalaya 1971 | 1 de septiembre
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naturales, descritas por Salomón, demuestra esto. En realidad, suministran estabilidad y seguridad, no monotonía.
CICLOS REPETIDOS, UNA BENDICIÓN
Hay ciertos factores de uniformidad que son esenciales para la vida humana equilibrada. Considere algunos de los ciclos de la creación de Dios... el Sol, el viento, el agua, las estaciones, etcétera. ¿Qué hay si no pudiéramos contar con que el Sol saliera a cierta hora de la mañana? ¿o si no pudiéramos estar seguros de cuál estación sería la siguiente? No podría haber planes, no podría efectuarse ningún verdadero trabajo. Todo sería confusión. En realidad, no pasaría mucho tiempo antes que comenzáramos a perder el juicio.
Hay ciertas cosas que Dios también ha hecho inherentes en la naturaleza del hombre... ciertas repeticiones, sin las cuales ni la mente del hombre ni su cuerpo funcionan correctamente. Unas cuantas de éstas son: El comer, el bañarse, el vestirse, el acostarse y el levantarse con regularidad, el tener una cantidad normal o regular de trabajo que desempeñar cada día. Puede que algunas de estas cosas parezcan faenas al tiempo de hacerlas, pero uno pronto se enfermaría si la regularidad de ellas se rompiera seriamente.
Además, la regularidad de las cosas que Dios le ha impuesto al hombre tiende a hacerle desear un lugar establecido donde vivir, un hogar. Cosas que necesitan atención constante en la casa hacen que concentre sus intereses allí. Esto contribuye a la estabilidad en la vida doméstica o de familia, agregando una sensación de seguridad.
Hay otro aspecto en el cual se ve que la repetición de cosas naturales es una bendición, de hecho, una necesidad. La Tierra realmente es una gigantesca astronave. En sus ciclos del viento, el agua y las estaciones, tiene su propio sistema magnífico de purificación por el cual puede mantener un abastecimiento de aire, agua y alimento puros para sus habitantes.
Considere el ciclo del agua de la Tierra. Solo aproximadamente el 3 por ciento del agua de la Tierra es agua dulce, el 2 por ciento está encerrado en capas de hielo, y solo como el 1 por ciento existe en los lagos, ríos y bajo tierra, y como vapor en el aire. Los océanos son salados, pero el agua evaporada de ellos por el Sol es dulce, pues la sal se queda atrás. El Sol, en su curso diario sobre los océanos, extrae esta agua a razón de casi 15.000.000 de toneladas por segundo. Las corrientes de viento ‘que giran de continuo’ la llevan sobre la tierra, donde se condensa y cae como lluvia. El agua que se precipita así a la tierra fluye de vuelta a los océanos. El hombre depende de este ciclo para abastecimientos de agua, para el crecimiento de las plantas que sirven de alimento y para que haya condiciones del tiempo adecuadas para vivir.—Sal. 147:18; Pro. 25:23.
JEHOVÁ, LA FUENTE DE ESTABILIDAD
Además, si el hombre quiere continuar viviendo tiene que abastecerse con regularidad de una fuente estable de energía espiritual y física. Dios es esa Fuente que no cambia. Él llama la atención de los hombres a los cuerpos celestes visibles y dice: “Levanten sus ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que está sacando el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía dinámica, él también siendo vigoroso en poder, ninguna de ellas falta. . . . Jehová, el Creador de las extremidades de la tierra, es un Dios hasta tiempo indefinido. Él no se cansa ni se fatiga. . . . Está dándole poder al cansado; y al que se halla sin energía dinámica hace que abunde en plena potencia. . . . los que están esperando en Jehová recobrarán el poder.”—Isa. 40:26-31.
Todo esto revela que hay un Dios que ama al hombre y se interesa en él. Él es el Centro del universo, el Proveedor de estabilidad y seguridad. Se propone suministrar por medio de su Hijo “un reino que no puede ser sacudido” para bendecir a la humanidad. Jesús señaló la obra que no termina en frustración, diciendo: “Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, que el Hijo del hombre les dará.”—Heb. 12:28; Juan 6:27.
Por lo tanto, para estabilidad y seguridad libre de monotonía y futilidad, lo mejor que uno puede hacer es abandonar la carrera por adelantarse en este sistema de cosas y emprender el servicio de Dios de declarar las buenas nuevas del reino mesiánico. Pues “la escena de este mundo está cambiando.” Simplifique su vida, haga su trabajo dentro de los ciclos normales que Dios ha arreglado, disfrute de su trabajo y espere confiando en que Dios traerá permanencia para usted en un sistema libre de todo lo artificial y fútil de este presente orden de cosas.—1 Cor. 7:31.
Fue con sabiduría divina, por lo tanto, que el rey Salomón concluyó: “En cuanto al hombre no hay nada mejor que el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo. . . . Porque al hombre que es bueno ante él le ha dado sabiduría y conocimiento y regocijo, pero al pecador le ha dado la ocupación de recoger y reunir meramente para dar al que es bueno ante el Dios verdadero.” Concuerdan con esto estas palabras de Jesucristo: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. . . . Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.”—Ecl. 2:24-26; Mat. 11:28-30.
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¡Ella y los niños habían cambiado!La Atalaya 1971 | 1 de septiembre
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¡Ella y los niños habían cambiado!
UNA familia griega se mudó a la República Sudafricana. Mientras estuvo allí, la esposa se interesó mucho en el mensaje de verdad de la Biblia según lo presentan los testigos de Jehová. No mucho después ella y sus hijos tuvieron que regresar a Grecia para ayudar a los padres de ella, que estaban enfermos. Antes de irse, su esposo le recalcó que los hijos habrían de ser educados en la Iglesia Ortodoxa. Sin embargo, mientras estaban en Grecia la señora continuó estudiando la Biblia y progresó rápidamente en el conocimiento de sus enseñanzas. Ahora su esposo empezó a recibir cartas llenas de entusiasmo en cuanto a lo que ella aprendía. De modo que él decidió regresar a Grecia “para detener todo este asunto antes de que fuera demasiado lejos.”
Al llegar, fue recibido por una familia muy feliz en la cual se habían efectuado grandes cambios. Aunque su esposa anteriormente había sido una chismosa y alborotadora incorregible, ahora él encontró que todos la querían y la respetaban. Y sus hijos, que habían sido tan ingobernables, ahora habían llegado a ser sumamente respetuosos. No hay que decir que él quedó agradablemente sorprendido por todo aquello. Sin embargo, le pareció que todavía tenía que enderezar a su esposa en cuanto a su religión.
Por eso, llevando la Biblia de ella, se fue a la iglesia de la aldea para notar las diferencias entre ésta y la Biblia de la iglesia. No halló diferencia. De hecho, en su investigación encontró el nombre Ieova (Jehová) en la Biblia de la iglesia, y se preguntó por qué el sacerdote jamás lo había mencionado. Regresó a casa muy pensativo. “Esta religión tuya es buena,” le dijo a su esposa. “Ahora sé que siempre me serás fiel como esposa y que mis hijos son mejores de lo que jamás han sido. Continúa en esta religión y dame algo de leer.” Luego regresó a la República Sudafricana, donde él, también, se puso a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová.
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